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Idealismo, rebeldía y frustración. Estos serían algunos de los atributos de los que vendría revestida la inmortal obra de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo. Desafortunadamente, todos esos matices pasaron inadvertidos cuando los mimbres de su creación literaria fueron fagocitados por la cultura popular del siglo XX, transformando a la criatura protagonista de su relato en un instrumento al servicio del terror, cortesía de la meca del cine. Hollywood a inicios de la centuria pasada puso su interés en el citado monstruo de Frankenstein, regalando al respetable dos tempranas adaptaciones, una en 1910 que pasó bastante desapercibida, y la que ha pervivido generación tras generación, la estrenada en 1931 protagonizada por Boris Karloff. Es indudable que es la imagen más extendida asociada a nuestro protagonista, un engendro hecho a retales sin capacidad de habla o raciocinio, una especie de zombi gigantesco de pies inabarcables y brazos estirados que decide sembrar el terror a su alrededor cuando se ve abandonado a su suerte. Adiós a los matices tan bien explicados en la novela, donde la creación de Víctor Frankenstein es inicialmente una criatura gentil e inteligente cuyo progresivo rechazo por su fealdad exterior hace que se vuelva contra una sociedad que no entiende al que es distinto. Marvel en los setenta se había convertido en todo un fenómeno pop, asimilando concepto tras concepto de la cultura popular. Y nada como su desembarco en el género del terror como muestra más palpable, entre cuyos activos localizamos al Monstruo de Frankenstein. Por lo que Panini y SD Distribuciones han decidido recuperar la recopilación íntegra de las aventuras clásicas de la mítica criatura creada por Mary Shelley, aunque adaptada al modus operandi de la Casa de las Ideas. Números que contienen tanto su serie regular como su participación en diversos magazines y colaboraciones estelares, todos circunscritos a los años 70.
La editorial comandada por Stan Lee y Roy Thomas buscaba una necesaria diversificación tras unos años dominados por el superhéroe. Terror, artes marciales, espada y brujería…todo servía para asimilar a una mayor cantidad de audiencia. Gran parte de estos temas fueron desarrollados tanto en comic-book como en el incipiente mercado de los magazines en blanco y negro, mucho más estimulante en este último caso ya que no era necesario pasar por el trago del Comics Code para su publicación. Para nuestro relato nos interesa la temática del horror, pues una pléyade de rarezas comenzó a poblar las páginas de las publicaciones de Marvel Comics. En el Bullpen no tomaron muchos riesgos y los más populares fueron los primeros en saltar a la palestra, entre los que podemos citar a Drácula, el Hombre Lobo, la Momia o a nuestro protagonista, todos ellos personajes de dominio público. Ya vendrían los tiempos de invenciones e ideas propias.
A finales de 1972 se convoca al equipo creativo formado por Gary Friedrich y Mike Ploog con la única directriz de sacar al mercado un comic-book sobre la criatura de Frankenstein. Friedrich fue uno de los primeros guionistas en ingresar en Marvel como parte de la plantilla fija ya a finales de los sesenta. Habituado a trabajar en obras de género en Charlton (romance, western, etc.), su fichaje por la Casa de las Ideas, vía su amigo de la infancia Roy Thomas, supuso poco más que un cambio de cromos pues se dedicó a cabeceras sobre westerns o de guerra en su nuevo destino, destacando su larga estancia en las aventuras de corte bélico del Sargento Nick Furia. Poco a poco fue dejando una profusa producción en la compañía, llegando a ser un autor de referencia en los setenta. Quizás, su más apreciada creación sea el Motorista Fantasma, personaje por el que ha batallado de forma reciente con su antigua editorial. No es, ni por asomo, una de las estrellas de aquellos días pero sí un guionista cumplidor, suficiente para lo que se tenía planificado con la creación de Frankenstein. Ploog se había labrado un nombre en el campo de la animación, trabajando para estudios de diversa importancia, entre los que cabe citar Hanna-Barbera. Cansado de la rutina, decide probar en el mercado de revistas y nada mejor que Warren Publishing con sus relatos de horror. Es aquí donde consigue alcanzar su estatus de alumno aventajado de Bernie Whrightson, maestro de maestros en la materia. En Marvel tenían un ojo puesto en esta editorial y de allí se trajeron a autores que estaban despuntando en la misma, tal es el caso del bueno de Mike, pero también de Archie Goodwin o de Doug Moench. El artista tenía una idea bastante clara acerca de cómo afrontar al monstruo y decide pasarle unos bocetos al guionista para trabajar en la adaptación de la obra de Shelley, pues Ploog quería desmarcarse de interpretaciones al uso. Friedrich reconoce que por aquellos días era ajeno a la obra clásica. Conocía al monstruo por las referencias populares y lo cierto es que, tras la lectura de la novela original, el guionista quedó maravillado con lo que la autora había plasmado en el papel y se dispuso, junto con el dibujante (que figura como co-autor en los argumentos), a hacer una traslación lo más fiel posible en un cómic Marvel del inmortal personaje. Hay que apuntar que el monstruo, como agente libre de derechos (un breve apunte, comentar que DC tiene en nómina su propio y genuino monstruo de Frankenstein), ya había aparecido en alguna que otra aventura en la editorial. Roy Thomas, profesor de literatura antes que fraile, lo presentó en X-Men#40 como enemigo de la Patrulla X original en 1968. Un año después, Stan Lee y John Buscema recuperaron al padre de la criatura, el mismo Víctor Frankenstein, para una trama con Estela Plateada, con monstruo de por medio, huelga decirlo. En ambos casos, se trata de la imagen arquetípica, cuya mejor característica se estipula como el ser una criatura de imponente presencia y nula inteligencia, con el objetivo de representar una amenaza a la altura de nuestros héroes. Ese no era el fin último del flamante tándem creativo, sino una representación lo más digna posible de la obra de Mary Shelley.
Si hablamos de fidelidad en términos literarios debemos fijar unos mínimos parámetros con respecto al material base, sin necesidad de entrar en un análisis pormenorizado. Novela de juventud, pues Mary la escribió con apenas dieciocho años, nos muestra a un joven científico que desafía a la naturaleza e intenta procurarse para sí actos reservados solo a los dioses. La recreación de vida a través de retales de cadáveres da como resultado el nacimiento de una criatura única, con una clara dicotomía entre un desagradable exterior y un compensado interior. El claro rechazo del creador articula el futuro del monstruo y el lento caminar hacia el clímax final. La novela de Shelley se considera uno de los primeros ejemplos de “ciencia ficción”, aunque quede mucho para definir el género (estamos a principios del S. XIX). Lo realmente importante son las consecuencias no tanto como se llega a esa situación, tal y como manda el canon de la ciencia ficción. Críticas a la clase burguesa, reflexiones acerca de la familia, elogio del suicidio (como buena muestra del Romanticismo), acercamiento al concepto de “buen salvaje” acuñado por Rousseau son algunos de los subtemas que pasean por la obra, demostrando que es algo más que un simple relato de “terror” aunque en su parte final el monstruo se muestra decidido a instaurar el miedo a su alrededor ante la incomprensión generalizada. Una novela que denota una sorprendente madurez para una autora realmente joven y que merece el puesto de honor que goza en los anales de la literatura universal.
Como hemos dicho líneas arriba, Friedrich y Ploog pretenden trasladar de manera fidedigna los temas de fondo de la novela de Shelley. Además, sintiendo la seguridad de estar apoyados por su editor, un Roy Thomas (aparte de ser máximo responsable en aquellos días se puso al frente de la edición específica de muchos de estos cómics de horror) del que recibieron carta blanca para recrear una adaptación a la altura. Para ello organizan un relato en cuatro partes como claro homenaje a la obra original. Veremos los intentonas de un descendiente de Robert Walton (personaje que en la novela había sido testigo mudo del abandono del monstruo a su suerte en el Ártico), tratando de localizar la criatura, el atrevimiento de Víctor en llevar sus estudios más allá de lo que cualquier hombre ha llegado, el triste discurrir de un monstruo que se ve rechazado y que le lleva a una sempiterna ansiedad de venganza. Todo ambientado a finales del siglo XIX y en perfecta consonancia con lo narrado en la novela original. Se da la circunstancia de que, justo cuando da comienzo el #5 USA, la editorial decide dar un fuerte espaldarazo al renovado monstruo ofreciéndole un segmento en el magazine en blanco y negro Monters Unleashed (a partir del #2, concretamente). Junto a Friedrich, que se mantiene a los guiones, se asigna en el apartado gráfico a John Buscema, prueba de que desde las altas instancias se quería promover el título. Para no provocar cruces en el aficionado, se decide que estas historias de la revista estén ubicadas en el presente, es decir, 1973. Así quedaban instauradas dos líneas temporales bien distintas con el monstruo de Frankenstein. En el MLE se ha prescindido del orden cronológico y se ha estipulado que esas historias casan de manera más orgánica con el cambio de guionista que se producirá en un instante concreto. De momento, nos quedamos con el concepto de esos dos periodos históricos bien diferenciados. Volvamos al siglo XIX.
Tras la trama inicial, el tándem creativo le busca un objetivo al personaje. Y ese pasa por la venganza. El saber de primera mano que puede quedar algún descendiente de la familia Frankenstein hace que la criatura emprenda un viaje en busca de vendetta o la muerte, aquello que llegue primero. Friedrich enfrenta a nuestro protagonista con criaturas de diverso pelaje en su búsqueda de más ilustres de la familia, demostrando una dualidad entre buen corazón y rabia desatada cuando es traicionado una y otra vez. Desgraciadamente, perdemos a Mike Ploog por el camino. Con un evidente cambio de rumbo que al artista parecía disgustar, abandona la colección en el #6 para que entre en acción John Buscema, el titular de la revista Monsters Unleashed. Big John, sin tanto apego a los rudimentos originales, se convierte en el responsable gráfico que nos llevará a un enfrentamiento con Drácula (anterior a lo narrado en Tomb Of) y a localizar al último de los Frankenstein, con una historia repleta de tragedia e insatisfacción para la criatura.
A renglón seguido, cambio fundamental en la cabecera pues abandonan Friedrich-Buscema definitivamente y se hace cargo el tándem compuesto por Doug Moench y Val Mayerik. Moench era un guionista habituado a la temática adulta, fogueado en Warren, que se instauró en el apartado de magazines con relativo éxito. Escritor con una prosa envidiable, es uno de esos guionistas en el que se detecta un especial mimo por la palabra escrita, haciendo uso de abundantes textos de apoyo. Mayerik, por otro lado, era un dibujante de trazo clásico y académico, no en vano se había curtido bajo el auspicio de un “clasicista” como Dan Adkins. También encontró especial acomodo en los magazines, destacando su larga colaboración con el Hombre Cosa de Steve Gerber. Ambos habían reemplazado a Friedrich-Buscema en Monsters Unleashed por lo que era el paso lógico que lo hicieran en su cabecera titular cuando estos ya no tuvieron más que contar. Para unificar criterios, decidieron utilizar el #12 para cerrar todos los cabos sueltos y unir las tramas que estaban desarrollando en la revista, por tanto, llevando todos los argumentos al presente. Unas historias, las del magazine, bastante más truculentas, con cambios de cerebros, seres deformes, raptos varios y un monstruo de Frankenstein sin habla y más violento de lo normal. Así pues, se da carpetazo a la ambientación del Siglo XIX y tras una aparición estelar en un Giant Size del Hombre Lobo, nos centramos en explicar la llegada de nuestro protagonista a los años 70 y como desarrolla su atribulada vida en la América de la época.
Estamos encarando el final de la colección. Moench intenta darle a la serie un tono más pulp, con una compleja amalgama de espías y monstruos que es complicada de encajar, incluso para el lector más versado. La deriva hacia la nada parece cada vez más patente. De hecho, con la colección ya más que cancelada el propio Doug no fue el responsable de cerrar la misma sino que fue un joven Bill Mantlo el que puso el punto y final, además obviando en un solo número todo lo que había construido el bueno de Moench. El tomo se completa con un team-up habitual con Spiderman y unos números de Iron Man donde Mantlo trata de cerrar asuntos pendientes que él mismo dejó colgados en el #18, fin oficial de la cabecera. Unos episodios, por cierto, que dejan mucho que desear en cuanto a calidad de reproducción, con evidentes problemas con el color, en muchas ocasiones movido tras las líneas y con manchurrones por aquí y por allá. Flaco favor le hacen al resto del tomo.
El camino para el monstruo de Frankenstein se antojaba complicado pero es necesario resaltar que hubo un equipo creativo que puso sus mejores empeños en que funcionase. Los cuatro primeros números forman una de las mejores traslaciones que se han hecho de la novela original. Friedrich moldea a un monstruo empático, que siente y padece, buscando su lugar en el mundo, muy cercano a las intenciones de Mary Shelley. Es ese mundo el que decide darle la espalda, de ahí su furia y su deseo de venganza. Mike Plogg está soberbio en los seis números que dibuja, ayudado ocasionalmente en las tintas por John Verpoorten. Un recital de narrativa y composición digno de un grande. Le sustituye otro genio como John Buscema, que mantiene un buen nivel mientras que Gary Friedrich se va desinflando poco a poco. El acabose es la entrada de Doug Moench, que no consigue remontar con la ambientación en el presente, enviando a la cabecera a una caída libre y sin frenos, que tiene su remate final en los dos últimos números. No es que Mantlo echara por tierra toda la trama perpetrada por su predecesor; es que directamente hay momentos que niegan lo anterior, realmente flagrantes, algo a lo que ningún editor debiera haber dado luz verde. Pero bueno, muchos pensarán que la serie estaba condenada y que poco más podía importar. Curiosamente, en la otra parte del volumen, la referente a Monsters Unleashed, Moench se muestra más entonado (algo más, con alguna trama salvable), mientras que Friedrich se pierde en historias truculentas y de poco valor si no fuera por el soberbio trabajo de Buscema. También hay que destacar a Mayerik en este aspecto pues mientras que en el comic-book se puede decir que está cumplidor y poco más, su trabajo en el magazine solo se puede tildar de muy bueno. Rematando la faena con sus propias tintas y otorgando la gama de grises pertinente, estamos ante uno de esos acabados que dejan en el espectador el regusto a trabajo bien hecho. De lo mejor de Mayerik en su amplia carrera.
Se trata, en definitiva, de un cómic hijo de su época. No una obra maestra, ni mucho menos un imprescindible, pero sí un tebeo del todo recomendable para los seguidores del terror marca Marvel. Con sus luces y con sus más que evidentes sombras, destaca un apartado gráfico bien conseguido, en general, y el intento inicial de un acercamiento a la obra de Mary Shelley como los cánones mandan. Solo por eso, merece la pena echarle un vistazo, pues la criatura creada por Víctor Frankenstein no ha tenido mucho más recorrido superadas estas historias de los setenta. Es justo recordar a uno de los primeros incomprendidos por antonomasia pues el monstruo fue de los pioneros en sufrir el rechazo de un entorno que no le comprendía. Cuantos le habrán seguido después y cuantos quedan por pasar ese desagradable trago.
El Monstruo de Frankenstein
Guion - 6
Dibujo - 7.5
Interés - 6
6.5
Valoración Global
Un monstruo camina entre nosotros. Lo mejor y lo peor de la legendaria creación de Mary Shelley en un único tomo
Grande otra vez, Señor Porras. ¿Que queda aún por publicar del terror clásico de la Marvel?
Los números que se acercan al Frankenstein de Shelley parecen la mejor parte de este tomo.
Pues el Hombre Lobo, el Motorista Fantasma y las historias de Brother Vodoo, Hellstorm, Satanna, el Golem,Tales of the Zombie, Scarecrow y una especie de exorcista llamado Gabriel si mal no me acuerdo; calculo de 6 a 8 tomos de material si no mas.
Muchas gracias por comentar señores Dynamo y Hammanu.
Pues como ya ha dejado listado Hammanu, queda todavía un buen caladero en cuanto al género de terror. Aunque hay series que por su escasa andadura no daría para tomo , a menos que se planteé algún volumen antológico. Solo con Werewolf By Night y Ghost Rider ya saldrían varios MLE. Y aquí un fan entregado del género en estilo Marvel 😉
Saludos
Interés: 6. Precio: 48 euros. Mmmmm…, no compro. La relación calidad/ precio parece bajísima.
Y vuelvo a agradecerte, Arturo, tu sinceridad.
Un saludo.