Edición España: Dolmen Editorial – octubre 2015
Guión: Ramón Tosas «Ivà»
Dibujo: Ramón Tosas «Ivà»
Entintado: Ramón Tosas «Ivà»
Portada: Ramón Tosas «Ivà»
Precio: 24,95 euros (tomo en tapa dura de 160 páginas)
No es la primera vez que tengo ocasión de hablar de las aventuras y desventuras del personaje creado por el recordado –y añorado- Ramón Tosas «Ivà». Aquí y aquí pueden encontrar algunas de mis reflexiones sobre el Maki, el Popi, Mojamé y compañía. En esta ocasión, me gustaría llamar la atención sobre la iniciativa de la línea «Por fin es viernes» de Dolmen, que recopila de forma cronológica las aventuras del último chorizo, las cuales se publicaron por primera vez en la primavera de 1986. El Maki sale de una de sus repetidas estancias en prisión –se intuye que un tanto más larga de lo habitual- para incorporarse al ciclo de crimen y castigo que define su vida. A través de sus vivencias, Ivà dará una visión satírica, cruel y descarnada de la Barcelona, la Cataluña y la España de mediados de los ochenta a principios de los noventa del siglo pasado.
En este primer tomo encontramos un estilo gráfico que está un poco alejado de las diminutas figuras que, al correr del tiempo, se convertirán en santo y seña del estilo del autor. Sí están presentes desde el principio las gigantescas napias que adornan los rostros de todos los personajes y el uso de un lenguaje en el que se reflejan claramente las jergas del entorno y de la profesión. La sabiduría del Maki –que es tan filósofo como delincuente- se compone de un profundo conocimiento de la ciencia y el pensamiento políticos, expresada con un léxico, una gramática y una ortografía que son únicos. Las reglas del lenguaje escrito son dejadas de lado, con el fin de dejar paso al crudo realismo del dialecto callejero. Esta crudeza es necesaria para que el protagonista principal y sus adláteres demuestren en cada ocasión que, en su mundo, nada enseña tanto como la experiencia vital, igualmente descarnada.
En estas primeras aventuras del Maki vemos un escenario en construcción. En la segunda entrega aparece el Pirata, dueño del bar homónimo en el que se desarrollarán buena parte de las aventuras de aquél. En la tercera, veremos por primera vez a Popeye Esmit –escríbase como en las películas de tiros- que en ese mismo momento se convertirá –o volverá a ser- el compañero de fechorías de un chorizo que dejará de ser el último. Un poco más tarde veremos al Matías, el veterano experto del butrón al que rescatan cada cierto tiempo del asilo para realizar periódicos trabajos (y que tendrá mucho más protagonismo en las versiones cinematográfica y televisiva). También hacen su aparición la Manoli y el Pitufo –cuñado y sobrino, respectivamente, del Maki- y la Maru –su atribulada madre-. Aún está por llegar Mojamé (o Mustafá) el Moromielda, para que el elenco protagónico esté completo, pero la estructura esencial ya está aquí.
Uno de los valores principales de esta colección es el hecho de que hace las veces de crónica social, política y económica de la época. En su labor de disparar en todas las direcciones y sentidos, Ivà da su visión de los acontecimientos relevantes de la época, a través de las vivencias de un lugar al que los fastos de 1992 y una política urbanística agresiva hicieron desaparecer (como ya anunciaba el propio autor en esta misma serie, justo antes de su repentina y trágica muerte). En este año 1986, España salía de un referéndum sobre la OTAN y afrontaba unas elecciones generales en las que el PSOE de Felipe González Márquez revalidaría la mayoría absoluta para gobernar durante otra legislatura. Los atentados con coche bomba a cargo de ETA forman parte de los noticieros, en los que también se recoge la noticia del incidente en la central nuclear de Chernóbil. El sida es un mal de reciente descubrimiento que implica una sentencia de muerte. La democracia recuperada tras la muerte de Franco tiene apenas una década de vida y aún quedan visibles muchas reminiscencias del pasado dictatorial. El Ministerio de Educación se embarcará en un pulso como el alumnado pre-universitario que se desarrollará a lo largo del invierno de 1987 y, en esas algaradas, alcanzará su minuto de fama el Cojo Manteca. La relectura de este primer tomo me ha hecho sonreír –al reencontrarme con algunas de las salvajes sátiras de Ivà- y recordar aquellos tiempos, lejanos en más de un sentido. Sin embargo, en más de un sentido, esta serie sigue estando vigente porque, ya desde la primera página, el propio Maki nos advierte de que el lenguaje puede cambiar, los precios pueden subir, pero ciertas cosas –las malas- no cambian nunca. Las críticas que hace Ivà a todo cuanto se cruza en su camino son tan agudas y certeras ahora como hace treinta años.
El tomo recoge a modo de prólogo dos artículos dedicados respectivamente al autor y a su personaje, que permiten ilustrar mejor los tiempos en los que el Maki vio la luz.
El tebeo en la página de la editorial (con páginas de muestra)