Edición original: Marvel Comics – septiembre 2007 – febrero 2008
Edición España: Panini Comics – julio 2012
Guión: J. M. Straczynski
Dibujo: Olivier Coipel
Entintado: Mark Morales
Color: Laura Martin, Paul Mounts
Portada: Olivier Coipel, Mark Morales, Laura Martin
Precio: 15,20 euros (tomo en tapa dura de 160 páginas)
De los tres personajes que la casa de las ideas ha intentado contraponer a la trinidad Superman-Wonder Woman-Batman, habría que considerar al dios del trueno nórdico como el más difícil de manejar. El origen mitológico del personaje y su entorno es a la vez ventaja e inconveniente, de modo y manera que su trayectoria se haya visto jalonada por algunos períodos de obligado reposo. Si se echa una mirada a la versión cinematográfica de la franquicia del martillo, podemos comprobar que ha sido aquella donde más ha costado -o está costando- encontrar un tono específico. Así, Thor: Ragnarok supuso un cambio total de registro y reparto, en el que se incluyeron algunos de los conceptos de la historia que he escogido para hacer repaso de la trayectoria de Olivier Coipel: la migración del pueblo de Asgard a Midgard y su establecimiento en el estado norteamericano de Oklahoma.
Pongámonos en situación: a mediados de la década pasada, Thor llevaba un par de años durmiendo el sueño de los justos, tras un arco argumental que había dado fin a su colección anterior (surgida al calor de Heroes Return) y en el que el dios del trueno había roto -al menos, en teoría- el ciclo de principios y fines del mundo a los que estaban atados los nueve mundos. Esta «muerte» se enmarcó en el seno de Vengadores desunidos, el arco argumental en el que el grupo y sus componentes icónicos se enfrentaban a un proceso de cambio, que abriría la puerta a la larga etapa de Brian Michael Bendis en la franquicia vengativa y propiciaría cambios para el Capitán América y el Hombre de Hierro. Sin embargo, el regreso de Thor no fue inmediato. Como ya ocurriera varios años antes -justo después de Heroes Reborn– el dios nórdico y su mundo tuvieron un retorno más tardío que, en esta ocasión, se prolongó más tiempo del esperado. Era el componente de la trinidad vengadora que más dificultades parecía tener para mantener el ritmo, por lo que no resulta extraño que, en los dos relanzamientos que se sucedieron en un período de diez años, en Marvel decidieran darle más descanso y esperar una propuesta que resultara más atractiva y original. En el segundo caso, el proyecto vendría de la mano de J. M. Straczynski y Olivier Coipel y dejaría a Thor listo para subirse al carro de las adaptaciones cinematográficas.
Cuando el señor «Extradegüisqui» se puso al timón de la nave asgardiana, Thor llevaba casi tres años sin disfrutar de una cabecera propia. En la casa de las ideas habían jugado al despiste, presentando a un clon ciborg del personaje durante los eventos de Guerra Civil. No sería el último truco efectista de esa miniserie, pero sirvió para ver hasta qué punto la parroquia lectora estaba interesada en el regreso del personaje. Por su parte, don J. M. era, en aquellos días, uno de los guionistas principales de la empresa, teniendo en su haber una interesantísima etapa junto a John Romita JR en la colección principal dedicada a Spider-Man. Si había logrado hacer nuevamente atractivo al trepa-muros ¿qué no podría hacer con Thor? La lectura retrospectiva de los seis números recopilados en este tomo, permite comprobar que no planteó algo muy original, pero supo hacerlo de forma adecuada.
La historia comienza cuando Thor recibe una llamada desde el vacío en el que duerme el sueño de los justos. Quien invoca su espíritu no es otro que Donald Blake, el médico cojo que fuera su identidad mortal, a partir de los días de Stan Lee y Jack Kirby. La relación entre uno y otro siempre partió de la premisa de que el galeno no era más que una envoltura para la deidad, creada a partir de otro ser humano con el que compartiría profesión. En alguna ocasión, se esbozó la hipótesis de que fueran dos entidades separadas -como se planteó en el clásico televisivo de 1988 El regreso del Increíble Hulk– pero nunca se llevó demasiado lejos. Aquí, se restaura la identidad mortal de don Donald -perdida desde los días de Simonson- para embarcar a Thor en una tarea a la altura de su estirpe y poder: la restauración de Asgard.
El regreso del héroe a Midgard trae consigo la restauración de la ciudad dorada. Sin embargo, pronto asume que el reino no es nada sin su pueblo -concepto que se utilizará en la última parte de la trilogía cinematográfica del personaje- así que se pone a la búsqueda de la comunidad de ases. Esta misión -la averiguación del sino de sus iguales- no era para nada original. En los días de Onslaught, se descubría un plan de Odín para esconder a sus súbditos en la Tierra del presente y el pasado, siendo la búsqueda de estos el objeto de la colección Los dioses perdidos. Por su parte, a su regreso del universo de bolsillo, Thor dedicaba el primer año de existencia de su nueva colección a averiguar qué había sido de su familia, amigos y aliados aesires. En este caso, Thor pretende restaurar un reino que, por sus propios actos del pasado, está libre de los hilos de las nornas y, en este primer arco argumental, la historia se centrará en la búsqueda de las esencias de sus pares, escondidas bajo apariencia mortal. Heimdall, los Tres Guerreros y una sorprendente versión femenina de Loki, serán las primeras incorporaciones a esta nueva Asgard.
La historia -que se precipita de forma un tanto abrupta en el sexto y último número- tiene su punto más fuerte en el reencuentro entre Thor y el Hombre de Hierro, en los días en los que Tony Stark ejercía el control sobre la comunidad súper-heroica, tras su victoria en Guerra Civil. Stracyzinski dibuja aquí una versión particularmente desagradable del vengador blindado, que recibe a su redivivo amigo leyéndole la cartilla de las nuevas reglas para ejercer la justicia en pijama. La respuesta del dios del trueno expresa la reacción de este, al saber que su camarada no ha tenido problema ni escrúpulos en clonarle y hacer una versión esclava de sí mismo. La violación de su recuerdo supondrá una profunda brecha entre los viejos colegas, que no se cerrará hasta pasados varios años y que, hasta entonces, será una importante contestación al orden que Stark pretende imponer a través de la Iniciativa.
Diez años después de su primera aparición, hay que destacar el hecho de que uno de los principales atractivos de este tebeo es la parte gráfica. Olivier Coipel presenta aquí una versión de Thor que será la que, a grandes rasgos, se lleve a la gran pantalla y a otros ámbitos como el de las series de animación. Su visión de los mundos nórdicos parece reflejar el detalle de que ya se ha roto el ciclo determinista, pues sus diseños están tan lejos del canon «kirbiano» como de la querencia vikinga de Simonson. Su buen desempeño determinó que, pocos años después, cuando el asgardiano consiguió una nuevo relanzamiento editorial -por obra y gracia de su primera película para la gran pantalla- don Olivier fuera el encargado de la parte gráfica. Su episódica participación en la narración de las aventuras del indigno Thor, permite concluir que este caballero ha sido uno de los principales dibujantes del personaje en lo que va de siglo.
Volviendo a la colaboración con Straczynski, hay que indicar que las buenas sensaciones planteadas en este inicio, no llegaron a verse del todo confirmadas al correr del tiempo. La premisa de comienzo fue rápidamente solventada y la nueva colección se vio pronto salpicada de números de relleno, dando como balance final un regusto a lo que pudo haber sido pero no llegó del todo a ser.
Estupenda reseña, como siempre. A usted y al señor Arturo Porras da gusto leerles, no por coincidir en opinión, sino por cómo se expresan y argumentan sólidamente, además de ser coherentes en su valoración final. Lo dicho, un placer.
El problema de esta etapa fue sin duda su brevedad debido a las injerencias editoriales (y a problemas de salud de JMS, como luego se ha sabido), pero aun así creo que es la última gran etapa de Thor, y el diseño del uniforme de Coipel ha resultado ser a Thor lo que el traje negro fue a Spiderman, es decir, un cambio total que se mantiene a la altura del original, y no como los horrorosos trajes que le pusieron en los 90 dibujados por Deodato.