Los Vengadores: Asalto a la mansión

 

Edición original: Marvel Comics – noviembre 1986 – junio 1987
Edición España: Panini Comics – octubre 2012
Guión: Roger Stern, Bob Harras
Dibujo: John Buscema, Bob Hall
Entintado: Tom Palmer, Kyle Baker
Color: Paul Becton, Christie Scheele, Julianna Ferriter, Max Scheele
Portada: John Buscema, Joe Jusko
Precio: 19,95 euros (tomo de 192 páginas de la línea Marvel Gold)

 

Con la publicación de este noveno tomo la reedición de los Vengadores de Roger Stern alcanza su punto culminante. Llega la saga de los Señores del Mal, más conocida entre crítica y público como la del asalto a la mansión. Las semillas que el guionista fue plantando años atrás germinan aquí para brindarnos una de las mejores historias de los Vengadores y del propio escritor. Así como en su primer arco argumental don Roger “heredó” a los Señores del Mal y se sirvió de ellos para redimir a Henry Pym, aquí nos presenta una nueva alineación mucho más letal, que habrá de servir de contrapunto a los héroes más poderosos de la Tierra.

Si el Capitán América constituye el corazón y el espíritu de los Vengadores, nada como un enemigo del abanderado para comandar a los Señores del Mal. Como quiera que el Barón Heinrich Zemo fue el primero que se tomó la molestia de reunir a varios villanos para desarrollar un ataque conjunto sobre el recién constituido grupo (remóntense ustedes a los años sesenta y a la primera docena de números de la colección) es su hijo Helmut el elegido. J. M. DeMatteis se había encargado en la colección del Capi de hacer que el no-tan-muchacho heredara el manto calcetinero magenta de su nacionalsocialista papi y se erigiera junto al –por entonces achacoso- Cráneo Rojo como uno de los enemigos principales del cabeza alada. El reclutamiento que hace Zemo arroja un listado escalofriante en cuanto a fuerza bruta: la Brigada de Demolición, el Hombre Absorbente, Titania, Mister Hyde, Goliat, Tiburón Tigre, Apagón, Mimi Aulladora, Gárgola Gris, Torbellino, Chaqueta Amarilla, Arreglador y Piedra Lunar. Mucho músculo, un par de cacharreros y una psiquiatra dispuesta a cuestionar el liderazgo del Barón a la primera que se presente ocasión. Stern presenta a Zemo como un estratega brillante que planea su ataque al milímetro mientras mantiene un ojo puesto en las relaciones que entablan sus aliados. Los villanos no se rigen por los mismos valores que los héroes, parece decir don Roger. Allí donde Thor o Hércules están dispuestos a seguir al Capi pese a su ausencia de poderes Zemo debe fabricarse un prestigio que le permita embridar unos egos cuya exuberancia ha albergado casi siempre el germen de sus derrotas. Hay que actuar como una unidad, dice el alemán a sus compinches, pues ahí radica el secreto del éxito de sus enemigos. Hablar es fácil pero actuar conforme a esa máxima quizá no lo sea tanto.

Capítulo a capítulo puede comprobarse cuán brillante es el plan de Zemo. Los Señores del Mal aprovechan las disensiones existentes en el seno del grupo, principalmente motivadas por la Avispa. Unos cuantos –bastantes- números atrás Hércules había manifestado para sí su escepticismo en torno a la valía de Janet como líder del grupo y este dato, unido a un exceso de confianza motivado por la tenencia de una buena melopea convierte al olímpico en la primera baja de una batalla que infligirá a los Vengadores una de sus derrotas más amargas. Los miembros más poderosos serán eliminados individualmente y el devenir de los acontecimientos pondrá en manos de un vengativo Helmut al que considera el asesino de su padre, el Capitán América. La mansión será asaltada y conquistada; el fiel Jarvis sufrirá en sus propias carnes las consecuencias de su inquebrantable lealtad. Los héroes se reagruparán, buscarán la revancha y vencerán finalmente, pero el daño ya estará hecho. Los Vengadores se han enfrentado a su mayor crisis y la han superado, mas habrán de cargar con numerosas secuelas. Roger Stern alcanza la cota más alta de su trabajo en la colección, brillantemente ilustrada por el maestro Buscema y los pinceles de un profesional como Tom Palmer. Además, hay que destacar el hecho de que en esta aventura se encuentren los elementos a partir de los cuales, diez años después, Kurt Busiek y Mark Bagley crearán un clásico: Thunderbolts. Aquí está el Barón Zemo ejerciendo como jefe de un grupo de egos; aquí está la manipuladora Karla Sofen que es más peligrosa como manipuladora de la mente que como Piedra Lunar; aquí está (aún con un aspecto horrible) Mimí Aulladora; aquí está el Arreglador, pero esta historia es para otro momento.

Los números siguientes del tomo se dedican a relatar las consecuencias de la gran batalla. La mansión está en ruinas y parte de la alineación se lame las heridas. Hulka vuelve al grupo (en parte porque la Cosa se había reintegrado a los Cuatro Fantásticos después de la marcha de John Byrne y Steve Englehart estaba montando una nueva alineación para el cuarteto) y se incorpora el Doctor Druida, un místico al que ya habíamos visto en el segundo tomo recopilatorio cuando los Vengadores viajaron a Avalón para ayudar al Caballero Negro. La presencia de este maestro de las artes ocultas introduce un elemento mágico en la colección y permite al personaje saldar la deuda que tenía con el grupo. También vuelve Thor, bien recubierto de acero asgardiano cuando la maldición a la que le sometían el rencor de Hela y la mala idea de Walter Simonson impedían que su organismo curara las heridas. Pero a cambio se marcha la Avispa, estresada por la carga del poder y por la presión inherente al cargo de presidenta. Ha demostrado una vez más su valía como heroína y como líder, pero teme convertirse en una pieza imprescindible del grupo. Con su marcha se cierra una de las etapas más brillantes de la historia del personaje, pasando a la órbita de los Vengadores Costa Oeste y de Steve Englehart. Veinticinco años después Janet Van Dyne aún espera un guionista que le dé un tratamiento de la calidad que supo imprimirle Stern. La pregunta habitual en torno a su sucesor en la poltrona de mando se resuelve a favor de la Capitana Marvel. Esta elección marcará a su vez la cima en el desarrollo de este personaje que veinticinco años después aún espera a otro guionista que lo trate como solo su creador literario supo.

Cierra el tomo un número también centrado en las consecuencias del asalto a la mansión pero elaborado por otro equipo diferente, el guionista Bob Harras y un viejo conocido de la afición vengativa, el dibujante Bob Hall (curiosamente entintado por un autor de la talla de Kyle Baker). El protagonista es el mayordomo Edwin Jarvis, el cual repasa sobre la historia del grupo desde su punto de vista, rememorando los momentos buenos y malos que componen la misma y reflexionando en torno a lo que los Vengadores suponen para él. El que pocos años después estaba llamado a ser el escritor de una larga y controvertida etapa de la colección realiza aquí un primoroso trabajo de caracterización del estoico sirviente, presentándolo como una pieza esencial en el funcionamiento del equipo. Luego llegarán las barbas, las cazadoras, las cananas… pero ésa también es otra historia.