Pese a ser uno de los personajes más icónicos y primerizos de la Casa de las Ideas, lo cierto es que
Así pues, y como venía diciendo, estamos ante un miembro fundador de los Vengadores, y hoy en día una pieza clave en el Universo Cinematrográfico Marvel (donde por cuestiones de derechos, de momento y con la salvedad de la película de Edward Norton realizada por Universal no se le conceden películas en solitario) que nunca ha gozado de la calidad que su historia merece, al menos no de una forma consecutiva o no en tantas etapas como las de sus compañeros más poderosos de la tierra.
Sin embargo, no todo es Mantlo, David o Pak. Otros autores supieron darle a Hulk lo que éste pedía a gritos; historias de calidad, y no, no me refiero a sus primeras aventuras a cargo de Stan Lee, cuya gran calidad nadie cuestiona. En este caso, me refiero a
El gran coleccionable Marvel Héroes de Panini fue el encargado de redescubrirnos esta etapa, siempre en su alabable misión de incluir en dicho coleccionable tanto tebeos muy icónicos o clásicos, como otros que sin serlo tanto, sí que tenían una calidad más que suficiente que merecieran ser dados a conocer entre el consumidor medio.
Estábamos ya de lleno en la etapa de Joe Quesada, en esa Marvel que tras la debacle de los 90 y del fracaso que supuso Heroes Reborn, necesitaba revitalizar a sus personajes y devolverles el brillo perdido, y en el caso de Hulk, Paul Jenkis y Ron Garney, consiguieron como mínimo, regalarnos una divertida etapa.
El nombre que recibe esta pequeña etapa, Los Perros de la Guerra, nos sitúa en la enésima batalla de Hulk contra el ejército de los Estados Unidos, obcecado como siempre en perseguir al Goliath Esmeralda y darle caza, a pesar de que éste no es tan peligroso como pudiera parecer a primera vista.
En este caso, no será Thadeus “Thunderbolt” Ross quien se encargue de liderar esta persecución, ni tampoco Glenn Talbot, sino un militar de nuevo cuño que entra en escena como una apisonadora, dispuesto a darlo todo en su misión, el general Ryker.
Pues bien, llegados al año 2000, ya eran varias las encarnaciones que Bruce Banner había desatado como Hulk. Ahí estaba ese primerizo Hulk de color Gris que aparecía cada noche, ese Hulk posterior y verdoso (por razones de imprenta) que salía a la luz cada vez que Banner perdía su temperamento, la versión inteligente y algo más débil de Hulk que nos regalaron Bill Mantlo y Peter David… por lo que Paul Jenkins tenía un amplio abanico donde elegir lo que quería hacer con el Goliath Esmeralda.
Fue entonces cuando Jenkis decidió que no elegiría. Que nos regalaría una etapa en la que prácticamente todas las encarnaciones de Hulk aparecerían en uno u otro momento, algo debido al inestable estado psicológico del buen Doctor Banner que desata un tipo de Hulk u otro en función de hacia dónde vaya su cerebro cada vez, aspecto que además servirá para devolver a la plana mayor del plantel de personajes de la colección a Leonard Sansom.
Con este caldo de cultivo se desarrolla una trepidante y divertida historia, cuyos perros hulkizados sirvieron de inspiración a la controvertida cinta del personaje en pantalla grande del año 2003, protagonizada por Eric Banna.
Ron Garney nos regala toda una miríada de diseños distintos, en función del Hulk que dibuje en cada momento, con un estilo que se queda a caballo entre el cartoon (llegando a recordarnos en muchas ocasiones a la serie de dibujos animados de la década de los 90) y el realismo, con líneas muy dinámicas que favorecen el movimiento y la devastación que sólo Hulk puede causar.
Este volumen del coleccionable Marvel Héroes además, siendo el primero y único del personaje en dicha colección, incluía las primeras aventuras del Goliath Esmeralda de la mano de Stan Lee y Jack Kirby.
Si bien no estamos ante un gran cómic, ante una obra maestra, no podemos negar que esta etapa atrapa al lector desde el principio, despertando su interés en él pese a la ligereza de su lectura, por lo que no puedo dejar de recomendarla.
Guión - 6.5
Dibujo - 7.5
Interés - 6.5
6.8
Entretenido
Hablamos de la etapa de Paul Jenkis y Ron Garney en la colección del Goliath Esmeralda.
Cómo se echó a perder Paul Jenkins. En los últimos diez años poca cosa decente ha hecho cuando antes era habitual cómics divertidos como este.
Bueno, si para ti echarse a perder es no trabajar para las dos grandes, pues sí, se echó a perder. Porque no creo que lo digas por falta de buen material. En los últimos tiempos, tienes sus trabajos para Aftershock (Replica y Alters) que no están nada pero que nada mal, su Spawn es la mejor historia en muchísimos años para el personaje, o Fairy Quest con Humberto Ramos que es, posiblemente, la obra más personal de su carrera y una joya que puedes prestar a cualquiera y lo disfrutaría (te animo a colaborar en los crowdfundings). Quizá el mayor problema de Jenkins es que ha escrito muchas obras entretenidas pero de calidad medio baja, en la línea de Deathmatch, y, por ejemplo, no hay ni una sola historia de Jenkins en DC que me parezca recomendable, y eso que estuvo metido en la iniciativa de los N52… Pero tanto en Hellblazer como en Marvel, me parece un guionista más que eficiente, y ojalá hubiese un Jenkins ahora en la Casa de las Ideas. Que se le podía ir la piña con el Vigía (que me parece un personajazo igualmente), pero dejó su excelente impronta en Werewolf by night, Inhumanos, Spiderman, Lobezno, Civil War: Frontline, Mitos…
La verdad es que le he perdido mucho de vista al Jenkins actual, así que desconozco la calidad de sus nuevos trabajos.
No obstante, para mí es un top su Front Line (que reseñaré en algún momento indeterminado) y su etapa en Hellblazer (tristemente, de las menos señaladas, pero que he disfrutado como un enano en la recopilación de ECC)