Adiós a Len Wein y hola a Sal Buscema
«Hulk vuelve a estar solo»
En los años 70, la colección dedicada al increíble Hulk era uno de los buques insignias de Marvel. El estatus de colección franquicia quedaría en aquella década quedaría sellado con el estreno (y el éxito) de la serie de televisión en imagen real dedicada al personaje estrenada en 1978 -aunque un piloto en forma de TV movie se emitió un año antes en la televisión americana siendo exportado a otros países como estreno cinematográfico-.
En 1974, Len Wein se convertía en el guionista de la colección del gigante esmeralda, casi al mismo tiempo que se convertía en Editor en Jefe de Marvel, sustituyendo a Roy Thomas y permaneciendo en el cargo poco más de un año, para dejar su puesto a un buen amigo suyo como Mary Wolfman. Wein había comenzado a trabajar en DC a la tierna edad de 19 años, captado (junto con Wolfman) por Dick Giordano y desarrolló una larga y sólida carrera en la editorial, con etapas recordadas en Phantom Stranger o La Liga de la Justicia, pero sobre todo es celebrado como el creador de la Cosa del Pantano junto con Bernie Wrightson en 1971. A pesar de haber escrito una gran cantidad de cómics Marvel -solo entre 1974 y 1978, Wein guionizó, entre otros El Asombroso Spiderman, Los 4 Fantásticos o Thor, además de El Increíble Hulk-, el nombre del guionista estará siempre asociado a dos números concretos: Giant-Size X-Men #1 con el relanzamiento de la Patrulla X, y El Increíble Hulk #180-181 que supusieron el debut de Lobezno.
Wein permaneció 4 años en El Increíble Hulk (#179-222) en lo que sería el inicio de una época, si podemos llamarla así, que duraría más de 20 años y que daría al aficionado una serie de etapas de distinto signo: largas, estables y críticamente exitosas (Len Wein, Bill Mantlo y Peter David); fallidas pero destacables (Roger Stern y John Byrne) o transiciones bastante olvidables (Al Milgrom). Este tomo de Marvel Héroes incluye la segunda mitad de la etapa de Wein junto con el debut de Sal Buscema en el título, sin duda el aspecto más destacable del mismo. La imagen gráfica de Hulk había quedado fijada en en la mente de los aficionados de la época gracias, en buena parte, a la labor de Herb Trimpe con el personaje. Dibujante de El Increíble Hulk durante 7 años (#106-193, 1968-1975), Trimpe no era el artista más espectacular, ni el mejor narrador, pero su solidez a los lápices era apreciada por aficionados y, sobre todo, editores. El particular modo de trabajar en la Marvel de la época (el método Marvel seguía vigente en la editorial) hizo que Trimpe fuera acreditado como argumentista en buena parte de su era como dibujante aunque, paradójicamente, a pesar de haber dibujado la primera aparición de Lobezno, no consta como co-creador ya que el diseño del personaje a nivel gráfico corrió a cargo de John Romita Sr. Cuando Trimpe abandonó la colección en 1975 para pasar a ocuparse de dibujar Iron Man, Wein, como editor y guionista del título, llamó a Sal Buscema.
Sal Buscema es uno de los “currelas” más conocidos de Marvel. Autor extraordinariamente prolífico desde que empezó a colaborar con la Casa de las Ideas en 1968, hermanísimo de la leyenda John Buscema, capaz de dibujar varias series al mes, en España siempre lo asociaremos a su trabajo en la franquicia arácnida (Marvel Team-up y El Espectacular Spiderman) aunque dibujó casi de todo en Marvel: Vengadores, Capitán América, Los Defensores, Thor o Los Nuevos Mutantes por citar solo alguno de sus trabajos más conocidos. Sin embargo, por constancia e importancia, Sal Buscema siempre estará asociado a Hulk. Si Trimpe había estado 7 años en la colección de Hulk, el menor de los Buscema permaneció la friolera de 10 años casi ininterrumpidos, entre los #194-309 (Diciembre 1975-julio 1985).
La etapa de Wein-Buscema en Hulk ha quedado, lógicamente según mi punto de vista, eclipsada por el trabajo de Mantlo y David con el personaje. Siendo una mejora con respecto a la breve etapa anterior, liderada por Steve Englehart, pero siempre he pensado que no está tan “enfocada” como las que vendrían posteriormente y todos recordamos. Lo fundamental es que Wein mantiene el tono de historias en las que Hulk vaga por Estados Unidos topándose con problemas o villanos, y siendo perseguido, en ocasiones, por Trueno Ross, Clay Quatermain y Glenn Talbot (este último hasta que queda en coma tras el #188). Para no caer en la excesiva repetición de este esquema, el guionista utilizará a los ya mencionados personajes secundarios emplazados en la base CazaHulks, a los que se les añadiría Betty Ross (Talbot, al estar casada ahora con Glenn Talbot), para desarrollar subtramas de contenido más humano y descargar al lector de las largas secuencias de lucha protagonizadas por Hulk. Subtramas como transformar la base CazaHulks en la base Gamma dedicada a buscar formas de tratar y/o curar a aquellos afectados por la radiación gamma, o los problemas matrimoniales entre Betty y Glenn.
Otra forma en la que leemos cómo Wein intenta salirse un poco de la clásica historia de Hulk llegando a un lugar y acabar pegándose de tortazos con el villano de la semana, es mandar a Bruce/Hulk a vivir a Nueva York, potenciando su relación con Jim Wilson. Esta idea, como otras del escritor, no acabarían de cuajar. Si hablamos de tortazos, en este tomo Hulk peleará, entre otros, contra la Abominación, SHIELD, el Hombre Absorbente, insectos gigantes, el Coleccionista o Los Defensores; destacando su team-up con la Sota de Corazones en su primera aparición en un cómic Marvel a color (Deadly Hands of Kung-Fu se publicaba por aquel entonces en blanco y negro). Hay varios momentos en los que Wein parece sufrir un ataque de Tom-DeFalco-itis (síndrome por el que el guionista no tiene demasiado claro el nivel de poder de los personajes que escribe) como cuando enfrenta a Hulk a villanos que no deberían suponer ninguna amenaza para el coloso esmeralda como Constrictor o el Circo del crimen.
Wein hace un gran trabajo con la caracterización de los personajes pero los diálogos no son su fuerte. Tiene también buenas ideas pero se sienten un tanto desperdiciadas o no completamente desarrolladas. El #200 con Hulk siendo miniaturizado e introducido en el cerebro de Glenn Talbot para arrancarle de las garras del coma en el que éste se encuentra, es una aventura canónica muy disfrutable que acaba deviniendo en un (divertido) sinsentido narrativo con Hulk descendiendo a diferentes dimensiones microscópicas en las que se enfrentará primero a Conan el Bárb… Kronak, quería decir Kronak el Bárbaro; para posteriormente alcanzar K’ai, el mundo de Jarella. Con Doc Samson retirando del cerebro de Talbott el átomo (¿?) donde se encuentra Hulk, Jarella es también traída a nuestro mundo. Esta situación, con la amada de Hulk/Banner (porque Jarella no hace distinciones entre uno y otro) en Nueva York podría haber dado mucho de sí, pero Wein la hace sacrificarse a los pocos números para salvar a un niño, en una escena que, como Julián M. Clemente comenta en el artículo introductorio al tomo, recuerda poderosamente a la heroica muerte del Capitán Stacy en El Asombroso Spiderman. Es cierto que Wein manifestó en varias ocasiones que pretendía traer de vuelta a Jarella pero, como otros planes del escritor, nunca pudieron llevarse a cabo.
Hay, sin embargo, demasiados momentos que bordean lo ridículo, como el plan de la Abominación para chantajear al gobierno de EE.UU. y que consiste en pedir como recompensa unos diamantes (Emil, en serio, tienes formas más fáciles de conseguir unos diamantes. Eres la Abominación), el robot Megazord contra el que lucha Hulk en el #213, y sobre todo la intervención del pirata Barracuda, famoso en el Universo Marvel por no saber cómo utilizar un periscopio. Hay números que parecen sacados de la época mas lisérgica de los cómics de Batman y Superman durante la Silver Age como el #204 con ese viaje en el tiempo de un científico en el que intenta evitar el nacimiento de Hulk y que acaba como una historia imaginaria.
Si hay algo que destaca en el tomo es el arte de Buscema. Los 10 años del dibujante en el título permiten apreciar la evolución de su estilo. No una evolución rompedora pero sí apreciable. El Sal Buscema de los 70 es mucho más conservador en su composición de página y apuesta por una narración más clásica. Y siempre dejándonos detalles que revelan su maestría a la hora de captar la expresión de emociones como las emotivas escenas en las que Hulk llora a Jarella. Para aquellos aficionados conocedores del trabajo del dibujante, las tintas de Ernie Chang serán tan extrañas como para mí. Chan provee a los lápices de Buscema de un tono “sucio” que no creo fuera lo más adecuado para el tono de la colección. Afortunadamente, no sería el entintador de la colección durante mucho tiempo (Buscema sería uno de esos artistas que, como John Byrne, acabaría no necesitando entintador al dibujar directamente a tinta, algo que le permitió trabajar en más de un título a la vez), siendo en este tomo Joe Staton quien en más ocasiones terminaría los lápices del dibujante.
El sustituto de Wein sería el todoterreno Roger Stern, todavía sin el estatus de vaca sagrada en Marvel que alcanzaría en los 80. La suave transición tendría lugar en la aventura en tres partes de los #219-221, ocupándose Stern al 100% de los guiones a partir del #223 tras un fill-in de tono más macabro realizado por Jim Starlin (#222). Para 1978, la serie de TV de Hulk ya era un pequeño fenómeno catódico y la colección del gigante esmeralda mantenía su paso firme en Marvel a la espera de ese guionista especial capaz de sacarle todo el jugo al personaje. Mientras tanto, la etapa de Wein quedará como un ejemplo de ideas estimulantes pero pobremente ejecutadas y, sobre todo, por el debut de Sal Buscema.
Lo mejor
• Todo lo relacionado con la muerte de Jarella y la interacción de Hulk con los Defensores
Lo peor
• Demasiados números con villanos absurdos
Cuesta creer que a un profesional como Buscema y al editor se les pasara por alto el error de Barracuda. Debió ser una broma con mucho éxito, ya que 50 años después se sigue hablando de ella.
Sobre el tomo, pijameo del bueno.
Enhorabuena por la reseña.
Bueno, yo le tengo mucho cariño a esta etapa porque era la que leía cuando era un niño, en una revista llamada Aventuras Inéditas del Cine y la TV. No puedo ser imparcial, son episodios que leí y releí muchas veces y que me evocan a mis 11 años. Ahora bien, lo de Ernie Chan, no lo comparto. Creo que aporta mucho a los lápices de Buscema. Y el episodio de Starlin…me perturbó mucho cuando lo leí por primera vez. Fue el primer indicio que me demostraba que Marvel se animaba a hacer cosas a la que no todos se atrevían en el comic mainstream