Desde que salió del huevo fue… diferente. Un estudiante potencialmente brillante que temía el ambiente estructurado de la escuela, que se educó él solo en las calles, aceptando cualquier trabajo disponible, formulando su filosofía del yo a partir de lo que aprendía del mundo a su alrededor.
Ya está aquí. Algunos todavía nos estamos frotando los ojos para cerciorarnos de que no estamos en un sueño. Pero sí, es real. Howard el Pato de Steve Gerber (y otros, pero esencialmente suyo) ha sido recuperado por Panini y SD Distribuciones en dos Marvel Limited Edition para el mercado hispano. Tremendo debe histórico para con esta obra pues nunca, con todos los años de publicación Marvel en España, se había conseguido tal hito. Razón de más para que esta entrada se convierta en algo distinto a lo habitual. Era necesario contar con dos “gerbermaniacos” para cubrir las expectativas fijadas ante el esperado lanzamiento y en esos papeles les toca lidiar con sus palabras a José María Vicente y a Arturo Porras (ha faltado Daniel Gavilán; no se puede tener todo). Dos acercamientos que difieren en planteamiento; uno más prosaico y otro más personal. Esta entrada nos va a llevar por la vía del reconocimiento, el respeto y la admiración por un personaje único, que ha pasado por un buen puñado de vicisitudes editoriales (para saber más sobre la trastienda editorial del pato de marras solo tienen que pinchar aquí), y que se ha dado el lujo de contar con un reciente revival, en forma de serie de regular (para conocer las impresiones sobre la cabecera de Zdarsky y Quinones únicamente han de pulsar aquí). Y, por encima de todo, rendir la obligada pleitesía a un genial autor como es el bueno de Gerber, enfant terrible del cómic mainstream, cuya poca consideración achacamos al desconocimiento de su obra. Eso ya no es excusa. Tenemos su Hombre-Cosa, con mini serie final póstuma incluida, tenemos a Howard, sus Defensores, sus Guardianes de la Galaxia, ¿quizás, en un futuro, Omega el Desconocido y el Exterminador de Tontos?….Solo Panini y SD pueden proveer.
De momento, centrados en el presente, nos acercamos a las peripecias del palmípedo más famoso del Universo Marvel. Quack!!! Perdón, ha sido la emoción. Comencemos.
Howard, ¡¡qué bueno que viniste!!, por Arturo Porras
42.95 euros
Tratar de sintetizar lo que supuso Howard para una época puede ser un poco complicado. Hoy en día parecemos curados de espanto; descreídos, recelosos del siguiente movimiento editorial, la presentación de un pato antropomorfo, que fuma y dice todo aquello que le sale de su real gana, no sería más llamativo que el enésimo retcon de personaje o la más alocada historia sobre aspectos que solo a la editorial de turno le interesa tocar. Pero Howard es hijo de los setenta, una década de libertad y libertinaje donde en Marvel Comics se dio todo un aluvión de nuevas ideas (no todas buenas, hay que constatar) que vinieron a refrescar el panorama superheroico establecido hasta ese momento. Como ejemplos podemos señalar la habilidad de Steve Englehart para colar tramas de corte político de la época en la colección del Capitán América; Don McGregor deconstruyendo a un personaje como Pantera Negra en Jungle Action; Jim Starlin practicando filosofía lisérgica con caracteres de raíz cósmica; y solo nos detenemos en lo más llamativo y sonoro. Pero nada nos había preparado para la llegada de semejante palmípedo. Recordamos que hablamos de tebeos mainstream, pues la escena underground funcionaba a su manera (por ahí tenemos el gato Fritz, obra de Robert Crumb, como paralelismo palpable). Unos cómics sujetos al Comics Code Autorithy, con todas las barreras y recortes posibles a la libertad de los autores, pues Marvel se plegaba al organismo censor en todos sus comic-book. Si bien es cierto que había rebajado algo sus exigencias a inicios de los setenta, todavía era una pesada losa para muchos creativos que veían mermadas sus capacidades para contar las historias que tenían en mente. Uno de ellos, Steve Gerber, había dejado muestras reconocibles de su osadía en distintos seriales de la Casa de las Ideas, especialmente en el protagonizado por el Hombre-Cosa. Es aquí de donde surge Howard en toda su grandeza….una que no supieron entender ni los propios editores. Un Roy Thomas preocupado porque un “simpático animal” apareciera en las páginas del Man-Thing, en teoría, una serie de corte terrorífico, mandó defenestrarlo de manera inmediata. La reacción de los lectores no se hizo esperar y una lluvia de cartas inundó la redacción. Un Gerber pletórico por el trabajo bien hecho recibía la recompensa esperada. Tras un par de complementos en los Giant Size del Hombre Cosa, Howard The Duck recibía serie propia.
Huelga decir que no estamos ante una serie Marvel al uso. Todos aquellos que esperen narrativa superheroica estándar, si quiera parecido a lo que se estaba haciendo en otras series de la editorial, verán sus aspiraciones frustradas pues la colección se articula como un escenario, montado sin ton ni son, para el lucimiento del guionista. Steve Gerber utiliza al pato llegado de otra dimensión para enredar al despistado lector con una visión crítica al viciado mundo que le rodea. Nada mejor que un elemento exógeno para señalar nuestras inherentes contradicciones. Por mucho que algunos pudieran considerara a Howard como un simpático animalito, quizás un cómic dirigido a los más peques, pronto la verdad saldría a la luz con la mala baba y la socarronería cáustica de la que hace gala nuestro protagonista. Gerber y sus dibujantes disparan con bala y sin ningún tipo de indulgencia. Primero al género en sí, donde podemos apreciar a villanos tan ridículos como el Hombre Rana (con un final para enmarcar), el Hombre Nabo o un hombre corriente envuelto en un exoesqueleto de castor, tratando de hacer justicia a su país, Canadá (sic!). Ataque directo a la línea de flotación de alguna de las bases que estaban haciendo popular al género. Pero la cosa no queda aquí. No les importa hacer mofa directa y descarada de la propia editorial para la que trabajan, con críticas a cara descubierta de la Tumba de Drácula, la popularidad de Conan el Bárbaro, la sobresaturación de Spiderman, o la moda del kung-fu y su traslación a viñetas. Muchas de estas parodias no dejan de ser intrascendentes pero en algunas se puede apreciar un sustrato para la reflexión. Tal es el caso de las artes marciales, donde se sublima la violencia en sí misma, lo que lleva a Gerber a poner en solfa las actitudes que sustentan el cómic de superhéroes: “usamos un eufemismo para la violencia y lo llamamos acción, porque nadie sangra en esas escenas. La relación héroe/villano me parece de lo más aburrido….La violencia se presenta generalmente como una solución a los problemas porque tienden a simplificar en exceso…. El Bien Puro contra el mal Puro, por ejemplo, es un conflicto que rara vez se da en el mundo real”. Así lo podemos apreciar en Howard The Duck#3, donde, a primera vista, el foco principal es ver a nuestro pato convertido en maestro de Quack-Fu, pero donde el guionista, de forma magistral, gira hacía terrenos más complejos.
Y eso es lo que mejor sabe hacer el de Misuri. Junto al talento gráfico de portentos como Frank Brunner, John Buscema y, básicamente, Gene Colan, Steve Gerber nos lleva de ruta por aquellas sendas que le placen, sin mayor cohesión que ver pasear a Howard y a su inseparable Beverly por las páginas de la colección. Ambos forman un pareja casi indivisible y juntos afrontan tramas hilarantes, profundas, políticas o directamente disparatadas. Todo pensado e hilvanado en aras de la diversión del lector y la satisfacción para el autor: “las historias, generalmente, en el mejor de los casos, tienden a contarse solas. Normalmente no empiezo con un tema concreto o un mensaje en mente. Empiezo a idear una historia y esta sigue su propia dirección”. Lo que es público y notorio es que nos adentramos en terrenos muy personales, adscritos a la sensibilidad muy concreta de un autor. Porque si alguien tiene dudas de que representa Howard, el propio Gerber lo deja bien claro: “Howard es mi consciencia. La forma en que se comporta, realmente, es la forma en que a mí me gustaría comportarme”. Una permutación tan intensa nos deja un buen caudal de honestidad manifiesta, llegando casos tan llamativos como Howard The Duck#16, toda una confesión por escrito de las preocupaciones de un guionista en apuros.
Podríamos seguir hablando de su archivillano por antonomasia, el Doctor Bong, su descacharrante fase de humano o la reunión de la vieja panda de Adventure into Fear (el Hombre-Cosa y demás secundarios de aquella). Pero lo interesante debiera ser que el avezado lector o lectora lo descubra por sus medios. Nosotros nos acercamos al final y se antoja que no será uno feliz. Tras tiras y aflojas con Jim Shooter, y aduciendo falta de compromiso en las entregas, Steve Gerber fue despedido de Marvel Comics en 1978. Ya había sido relegado de las tiras de prensa hacía un tiempo, donde el pato estaba cosechando también un considerable éxito. Ahora, creación y creador se verían separados por muchos años. Las historias continuaron en manos de otros guionistas (Bill Mantlo, el más relevante) pero con el adiós de Steve se esfuma la libertad creativa, la pátina ácida y corrosiva tan típica de la serie; Howard, se convierte en otro personaje más, mejor o peor tratado, según el autor…..pero la magia se acabó. Tampoco queremos que la tristeza embargue estas últimas palabras. De hecho, debemos estar de celebración por la publicación de estos dos MLE con el primer volumen completo de nuestro pato fumador de puros (incluidos los dos números surgidos a raíz de cierta película). Y eso es algo que nunca nos podrán quitar. Howard y Gerber, unidos, ya tienen un lugar de honor en muchas estanterías. Una oportunidad única para un material que bien lo vale.
Yo, Yo mismo y el pato, por José María Vicente
39.95 euros
Recuerdo ver por primera vez a Howard el Pato en una enciclopedia de cómics Marvel. ¿Un primo-hermano de Donald Duck en el universo Marvel? No veía nada especial en él. Parecía un personaje de un cómic de humor, nada serio. Luego volví a verlo en un catálogo de solicits. Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América se iban a celebrar en unos meses, y Marvel aprovechaba la ocasión para reeditar una famosa historia de Howard el Pato. “¡Get Down America!”, decía la descripción.
No volví a acordarme de Howard hasta pasados uno o dos años. Estaba suscrito al servicio de cómics online de Marvel y un día hicieron disponibles los cómics de Howard para leer desde el ordenador. No entendía mucho inglés –leía los cómics con un diccionario al lado–, pero ¿por qué no atreverse con el primer número? La historia del mago de las tarjetas de crédito me encantó pese a que no terminé de entenderla. Howard the Duck era tan delirante, tan rara y tan absurda, que devoré cada número, deleitándome en las desventuras de su protagonista y en la galería de supervillanos.
Debo mencionar que mi primer contacto con esos cómics se produjo cuando, si no me falla la memoria, tenía quince años. Obviamente no aprecié del todo los guiones de la serie: no eran tan infantiles como pensaba y las referencias a la cultura popular y a los acontecimientos de la época, incomprensibles para mi joven cerebro. Pero el humor negro y la imaginación que contenía cada capítulo fueron suficientes para hacerme buscar en Google los nombres de sus autores. Desde hacía tiempo me había dado cuenta de cómo podía variar la calidad de un cómic dependiendo de sus autores. Me fijaba en los nombres, me había acostumbrado a ver en los créditos a gente como Stan Lee, Roy Thomas o Jack Kirby. En cambio, jamás había visto antes el nombre de Steve Gerber.
Veía reseñas muy positivas de los cómics de Gerber. Desgraciadamente, la mayoría no estaban disponibles en español o inglés. Con el paso de los años, y armado de mucha paciencia, fui recopilando las obras que podía encontrar. Los Defensores, Iron Man, Daredevil… Sus trabajos más comerciales eran más fáciles de entender que Howard el Pato, pero igual de notables. Una vez localizados estos, empezaron a reeditar poco a poco obras menos conocidas; así es como pude localizar Man-Thing y Omega the Unknown. Esas dos las pude leer con la edad suficiente para entenderlas. Y así, poco a poco, Gerber fue posicionándose como uno de mis escritores de cómics favoritos, por encima de –me disculpo por el sacrilegio– otros como Grant Morrison o Alan Moore.
Sin embargo, solo releí Howard the Duck en una ocasión. Quizás porque no quiero reconocer que nunca la llegué a entender o porque no estaría a la altura de cómo la recordaba, no me atrevía a volver hacerlo hasta hace poco. Cuando surgió el proyecto de reseñar las historias de ese pato cínico y malhumorado, entendí que ya iba siendo hora. Me alegra decir que mi tercera lectura ha sido una experiencia fantástica.
Recuerdo Howard the Duck como un torrente de imaginación inagotable. Un festival de escenas increíbles, sin intervalos, sin descanso para el lector. Pues bien, en realidad no es como la recordaba, pero eso está bien. Hoy día hay las series más llamativas suelen abusar de las situaciones extraordinarias que se les ocurren a los autores; acaban hastiando al lector, quien deja de maravillarse ante la última invención del cómic. Lo que se supone que debería producirnos una sonora carcajada o una mirada atónita pierde todo su efecto. Gerber, condenadamente inteligente, dominaba esa habilidad que tantos escritores quisieran para sí: sabía mantener el equilibrio perfecto entre realismo y fantasía. Desde luego, no te bombardeaba con vacas parlantes en cada página. Ni tampoco lo pretendía. Howard the Duck dedica tiempo suficiente a escenas más cotidianas, a reflejar la sociedad de los años 70. Pero tampoco pretende ser un retrato exhaustivo como American Splendor. Y sin que te des cuenta, la ciudad de Cleveland de los cómics te parece fantástica pero creíble a la vez. Te puedes imaginar a ti mismo viviendo en una ciudad en la que un nabo sideral hace de las suyas.
Otros guionistas igual de talentosos serían capaces de imitar la forma, la ridiculez de los villanos. Pero ninguno es Steve Gerber. Y en el fondo, Howard es Gerber. Aunque en vida no fuera tan cínico, derrotista o postmoderno como su creación, la personalidad del creador de Void Indigo empapa cada página, cada viñeta y cada letra. Cuando Howard se queja de la excesiva glorificación de la violencia en la cultura popular, se puede sentir de fondo la voz de su creador. No se debe a un capricho que los mejores autores después de la marcha de Gerber hayan abordado la caracterización del personaje desde una perspectiva completamente diferente.
Si tuviera que darle otro nombre a la serie, sería el siguiente: el blog de Steve Gerber. A través del pato antropomórfico, el escritor de Nevada trataba un sinfín de temas, desde la vanidad de los críticos de arte hasta la majadería de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, pasando por el “racismo” de la cultura popular hacia los patos. Hay más series que aúnan con éxito temas dispares, es cierto; pero ¿cuántas pueden presumir de tener la opinión de uno de los escritores más lúcidos en la historia del cómic? Su visión profundamente existencialista de la realidad, de los problemas cotidianos, de las tiranías de las mayorías o del zeitgeist de la América de los 70 sigue siendo relevante, demoledora e hilarante cinco décadas después.
El fuerte componente social de la obra puede hacerla difícil a veces, pero jamás impenetrable o desalentadora. Todo lo contrario: nos invita a sumergirnos en el pasado, a vivir con ella parte de la década “Me”. Por lo menos con este redactor lo consiguió. A los guiones de Gerber les debo mi interés por la historia reciente de América. Además, resulta sumamente gratificante releer Howard the Duck con un poco más de bagaje cultural y entender esa referencia, comprender un poco mejor las motivaciones de Gerber.
Por supuesto, sería injusto menospreciar el increíble esfuerzo de Gene Colan. El dibujante de Daredevil salió airoso de una tarea en principio imposible, es decir, plasmar en imágenes las ideas de Gerber. Da igual si se trata de, por ejemplo, un hombre de jengibre gigante o un debate presidencial. Colan dota a cada escena de la atmósfera apropiada, haciendo que cosas aparentemente inconexas o contradictorias puedan pertenecer al mismo universo. Y qué demonios, estamos hablando de Gene Colan, una leyenda del cómic americano.
Podría extenderme más y más párrafos detallando por qué cada episodio es una lectura obligatoria. Pero no lo voy a hacer porque lo que Gerber, Colan, Frank Brunner y muchos más crearon merece ser descubierto por sus lectores, no spoileado en una web sobre cómics. Ya leemos demasiados cómics simples que solo consisten en un par de tipos dándose golpes y recitando un mensaje cargado de moralina. Necesitamos más series irreverentes, existencialistas, que, como una vez dijo Gerber, recuerden que “los momentos más serios y los más momentos más estúpidos en la vida solo suelen ser distinguibles mediante una perspectiva pasajera”. Y si tienen a un pato antropomórfico, cínico y adicto al tabaco expresando esas ideas, mejor que mejor.
Top «patochadas», marca Howard
Si algo tenemos claro los arriba firmantes es que no pretendemos reventar la lectura de aquellos que se acercan por primera vez a la vida y milagros de nuestro Howard. Síndrome anti-spoilers total. Pero sí es cierto que estos MLE no contienen una historia rio por la que discurra la trama (algo que nos genera una cierta tranquilidad al afrontar este punto). Al contrario, son mayoritariamente episodios autoconclusivos, a veces incluso con más de una historia dentro de esas veinte páginas. A lo sumo, nos encontramos con alguna saga que ocupa un par de números y casi siempre de cara al cierre de la colección. Y es ese carácter el que queremos resaltar. Poner el énfasis en la grandeza de estos tebeos contenidos que se disfrutan una y otra vez, sin necesidad de leer más cómics al respecto, ni conocer al Universo Marvel en profundidad. Con un poco de bagaje cultural y conocimiento del medio, se convierten en pequeñas joyas para deleite del público exigente. Tras la puesta en común de rigor, hemos seleccionado nuestras cinco favoritas; una elección arbitraria dado la gran cantidad de buen material seleccionable:
Howard el Pato. Vol. 1 y 2
Guion - 9
Dibujo - 8.5
Interés - 10
9.2
Valoración Global
Una de las colecciones señeras de los setenta. Gerber y Colan a niveles inconmensurables. Un clásico atemporal que todo buen aficionado debe atesorar
Grande, señores. Se nota cuando un redactor (o dos) disfruta(n) de la obra reseñada. Un entusiasmo que arrastra al lector a lo largo del artículo. Si Gerber es capaz de producir esas sensaciones su obra tiene que ser digna de leerse. Pero mi bolsillo es finito, a ver que tengo que dejar de comprar para dejarme arrastrar.
Gracias, como siempre, por la parte que me toca en este caso 😉
Steve Gerber es uno de los autores más personales que ha pasado por el mundo de las mallas. Conocerle es amarle, por lo menos en mi caso. Y Howard es una maravilla, a varios niveles. Merece mucho la pena.
Un saludo
Vale la pena hacerse con estos dos tomos cuando Marvel era la «Casa de las ideas»
al parecer se vende bien el material de este gran escritor y recemos para que saquen mas material, que como muy bien comentaban los dos articulistas hay bastantes cosas inéditas. Ojala en ECC (por soñar que no quede) sacase también algo de material que en sus últimos años antes de fallecer sacaba para la editorial rival de Marvel.
Ojalá, vendiera bien y pudiéramos completar huecos de la obra de Gerber, ya sea en Marvel, DC o Malibú. Me apunto a todo 😀
Hola, llevo tiempo siguiendo los artículos que estáis haciendo sobre los MLE y he visto que no habéis hecho ninguno de La tumba de Drácula. ¿Tenéis pensado subirlo pronto? Felicidades por estos excelentes artículos.
Buenas Izzu. Primero gracias por el interés en los artículos de MLE. Hasta ahora, han sido parte de mi trabajo regular en la página, por lo que se lo agradezco. Luego, la Tumba de Drácula….Pues sí, la tengo en mente pero no a corto plazo. Cuando salieron los tomos había un proyecto que se tuvo que ir retrasando. Ahora no tendría mucho sentido como reseña de algo «nuevo», por lo que le he buscado otro enfoque, cuando disponga de algo de tiempo 🙂 Y parece que la línea va aumentar la cantidad de material, pues en marzo ya tenemos anunciados dos, con la sorpresa del Castigador en Magazines.
Saludos