Marvel Comics. La Historia Jamás Contada

 

Edición nacional/ España: Marzo 2013, Panini Comics.
Edición original: Septiembre 2012, Harper Collins Publishers .
Autor: Sean Howe.
Formato: 560 páginas editadas en tapa dura con sobrecubierta.
Precio: 24 €.

 

Señoras y Señores, este libro es subyugante. Si os hacéis con él –y debéis hacerlo si realmente os gustan los cómics, sean o no de superhéroes-, abrid la tapa en aquella semana precisa en la que dispongáis de tiempo para leer, porque no lo vais a soltar. Ya sea por las formas, ya sea por su contenido, el ensayo de Sean Howe sobre la historia de Marvel Comics es ese tipo de libro que atrapa al lector interesado de una manera cuya lectura trastocará la visión que éste tenga de los personajes y relatos de la mal llamada Casa de las Ideas. Desde los tiempos de Atlas y Timely hasta el estreno de la primera película de Los Vengadores, Howe relata de la manera más imparcial posible las idas y venidas de una editorial cuya personalidad fue mutando de manera salvaje, vapuleada por empresas que la fagocitaban y por editores cuya personalidad condicionaba el producto hasta límites castrantes.

Si alguna vez has tenido una imagen de Marvel como empresa de sana creatividad, olvídala. Y si sigues erre que erre con ella, léete el libro, de veras. Pues con alma de experto cirujano, Howe logra, a través de un tremendo trabajo periodístico basado no sólo en entrevistas, sino indagando en hemerotecas y archivos televisivos y radiofónicos, un fresco que inmerge al lector en el proceso de creación y desarrollo de la empresa hasta nuestros días. Desde el realmente inexistente bullpen de los años sesenta, donde los dibujantes y guionistas trabajaban por encargo, regalando su talento sin recibir regalía alguna por sus creaciones, hasta la revolución Image, pasando por los atolondrados años setenta. Y lo hace con cariño, pero sin mojigaterías. Sin cargar en el sensacionalismo y con suma elegancia, Howe expone todos los problemas que han acuciado a la editorial a lo largo de las décadas.

Si alguna vez has oído hablar de las trifulcas entre Stan Lee y Jack Kirby respecto a la autoría de las primeras creaciones Marvel, el ensayo de Howe desgrana con detalle el trato injusto que sufrió Kirby al respecto de su participación en la creación de personajes tan importantes como los Cuatro Fantásticos o Estela Plateada. Y no sólo a ese respecto, sino sobre el expolio que sufrió su ingente cantidad de páginas originales, situación que dio pie a litigios que llegaron hasta los años ochenta. Y es que la editorial no sólo no devolvía los originales a los autores, sino que llegaron a mentir respecto al inventario real de aquellos para evitar devolverlos.

Leyendo el Doctor Extraño de Englehart o el Warlock de Starlin, ¿te has llegado a preguntar si sus autores escribían bajo los efectos del LSD? Pues Howe te desvela incluso el tipo de ácido que estos autores, junto a Steve Gerber y otros, consumían durante sus horas de trabajo. Los años setenta arramblaron con el anterior conformismo ideológico de Stan Lee, dando pie a una década de creación caótica, donde los autores, veinteañeros en su mayoría, actuaron con una carga de libertad mucho mayor que la de sus predecesores, adoptando una postura que fue el conato de la reclamación de derechos y royalties que germinó más tarde. Estas libertades generaron un bullpen real, donde el buen ambiente germinó entre sus trabajadores, pero que estalló en celos y rencillas entre autores y editores de los títulos, en constante batalla de egos, creando un maremagnum de creatividad y odios por igual, que terminó con la llegada del temido y temible Jim Shooter. ¿Has tenido curiosidad del por qué de tanta animadversión ante semejante individuo? Este ensayo lo relata. Y repito, lo que hace con este tema es igual de cautivador que con el resto del material, lo que convierte la lectura de estas quinientas páginas en un paseo.

Y es que el ensayo está lleno de auténticas revelaciones. ¿Viendo los diseños sado de Rachel Grey, no te has preguntado alguna vez si Claremont es fetichista? Howe no se anda con rodeos al respecto. ¿No te has preguntado el por qué de la actitud de Ditko respecto a su creación más famosa, Spider-Man, y hacia el resto del mundo? Aquí encontrarás bastantes respuestas al respecto. O sobre la egolatría de Stan Lee y sus ínfulas de productor de Hollywood. ¿Quieres asistir a la llegada de Adams o Steranko a las filas Marvel? ¿O la de Byrne o Miller? Sus trifulcas, dimes y diretes pueden llegar a ser más interesantes que los cómics que les dejaron crear bajo el ala de la editorial.

Pero donde verdaderamente carga Howe las tintas es en el desastre total que supuso la especulación de los años noventa, donde el contenido de los tebeos se convirtió en un asunto sin interés alguno, en favor de satisfacer los egos de unos dirigentes empresariales alejados del proceso de creación de los tebeos, preocupados únicamente en engordar las ventas a base de tiradas millonarias, logos en tintas de plata, portadas troqueladas y tebeos embolsados. Una época temible, la peor a nivel creativo en la historia de la editorial, donde la experiencia de los profesionales de décadas anteriores fue ninguneada frente a los caprichos de una tribu de niñatos con más pompa que talento, ante quienes la cúpula directiva se doblegó en función del estallido de ventas, un espejismo que duró el tiempo suficiente para hundir la calidad de los contenidos y perder cantidades ingentes de lectores, apabullados no sólo por la mediocridad de las historias, sino por el aumento injustificado del precio de portada. Ese desastre estuvo protagonizado por personajes de la talla de Todd McFarlane o Rob Liefeld, incomprensibles fenómenos de los noventa.

En definitiva, un ensayo exhaustivo sobre la historia de la editorial de cómics más importante del siglo XX, donde se demuestra que la creación de tebeos dentro del mainstream norteamericano es un proceso donde el producto saliente es un superviviente al marasmo de egos, rencillas, imposiciones comerciales e ineptitud profesional. Que con semejantes cortapisas hayan salido obras dignas de ser leídas e incluso reverenciadas, es un milagro.