Lowlife

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Edición original: A complete Lowlife (Top Shelf, 2001).
Edición nacional/ España: Lowlife (Comics Groc, 2003).
Guión y Dibujo: Ed Brubaker.
Color: B/N.
Formato: Tomo.
Precio: 9€.

 

Los comienzos son difíciles. Menudo tópico, ¿eh? Y si uno es un pseudo delincuente juvenil reciclado en autor de cómics el futuro no parece demasiado halagüeño… a no ser que te llames Ed Brubaker y seas uno de los mejores escritores del medio en los últimos quince años. Entonces la cosa cambia.

Antes de Sleeper, antes de Catwoman, antes de La escena del crimen, antes de Batman, Criminal o Capitán América, Ed Brubaker era un tipo cualquiera que, influido por Kerouac y Bukowski y profesando un decidido amor a los cómics, quiso aprovechar la moda del slice of life y el bum de las independientes (gracias en particular al impacto de los hermanos Hernández y su colosal Love and Rockets) para ajustar cuentas con el mundo, eso que los escritores tienden a hacer en cuanto les dejan y –sobre todo- en sus primeras obras. Eso es Lowlife. Una biografía pero menos, un slice of life criminal. La comparación con Balas perdidas salta a la vista, si pasamos por alto que no tienen nada que ver. La obra de Laphan es mucho más madura, densa y potente, más artera en el uso de los convencionalismos de género. Lowlife es una obra primeriza, insegura en cuanto a la propia voz del autor. Si la hubiéramos leído en su día, publicada erráticamente entre 1990 y 1996 a caballo de los sellos Slave labor Graphics y Caliber Comics, apenas tendríamos de ella el recuerdo simpático de una joven promesa. La gracia llega recuperada hoy, mostrando el caldo de cultivo, revelando el banco de pruebas de trabajos posteriores de más enjundia, como los arriba citados.

Estamos a mediados de los 80 y primeros 90. Tommy Booker es el típico jovencito disfuncional popularizado por los retratistas del lado oscuro del sueño americano, desde Daniel Clowes a Charles Burns pasando por Peter Bagge: afición al alcohol y las drogas, cleptomanía, aspecto frágil, conflictivas relaciones con el sexo opuesto, lealtad entre colegas (a menudo extravagantes), referentes de la cultura pop, etc. Todo ello sobre un personaje de buen fondo, en esencia, por muchas acciones cuestionables que le veamos realizar, siempre entre la sospecha de la caída y la esperanza de la redención. Al igual que otros historietistas luego consagrados como guionistas (el Winick de Pedro y yo o el Bendis de Jinx o Torso), Brubaker se lanza como autor completo, en un estilo cercano al amateurismo del primer Chester Brown, pero sin su chispa. Eficaz narrador, la historia se lee con agrado, pese a que cualquiera de los nombres citados en este párrafo le dan sopas con honda en la parte gráfica. Ni siquiera acude a los socorridos trucos de diseño con que otros dibujantes disimulan sus carencias. Muchas de sus páginas no hubieran desentonado en un fanzine medio.



Los ocho relatos que contiene el volumen están ordenados según la cronología del personaje, no por su año de producción. Aunque Brubaker se va volviendo poco a poco más hábil con el lápiz, entre que la evolución no es radical y que las dos últimas historias del personaje son, asimismo, las últimas que se dibujaron, la mezcla mantiene un estilo más o menos homogéneo, con una sensación de ligera mejoría según avanzamos. Esto no deja de ser paradójico, pues uno de los relatos más flojos, La novia y el novio (1994), recogido en segundo lugar tras el adecuadamente inicial Una vida de crimen (1991) y antes del primero realizado La última vez que Tommy salió de marcha (1989), resulta que, desde un punto de vista técnico, es quizá el más ambicioso del volumen, con su decidida voluntad de jugar con el tempo de la viñeta (repárese en las simetrías y repeticiones de figuras y espacios en las páginas 8 y 9). Sin embargo, su inclusión parece forzada por una necesidad argumental (la relación fallida planeará en páginas posteriores… realizadas con anterioridad) y no por el interés intrínseco, más bien escaso, de lo que se cuenta. Caso parecido se da en la narración de 6 páginas dedicada a la vida de Félix, también de 1994, inserta en sexto lugar: ambos parecen apéndices, pequeñas muletas para ayudar a la historia principal, aunque esta vez le acompañe mayor acierto.

Los ocho relatos, aún manteniendo cierta familiaridad y conexión entre ellos, acusan el largo lapso de tiempo entre la realización de uno y otro y las consiguientes variaciones de intencionalidad y tonalidad. Se aprecia muy bien entre el tercer capítulo, el mencionado La última vez que Tommy salió de marcha, que no deja de ser un entretenimiento inofensivo, y el cuarto, Dos capullos, donde la maduración del autor se transmite en una mayor comprensión por sus criaturas y en recursos oníricos muy alejados del género negro, incluso cierta vena surrealista y cómica (nótese, por ejemplo, la increíble similitud entre el protagonista reflejado en un reloj y un joven Woody Allen en la página 13). Las historietas de 1996, El otro zapato y Horas secretas, recopilados en séptima y octava posición, rezuman un desencanto y una experiencia de la vida muy distinta de los anteriores, si bien en Horas secretas se percibe similar impostura que en el capítulo segundo; es decir: un episodio facturado ad hoc para cerrar la historia (de un modo más simbólico que real, cabe añadir). En particular, la débil insatisfacción que transmite El otro zapato se opone (y complementa) a la vitalista Una vida de crimen, que abre el volumen, constituyendo su final natural, dejando Horas secretas como (¿innecesario?) epílogo.



Lowlife no llega a ser género negro, aunque haya un atraco y pequeños hurtos. Tampoco ironiza sobre la juventud y sus pasiones, aunque mantenga curiosas concordancias con Odio, la gran obra de Peter Bagge (como que Tommy trabaje en una librería y chole libros). Vale. La relación con Sunny puede ser más o menos típica del slice of life. Y, sin embargo, hay algo esencialmente falso, algo esencialmente elaborado (como la ausencia de familiares del protagonista: ¿dónde están sus padres, tíos o abuelos? Sólo un hermano asoma de forma testimonial) que nos permite dudar de su adscripción sin más a ese género. Lowlife es un voluntarioso híbrido entre todas esas facetas, pero su principal valor es asistir en primera fila al ensayo de una de las más talentosas voces del panorama actual. Comprender mejor, en definitiva, a un autor que aún tiene mucho que decir.

Ediciones Mascarós Martí, en su sello Comics Groc, publicó Lowlife en España en 2003. Por desgracia, esta edición, si bien económica, se descuaderna a la primera lectura, amén de otros defectos como una tipografía excesivamente pequeña en algunos bocadillos. Es de suponer que, dada la relevancia actual de Brubaker, estos errores se subsanen, andando el tiempo, en ediciones posteriores.

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Mr. X
Mr. X
Lector
1 abril, 2013 10:30

 ¡Aquí le he pillado, Sr Agafojo!

Por fin he leído uno de los cómics que comenta -aunque sea en mi ordenador y por completismo brubakeriano-. Totalmente de acuerdo con lo que dice, se lee bien, pero el salto de eso a Sleeper o Catwoman es… muy considerable.

Y si, menos mal que ahora sus cómic los dibuja otro 😉

Mi top brubakeriano es ahora mismo (sin haber leído su etapa del Capi):

-Criminal 6 el último de los inocentes. (Medalla de oro)

-Catwoman (¿soy el único que echa de menos a Holly?) (Medalla de plata)

-Point Black y Sleeper. (Medalla de bronce)

the drummer
the drummer
Lector
1 abril, 2013 20:58

lo tengo en el disco duro, pero nunca me he animado a leerlo (y eso que no he leído nada suyo que no me haya gustado -casi siempre mucho-), y es que el ‘arte’ de brubaker deja mucho que desear; a ver si le doy un pase. 

nascitturuss
nascitturuss
Lector
2 abril, 2013 21:53

Javier,

Entiendo esa pequeña queja sobre los bajos comentarios que ha suscitado la.presente reseña como indicativo del interes por la misma pero te animo a que sigas con ellas.y descubriendonos pequeñas maravillas.

Animo y muchas gracias.