Los años noventa… una época que en términos culturales, heredaba toda la explosión de arte y contenido de los ochenta, malinterpretando lo que había hecho grande a aquella década, y tergiversando toda una imaginería popular que retorció hasta lo indecible. Aquella forma de ver las cosas afectó a todos los artes, pero especialmente se dejó ver en el séptimo y en el noveno, esto es, en el celuloide y en el cómic.
En el cine, esta oleada de testosterona que, como digo, tergiversaba éxitos anteriores y pertenecientes a la década anterior, como Terminator, o Rescate en Nueva York, daba lugar a cintas más centradas en los músculos y en la “alucinancia” de sus protagonistas que en los universos distópicos presentados a través de personajes carismáticos, siendo fiel testigo de aquella tendencia, películas como Máximo Riesgo, protagonizada por Silvester Stallone, o Soldado Universal con unos desatados Jean Claude Van Damme y Dolph Lungren que repartían mamporros a diestro y siniestro.
No podemos negar que esas películas señaladas a modo meramente ejemplificativo eran marcadamente entretenidas y que encontrárselas en la tele en una tarde de sábado alegra nuestros corazones, pero, no eran buenos productos, y no llegaban a la calidad de sus predecesoras ochenteras.
En el mundo del cómic, o mejor dicho, en el cómic mainstream, aquella tendencia se contagiaría en su totalidad, llegando el momento de los héroes de los noventa: Tipos duros, de largas melenas, imposibles e hinchados músculos, puros cuyo humo nunca se disipaba, héroes como Thunderstrike, como Spawn, y entre otros muchos, como Cable.
Marvel, la Casa de las Ideas, no viviría ajena a toda aquella revolución (a la que afectó decisivamente la marcha de talentos como Todd Mcfarlane o Jim Lee a Image, editorial en aquel momento de muy reciente creación) que terminó por pasarle una impagable factura de la que casi no se recupera, y por supuesto, ello afectaría a sus colecciones, quizás, en especial a aquellas que estaban protagonizadas por personajes con un Gen X en su organismo.
Así, en los años 90, y tras la marcha de un Chris Claremont que había dado a los mutantes renovada y necesaria vida, convirtiendo a los X-Men en la colección que todo el mundo quería y debía leer, los pupilos de Xavier quedaban huérfanos de su Patriarca y había que buscar otros equipos creativos que rellenaran su siempre presente vacío.
Es por ello que proliferaban varias colecciones mutantes, que trataban (cada una con su propia idiosincrasia y sello) de mostrarnos las distintas caras de los portadores del gen que los convertía en homo superior, quedando ya muy atrás aquella lejana idea que tan sólo se basaba en la consecución del sueño de Charles Xavier, y que con muy buen tino había conseguido respetar a la par que renovar el bueno de Claremont.
De este modo, en 1992 existían principalmente cuatro series mutantes:
Por ello, en aquellos primeros años noventa, y con el fin de subir las ventas de todas aquellas colecciones mutantes, empujando al lector a que deseara comprar todas ellas, llegó una particular forma de publicar el “evento mutante del año”. De este modo, entre Noviembre de 1992 y Enero de 1993, se publicó
La Canción del Verdugo era todo un evento numerado como tal, y en ese sentido, su lectura tenía que ser acometida pasando por absolutamente los cuatro títulos en el orden que se había establecido, y que se sigue a la perfección en este tomo que Panini publicó hace ya seis años. Por ello no estamos ante una serie que se vertebre en distintos tie-ins, sino a una historia, un argumento, cuyas grapas pululan por varias colecciones, como años después sucedería con El Otro en las distintas series arácnidas de la primera década del Siglo XXI.
Resulta por tanto, necesario, hablar brevemente de cada una de estas colecciones mutantes, y de sus equipos creativos, para poder atajar mejor el análisis de este tomo.
Así, y en primer lugar, teníamos Uncanny X-Men, cuyos números 294, 295 y 296, se correspondían con las partes 1, 5 y 9 del evento, de esta
Uncanny era llevada a cabo por
Por su parte, Peterson realizaría un dibujo cumplidor y deudor de su época, el cual trataba de seguir a la historia como podía, en una etapa que apenas si alcanzó interés en este evento, que comenzaba en esta colección, con el supuesto asesinato del Profesor Xavier a manos de Cable, de quien apenas se conocían datos en aquella época, siendo ese el curioso punto de partida de La Canción del Verdugo.
En segundo lugar, X- Factor, cuyo equipo creativo en este momento estaba compuesto por
Al estar ante un crossover que mezcla tantas colecciones y equipos creativos, es lógico que haya partes del evento que resulten más atractivas que otras y, en este caso, si Uncanny era desgraciadamente la colección que peor parada salía de esta Canción del Verdugo, X-Factor es, al menos, a juicio de este redactor la colección más entretenida y que mejor ha envejecido, estando más centrada en la investigación del delito del asesinato de Xavier como tal, que en la acción, sin que tampoco falten dosis de esta.
Peter David ejecuta aquí un trabajo que resulta interesante incluso para una época tan malograda con los criterios de valoración de hoy en día como la de los años 90, resultando de este modo un pequeño placer culpable el poder leer sus guiones, aderezados con las ilustraciones de un Jae Lee que en aquel momento ya comenzaba a despuntar, realizando un dibujo que, sin salirse de los cánones de la época, ya innovaba de algún modo, con un diseño de rostros y un conocimiento de la anatomía que lo convertía en el mejor ilustrador de todo este crossover.
En tercer lugar, corresponde hablar de X-Men a secas, colección que en este momento era realizada por
Esta colección, como siempre, justamente valorada en su época, sin ser gran cosa resulta difícil que no genere sonrisas en el lector nostálgico, al ser Nicieza uno de los escritores que mejor encarna ese espíritu de los 90, y uno de los que mejor sabía entenderlo. Por su lado, Andy Kubert, realiza un dibujo que podemos y debemos tildar de más que correcto, siendo una digna comparsa para un Nicieza desatado.
Finalmente, y con Nicieza (que en este evento se encargaba de dos colecciones) y
Hablamos del grupo de los mutantes que se encontraban “fuera de la ley”, pero no necesariamente en su contra, salvo que las circunstancias así lo requirieran, liderado por Cable, y que en este momento contaba entre otras caras, con Bala de Cañón, Rictor, o Syrin (hija de Banshee). Los otrora nuevos mutantes, y el equipo fetiche de Nicieza serían aquellos en quienes la acción del evento más se centraría, al ser señalados por los X-Men y por X- Factor como los principales culpables del ataque a Xavier, al perpetrarse éste por mano de Cable, su líder. Greg Capullo ilustaría las páginas de esta colección que guste o no, al resultar con diferencia la vivia representación de los mayores “vicios” de los noventa en el cómic mainstream, no dejaba indiferente a nadie.
Como hemos señalado unas cuentas veces, el punto de partida del argumento sobre el que se vertebra La Canción del Verdugo, no sería otro que el supuesto asesinato de Charles Xavier, mientras éste daba una conferencia en Central Park, a manos de Cable, lo que desataría las desconfianzas y enfrentamientos entre distintos grupos de mutantes, a la par que Jean Grey y Cíclope eran secuestrados por los Jinetes de Apocalipsis (con la consiguiente aparición de En Sabah Nur en el evento, que nos regalará algunos de sus mejores momentos), tomando poco a poco forma un evento que señala como el verdadero enemigo a batir a Dyscordia, el auténtico villano de la historia.
Sin duda, estamos ante un evento, y si se le permite a este redactor una verdadera maxi serie (aunque técnicamente no pueda tildarse de tal al no tratarse de una colección cerrada si no de una trama que discurre por hasta cuatro colecciones abiertas) que generará en el lector opiniones muy encontradas. Para el lector añejo, aquel que vivió la década de los noventa contemporáneamente, la nostalgia llamará a su puerta y convertirá a este tomo en una lectura obligada. Para el lector neófito, al que en ocasiones le cuesta valorar cada producto en su época, es difícil que esta saga despierte su interés, y es que, pese a que resulta muy reconocible el esfuerzo de hacer que la trama tenga lugar en cuatro colecciones a la vez, el baile de hasta cuatro dibujantes y tres guionistas (al acometer Nicieza la escrituras de dos colecciones) acaba por desarrollar una trama que en el peor de los momentos se antoja anodina y en el mejor, un poco enmarañada y difícil de entender (para una visión de este tomo desde el punto de vista de otro redactor, os invito a consultar la reseña que para esta casa realizó mi compañero Luis Javier Capote Pérez al tiempo de publicación del tomo, hace ya seis años).
Por otro lado, no podemos ni debemos negar que La Canción del Verdugo tuvo enormes y trascendentales consecuencias en el devenir de las colecciones mutantes, siendo las principales, como antes se ha insinuado, la aparición del virus Legado (con lo que ello acarrearía para el entorno de algunos personajes), la consolidación del romance de Pícara y Gámbito, y la insinuación (más tarde confirmada sin ambages) de que Cable era el hijo del futuro de Cíclope y Madelyne Prior, a la sazón, clon de Jean Grey.
A pesar de todo ello, y pese a quien pese, este tomo de Panini recopila la que hasta la fecha resulta ser la mejor edición de un verdadero exponente de lo que eran las series mutantes en la década de los 90, convirtiéndose en una pieza de historia del cómic de superhéroes en una determinada época, de toda una forma de narrar y plasmar historias en la viñeta, que eleva su interés por encima de su guión y su dibujo.
Guión - 6
Dibujo - 6.5
Interés - 7
6.5
X-tremo
Los tándem formados por Scott Lobdell y Brandom Peterson, Peter David y Jae Lee, Fabian Nicieza, Andy Kubert y Greg Capullo, componen esta melodía tan “X-pecial” que supondría uno de los eventos mutantes más recordados de la década de los 90.
«Los años noventa… una época que en términos culturales, heredaba toda la explosión de arte y contenido de los ochenta, malinterpretando lo que había hecho grande a aquella década, y tergiversando toda una imaginería popular que retorció hasta lo indecible. Aquella forma de ver las cosas afectó a todos los artes, pero especialmente se dejó ver en el séptimo y en el noveno, esto es, en el celuloide y en el cómic.»
El cine lo reduces a las cintas de acción y los comics a los superheroes. Que me parece hasta normal, porque si comparamos, no ya los otros medios expresivos de la cultura popular como la televisión, los videojuegos o la música, sino otros géneros de cine y comic, esa postura no se sostiene.
La maldita nostalgia os hace sobrevalorar los ochenta hasta el absurdo y despreciar hasta el ridículo a los noventa, que es una década mucho más heterogénea y por tanto variada artísticamente. Los mantras esos que se han extendido últimamente de que «los noventa son una mala imitación de los ochenta» o «los noventa no tienen perosnalidad» son una enorme mentira y de las gordas.
Sin mencionar la inmensa cantidad de plagios (principalmente de el cine de los ochentas) que autores como Chris Claremont utilizaron para cimentar su reputación.
Claremont se había hecho un nombre en la segunda mitad de los 70 trabajando con Byrne y Cockrum, y Dias del Futuro Pasado es anterior a Terminator.
Los únicos «préstamos» obvios que le recuerdo son La Saga del Nido sobre Alien y Logan en modo Harry Callahan en en Club Fuego Infernal, pero a eso no lo llamaría plagio.
Bueno Terminator esta basado en relatos de Harlan Ellison y la producción de la película tuvo varios retrasos por cambio de elenco y de guion.