Desquiciado sueño febril
Maleficio parece el resultado de apuntar en una libreta, al filo de la inconsciencia, lo que acaba de despertarte a las tres de la mañana. La diferencia principal entre cómo George Wylesol enfocaría el ejercicio descrito respecto a cómo podría hacerlo cualquier otra persona es que el autor de Filadelfia se rinde sin vergüenza alguna al sinsentido. En vez de tratar de sustraer significados coherentes de una serie de estampas difusas e intermitentes, Wylesol se siente más que cómodo con presentarlas en su forma más pura, aisladas del ancla subyugante de la realidad.
Lo anterior no significa que todas las historias aquí presentadas carezcan de sentido alguno. Lo que sí significa es que, en algunos casos, puede parecerlo. Considero importante recalcar el uso de “puede” en la oración anterior. Al igual que con los sueños, Wylesol nos propone sustraer una interpretación de entre sus páginas enigmáticas. De cierta manera, es como si nos invitara a soñar junto a él, a acompañarlo en un caótico y desquiciado sueño febril.
En un hotel de Mongolia
Desde un punto de vista más formal, lo que se nos presenta en este tomo es una recopilación de historias del artista norteamericano George Wylesol, conocido más allá de nuestras fronteras por otras obras de carácter underground como Internet Crusader (2019) o 2120 (2022), todas ellas publicadas por Avery Hill Publishing para el mercado anglosajón. El tomo del que trata esta reseña, Maleficio es su trabajo más reciente, lanzado originalmente en 2023. Recibimos la edición española de la mano de Libros Walden, con un Manuel Moreno que se atreve a ocuparse al mismo tiempo de las labores de traducción y rotulación. El resultado es sorprendentemente encomiable, sobre todo si se tiene en cuenta la complejidad de algunas de las dificultades que ha debido enfrentar.
Para hablar de la peculiaridad de la obra de Wylesol, no está de más comentar también algunas de las peculiaridades de su vida. Por ejemplo, el artista expresó en una publicación de Instagram que, con el fin de poder concentrarse en su trabajo, decidió alojarse durante un tiempo indeterminado en un hotel de Mongolia Interior en el que él era el único huésped. Aunque pueda sonar a broma, Wylesol confirmó que no lo era en una entrevista concedida a principios de este año. No contento con ello, le quitó importancia al asunto: “Pensé que me vendría bien para la creatividad”. ¿El colmo de la anécdota? Que al final logró el efecto contrario: estaba tan aislado y tenía tanto tiempo libre que le era casi imposible trabajar.
Cabe destacar que, además de las tres obras mencionadas hasta ahora, Wylesol acumula ya una carrera de profundidad y prestigio considerables. Por un lado, ha recibido múltiples reconocimientos de parte de asociaciones de ilustradores. Por otro, entre las empresas con las que ha colaborado se incluyen nombres como The New York Times, The New Yorker, Adidas, The Wall Street Journal, The Guardian, Bloomberg… Casi nada.
Catálogo de distorsiones
Si dedicaba el párrafo anterior a hacer hincapié en la trayectoria de Wylesol, era precisamente en previsión de aquello que podría causar sorpresa tanto en muchos otros como en mí mismo: en función de la parte de Maleficio que estemos leyendo, nos podemos topar con un estilo visual que parece directamente sacado de la libreta garabateada de un adolescente con poca maña para el dibujo (conozco bien la comparación porque me recuerda a mis propios dibujos del instituto).
Ante tal pesquisa, se podría cometer el error de juzgar a Wylesol como un artista menor respecto al que es en realidad. Aparte de su recorrido, no hace falta más que echar un vistazo al global de lo que ofrece Maldición para reconocer una destacada variedad de estilos y técnicas: desde formas imposiblemente pulcras hasta geometrías psicodélicas, pasando por páginas que parecen ensuciadas a posta u objetos reducidos a su mínima complejidad.
La cuestión no es hasta qué punto Wylesol demuestra ser un artista capaz, sino hasta qué punto puede subvertir aquello que esperamos encontrar para potenciar lo que pretende transmitir. El dibujo de Maleficio, como toda la obra, escapa a las costumbres. En sus garabatos inmaduros y erráticos nos topamos con la esencia de un mundo que los corresponde. En su pulcritud, una falsa sensación de control. En sus geometrías forzadas, un contraste irónico ante la magnitud de los conceptos que representan.
No se debe caer en la confusión: Wylesol nos ofrece exactamente el apartado gráfico que desea para cada una de sus narraciones. Un amplio catálogo de distorsiones de la realidad, cada una con una perspectiva que convulsiona entre el retorcimiento y la honestidad.
¿Para quién es este Maleficio?
A lo largo de este texto se ha aclarado con asiduidad que no estamos ante un cómic al uso. De las múltiples narraciones que encontramos aquí, solo unas pocas ofrecen lo que podríamos considerar una trama al uso, y con muchos matices. Como diría Peter Parker, ese es su don y su maldición. La afirmación de que esta obra “no es para todo el mundo” alcanza nuevas cotas en este caso.
Incluso si se me pregunta si lo he disfrutado, la respuesta sería algo neblinosa: sí, pero… no sabría decir exactamente en qué sentido. Desde luego, no como el resto de lecturas. Ese es el motivo de que no pueda atreverme a recomendarlo, pero también el de que tuviese tan claro que debía dedicarle su propio artículo. Se trata de un juicio cuya última palabra debe quedar a consideración de cada persona. Para mí, al menos, el precio de este Maleficio vale completamente la pena.
Lo mejor
• Un despilfarro de conceptos tan desquiciados como estimulantes.
• La variedad de estilos visuales y cómo se adaptan a cada narración.
• No hay nada igual.
Lo peor
• El dibujo de ciertas partes podría ahuyentar a algunas personas a primera vista.
• Carece en gran medida de una trama al uso.
• No es una lectura directa ni disfrutona.