40,95 euros
Shang-Chi, el Maestro del Kung-Fu marveliano, ha sido un personaje intermitente durante sus más de 40 años de vida editorial. Creado a rebufo de la moda de las artes marciales en los años setenta del siglo pasado, fue un habitual durante una larga temporada en el catálogo de la compañía. Se da la circunstancia de que su trasfondo es muy deudor de las creaciones de Sax Rohmer, por lo que cuando la licencia voló de la Casa de las Ideas, su camino se vio rápidamente truncado, pese a ser propiedad de pleno derecho de Marvel Comics. Apariciones esporádicas, por aquí o por allá, pero con un perfil tan bajo que no llegó a las suela de los zapatos de sus días de grandeza. Esos se corresponden con la añorada etapa del guionista Doug Moench, junto a dibujantes de la talla de Paul Gulacy, Mike Zeck o Gene Day. Un periodo donde el nivel de calidad se mantuvo altísimo en su largo recorrido (algo más de cien números USA) y que, por los consabidos problemas de derechos, había quedado sepultado en los despachos de abogados. Finalmente, en 2016 se anunció su pronta recuperación en volúmenes con lujoso formato Omnibus para el mercado americano, que en España se han transformado en seis jugosos Marvel Limited Edition, de los que hemos ido disfrutando a lo largo de los últimos meses. Este séptimo tomo, titulado “Cruzando Líneas”, es una aportación novedosa del binomio Panini-SD Distribuciones, creadores del invento, para tratar de cubrir el ansia completista de los aficionados que se han hecho con el grueso de la colección, ya que aquí se van a encontrar con un popurrí variado de apariciones estelares del artista marcial. Algunas, es cierto, sacadas de la recopilación original, tal es el caso del serial Marvel Comics Presents o del especial Bleeding Black. Pero otras son materiales modernos, en algunos casos, demasiado, integrados para tener una visión lo más total posible del personaje, que como ya hemos dicho, no es que se haya prodigado mucho. En las siguientes líneas vamos a ir desgranando las diversas historias, para que el lector casual sepa bien cómo actuar.
Master of Kung-Fu, la cabecera clásica, terminó en junio de 1983, con el #125 como fin de camino. En relación a la primigenia andadura de Chi, no vamos a entrar en detalles puesto que ya le dedicamos un artículo previo, donde ahondábamos en su intrahistoria. Solo recordar que Doug Moench no pudo finalizar su periplo en condiciones debido a su continuado enfrentamiento con Jim Shooter, el editor jefe de la época. Las constantes intromisiones del mandamás provocaron la salida del dibujante titular, Gene Day, con el que el guionista se sentía especialmente unido. Moench cortó cualquier tipo de lazo con Marvel y se fue a la Distinguida Competencia. Alan Zelenetz se encargó de dar carpetazo al primer volumen del Maestro del Kung-Fu como buenamente pudo.
Pero en el mundo del espectáculo, tan pronto estás arriba, como te mandan hacia abajo. Jim Shooter fue despedido de Marvel Comics en 1987 y su sucesor, Tom DeFalco, quiso resarcir a un buen puñado de sus agraviados. Uno de ellos fue Doug Moench. El guionista, pluriempleado en aquellos días, trabajaba de manera continuada en DC, además de tener contrato con la cadena de televisión CBS, ejerciendo de escritor y editor del cartoon protagonizado por “Super Ratón”. Michael Higgins, un nuevo editor nombrado por DeFalco, se puso en contacto con Doug para ofrecerle el retorno a Marvel, por lo menos a guionizar de forma ocasional para ellos. Higgins le comentó que Shooter se había marchado y Moench tenía ganas de dejar de lado su faceta televisiva, cansado de su estancia en California, por lo que aceptó el ofrecimiento. De aquí surgieron varios especiales en los que Shang-Chi sería parte destacada.
Lo cierto es que Doug Moench es el guionista principal de esta recopilación, ya que es el autor de los especiales fechados a finales de los ochenta (y alguno de los 90), y la mini serie en la que volvió a unirse con el dibujante Paul Gulacy, esto ya en el inicio del S.XXI. Todo este material ocupa el bloque primordial del tomo, que es lo que ha permitido a Panini y SD conectar con el recorrido inicial del personaje. Se puede decir que Moench es el ancla que conecta los siete Marvel Limited Edition. Es por eso que nos saltamos el orden del índice de la obra, para estructurar el relato en torno al material realizado por el bueno de Doug y el que no.
El guionista acepta volver a Marvel Comics y uno de sus primeros proyectos es una serie protagonizada por Shang-Chi, como no. El tema es que no había cabecera regular, ni tampoco derechos sobre las creaciones de Rohmer. El destino final sería la colección Marvel Comics Presents, una revista de periodicidad quincenal con una innovadora forma de narrar historias puesto que únicamente se contaba con ocho páginas en cada ejemplar para las tramas en curso. En la parte artística teníamos como encargado de los lápices al dibujante Tom Grindberg, que en Marvel apenas había participado en un anual de X-Factor y en algunos números de Justice (el superhéroe Vance Astrovik también conocido como Justicia), un veterano como Dave Cockrum a las tintas y una habitual del color como Petra Goldberg (firma con su nombre de casada, Scotese, pero todos reconocemos su trabajo). Moench sitúa al Maestro del Kung-Fu en los alrededores de Hong-Kong, tranquilo, retirado, con la apariencia de ser un simple pescador, pero los juegos de engaño y muerte pronto volverán a importunarle. Black Jack Tarr, Leiko Wu y Clive Reston (todos personajes propiedad de Marvel) retornan a la vida del hijo de Fu Manchú para insuflar nuevas dudas en torno al crecimiento y avance de su espíritu. Doug Moench trata de articular esta historia a la vieja usanza, con el espionaje, el repertorio de las luces y las sombras, pero sin alguno de los elementos que se habían tornado indivisibles del personaje: Nayland Smith, Petrie, el maléfico Doctor y su hija Fah Lo Suee (Marvel Comics Presents #1-8, con fecha de portada 1988).
La parte del serial protagonizada por Chi fue muy buen recibida, por lo que desde las altas instancias editoriales le solicitaron a Moench una continuación. Pensada inicialmente también para Marvel Comics Presents, con un ligero aumento del espacio, diez páginas en vez de ocho, al final la providencia quiso que se publicase como un especial de ochenta páginas, titulado Bleeding Black. Cuenta el propio escritor que la cabecera antológica estaba pasando por ciertas reformulaciones, aspecto que propició la salida de un voluminoso ejemplar a gran tirada. Además, se puede decir que es el material que mejor aprovecha el concepto, recuperando la más inspirada mezcla de acción, artes marciales y espionaje, con aromas a tiempos pretéritos. Acompañado de su cohorte de habituales, se busca mucho del influjo de Fu Manchú para espolear a Shang-Chi y eso que no se le nombra, ni siquiera se le puede insinuar. Solo un lacónico “tu padre” en referencia al maléfico Doctor. Incluso, se llega a repescar a un enemigo clásico como era Zarán, el Maestro de Armas. Este personaje, tras su salida del entorno de Master of Kung-Fu, terminó por recalar en el grupo de malosos de segunda durante los años 80 en la editorial, por lo que Moench trata de separarse de él, presentando a este Zarán como su alumno aventajado, aunque, probablemente, lo que quería decir es que éste era el auténtico, el de su andadura inicial. En definitiva, un especial que recuerda lo mejor del legado del artista marcial, algo a lo que contribuye su apartado gráfico. La razón la localizamos en el equipo artístico, compuesto por David y Dan Day, que por su nombre han podido adivinar, son los hermanos del genial Gene Day. Pese a que la calidad del hermano mayor es difícil de alcanzar, los dos tratan de emular las mejores características de Eugene, con una narrativa arriesgada y composiciones que quitan el hipo (y alguna estatua, como homenaje fraternal).
Estas dos grandes tramas sirven como colofón y epílogo a la grandísima etapa de Moench con el buen Chi. Supone un debe obligado su inclusión en cualquier recuperación de la misma. El guionista no deshizo ni una coma de lo dejado por sus antecesores, no era ese su interés, desdecir los estertores finales de aquella, por no poder poner fin a Master of Kung-Fu en sus propios términos. Doug recogió a Shang-Chi tal y como estaba por aquellos días, reinstauró los juegos de engaño y muerte, además de explotar las relaciones con los secundarios que todavía podía trastear. Se pueden considerar continuaciones naturales, pese a que en ambas dos nos falta el diabólico Doctor.
Pero no terminamos con Doug Moench. Panini y SD Distribuciones han incluido más material con él como principal reclamo. La primera parada es un especial del Caballero Luna, aunque Shang-Chi es tan protagonista como el discípulo de Khonshu. Este one shot está datado en octubre de 1992 y cuenta con un dibujo a cargo de Art Nichols, Chris Ivy y Mike Thomas (lápiz, tinta y color, respectivamente). El guionista presenta una asociación interesada entre ambos personajes, pues las pesquisas de cada uno de ellos les han llevado hasta la antigua isla de Mordillo, un enemigo específico del Maestro del Kung-Fu, fallecido años ha. Nos encontramos con un episodio curioso, que sabe hilar los trasfondos de cada uno de ellos (apariciones de Black Jack, la secta del Amanecer Dorado, las empresas de Spector…) para armar una trama entretenida, hecha con mucho oficio, pero sin ser un dechado de virtudes. La aportación más floja a cargo de Moench en todo el tomo.
Más enjundia y entidad tiene la mini serie de seis números publicada en la Línea MAX durante finales del 2002 y comienzos del 2003. Todo un acontecimiento pues suponía el reencuentro entre el equipo estelar, formado por Moench y Gulacy, y el personaje de Shang-Chi. Un proyecto sin ambages debido a que no se aplicaban cortapisas en cuanto a censura en la línea Marvel para adultos. Y Doug sabe muy bien lo que nos gusta, por lo que de todo ello tendremos cumplida cuenta desde el minuto uno: el espionaje, filosofías varias, Leiko, Reston, Tarr, Chi repartiendo de lo lindo y un villano, Saint Germain, que poco tiene que envidiarle a su maléfico padre. Todo un cóctel ganador puesto en bandeja para que un maestro de la narrativa cinética como es Gulacy nos asombre con un endiablado ritmo y con sus composiciones de página.
Se nota la buena sintonía entre los integrantes del equipo creativo, ya que Doug y Paul son grandes amigos, precisamente desde que coincidieron en Master of Kung-Fu. Han trabajado juntos numerosas veces, a lo largo de su carrera, lo que en términos profesionales significa una retroalimentación. Sin duda, esa conexión, más la vuelta de un personaje añorado, propició que este proyecto en la Línea MAX fuese de lo más esperado por el aficionado. Moench monta el guion como si de una gigantesca superproducción de intrigas y acción se tratara. Un thriller intenso donde el lector no debía perder su atención para ir rellenado los pequeños huecos del puzzle. Mantiene el clásico tono de espionaje, la dinámica entre protagonistas, destacando el triángulo Chi-Reston-Wu y el influjo malvado de Fu Manchú (pese a que no se le puede nombrar, ni señalar) e introduce alguna novedad como los elementos paramilitares que cada vez más adornan los engranajes de las grandes naciones. El resultado es explosivo, como todo el mundo esperaba, y pese a algunas deficiencias en el apartado gráfico, que más adelante comentaremos, este volumen MAX de Shang-Chi hará las delicias de todos aquellos que han disfrutado de las aventuras previas con el personaje, realizadas por Moench y Gulacy.
Hasta aquí el ancla, el hilo conductor del volumen, Doug Moench. Toca pasar a un par de breves acercamientos modernos realizados por otros autores, sin rastro del guionista que mejor supo comprender al hijo de Fu Manchú. En el año 1997, el bueno de Shang tuvo la oportunidad de brillar de nuevo debido a su aparición como estrella invitada en los X-Men de Scott Lobdell y Carlos Pacheco. En aquel ciclo (X-Men #62-65) los mutantes trataban de contrarrestar los efectos del Virus del Legado y pensaron que el Elixir Vitae del Diabólico Doctor podía ser un antídoto para él. Claro está, tuvieron que unir fuerzas con un conocedor del entorno como es nuestro chino preferido, tal y como lo denominaba el gran Tarr.
El artista marcial llevaba olvidado desde 1992, fecha del último especial que compartió junto al Caballero Luna, por lo que los editores consideraron el dedicarle unos números en una cabecera antológica como era en aquellos días Journey into Mistery, para testar su viabilidad como activo en el catálogo Marvel. Así pues, tenemos a Shang-Chi de nuevo como protagonista en el arco que va del #514 al #516. El equipo creativo elegido fue uno de los habituales de aquellos noventa, con Ben Raab al guion, Brian Hagen a los lápices, Sandu Florea haciéndose cargo del entintado y Steve Oliff del color. Es evidente que los autores conocían de las características del personaje, esa filosofía pacifista que concierne al espíritu, las artes marciales, las intrigas…. todo eso lo tienen claro, pero tratan de hacer una actualización que no le queda bien a Shang-Chi. Para empezar, hablemos de su imagen, con pelo corto y con tatuajes, aspecto este último que desvirtúa su concepción contemplativa para convertirlo en algo molón, una suerte de héroe de película de acción asiática. Y eso que Raab lo introduce como un pescador en las cercanías de Hong Kong, un detalle que había utilizado Moench con anterioridad, pero rápidamente se vira hacía cuestiones truculentas, como el tráfico de drogas, la acción simple y formulaica, elementos lacrimosos con forma de una inocente niña, establecida como secundaria, y algo del pasado de Shang, en la figura de Loto Maldito, para no olvidarnos de la estirpe de nuestro protagonista. Como historia, funciona moderadamente en su contexto, pero ignora mucha de las esencias básicas del Maestro del Kung-Fu.
Si algo propició su aportación estelar en X-Men o su serial en Journey into Mistery es que Shang-Chi volvió a aparecer, de forma esporádica, en otras colecciones de la editorial. Sirvió para recordar que era propiedad Marvel, con todas las de la ley. Y así, si iba obteniendo importancia, con el tiempo podría recuperar su cabecera clásica. En los tiempos de Marvel Now! (anteayer, podríamos decir) llegó a ser parte de los Vengadores y eso dio lugar a un segundo volumen de Deadly Hands of Kung-Fu (en origen, el primero de ellos era un magazine en blanco y negro sobre todo tipo de artistas marciales), protagonizado por Shang-Chi. Escrito por Mike Benson y dibujado por Tan Eng Huat (el dibujante malayo que nos hizo sufrir con el X-Men Legacy de Legión), se trata de una mini serie de cuatro números que permanece inédita en España. No ha sido incluida en esta recopilación, cosa que sí ocurre con el Master of Kung-Fu#126. Este es un número unitario, un one shot, que surgió bajo el paraguas de la iniciativa Marvel Legacy, donde se recuperaba la numeración original de las cabeceras. Una rara avis, publicada en enero de 2018 (fecha de portada), que Panini y SD han determinado de interés para la recopilación.
Este #126 trata de interconectar con aquel #125 que cerró la colección en 1983, pero solo en cuanto a numeración. La portada (de Javier Rodríguez) y el interior enganchan más con el Deadly de Marvel Now! que con cualquier cosa que hubiera hecho Moench anteriormente. El guionista seleccionado no es que fuese una estrella del medio. Hablamos del antiguo luchador de wrestling, CM Punk, reconvertido a escritor de cómics Marvel. Su bagaje se limitaba a una historia corta en un Annual de Thor, bastante lamentable por cierto, y una colaboración a cuatro manos con Cullen Bunn en la serie de Drax, que pasó sin pena ni gloria. Con tal currículo ya podemos inferir que este ejemplar es un completo horror del que me niego a hablar más. Pretende ser gracioso y ocurrente (ehh, un mono que sabe kung-fu) pero en realidad se trata de un insulto a la figura de Shang-Chi. Pena del trabajo gráfico, único aspecto salvable, a cargo de Dalibor Talajic (dibujo y tinta) y Erick Arciniega (color). Talajic ya había trabajado con Chi en el volumen dedicado al personaje en Secret Wars, una mini serie de cuatro números que tampoco se halla incluida en esta recopilación, planteada como un what if por Haden Blackman, como eran todas esas minis de las Guerras Secretas, pero con un conocimiento profundo del hijo de Fu Manchú. Lo dicho, pena de un arte malgastado en un sinsentido de número unitario para olvidar.
Como ya hemos visto, cuando Doug Moench no está al timón, el aspecto literario del volumen sufre en demasía. Ni siquiera el bueno de Moench se salva puesto que la colaboración con el Caballero Luna no pasa de mediocre y el primer serial de Marvel Comics Presents se nota un pizca descompensado. El mismo guionista lo admite en el prólogo de la edición USA: “no sé qué decir de esta historia, pero por algún motivo no me convence mucho. Quizás me había oxidado un poco. Quizás al tener que dividirla en capítulos de ocho páginas me descentró un poco. Quizás había algo de resentimiento en mí. Da igual. A pesar de que Michael (Higgins, el editor de la historia) me dijera que estaba bien, ni pensé ni pienso que fuera especialmente memorable”. Sin tratar el serial con tanta dureza como su creador, se puede decir que el trabajo de Moench está a muchas millas de los otros dos implicados, siendo sus picos de calidad el Bleeding Black y la serie MAX con el personaje.
En el aspecto gráfico no existe la misma uniformidad que en el guion, por lo que el volumen consta de una buena cantidad de dibujantes, entintadores y coloristas. Empezamos por Tom Grindberg, autor de los lápices de Marvel Comics Presents. Este artista comenzó su carrera a inicios de los años ochenta, como discípulo directo de Neal Adams, lo que hace de él un dibujante de trazo elegante y detallista, no en vano reconoce su otra gran influencia en John Buscema, entre otros (Berni Wrightson, Frank Frazzeta o Alex Toth). En su aportación a Shang-Chi sabe impregnar la necesaria energía cinética a la acción, sin desvirtuar el trazo, además de añadir composiciones muy estimables. Desde los tiempos de Gulacy, la narrativa gráfica con el artista marcial era de las partes fundamentales del cómic. Le acompañan un veterano de la casa como un cumplidor profesional del entintado, Dave Cockrum, y una no menos experimentada Petra Goldberg (o Scotese), lo que nos deja un buen trabajo en conjunto.
El Bleeding Black está realizado en su conjunto por David y Dan Day. Ochenta páginas que fueron planteadas como un homenaje al hermano mayor, el malogrado Eugene. Tratando de mimetizar su estilo, David y Dan intentan plasmar lo que ellos pensaban que sería un cómic dibujado por Gene. En cuanto a narrativa y composición, son las páginas más arriesgadas de toda la recopilación (superando a Gulacy) aunque los pequeños Day no llegaron a tener el talento total del vástago mayor. Se agradece y se disfruta, pero nunca llegan a sentirse como las planchas dejadas en el último tercio de Master of Kung Fu. De hecho, no son dibujantes que hayan tenido mucho predicamento en el medio. Sí, han trabajado para las dos grandes de forma ocasional, pero lo más conocido quizás es la presencia de Dan junto al propio Moench en Aztec, editado por Eclipse Comics.
La siguiente parada nos lleva a plenos años noventa, con representantes como Art Nichols o Brian Hagen, junto con sus respectivos entintadores y coloristas. Dibujo testosterónico, más bien estático, algo que no le funciona nada bien a Chi, y narrativa tirando a pobre es lo básico que podemos consignar sobre el dibujo del especial del Caballero Luna o del serial en Journey Into Mistery. Si hubiera que establecer niveles, el de Nichols cuenta con un acabado tosco pero al menos no molesta el sentir del discurso. Mucho peor el de Hagen, haciendo acopio de los peores defectos de la época. Tampoco nos vamos a detener en exceso sobre Dalibor Talajic, que realiza un mejor trabajo que los dos anteriores, pero que únicamente cuenta con un ejemplar en esta recopilación. Dibujante de trazo sucio pero narrativa cuidada, hace lo que puede con el guion que le ponen sobre la mesa.
Para finalizar, hablemos de Paul Gulacy. Artista que revolucionó la forma de hacer cómic de acción, como digno heredero de Steranko, Paul no dejó de crecer desde que debutó a primeros de los setenta en Marvel Comics, paseando su arte por variadas editoriales. En Shang-Chi MAX, como curtido veterano, tira de sus recursos más afamados para ambientar la historia más adulta del artista marcial: narrativa cinética, muy influenciada por el cine, y composiciones arriesgadas, aunque hay que decir que en este aspecto, sin desmerecer, se muestra algo más conservador que en su etapa en los setenta. También se aprecia un especial gusto por el detalle por parte del ilustrador, perfilando escenarios y fondos con simpar precisión. Quizás, su defecto más acusado se localice en la cuestión anatómica y es en este ámbito donde a Gulacy se le notan ciertos problemas. El dibujante es alguien muy predispuesto a utilizar distintos ángulos para narrar la historia. Eso hace que en determinadas ocasiones se note una ligera desproporción, en cuanto a los personajes implicados. Es algo que se percibe en la recreación de los niños; en el cómic hay un recuerdo de Shang-Chi como tierno infante y una trama secundaria con una niña como elemento esencial. Decir que su representación queda rara sería lo más adecuado, por no decir algo peor. Otro problema son los rostros de los protagonistas, que pueden cambiar no de una página a otra, sino en la misma. Algo demasiado extraño que solo puede indicar desidia por parte del autor o las consabidas prisas por los plazos de entrega. No nos decantamos por la primera puesto que tenemos cumplida cuenta de la excitación del dibujante por volver a trabajar con el chino, como queda registrado en suculentas entrevistas de aquellos días. Aunque no vamos a poner la mano en el fuego, porque metidos en faena, las actitudes pueden cambiar, como de la noche al día. Tampoco ayuda mucho el entintado de Jimmy Palmiotti y el color de Paul Mounts. La línea fina y detallada de Palmiotti remarca todavía mejor los ya mentados errores por parte de Gulacy; de todas formas, la parte positiva supera a la negativa, en este aspecto gráfico. Son cuestiones puntuales, unas que, desgraciadamente, nos impiden recuperar a la mejor versión del artista.
Una vez realizado el despiece del volumen de rigor, toca reflexionar si es recomendable o no su compra. Ahí es donde surgen las dudas puesto que lo importante no es tanto si las historias tienen calidad o no, sino su sentido como material propio, con identidad. Y la respuesta es no. Exceptuando a la serie de la Línea MAX, que debiera haber tenido su propio tomo para un público concreto, que lo tiene, el resto carece de interés separado del bloque principal. Las historias de Marvel Comics Presents o el Bledding Black (si apuramos, el especial de Moon Knight) tienen sentido si se asocian al material de origen perpetrado por Moench. Sin eso que le ampare, no tienen mayor interés. Mucho más impactante es la inclusión de JiM o ese #126 que se ha sacado Marvel de la manga, recientemente. Dado que no se ha establecido el tomo como una recopilación de todas sus apariciones, y las hay más importantes que se han quedado fuera, no se entiende que se asocie al conjunto final, que recordamos, tiene el ancla principal alrededor del guionista que más y mejor ha trabajado con Shang-Chi, Doug Moench. Se tornan un inconveniente postizo que puede alejar a posibles compradores que buscan el epílogo a la saga clásica. Y ahí, ni Rabb ni Punk pintan nada de nada.
En definitiva, se antoja un tomo recomendado solo para completistas del artista marcial. Tenemos un guion que se sostiene muy bien cuando lo maneja Moench y un apartado gráfico que se mueve entre lo competente y lo mediocre (un aspecto que ha sido reproducido en papel satinado, debido al material post años ochenta incluido; esto rompe la uniformidad de los MLE previos, puesto que los anteriores se imprimieron en papel mate). Dado que aquí no hay referencia a Fu Manchú, Nayland Smith, ni ningún caracter asociado a Sax Rohmer, tampoco se entiende una urgencia de publicación, por el hecho de que el trato con la familia Rohmer pueda expirar. Es material libre de derechos, sin ninguna cortapisa. Son pequeñas historias que nos recuerdan la existencia de Chi, como creación originaria del Universo Marvel, y que nos traen a colación su mejor versión cuando se halla conectado a ese genial guionista, que poco nos cansamos de recomendar, llamado Doug Moench. Hay que admitir que el bueno de Shang siente crecer de manera acelerada su espíritu cuando el escritor se encuentra cerca de su camino. Ha sido todo un viaje por seis volúmenes maravillosos que nos han vuelto a recordar lo vivido con una de las mejores series que se publicaron en los setenta, en el mercado americano. Sirva este séptimo, al menos, como colofón y recordatorio de las capacidades del personaje.
Shang-Chi. Cruzando Líneas
Guion - 5.5
Dibujo - 6
Interés - 5
5.5
Valoración Global
Una mezcla de materiales que tienen como nexo de unión al artista marcial Shang-Chi. El auténtico hito es la recopilación de todo el periplo clásico del hijo de Fu Manchú. Esto se puede tomar como una lujosa guinda de pastel
Excelente repaso de nuevo, Señor Porras!! Se hace uno una idea bastante completa de la edicion.
El problema de Moench parece que siempre para quien viene detrás, que tiene que intentar de mantener la calidad de lo previo. Y si no me equivoco esta tarea le ha tocado más de una vez a Zelenetz.
En cuanto al tomo parece más recomendable buscar alguno de los cómics incluidos editados independientemente, cosa que tampoco sé si es posible. Pero lo de Moench se ve que es la joya del tomo.
Muchas gracias Dynamo, un honor que se pase a leer y comentar 😉
Respecto al tomo, lo único adquirible, y con suerte, es la mini serie MAX (yo la tengo en tomitos de Forum, o más bien la tenía…ya está colocada 😀 ). El resto del material casi seguro al 100% que no es posible, si no vía este MLE. Para mí, hubiera sido suficiente con los 6 tomos más el Bleeding Black, el MCP o quizás el especial del Moon Knight y ya… Hubiera sido posible su inclusión pues no son tantas páginas. Eso es como hubiera funcionado mejor para el aficionado que busca tener la etapa clásica completa. Aquí se han colado cosas (entre ellas la serie MAX, que tiene otro sentido al serial clásico) que no aportan mucho al conjunto. Estarán mejor o peor pero no hacen favor al hecho de tratarse de material de calidad y limitado.
Un saludo
Es que ese es el punto de corte perfecto. Yo no conocía el especial del Caballero Luna y tras echarle un ojo, pues no está mal pero tampoco era urgente su recuperación. Lo mismo ocurre con la serie MAX, que puede funcionar en un tomo por separado y se puede reeditar cuando sea oportuno…. este séptimo MLE huele a que se ha querido captar al publico que han ido a por el Maestro del Kung Fu, por el efecto nostalgia, pero no creo que casi nada de este tomo, a excepción de las dos primeras historias, casen con el resto de la recopilación. Saludos
¡Exhaustivo artículo, sr. Porras! Por lo que comenta, este volumen no es un digno epílogo a la trayectoria previa de Sang-Chi y más un popurrí de materiales cuya elección podría ser más que cuestionable. Sin embargo, se agradece que nuevamente nos haya relatado y desglosado todo el contenido como se merece.
Creo que ya comenté en entregas anteriores que de Sang-Chi poco más de aquel arco noventero de X-Men en el que aparecía como guest-star (y suponía el debut de Carlos Pacheco como dibujante regular de la serie) y al que usted mismo hace mención en su artículo y que Panini recopiló en su extinta línea BoM (que además quedó inacabado pues ni siquiera sacaron un segundo tomo, dejando inconclusa la Operación: Tolerancia Cero), se reduce mi bagaje como lector…
PD: Es cierto que Huat no es ninguna maravilla, pero el segundo volumen de X-Men: Legacy (Legión según Panini) mola mucho, gracias al buen hacer de Spurrier. Que quede reflejada en acta mi protesta. Además, Pham es aún peor…
Bueno, es un digno epílogo aquello realizado por Moench. El resto, no. Simplemente soy más partidario de lo que se ha hecho en USA, dejando solo el MCP y Bleeding Black como fin de fiesta. Dado que no es una recopilación exhaustiva, por ejemplo esos números X Men que tu bien conoces , o la serie de Deadly o el cruce con SW, no se entiende cosas como el #126 ese horrendo o el JiM. Los caminos editoriales son inescrutables.
Saludos
P. D. jaja, Le he tocado la fibra sensible con el Legacy. La serie estaba muy bien, exceptuando el final, pero el dibujo de Huat…..
Yo tengo disponibles l serial Marvel Comics Presents publicado por Forum y los 3 prestigios de la linea Max.
Si a alguien le interesa, q me contacte.
Un saludo!