Pantera Negra, ¿Rey o Superhéroe?
«¿Por qué llora el rey…?»
4 años y medio después, Panini continúa con la recopilación de la larga y recordada etapa del guionista Christopher Priest a los mandos del volumen más longevo dedicado a las aventuras de Pantera Negra. En nuestra reseña del tomo 1 explicamos cómo Pantera Negra fue uno de los personajes elegidos por Marvel para el lanzamiento de la iniciativa Marvel Knights comandada por Joe Quesada y Jimmy Palmiotti. Priest, que había permanecido en los márgenes de la industria del cómic durante años, tenía con esta serie la oportunidad de demostrar su valía como narrador y a fe que la aprovechó. Inicialmente acompañado del dibujante Mark Texeira, y tras un interludio gráfico muy olvidable a cargo de Mike Manley, Sal Velluto y Bob Almond darían a la serie el tono superheroico pero sobre todo estable que los guiones de Priest necesitaban.
El guionista estructura sus historias en arcos de dos a cuatro episodios (los números unitarios son rareza en esta etapa) pero el formato Marvel Héroes -donde en este segundo volumen se incluyen los #26 a 49– le pega como un guante ya que, en realidad, Priest juega con un sistema de narración-río en el que las subtramas y los personajes avanzan y evolucionan de manera más o menos orgánica (más sobre esto al final de la reseña) pero siempre con una continuidad muy acusada. No hay apenas respiro y la serie apuesta muy firmemente por la capacidad de los lectores de recordar no solo números pasados sino también épocas pasadas del personaje.
Una historia de amor y guerra (#26-29) da inicio al tomo y es una de las historias más redondas del mismo. El desarrollo de la serie como un thriller político-superheroico tiene aquí uno de sus más destacados ejemplos en un relato donde las tensiones geopolíticas entre Wakanda, Lemuria y Latveria se entremezclan con un hábil retconeo de la relación entre T’Challa y Ororo Monroe/Tormenta. Tambores de guerra, refugiados, negociaciones y un enfrentamiento final espectacular entre Pantera y Klaw redondean un arco notable.
En los dos arcos siguientes, la trama (y subtramas) comienzan a enmarañarse, en algún caso de forma excesivamente compleja para mi gusto. En la particularmente oscura La seducción de los inocentes (#31-33), Malicia lanza un ataque total contra T’Challa y sus seres queridos; mientras que en Guerrilla Gorila (#34-35) el dibujante invitado Jim Calafiore ilustra el enfrentamiento entre Pantera y M’Baku el Hombre-Mono (que sé que es la traducción literal de Man-Ape pero suena horrible). Entre medias, el alivio cómico que supone ver un cambio de cuerpos entre Everett K. Ross y Mefisto.
Cambio total de registro en El rey que fue y será (#36-37) donde Priest nos lleva a un futuro donde un casi anciano Pantera Negra deberá resolver problemas familiares y, como no, diplomáticos. Priest consigue aquí manejar a la perfección los diversos cambios tonales de una historia que pasa del humor a la tragedia con aparente facilidad. De vuelta al presente, El regreso del dragón (#38-40) es un pequeño caramelo para el guionista; una aventura en la que retoma personajes e ideas de su etapa en los años 80 dentro de la colección Power Man and Iron Fist. En mitad de la saga, Priest tuvo que lidiar con la iniciativa ‘Nuff Said, un mes donde todos los cómics de Marvel aparecían sin texto (menos en el que escribió Grant Morrison en Nuevos X-Men porque todavía hay clases, supongo) y que se resuelve con una brutal pelea entre Pantera y un Puño de Hierro poseído. También hay dragones. Dragones del tamaño de un portaviones.
El que se suponía gran plato fuerte de la serie camino del medio centenar de entregas era la secuela de una de las historias más aclamadas del primer año de la colección: Enemigo del Estado II (#41-45). En este caso, creo que el resultado es inferior al original. Si allí Wakanda sufría un golpe de estado, en este caso el país amenazado son los propios EE.UU. (con aparición especial del Presidente George Bush Jr. incluida) y a pesar del brillante choque -tanto físico como intelectual- entre T’Challa y Tony Stark, el resultado es apresurado, lioso y carece del empaque de una historia de estas características.
Otro cambio de tono bestial en el siguiente arco, Sillas ardientes (#46-47) en el que los protagonistas son enviados, merced a las ranas del rey Salomón, al salvaje oeste. Continuación de una historia escrita por Priest para El Poderoso Thor #370, donde nos reencontramos con esas versiones vaqueras del hijo de Odín o Loki. Hubiera sido un detalle por parte de Panini haber incluido aquel número de Thor, como así se ha hecho en alguna de las reediciones americanas, pero bueno.
Finalmente llegamos al final del volumen con La muerte de Pantera Negra (#48-49, The King is Dead en el original). Con un claro tono crepuscular, la serie cierra las dos principales subtramas que se habían ido desarrollando en el último año y medio. La que está bien atada es la que se centra en Queen Divine Justice, una de las “novias” de T’Challa, aún adolescente, y su situación como heredera/jefa de la tribu Jabari. La que resulta menos lograda, a pesar de momentos muy impactantes, es la relativa al “otro” Pantera Negra, personaje que llevaba pululando por la serie varios meses y que parecía claramente el Pantera de la época de Jack Kirby transplantado al presente (lo que dio lugar a momentos bastante hilarantes) cuando en realidad era el T’Challa del futuro, afectado por un aneurisma inoperable y que le acabará costando la muerte.
Como afirmaba Ta-Nehisi Coates, la etapa de Christopher Priest en Pantera Negra es la etapa clásica del personaje por antonomasia. Clásica moderna añadiríamos nosotros. Priest es quien apostó por un T’Challa claramente más rey e incluso diplomático que superhéroe. Es también quien lanzó el personaje al siglo XXI pero sin olvidar su pasado. Muchas de sus historias (como la que tiene como antagonista a Killmonger en el tomo 1) se sienten como readaptaciones de relatos clásicos de la época de Kirby o de Don McGregor. Para muchos lectores, el peso de la continuidad del personaje puede ser una losa importante. En pocos Marvel Héroes se me ocurre que hubiera sido más útil la inclusión de un “Quien es quien” porque la cantidad de personajes y en muchos casos, el gran bagaje que traen puede dificultar parte de la lectura.
En La seducción de los inocentes, Priest deja a un lado una de las señas de identidad hasta el momento de la serie, el uso de Ross como narrador. Esta herramienta narrativa quizás estaba llegando a un punto de agotamiento y aunque Priest no la llega a abandonar por completo, la importancia del simpático agente se vería reducida. Otra cosa es que el guionista continuará tirando de él como alivio cómico, sobre todo en las brillantes secuencias de Ross con el cuerpo de Mefisto.
Aunque la visión que los lectores tienen hoy en día de Pantera Negra casa más con la representación que hace Priest con el personaje, es cierto que la “Batmanización” de T’Challa es aquí un tanto excesiva. Si uno lo piensa fríamente, hay pocos momentos en los que se sienta al personaje realmente en peligro porque siempre tiene un plan B, C o J que se acaba revelando en el último momento, mostrando cómo siempre había tenido el control de la situación. Pero si algo tengo que criticar de este tomo es cómo varias historias, Enemigo del Estado II para mí el caso más evidente, parecen desarrollarse como apresuradamente, apabullando con textos e información y cerrándose incluso en falso (caso de Guerrilla Gorila). Cuando uno lee sobre la situación de la serie, entiende el origen de algunos de estos problemas. Los rumores de cancelación de Pantera Negra nunca dejaron de perseguir a Priest. Él mismo, en su blog hablaba de cómo se había rumoreado el cierre de la serie en los #12, #24, #28, #30, #37 (el que los autores creyeron que iba a ocurrir de verdad), y #50. Es difícil trabajar, no digamos planear historias a medio plazo, con semejante presión.
Gráficamente, Sal Velluto hace en general un muy buen trabajo. De sus primeros encargos en editoriales independientes como Valiant (donde su estilo recordaba a un primerizo Steve Dillon) hasta su salto a DC y de ahí a Marvel, es evidente que el dibujante italiano continuaba evolucionando. El trabajo de Velluto destaca sobre todo en las portadas, en las que muestra un nivel de experimentación ausente en las páginas interiores. De narrativa coherente, no tengo grandes pegas a su labor exceptuando lo fea que me parece dibuja la armadura de Iron Man (la de la época de Mike Grell en el título del Cabeza de Lata).
Precisamente la marcha de Velluto y Almond fue un duro golpe para Priest. Desde Marvel, su departamento de marketing concretamente, se pedía un cambio de rumbo a la serie que diera un boost a las ventas y se decidió relanzar la colección en el #50 privando a los artistas de la posibilidad de cerrar su etapa en un número más redondo. Decepcionado por la orden dada desde arriba, el guionista decidió dar un giro de 180º a Pantera Negra, con un nuevo personaje detrás de la máscara y un tono, de nuevo, más urbano.
Priest se sentía cada vez más decepcionado en Marvel y eso se notó en sus guiones, sobre todo en el último año de la serie. ¿Veremos algún día esos cómics? La colección acabó en el #62 y una especie de continuación/spin-off, The Crew, apenas aguantaría siete números. ¿Es material suficiente para un tercer tomo? Por un lado, son los peores cómics de la etapa de Priest. Por otro, dejar colgada una etapa no es plato de buen gusto para la mayoría de los aficionados. Solo queda sentarnos y esperar
Lo mejor
• La mezcla de géneros que no es nada fácil pero con Priest parece casi un juego de niños
Lo peor
• Algunas tramas son tan liosas que no es raro tener que volver y releer páginas y páginas para no perderse
Gracias por el artículo.
Una muy buena etapa del personaje que con el paso del itempo no fue valorada como corresponde.
Muchas gracias, Sith. Son buenos cómics pero entiendo que pasaran bastante desapercibidos sobre todo con el huracán Quesada a comienzos del siglo XXI
Totalmente, se me vienen a la mente muchos comics que sufrieron lo mismo.