Edición original: Marvel Comics – septiembre 1987 – octubre 1989
Edición España: Panini Comics – septiembre 2017
Guión: Tom DeFalco, Stan Lee, Jim Shooter, Roger Stern, Randall Frenz, Bob Layton, Ralph Macchio
Dibujo: Ron Frenz, Erik Larsen, Bob Hall, Rick Yanizeski, Bob Layton, Ron Lim, Bo Hampton, Jim Valentino, Tony DeZuñiga, Gary Hartle, Tom Morgan, Charles Vess, John Workman
Entintado: Brett Breeding, Vince Colletta, Al Milgrom, Tony DeZuñiga, Don Heck, Romeo Thangal, Hector Collazo, Joe Sinnott, Enrie Chan, Mike DeCarlo, Bo Hampton, Gary Martin, Mike Gustovich, Tom Morgan, Mark McKenna, Charles Vess
Color: Evelyn Stein, Max Scheele, Paul Becton, George Roussos, Christie Scheele, Gregory Wright, Marc Siry, Mike Rocwitz, Tom Vincent, Brett Breeding, Robbie Busch
Portada: Ron Frenz, Brett Breeding
Precio: 39,90 € (tomo en tapa dura de 712 páginas)
Todas las historias tienen un principio, un desarrollo, un desenlace y un final. Sin embargo, en el negocio de los tebeos de superhéroes, hace mucho tiempo que nos encontramos en una situación en la que el cierre de una etapa anuncia simplemente un nuevo ciclo que, en no pocas ocasiones, se convierte en un regreso de a los orígenes. El eterno retorno a las premisas esenciales se ha repetido tantas veces que, progresivamente, se pierde la capacidad de asombro. Las discusiones en torno al cambio de identidad de personajes son, en buena medida, tan útiles e interesantes como las que antaño trataban del sexo de los ángeles; tarde o temprano, todo retorna a un statu quo que, en esencia, es el que define icónicamente al personaje y su entorno. Bien es cierto que, ahora que los principales personajes del cómic estadounidense se pasean por las pantallas pequeña y grande, se han producido algunos cambios que bien podrían ser la antesala de una evolución sin freno y marcha atrás, pero, hace treinta años, todo esto era cosa de ciencia (editorial)-ficción. Es en ese tiempo en el que se produjo la transición entre dos etapas de la dilatada historia de las aventuras del dios del trueno marveliano. Esta es la historia de un cambio que, tres décadas después, se puede analizar con la perspectiva que otorga el transcurso del tiempo.
La estancia de Walter Simonson en
Los primeros números de la etapa -que son, a su vez, los primeros del tomo- constituyen la primera toma de contacto de los nuevos responsables del chiringuito con el personaje y su mundo. Sin embargo, se resisten un poco a entrar en materia, pues las primeras entregas de esta nueva etapa van a tocar de forma tangencial el dios del trueno. Una historia no contada de las guerra secretas -en la que Amora, la Encantadora, cuenta a su hermana Lorelei lo que podía haber sido su redención por el amor de Thor; una mirada a un futuro en el que las corporaciones gobiernan la Tierra y los héroes son un recuerdo remoto (faltaban cinco años aún para la línea 2099); un rescate del archivo, firmado por Stan Lee, Jim Shooter y un irreconocible Erik Larsen; otro número de relleno, firmado por Roger Stern y Bob Hall. Resulta curioso encontrar en tan corto período de tiempo conceptos, autores e historias tan distintas. Un paseo por el pasado reciente -en ese momento- una visita a un posible futuro -que nos brindó a Dargo Ktor, el Thor del S. XXVI-; un olvidable enfrentamiento con la Masa (muy por debajo del que se viera en el duelo entre Vengadores y Defensores) y un clásico ejercicio de tratamiento del héroe, a través de los ojos y experiencias de quienes le conocieron. Esta última historia ya será una «morcilla» en medio del primer gran arco argumental de DeFalco y Frenz, pero tiene el valor de contar con la firma de un guionista tan competente como Roger Stern -que, en aquellos días, acababa de abandonar la nave vengadora por un conflicto con Mark Gruenwald- y con el dibujo de un currante de la época, Bob Hall -que pronto dejaría los lápices por el teatro-.
Una vez asentados, don Tom y don Ron empiezan a desarrollar una larga saga, en la que los dioses nórdicos y la propia Asgard se verán amenazados por Set, el dios egipcio de la muerte. Esta deidad se embarcará en una cruzada cuyo destino final es -como siempre- el sojuzgamiento del cosmos y la derrota de los panteones relacionados con la Tierra. Primero como orquestador en la sombra y luego abiertamente, el dios del desierto moverá sus piezas y pondrá a sus oponentes asgardianos contra las cuerdas, en una guerra que implicará otros escenarios -como la Tierra- y a otros grupos divinos, como el de los dioses célticos -cuya enemistad con los nórdicos parece ser reflejo de la que, antaño, albergaban sus respectivos colectivos de adoradores y creyentes-. Los movimientos sutiles dejarán pasado a una sucesión de ataques frontales, que llevarán a Thor a batallar contra Set y sus huestes en Asgard y Midgard y a una gran confrontación final, marcada por el cuarto centésimo número de la colección (aunque esta no fuera siempre la cabecera de Thor). Un número especial, en el que quedará fijada para siempre la línea establecida por el guionista y el dibujante: una clara vuelta a los orígenes marcados por Stan Lee y Jack Kirby.
Antes que esto, hay que hacer referencia a una historia corta en la que Thor habrá de vérselas con otros viejos conocidos de la colección: los Celestiales. Los dioses galácticos que ejercían de pastores, jueces y verdugos de la evolución, habían sido creados por Jack Kirby, durante su segunda estancia en la casa de las ideas. Sus proyectos de esos años se habían situado al margen de la continuidad marveliana, pero, tras su marcha, fueron rápidamente incorporados a la misma. En el caso de estos gigantes cósmicos, sería Roy Thomas -maestro de la continuidad- el que se encargaría de dar las oportunas explicaciones para empatar dos líneas paralelas y sentando las bases de una épica aventura, protagonizada por Thor. El veterano guionista tiraría de la tetralogía operística del anillo para tratar el asunto de las relaciones entre las versiones mitológica y marveliana de los dioses asgardianos, pero no se quedaría para rematar la faena. Los fastos del tricentésimo número de la serie incluirían un juicio a la humanidad por parte de los Celestiales y un enfrentamiento entre estos y Thor. DeFalco y Frenz aprovechan el hecho de que el puente del arcoíris está destruido para que el melenudo tenga un paseo por el espacio y se encuentre de nuevo con los titanes cósmicos. No será la última vez que les veamos por estos parajes, pero aquí tendremos ocasión de ver cómo el protagonista -y los autores- reflexionan sobre la auténtica naturaleza de estos seres. El guionista volverá sobre el particular cuando le toque encargarse de la serie de los Cuatro Fantásticos, pero aún han de pasar unos cuantos años para ello.
Dado que este primer tomo -de los tres anunciados para recopilar la etapa DeFalco / Frenz en la colección de Thor- abarca un número considerable de números, puede observarse con mayor detalle la indicada línea de retorno a los tiempos en los que los padres fundadores de la edad de plata de Marvel se encargaban de la colección. Para empezar, hay que destacar el hecho de que Frenz -cuyo estilo gráfico poco o nada tiene que ver con el de Sal Buscema o Walter Simonson- hace aquí lo que ya hiciera con Spider-Man: tomar como punto de referencia a su creador gráfico. Poco a poco, sus dibujos se irán haciendo más y más evocadores -por no decir copiadores- de los que realizara Kirby un cuarto de siglo antes. Cuando las filigranas de Brett Breeding dejen paso a los poderosos pinceles de Joe Sinnott, el cambio estará completo y dará la colección un aspecto de añejo anacronismo que, ya en aquellos días, resultaba un tanto desfasado. La salvaje y épica Asgard de Simonson vuelve a ser cambiada por unos diseños muy pasados de moda, haciéndose extensiva esta práctica a personajes, escenarios y todo tipo de artefactos.
Este regreso a los inicios gráficos de Frenz, sirve a la perfección a las intenciones de DeFalco, que se encarga, pian piano, sin prisa y sin pausa, de desmontar todo lo que Simonson había ido plantando durante sus cuatro años de presencia. Así, despacha rápidamente a la identidad de Sigurd Jarlson, para meter en danza a Eric Masterson, un arquitecto y padre divorciado que, muy pronto, compartirá existencia con Thor. Masterson está más próximo a Donald Blake que Jarlson, pero, al contrario que ambos, es un individuo con vida y existencia propias, las cuales tendrán que ser atendidas por el dios del trueno, para hacer honor al sacrificio de su amigo. Antes que eso, y en el clímax de la batalla contra Set, será rescatado el desaparecido Odín -dado por muerto durante la saga de Surtur- y, con ello, volveremos a tener el cansino tira y afloja entre papi e hijito, acerca de los deberes para con Asgard y con Midgard. Que, a estas alturas, estemos con estos rollos, es indicativo de que buena parte de los rescates realizados por DeFalco y Frenz eran innecesarios. Para el final del tomo, buena parte del legado de Simonson ha sido despachado. Thor vuelve a tener una identidad civil -con los problemas que ello conlleva- tiene a Hércules como escudero -el profesor Loki dixit- y tiene a su taimado hermanastro como némesis en la sombra. El siguiente paso de los autores será, como veremos, mucho más arriesgado y provocará reacciones un tanto similares a las que supuso, en fechas más recientes, la llegada de Jane Foster como portadora del manto y el legado de Thor.
Este tomo permite a la parroquia conocer una de las etapas más comentadas de la dilatada historia del dios del trueno marvelita. Eso sí, hay que advertir seriamente que, al contrario que su predecesora, no ha soportado excesivamente bien el transcurso del tiempo. El tono «lee-kirbiano» que la impregna ya estaba un tanto caduco en aquellos, pero hay que reconocer que el tándem DeFalco-Frenz sabía cómo hacer culebrones con ración extra de pijamas y poderes.
En su momento, estas historias se editaron en España a salto de mata, en las cabeceras que Thor compartía con el Capitán América y en dos tomos de la colección Grandes Sagas Marvel. El creciente retraso acumulado respecto de la edición original y el deseo de coordinar toda la publicación de las series de la casa de las ideas en nuestro país, determinó que Forum decidiera dejar inédita buena parte de la etapa -aquella en la que Eric Masterson se convertía en Thor-. Cuando, en 1999, se publicaba un tomo en el que se narraba esa sustitución -provocada por la «condena a muerte» de Thor- hacía varios años que todo aquello había sido, cómo no, revertido.
Hace treinta años, no eran pocas personas las que opinaban que esta etapa no solo igualaba sino que superaba a la de Walter Simonson. Tres décadas más tarde, el trabajo de don Walt en la colección sigue considerándose la saga definitiva del personaje, en tanto que la labor de DeFalco y Frenz es considerada una etapa más; bien valorada en su momento, pero devaluada por el transcurso de los años. Veremos qué se puede decir a este respecto, cuando nos enfrentemos a las siguientes entregas de la recopilación.
Como curiosidad, hay que indicar que se recuperan las historias cortas de los relatos de Asgard -complemento de la colección, a imagen y semejanza de los números de antaño- y las del décimo cuarto anual de la serie, vinculado a la saga Atlantis Ataca. En ellos podemos encontrar artistas tan diferentes como Charles Vess, Bob Layton, Ernie Chan o Ron Lim.
Discrepo, me parece una gran etapa y un gran dibujo, mejor que el de los anteriores dibujantes. Y los siguientes tomos serán aún mejores. Una de mis etapas favoritas de Thor.
A mí Frenz me parece muy competente, pero mejor que Simonson que debe ser de los tres o cuatro mejores narradores de acción superheroica y que un Sal Buscema que en esos años alcanza su madurez, me parece mucho decir.
Narrador no lo dudo, pero poco elegante en la anatomía.
A mí al principio me echaban para atrás sus piernas flexionadas gigantes, pero prefiero mil veces un gran narrador con problemas de anatomía que uno mediocre que domina el cuerpo humano.
Tras haber leído el tomo lo considero una serie de historias competentes sin más. No son malas, pero tampoco nada del otro mundo. Eso sí, como de costumbre DeFalco no se aclara con los niveles de poder de los personajes. Tan pronto te hace que Spiderman machaque a un heraldo de Galactus a puñetazos o levante un tren como que hace que Thor sufra para sostener un edificio o para derrotar a un villano de cuarta fila como Mangosta, o se olvida de que Thor puede sobrevivir sin problemas al vacío del espacio.
Yo leí cuatro números, y me pareció una experiencia horripilante que espero no repetir. Si el resto de la etapa es del mismo estilo, aconsejo leerlas drogado hasta el culo y tomándose un poco a cachondeo todo.
Me lo agradeceréis
Más bien es para los Anti-DeFalquianos de nivel 10, que da igual lo que leas de ese guionista, siempre te va a parecer un horror andante. 😛
No creo. Su Spiderman me gustó.
La comparación con Stern la mata. Pero vamos, mataría a casi cualquiera porque Stern en los 80 tenía más fundamentos que Hakeem Olajuwon bajo el aro.
Me hubiese parecido más interesante una reedición de Spidergirl o de los 4F de DeFalco, a mi juicio sus mejores trabajos. Después de la evolución que le acababa de dar Walter Simonson al personaje este «back to the basics» vino demasiad pronto.
Sus 4F son una mierda pilonga y hedionda
A mí este Thor no me dice nada, y no he leído sus 4F, sí su Spidergirl y me encanta, pero en Spider-Man DeFalco supo mantener encendida la llama de Stern de forma magistral. Curiosamente, uno de sus mejores números no está escrito por él, pero es una muestra del nivel de los tebeos de DeFalco cuando son buenos. Es el Amazing Annual 18, maravillosamente dibujado, para todo el que quiera darse el placer:
http://www.supermegamonkey.net/chronocomic/entries/scans14/ASMann18_Opening.jpg
Pues yo lo que recuerdo es lo contrario, que heredó la trama del Hobgoblin y no supo que hacer con ella en ningún momento, metiéndose en una guerra de bandas larguísima que quedó en nada. Así pasamos de que el Duende fuera un enemigo top a uno del montón.
Para ser justos, la Guerra de Bandas que se originó al final no la acabaron DeFalco & Frenz porque James Owsley (Christopher Priest ahora) «ascendió» a escritor de la colección y fue el que tuvo que finiquitar de mala manera dicha saga…
Lo de la guerra de bandas venía de Stern y, mientras mantiene la intriga de la identidad del Duende, la va dosificando hasta que Owsley cierra en falso, como apunta Kaulso. A mí me mantuvo intrigado pero es que entre medias pasan un montón de cosas, le pillan las dos SW, lo del simbionte, el Puma, Marta Plateada…. Para mí DeFalco fue una extensión de Lee y Stern: caracterizaciones perfectas y oficio de artesano.
Es que para mí no mantiene la intriga. Yo con 10 años me leía esos números ya en modo automático pero ni de broma con el interés de la etapa Stern. El que Guerra de bandas la finiquitara Owsley al final es lo de menos, el chicle ya había sido estirado.
En cuanto a lo de la caracterización, me remito al Duende otra vez.
No es lo mismo que con Stern (nada lo es), éste prende la llama y la hace avanzar, DeFalco la mantiene encendida. No creo que sea algo baladí, recuerdo las etapas subsiguientes a Lee con Wein, Oneil, Wolfman… donde algunos personajes parecían bipolares de repente. El universo de DeFalco es compacto (caracterización + oficio). Creo que eso se puede apreciar bien en Spidergirl.
El eterno problema de cómo continuar la colección después de una etapa magistral. Coincido en que debería implicar el final de las mismas, pero esto es impensable en el mercado americano. Ahora, cuando pienso en lo que siguió a la etapa de Miller en Daredevil o a la etapa de Byrne en FF, creo que hay que concederle a De Falco/Frenz un aprobado.
Depende. A la segunda etapa de Miller en Daredevil le siguió Nocenti, que tampoco fue moco de pavo.