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Que todos los mares y océanos vibren al unísono pues celebramos la llegada del segundo Marvel Limited Edition dedicado a la figura de
Pero esta historia ya la conocemos y tiene un final feliz. Los superhéroes volvieron con fuerza, y en la editorial de Goodman se instauró la Era Marvel de los cómics, gracias al empuje de creativos como Stan Lee y Jack Kirby. Dos autores, por cierto, que se habían forjado durante ese periodo mágico que se conoce como Golden Age, de la que era originario Namor. Lee y Kirby recuperaron en Fantastic Four#4, tal cual, a la creación de Bill Everett, por un lado reconociendo ese legado, y por otro otorgando una posibilidad de futuro para el Príncipe Submarino. A partir de ahí fue un secundario recurrente en la serie de los 4F, pero Lee sabía que el personaje tenía potencial para mucho más. En unos días complicados, por la nefasta distribución de la editorial, consiguió hacerle un hueco en una cabecera contenedor, Tales To Astonish, compartiendo espacio vital con el Increíble Hulk. Fue en esa serie donde su regia figura se consolidó y una vez llegado al #101, separaron sus caminos, quedándose el Gigante Esmeralda el hueco de la anteriormente conocida como Tales To Astonish. En ese momento, Namor pasó a lo que se suponía otra cabecera compartida, esta vez junto con Iron Man, pero el experimento no se alargó más de un solo número. En mayo de 1968 sale a la luz Sub-Mariner#1, el primero de una larga colección con el rey Atlante como máximo reclamo.
Y es aquí donde da comienzo nuestro repaso puesto que el #1 se incluyó en el tomo previo, “Príncipe de Atlantis”, lo que nos deja este volumen como clara y necesaria continuación de aquel. Hemos hablado de Stan Lee como principal impulsor de la figura del atlante, pero también hay que decir que él era el editor jefe de la compañía. Poco a poco tuvo que ceder muchas de sus colecciones a otras manos que dispusieran del tiempo necesario para acometer guiones completos. Lo que nos abre el pie necesario para hablar de Roy Thomas. Roy se convirtió en uno de los favoritos de Stan. Profesor de literatura nacido y forjado en Misuri, Thomas fue parte de los primeros movimientos formados por fans de los cómics, e incluso llegó a poner en marcha fanzines; esa contagiosa pasión terminó por ganarse el corazón de Lee. La relación entre el guionista y el personaje ya había comenzado en la recopilación anterior, haciéndose cargo de varios números a partir de Tales To Astonish#93. Algo que alegró a Thomas sobremanera pues es una cuestión que el autor nunca ha negado, su pasión por la Golden Age. El hecho de poder regir los destinos de un personaje al que había venerado como lector era como un sueño hecho realidad.
Roy tenía el inconveniente, muchas veces, de que saltaba a las cabeceras con tramas ya puestas en marcha por Lee, por lo que tenía que ser cuidadoso al respecto. Pero con Sub-Mariner#1 Thomas dio un golpe sobre la mesa para dejar claro al respetable que era el guionista perfecto para la serie. Archie Goodwin había presentado a un villano llamado Destino en Tales to Astonish#101. Roy Thomas lo recoge para seguir desarrollando el feudo entre ambos en Iron Man & Sub-Mariner#1, donde se presentaba el origen del malvado y cómo había obtenido sus poderes, ya que consigue hacerle frente a Namor sin apenas problemas. En el ya citado Sub-Mariner#1, Roy lo establece como una némesis todavía si cabe más peligrosa pues se le presenta como el causante de la pérdida de memoria del rey atlante, aquella que le llevó a un albergue de mala muerte donde lo encontró Johnny Storm en la serie de la Primera Familia. En este episodio, el guionista dio una clase magistral de retrocontinuidad, al contar de nuevo el origen de Namor pero a la vez hilando los acontecimientos de Fantastic Four#4. Algo que necesitaba el escritor pues él no había sido el escogido para iniciar la cabecera de Namor. Tal honor le correspondía al ya nombrado Goodwin pero…. no es que fuese un guionista de aquellos que podríamos denominar rápidos. Y ya llevaba a Iron Man en danza, por lo que decidió renunciar al Sub-Mariner, para regocijo de Thomas.
Este volumen se abre con el equipo titular designado de manera definitiva por la editorial, Roy Thomas y John Buscema. Roy era, y todavía se mantiene en esas trece, un declarado fan de todo lo que sonara a Golden Age. Namor era uno de sus personajes favoritos, por lo que es fácil presuponer que el autor lo trataría con mimo y con estima. Para empezar, debe recoger lo sembrado con anterioridad y ese es un Hombre Submarino aparentemente muerto a ojos de su pueblo y una Atlantis destruida. Lady Dorma debe guiar a los afligidos atlantes a una nueva tierra prometida pero el Hijo Vengador no puede inmiscuirse en tales asuntos hasta que el malvado Destino sea derrotado. Así, se muestra seguidor de una tónica que acompañaba al personaje desde sus primigenias apariciones. Namor es rey de Atlantis, pero lejos de centrar sus peripecias dentro del reino acuático, cuestión seguro que bastante costosa lo de regir una civilización perdida, siempre había algo que le hacía salir de su regia poltrona. Roy lo denomina “inclinación por las búsquedas” en uno de los prólogos que adornan el tomo. Como ejemplo, recordamos que una ocasional salida a tierra firme supuso que su ministro de la guerra, Krang, usurpase el trono al inicio de su periplo en Tales To Astonish, lo que le llevó a la búsqueda del Tridente de Poseidón, lo único que podía restituirle en el puesto. Roy Thomas es muy deudor de lo dejado por Lee, e igualmente, de todo lo que instauró Everett en la colección clásica, por lo que comienza su etapa con una larga búsqueda del villano Destino, del que conoceremos sus planes de conquista y cómo hace funcionar su Corona de Poder. Esto nos llevara a descubrir la Corona Serpiente, un objeto que acabará por traspasar los límites de esta serie y pasó a convertirse en algo muy codiciado por el resto del Universo Marvel. Este entramado acarrea un buen puñado de páginas del volumen, nada menos que hasta el #13.
Thomas seguía la estructura de su antecesor, pequeñas tramas que se concatenaban y ocasionales retornos a su adorada Atlantis. Pero no fue lo único que aportó. Es más, se puede decir que se esforzó en otorgar toda una nueva galería de personajes que añadir al background de Namor. Caracteres como Todd Arliss, un antiguo campeón de natación que acabará convertido en el artero Tiburón Tigre, obra y gracia del Dr. Orcas, y su hermana Diane, que establecerá una cambiante relación con el atlante (tan pronto rivales, tan pronto aliados) serán habituales en el recorrido de Namor en estas páginas. Tiburón Tigre se convierte en uno de los adversarios por antonomasia del Sub-Mariner. Pero no será el único creado ex profeso para esta serie. También tenemos a Orka, otro experimento del Dr. Orcas solo que esta vez en el cuerpo de un atlante, o la conversión de un secundario como el Dr. Newell en Manta Raya, un personaje que con el tiempo llegaría a ser Vengador. Y eso que no nos olvidamos de los clásicos, como Attuma o Krang, siempre amenazantes, siempre recurrentes.
Roy Thomas organiza un combo entre la novedad y lo clásico, mezclado con muchos y variados elementos del Universo Marvel, añadiendo además un especial gusto por la serie B, tan grata para el guionista en aquella época. Así, en cuanto a lo clásico, se permite el lujo de dar una explicación a la situación actual (década de los 60) de Betty Dean, su terrestre enamorada en los años 40, o recuperar a un enemigo de la Antorcha proveniente de la Golden Age, el Capitán Barrcacuda. Pero si hablamos de la Antorcha Humana original, qué mejor que traer de vuelta al androide para batallar, como en los viejos tiempos. El guionista, eso sí, se previene de hacer algo simple y ya visto un millón de veces, por lo que añade un giro final que va a resultar llamativo para el lector. Elementos reconocibles para el marvelita de pro hay en cantidad. Parece que Roy quería otorgar un valor extra para Namor, no solo como monarca de un reino perdido, aventurero y superhéroe….necesitaba que se implementara en el imaginario como un elemento fundamental del entorno compartido. Así, para comenzar, se topa con los Inhumanos, especialmente con Tritón, que por compartir el líquido elemento como hábitat natural, se hace muy sencillo entablar lazos entre ambos. El Inhumano es protagonista con el atlante en más de una (y de dos) ocasiones en este tomo. Otro aspecto consustancial al personaje es su relación con los 4 Fantásticos y aquí tenemos la ración pertinente de tortas entre Namor y la Cosa. El Hombre Dragón, Dr. Muerte, Dr. Extraño, Pensador Loco, Los Vengadores….. y esto es lo más evidente. La cantidad de guiños es realmente numerosa, llegando a su cumbre con la recuperación del Cuerno de Proteo. Este artefacto había sido utilizado por Namor en Fantastic Four#4 y de él nunca más se supo. Thomas vuelve a hilvanar conceptos del pasado con elementos novedosos para sacar rédito a sus aventuras.
Ya hemos comentado que Thomas utilizó elementos de películas de serie B en su andadura. No en vano, al versar sobre el monarca de un reino imaginario, el personaje se presta a ello. Por ejemplo, qué hay de esa leyenda que habla de un punto donde se reúnen todos los barcos extraviados por los anchos mares; pues le damos un sentido a ese Mar de los Sarganzos. Hablamos de Atlantis, un conteniente perdido reconvertido en reino submarino en el Universo Marvel; pues nada, recuperamos otro, Lemuria, y lo convertimos en un novedoso territorio acuático situado en el Pacífico. Que en los cincuenta Thomas disfrutó con la saga de “La Criatura de la Laguna Negra”, vamos a ver que podemos rescatar de ahí. Pues el hecho de que a Namor se le cierren las branquias de forma quirúrgica, dejando al Príncipe Submarino varado en tierra firme, proviene directamente de su experiencia como espectador de esos films. El escritor es capaz de colar múltiples referencias en todo su periplo y ya conocemos el carácter agudo del autor, conjugando aportes culturales, el bagaje del Everett de la Golden Age y las novedades incorporadas durante su intenso recorrido en Marvel.
El Príncipe Namor de la Era Marvel es sinónimo de pura aventura. Pocas veces nos adentramos en las cuestiones políticas de comandar a toda una raza; haciendo un símil, acercarse a una especie de “Game of Thrones” marítimo. Ese no era el camino. Así lo había planteado Stan Lee desde que comenzó Tales to Astonish y lo mantendrá a pies juntillas Roy Thomas en Sub-Mariner. De todas formas, Atlantis no desaparece; se sabe que está ahí. Lady Dorma, el sabio Lord Vasthi, el responsable científico Ikthon, el bravo Lord Seth…todos ellos se encargan de comandar el reino, en ausencia del Hijo Vengador. Solo en Sub-Mariner#17 se asoma algo de intriga palaciega con los tejemanejes de Kormok, uno de los sacerdotes de Atlantis, aunque pronto se convertiría en una aventura de corte extraterrestre. O en el #25, donde Namor va a pedir explicaciones a las Naciones Unidas por la contaminación de los océanos. Pero, en líneas generales, no esperen nada complejo, sino más bien peripecias, porrazos y desarrollos de personajes al estilo Silver Age.
Y es que pocos autores hay más clásicos que el bueno de Thomas. Da la sensación de que trataba de hacer una cabecera con un toque extra de naftalina, en unos días que al lector actual todo le suena ya a suficientemente almidonado. Una serie para talluditos como él, que en los sesenta todavía leían cómic de superhéroes. Namor no habla, declama; los personajes no reflexionan, recitan. Todos los diálogos apuntan a una obra de teatro dieciochesca, fuera de su propio ambiente. Es más, parece hasta intencionado. En Sub-Mariner#20, con el Príncipe Atlante en Nueva York, un muchacho cualquiera le oye por su ventana y el guionista pone lo siguiente en un globo de pensamiento del chaval: “El Hombre Submarino haciendo su monólogo de Hamlet debajo de mi…”. El propio Thomas admite incluir conceptos “shakesperianos” como el bufón que se le añade como fiel acompañante a Attuma, extraído de manera nada velada de las páginas de “El Rey Lear”. Hay que admitir que debes de querer entrar en el juego; si no es así, se convierte en una lectura difícil de asimilar.
Si a nivel de guion es fácil que este tomo divida a la parroquia, no lo es tanto en el aspecto gráfico. Por aquí pasean artistas de relumbrón, con impresionantes habilidades artísticas. Comenzamos con John Buscema, el responsable a los lápices desde el #1 de Sub-Mariner. Giovanni Natale Buscema inició su carrera como un dibujante de género a mediados de los cincuenta: western, ciencia ficción, romance, etc. Cualquiera de ellos valía para probar sus dotes como artista esmerado, un portento de precisión en el trazo y delineación de la figura humana. En 1966 regresó a la que en tiempos era conocida como Atlas, lugar donde había dejado producción de forma previa, y que ahora estaba inmersa en plena Era Marvel de los cómics. Allí haría suyo el estilo dominante, es decir, el de Jack Kirby, del que tomará prestado la fuerza y el dinamismo que había instaurado el Rey. Eso sí, sin renunciar a su toque perfeccionista y realista, en cuanto a anatomía humana se refiere. En pleno apogeo artístico, Big John da un recital en estas páginas, una master class de acción superheroica, tal y como recuerda Roy Thomas: “Nadie ha dibujado jamás una primera página de un impacto más brutal y con una sensación de poder desencadenado mayor que John en Sub-Mariner#2….recuerdo maravillarme ante la viñeta de la página 3, en la que Namor se sumerge bajo la superficie del océano….”. Y es que, por aquellos días, el artista hacía páginas completas y detalladas, como bien rememora el guionista. Observar de cerca toda esa grandeza en el detalle debía impactar en cualquiera. Entintado por Frank Giacoia o por Dan Adkins, eso era irrelevante; cada viñeta dibujada por Buscema exhuma calidad por los cuatro costados.
La etapa Thomas-Buscema finaliza en el #8 (aunque haría retornos puntuales, en los números 20 y 24). Tocaba asumir que Sub-Mariner era una cabecera secundaria y Big John era reclamado para metas más importantes. En este caso, fue Stan Lee el que solicitó sus servicios como dibujante regular de la nueva serie de Estela Plateada. Así que Roy se vio compuesto y sin dibujante para el siguiente número. Stan tenía el repuesto preparado, una artista con la que había trabajado en las aventuras del Increíble Hulk, en Tales to Astonish, Marie Severin. Dibujante, entintadora, colorista, ilustradora….el desempeño de Marie en Marvel es mucho y variado. De casta le viene al galgo, podríamos decir, pues proviene de una familia de artistas. Eso hizo que tomara clases de ilustración en una de las numerosas escuelas de la Nueva York de finales de los años 40. Pero claro, su rol de mujer le encasillaba en trabajos de tipo oficina, por lo que pronto se vio anclada a una mesa, ejerciendo de secretaria en Wall Street. Eso no hizo que Marie dejase de lado el dibujo, dedicada a perfeccionarlo en sus ratos libres. Su gran oportunidad vino de prestado, pues fue a través de su hermano, el legendario John Severin, que fichó por la editorial EC Comics de Bill Gaines en 1949. Éste ingresó en la compañía y en cuanto advirtió que había un puesto libre en la faceta de colorista, John sugirió el nombre de su hermana. Gaines dio el visto bueno y Marie se vio por fin recompensada en un trabajo artístico. De ese mismo año 49 consta su primer crédito en una publicación. Adiós al aburrido trabajo de Wall Street.
En EC se dieron sus años de formación y consolidación, convirtiéndose en una prestigiosa colorista. Allí se mantuvo, contra viento y marea, hasta que la editorial tuvo que cerrar, consecuencia directa del enfrentamiento de Gaines con la censura. Toca un periodo confuso, donde probará con diversos proyectos, entre ellos un paso por Atlas Comics, demandada por Stan Lee, aunque no se mantuvo mucho allí. En 1965, ya con la Era Marvel a pleno rendimiento, Lee le ofrece un puesto en plantilla, como colorista. Severin enseguida acepta, dejando de lado el trabajo en una productora cinematográfica que tenía en aquellos momentos. Sobra decir que pronto será requerida para otros aspectos, más allá del color, como demuestra su rápida integración en el staff artístico, asignada a los lápices para las aventuras de Hulk, Namor o el serial satírico Not Brand Echh. Y esa es una de las mejores características de Marie, su versatilidad. Era capaz de dotar de la energía testosterónica tan necesaria al género del superhéroe y, a la vez, aplicar el carácter paródico a una revista satírica, con la misma fluidez con la que cambiaba de entintadora a colorista. Pocas personas eran capaces de aquello en la redacción. Roy enseguida se dio cuenta; Buscema era el dibujo puro, en esencia; Severin era la versatilidad. Así que Sub-Mariner#9 tiene el honor de ser la primera colaboración entre ambos, pero no lo última.
Hacemos un breve paréntesis pues retorna un viejo conocido a la cabecera, Gene Colan. Los números 10 y 11 están firmados por él, ayudado a las tintas por Dan Adkins y George Klein. Comenta Thomas, en uno de sus textos, que Severin fue pensada para salir del paso. Con Buscema ocupado, se barruntó la posibilidad en traer de vuelta a uno de los artistas que había consolidado la imagen arquetípica de Namor durante Tales to Astonish (entre otras cosas, ese diseño de cabeza redondeada del atlante que tanto horrorizaba a Thomas y que tardó mucho en suprimirse). Colan es otro de los maestros que tenía Marvel en nómina; su Namor es imperial, su desarrollo de la acción es eléctrico y su composición de página brillante…pero no estaba interesado en atarse a esta colección. Cumplió con su labor, al realizar estos dos números, pero sin visos de continuación. Es entonces cuando se decide la entrada de Severin como artista regular. Ella y Roy trabajaron de forma muy cercana pues ambos coincidían de manera habitual en la redacción, cosa que no ocurría con el resto del elenco.
Thomas y Severin forman el equipo más estable en este tomo. Entintada por Joe Sinnot, Mike Esposito, Dan Adkins, Tom Sutton, Johnny Craig o por ella misma, Marie se afianza como una de las artistas más icónicas en cuanto a Namor se refiere. Prueba de su buen hacer es que es reclamada para cuestiones más apremiantes durante su periplo. En una ellas, nos vuelve a relatar Roy Thomas, Jack Katz iba a sustituir a Severin de manera definitiva. Las muestras que presentó el dibujante, un artista que se había curtido en los géneros Atlas de los cincuenta, no gustaron nada a Stan Lee y volvió a recurrir a Marie para que arreglara el desaguisado. Obviamente, el bueno de Jack no apreció de buenas maneras que le enmendaran la plana, por lo que el #17 viene firmado con el pseudónimo Jay Hawk. Katz no dibujó más superhéroes Marvel y continuó en lo poco de géneros que quedaba en la editorial. Marie “Meliflua” Severin volvió a ser ratificada en el cargo, por lo menos hasta el #23.
Pero era evidente, que más tarde o más temprano, la colaboración iba a acabar. Roy lo percibía. Aquello que él llama el “juego de las sillas”, al determinar el editor los cambios artísticos momentáneos, no era del agrado del guionista. Y eso que admite que tuvo que acometer tal proceder cuando se convirtió en director editorial, pero el Roy creativo no puede obviar que es una mala idea. Por mucho que hablemos de dibujantes de calidad, cambiar de Severin a Colan, volver a Severin y luego a Buscema, no hacia ningún bien a la colección. No sabemos qué pensará el autor en cómo se conciben las cabeceras actualmente, con grupos artísticos rotativos, pero por sus palabras en este tomo lo podemos imaginar. La variación estilística de un número a otro es mala, sin importar la calidad de los implicados. Por eso, a la altura de Sub-Mariner#25, Roy se precia de conseguir un artista regular de la talla de Sal Buscema. Del pequeño de los Buscema solo tenemos una muestra en esta recopilación, por lo que de sus habilidades hablaremos largo y tendido en próximas publicaciones. Que si el ritmo no falla será dentro de unos dos años. Aunque, hay que recordar, este MLE surgió como sustituto del Tomb Of Dracula Magazine, que la editorial italiana se negó a publicar sin los materiales en condiciones adecuadas.
En definitiva, se trata de un tomo muy deudor de una forma de narrar que ancla sus raíces en la Golden Age. La modernidad de su aspecto gráfico, con dibujantes de la talla de los Buscema, Severin o Colan choca con un desarrollo de personajes más bien plano y unas tramas mayormente simples. Tienen su encanto, porque no, puesto que estas viñetas están llenas de homenajes a un héroe tan particular como es Namor, el Príncipe Submarino. Roy Thomas siempre ha declarado que para encarar un personaje es partidario de mirar al pasado, de unir todos los puntos que han quedado deslavazados por el camino, y a partir de ahí, mirar hacia adelante. Y en este tomo cumple a la perfección tal premisa. Primero había que consolidar a Namor, referenciar todo aquello que habían apuntado Everett o Lee antes que él, y luego ya iría añadiendo cuestiones de su propia cosecha. Tarea nada fácil, querido lector o lectora, por lo que desde aquí ruego el beneficio de la duda para el autor y que se acerquen sin prejuicios a este «¡Un Mundo Contra Mí!«. Puede que se encuentren con una lectura más agradable de lo esperado.
Namor ¡Un mundo contra mí!
Guion - 6
Dibujo - 8
Interés - 7
7
Valoración Global
Aventuras que rememoran tiempos pretéritos y con un acabado artístico impecable
Dan ganas de comprarlo tal como lo cuentas. Avisando no obstante de lo clásico para quienes se le atragante. Enhorabuena.
Y otra charla de vicisitudes editoriales que tanto disfruto. En esta ocasión las dificultades de la mujer para abrirse camino en el mundillo.
Mil millones de gracias amigo Dynamo, por su comentario habitual 😀
Y bueno, la excelsa Severin no es que fuese de las pioneras en el noveno arte norteamericano. Antes que ella tenemos nombres como Rose O’Neill, Fay King, Ethel Hays, Marjorie Hendell Buell, Dale Messick, etc, etc, etc. Muchas y variadas artistas, aunque casi siempre relegadas y, por momentos, hasta olvidadas. Pero a mi me gusta pensar en Marie más como una fémina en un mundo de hombres, como una una artista con una grandísima versatilidad. Lo que le pusieras a nivel artístico te lo hacía sin despeinarse. Color, tintas, producción, ilustración…Y en cuanto a lápices, igual te hacia un cómic del Increíble Hulk o de Kull el Conquistador que caricaturas por doquier en Not Brand Echh. En los 80 hizo todos esos cómics de licencias como los adorables muñecos de Jim Henson. Siempre cumpliendo, siempre meliflua.
Saludos compañero!!!
Excelente artículo, como de costumbre, sr. Porras. Concuerdo con el camarada Dynamo, ¡hasta dan ganas de comprárselo! Pero el presupuesto y, sobre todo, el espacio son limitados, por mucho que sea una inmejorable edición de las aventuras del primer mutante de Marvel…
El primer Mutante de Marvel…. Intuyo la conexión… Aunque ese título honorífico viene por fecha de publicación, que no cronología, pues los hay más viejos.
Un saludo y gracias por sus palabras 😉