Una reseña se puede acometer de mil maneras, pero me centraré principalmente en un aspecto en concreto: la importancia cultural de este cómic. Si se han parado a pensar, la cantidad de obras de todo tipo que nos llegan de Estados Unidos es enorme. Series, películas, cómics, música… Sufrimos una invasión de productos procedentes del país del Tío Sam tal que ya mostramos total indiferencia y asimilación ante tal hecho. Sin ir más lejos, y pese a que se habla en Zona Negativa de cómic nacional, europeo y Manga, el cómic y el audiovisual estadounidense copan el mayor espacio y la mayor cobertura de la web. Pero esto es algo normal; pasa aquí y en cualquier otro medio. Por eso es importante este cómic. ¿Qué sabemos sobre la cultura canadiense? Poco, por no decir nada, y no pongo en duda que más de un lector sea un experto en la cultura de ese país, pero en términos generales, no solo nos llegan pocas obras de Canadá, sino, sobre todo, nos llegan pocas obras sobre Canadá, que es parecido, pero no es lo mismo. Ese país de Norteamérica que culturalmente ha crecido a la sombra de la todopoderosa USA. Canadá es un tapado, y Chester Brown viene a poner su granito de arena al difundir un acontecimiento histórico desconocido más allá de las fronteras canadienses.
¿Cómo acomete tal empresa el autor? Pues como siempre, con mucho talento, trabajo, rigor, documentación y empeño. Chester Brown nunca le ofrece al lector lo primero que se le pasa por la cabeza, sin estar bien trabajada la obra en cuestión. Uno, como lector, es consciente del mimo y la dedicación que el artista nacido en Chateauguay pone en todos sus cómics. De este modo,
Gracias a todo esto, conocemos un pedacito de la cultura e historia canadiense que, de otra manera, hubiera permanecido inédita en nuestro país. Chester Brown crea una biografía densa en cuanto a la cantidad de fechas, territorios, personajes y acontecimientos que aparecen en la obra y extensa (casi 300 páginas tienen el cómic), pero su talento como artista hacen que la historia, pese a sus licencias y sus elipsis, se desarrolle de forma orgánica. La biografía cobra vida y se va desplegando con total naturalidad, con un ritmo admirable que, pese a la cantidad de información, no solo no agobia al lector, sino que se asimila con facilidad.
Esta obra no solo le sirve a Chester Brown para contarnos un poco sobre su país, sino que también lo lleva al terreno más personal. La figura de Louis Riel es lo suficientemente controvertida para que al autor de Nunca me has gustado le interesara y pudiera desarrollar sus inquietudes habituales como historietista. En este sentido, las supuestas enfermedades mentales del líder revolucionario chocan directamente con los problemas que tenía la madre del artista. En el relato corto Mi madre fue una esquizofrénica aparecido en la obra El hombrecito, el autor hace una disección de las enfermedades mentales, que no son tal, sino invenciones de una sociedad que apuesta por el pensamiento único. Así pues, Louis Riel se salía de la norma establecida en cuestión de pensamiento, influenciado por la obsesión religiosa; otro de los grandes temas en la obra de Chester Brown.
Además de estar narrado con suma maestría a nivel de guion, destaca, sobremanera, la parte gráfica. El propio autor reconoce la influencia de Harold Gray y su Little Orphan Annie, una de las tiras de prensa más longevas en la historia de los Estados Unidos (ya cancelada). Pese a mostrase modesto Chester Brown en este aspecto, su trazo es simplemente maravilloso. Tener como referente a Harold Gray siempre suma, y el acabado visual de este tebeo sí que difiere bastante del conjunto de la obra de Chester Brown. A destacar los ojos de los personajes, en blanco, recurso sacado directamente del famoso comic strip de Harold Gray. Es tal la influencia de este mítico artista sobre otros historietistas que esos ojos blancos fueron también empleados por Art Spiegelman en esa obra cumbre llamada Maus.
La edición está a la altura del cómic por parte de Ediciones La Cúpula. Tiene un buen papel, buena encuadernación, y además viene acompañada por un excelente prólogo de Álvaro Pons, que pone los puntos sobre las íes sobre Chester Brown y su obra.
Guion - 9
Dibujo - 9.5
Interés - 9
9.2
Histórico
Chester Brown nos regala una obra atípica dentro del cómic: una biografía sobre un líder revolucionario que luchaba por los derechos de los indígenas en la Canadá del Siglo XIX.
Un cómic fascinante, no sólo por la historia de este desconocido personaje y lo bien que combina la parte histórica con el desarrollo de los personajes (un descenso a la locura sin igual), sino por la estética empleada, la disposición de viñetas, los encuadres y el diseño, estoy de acuerdo que es su mejor obra, un imprescindible del cómic moderno.