Maggot

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Edición nacional / España: Maggot, diciembre 2014, Spaceman Books.
Edición original: Maggot, 2008, Dynamo Press.
Guión, dibujo, tinta y color: The Black Frog / Igor-Alban Chevalier.
Formato: 304 páginas a color editadas en rústica.
Precio: 30 €.

 

Igor-Alban Chevalier, más conocido como The Black Frog, es un ilustrador y diseñador que lleva unas décadas desarrollando su imaginería visual como artista conceptual para videojuegos y largometrajes. Seguro que sus imágenes han caído sobre tus retinas visitando libros de arte de tal o cual peli o en los reportajes de los DVDs que antes comprabas. Desde luego, visitando su página web, se hace evidente su capacidad para desarrollar en papel las ideas de otros, así como las propias, y demuestra una expresiva capacidad para crear atmósferas. Con semejante talento, es normal que tenga éxito en su profesión. Pero saber dibujar no es lo mismo que saber narrar. El excelso volumen que conforma su primera obra traducida al castellano demuestra esa tremenda agilidad para crear estampas bien diseñadas. Su trazo es atractivo al ojo, salta a la vista en cuanto observamos su trabajo. Desde el diseño del vestuario hasta la caracterización de personajes, Chevalier demuestra que sabe lo que se hace. Esto es, es un perfecto creador de mundos. Pero narrar, como digo, es otra cosa. Al igual que en música, donde los virtuosos a veces son incapaces de emocionar al oyente, en el tebeo no basta con saber dibujar para contar una historia. Casos de dibujantes que se vienen arriba y deciden guionizar sus propios cómics no dejan de aparecer, la mayor parte de las veces y sobre todo en el tebeo yanqui, con resultados muy por debajo de la media. Las razones son múltiples, desde la incapacidad de ver más allá de la splash page hasta la pereza, pero la mayor parte de las veces radica en algo tan sencillo como no pararse a estructurar las historias en fomento de la improvisación más descarada.

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Creedme o no, lo mejor que habéis leído en vuestras vidas, por lo general, arrancó con una escaleta, una guía de puntos de trama, que permitió al escritor definir los puntos fuertes y los débiles de una premisa que fue haciendo crecer. Escribir, por tanto, es como una telaraña, de la que se conoce su estructura básica, su arranque y su final, a la que se le van agregando filamentos en función de las necesidades de la historia en sí y, en el caso del tebeo, o incluso de las series de TV, del tiempo que tiene el autor para entregar o del éxito o fracaso en la recepción del material. Esto es, escribir necesita unas técnicas que es preferible no pasarlas por alto, máxime cuando hablamos de comunicar ideas o incluso desde la base mínima exigible a la lectura, esto es, entretener. Maggot, como producto, entretiene, sí, lo logra, pero exige del lector ciertos esfuerzos que en una trama tan sencilla no debería forzar. La historia, una mera excusa para desarrollar visualmente todo el entramado de jerarquías y criaturas del Cielo y el Infierno, deambula al tiempo que lo hace su protagonista en el arquetipo de relato guiado donde el personaje principal descubre un mundo nuevo a la vez que el lector. Lástima que su gesta no quede clara, lástima que lo que busca la protagonista no sea algo diáfano, ya que el mcguffin queda cojo y cierto tedio asoma de vez en cuando.

El cliché de descubrir un universo a la vez que el personaje principal es un recurso habitual del género fantástico, desde El Señor de los Anillos hasta Cita con Rama, y se basa con fuerza en el sentido de la maravilla para aderezar tramas que quizá de otra manera se antojarían sosas. Así, Chevalier sí que consigue crear interés. Maggot funciona por tanto como guía de viajes por un universo atractivo, de apabullante diseño, mezclando paganismo y catolicismo, medioevo y Restauración en un batiburrillo visual que epata al instante, pero no logra crear interés en la trama. Influye además el hecho de usar un lenguaje demasiado moderno en boca de una muchacha de los años treinta, lo que demuestra una falta de documentación al construir su historia. O si no, una tendencia al capricho narrativo.

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Narrar, como comentaba, se basa también en el uso inteligente de los recursos del medio en el que se cuenta la historia. Es decir, los planos generales tienen una función concreta, así como los cortos otra. Su uso viene delimitado por lo que se necesita contar al tiempo de por la emoción que se busca generar. Esto no es algo arbitrario y dominarlo requiere cierta pericia. Además, no funcionan igual los cuadros de las viñetas de los tebeos que los planos de las secuencias del cine. A pesar de que son idiomas parecidos, no obedecen a las mismas leyes, al tiempo que disponen de elementos distintos, sobretodo temporales, para llegar al lector/espectador. Chevalier viene del mundo del cine y esto se nota, edición apaisada aparte, ya que desarrolla el tempo narrativo a la espera del apoyo de la música o la duración del plano, olvidando que las viñetas cuentan las historias a su manera, se benefician del ritmo de lectura voluntario del lector y permiten, entre otras muchas cosas distintas al cine, volver atrás para recuperar viñetas. Es decir, el tiempo, en el tebeo, es moldeable, tanto por el autor, como, al final, por el lector. El tiempo en el tebeo no es lineal, es esférico, se puede volver atrás y adelante en una suerte de confirmación de las teorías de la física cuántica adaptadas a mundos de papel: en el plano temporal, todo sucede a la vez, y el lector puede ir hacia atrás y hacia adelante en función de su propio interés. El mismo Grant Morrison ha jugado con esto en ocasiones con buenos resultados. Pero en el cine, cuando la proyección no la controla el espectador, es decir, cuando vemos una película en una sala, la capacidad de concentración del espectador es limitada y la duración de las películas obedece –u obedecía- a razones no sólo económicas de número de proyecciones diarias, sino también a la capacidad de la gente para mantener su atención en algo. Es por esto, entre otras muchas razones, que películas de fastuoso diseño de producción, pero larguísima duración, se vuelven tedios tremendos: no basta con bellas estampas para atrapar la atención de un individuo. Chevalier se regodea en su narración, describe y explica demasiado sin contar mucho verdaderamente, olvidando la naturaleza secuencial del tebeo, al tiempo que no recuerda que el viaje, además de llevarnos a alguna parte, debe emocionar, debe crear interés no sólo en la fachada, sino en el interior. Resumiendo, Chevalier se regodea en sus diseños –exquisitos- mientras diluye los puntos fuertes de la trama en un intento por describirlo todo, como una versión extendida de una película que no lo necesitaba. Es un Peter Jackson enamorado de un mundo que merece una historia mejor que la que cuenta.

  Edición nacional / España: Maggot, diciembre 2014, Spaceman Books. Edición original: Maggot, 2008, Dynamo Press. Guión, dibujo, tinta y color: The Black Frog / Igor-Alban Chevalier. Formato: 304 páginas a color editadas en rústica. Precio: 30 €.   Igor-Alban Chevalier, más conocido como The Black Frog, es un ilustrador…

Review Overview

Guión - 5
Apartado Gráfico - 6.5
Interés - 6

5.8

Maggot es una obra para amantes de guías de mundos fantásticos.

Vosotros puntuáis: 8.88 ( 3 votos)
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batlander
batlander
Lector
4 febrero, 2015 12:20

Pues estoy muy en desacuerdo con el analisis la verdad. A mi, de hecho, este es uno de los comics que mas me han gustado de 2014. La historia me parecio fresca y muy interesante y muchas veces me recordo a Hellboy o a algun capitulo de Sandman.
Es cierto algunas de las cosas que dices, pero es algo que ocurre en otros muchos comics sin que por ello se vean tan lastrados por ello. Mismamente Hellboy puedes ponerla igual o peor en ese sentido.

De todas formas lo dicho no es por empañar tu analisis, solamente queria dejar mi punto de vista.