Antes de volar solo, decantándose por un intimismo que no hace asco a los géneros, del bélico a los espías,
El guion de Pecqueur revela inquietudes variopintas: una preocupación ecológica encarnada en un científico loco y su esposa dispuestos a vengarse por las ofensas del hombre contra la naturaleza; un canto por la infancia perdida representada en ese joven mago que puede convertirse en mono de peluche a voluntad; loas al amor platónico en esa sirena que se hace acompañar de un tiburón y se pirra por los cangrejos; una sensualidad más bien misógina, presta a exhibir con generosidad la anatomía femenina; etc. Piezas de distinto interés, por desgracia, insuficientemente ensambladas. El escritor toca demasiados palos, ninguno con demasiada convicción. A decir verdad, a la parte de ciencia ficción le sobra la fantasía y viceversa, aunque tenga su audacia cruzar a la Sherezade de Las mil y una noches con El séptimo sello de
Por tanto, Gibrat, uno de esos raros casos de dibujante que sorprende desde sus inicios con un estilo consistente y depurado, se convierte en el principal reclamo de Marea baja. Sus ilustraciones elegantes proporcionan interés a la trama dispersa, suplen las carencias de caracterización con la viveza de los rostros y rebajan la zafiedad de un erotismo facturado exclusivamente para la excitación del varón. La narrativa, no tan sutil y precisa como logrará después en sus trabajos como autor completo, cumple eficazmente. Destaquemos el uso de paneles verticales, que dan nervio a la lectura y los estupendos efectos que obtiene con la profundidad en las viñetas de objetos en movimiento: la inmensa ola de la pág.22, el barco de la pág.9, el tren de la pág.37, etc. Sin olvidar su instinto para el color, aunque un cuento delirante como este pida, probablemente, tonalidades más chillonas, con menos matices.
Cerramos el álbum con buen sabor de boca, aunque más como aperitivo que como festín. Un tomo atractivo para los seguidores de Gibrat, quien enseguida se consolidaría como magnífico historietista con la antedicha La prórroga, a la que seguirían El vuelo del cuervo, Mattéo, etc.