Hubo un tiempo en el que el comic-book norteamericano tenía vetada la utilización de las bestias del terror clásico. El Comics Code Autorithy las prohibía taxativamente. Pero también hubo otro tiempo donde los autores reclamaban libertad y el organismo censor no pudo resistir la presión. Hablamos de los años setenta, unos días donde las páginas de la editorial Marvel se poblaron de todo tipo de rarezas. El género del terror desembarcó con fuerza y un buen número de cabeceras son testigo de ello. Una de las pioneras fue la que tenemos entre manos, publicada en España gracias al binomio Panini-SD Distribuciones. El
Este artículo ha sido concebido como un especial por lo que hay varios temas a tratar en sus líneas. Primero, nos planteamos bucear en la tradición para conocer los orígenes del concepto
La Licantropía. El lobo enamorado de la Luna
El influjo terrorífico que nos evoca el pensar en criaturas con forma humana pero que se transforman con la luna llena en temibles bestias sedientas de sangre es algo que forma parte de la cultura de masas. Hombres Lobo, momias, vampiros, muertos vivientes…. en realidad es un totum revolutum de diversas tradiciones que tiene un objetivo claro, causar la desasosegante sensación de miedo y temor. Es obvio que si ampliamos las miras veremos que todo tiene una explicación; en el caso que no ocupa, la figura del lobo, como elemento amenazante para poblaciones primitivas, es muy probable que generase una tradición oral que ha perdurado por el paso de los siglos. Pero también se le presupone una cierta dignidad. Ahí tenemos su representación totémica en las sociedades pre-europeas de América o la más que conocida traslación del mito de Rómulo y Remo, fundadores de la ciudad de Roma, amamantados por una loba. La cultura popular ha ido tejiendo alrededor del Hombre Lobo sus más conocidas características, añadiendo los trazos básicos respecto a su forma de proceder, es decir, transformación salvaje a la luz de la luna, su aspecto a medio camino entre hombre y animal, o su consabido rechazo a la plata. Veremos de donde surge todo esto pero antes hay que bucear en el pasado. Así que procedemos a dejar de lado los testimonios que se han perdido en los albores de la civilización y busquemos las primeras menciones de las que constatamos datos fehacientes.
El fenómeno del Hombre Lobo, su historia y mitos, se remonta muchos años atrás en el tiempo, como hemos dejado apuntado líneas arriba. Según todas las fuentes, el primer ejemplar conocido es el rey de Arcadia, Licaón. Nos toca de tirar de mitología griega para hablar de Zeus que, en una de sus famosas estratagemas, se presenta ante el soberano disfrazado de vagabundo para conocer de primera mano si las noticias en torno a su persona son del todo ciertas. El caso es que el citado Licaón era un monarca culto y devoto de los dioses. Fundó una de las primeras ciudades en la Arcadia, Licosura, trató de que sus súbditos abandonasen cualquier atisbo de vida salvaje e instauró un potente culto a Zeus. Todo correcto pero el monarca era el que no había dejado atrás costumbres muy poco éticas, como sacrificar seres humanos en honor al propio Zeus. Éste decidió tomar cartas en el asunto presentándose ante él, disfrazado. El rey griego llegó a plantearse matar al entrometido visitante pero en cuanto sospechó que podía ser un dios, solo se le ocurrió jugarle una broma pesada. Le hizo participar en un banquete donde el plato principal era carne humana, de un tierno infante para ser exactos. Zeus no pudo con aquello y convirtió a Licaón en un lobo; no solo eso, maldijo a toda su estirpe que a partir de entonces serían transformados en Hombres Lobo. Extraída la leyenda de la célebre Metamorfosis de Ovidio, el concepto licántropo proviene etimológicamente de este monarca heleno. Y ya como curiosidad, apuntar que el término también ha tenido su influencia en zoología, pues aquí tenemos al Lycaon Pictus, más conocido como el perro salvaje africano o lobo pintado, un peligroso cazador que hace honor a su homónimo mítico.
Esta leyenda tuvo mucho predicamento durante la Edad Media. Lo que dio lugar a que se tomase en consideración cualquier indicio de licantropía. Se sabe que se investigaron varios procesos en el medievo relacionados con Hombres Lobo. A ese respecto tenemos los textos de Gervase de Tilbury en su Otia Imperialia, donde expone casos concretos en torno a la cuestión (además de otras maravillas y asuntos sobrenaturales) e incluso llega a asociar el fenómeno con la llegada de la luna llena, una tradición que perdura hasta nuestros días. Las causas para convertirse en uno de ellos eran variadas, a saber, haber sido concebido en noche de luna llena, cubrirse con pieles de lobo, dormir desnudo durante un plenilunio, ser el séptimo hijo varón en una familia o el más que manido pacto con el diablo. Casi todos aspectos bastante improbables y poco defendibles ante un tribunal eclesiástico. Lo realmente cierto es que padecer de hirsutismo (una enfermedad que provoca un exceso de vello corporal) en la época medieval y moderna te hacia un candidato perfecto a Hombre Lobo y de paso, a ser carne de hoguera. Tras sufrir los horrores de la tortura, muchos terminaban por confesar, emitiendo sonoros aullidos en las silenciosas noches del medievo. Esto provocó que el mito perdurada hasta bien entrada la Edad Moderna.
En la Francia del siglo XVI y comienzos del XVII se documenta una gran cantidad de supuestos casos de Hombres Lobo. Expedientes truculentos acompañados de asesinatos y canibalismo…. y un peor destino para los responsables donde se ensayaron ejecuciones de todo tipo: decapitación, pasar por la horca, quemados vivos, etc., etc. En esta época ya es un fenómeno asociado a la posesión demoniaca, por lo que hubo un primer intento de dejar constancia escrita de cómo protegerse de ellos, cómo evitar contagiarte de la maldición y demás intereses populares. Ya se comienza a apuntar hacia su aversión a la plata en estos estadios iniciales como medio de protección ante sus ataques. El mito del Hombre Lobo fue decreciendo en intensidad con el paso de los años. El último proceso conocido data de 1720, en la ciudad austriaca de Salzburgo. Nuestro siguiente estadio ya sería comentar como la leyenda se convierte en algo lúdico al pasar a formar parte de la cultura popular después de su periplo por el folclore europeo. Pero antes, unos pequeños apuntes médicos.
Hemos hablado de mitos y leyendas respecto a la licantropía. Aun así, no podemos obviar que es un hecho científico su existencia como enfermedad psiquiátrica. Gran parte de ello recae en un ciudadano de origen español llamado Manuel Blanco Romasanta, un caso documentado de licantropía clínica. Sus andanzas se circunscriben al S.XIX y se le atribuyen trece asesinatos, algo que en la normalidad de la época le hubiera llevado a la pena de muerte, de la que quedó impune al considerarle el juez un enajenado mental. El tipo estaba convencido en que se transformaba en un Hombre Lobo y que durante ese proceso no era consciente de sus actos. En términos clínicos, esto ha derivado en un cuadro que oscila entre la alucinación de que un paciente se crea que se puede convertir en un animal o que el enajenado se apropie de comportamientos típicos de los mismos. Si seguimos hablando en el ámbito científico, no pocos han señalado a las enfermedades de tipo genético conocidas como las porfirias, siempre tomando perspectiva desde la actualidad, como el principal foco de relación con fenómenos como el vampirismo y la licantropía, debido a que una de sus principales manifestaciones es la fotosensibilidad. El hecho de que ciertas personas solo salieran por la noche podía generar suspicacias entre sus convecinos.
Ya metidos en el siglo XX tenemos que hablar de la gran obra literaria sobre el Hombre Lobo y esa es el clásico del escritor norteamericano Guy Endore, “El Hombre Lobo de Paris” (1933). Como antecedente, casi un siglo antes, concretamente entre 1837-39 (fue publicada por entregas), podemos nombrar al “El Barco Fantasma” de Fredrick Marryat; a pesar de contar con presencia de nuestros protagonistas, no dejan de ser un vehículo para narrar una historia claustrofóbica de horror. Y de 1876 data la principal inspiración de Endore, “Hugo, el lobo”, de los franceses Emile Erckmann y Alexandre Chatrian, donde se ponen las bases más conocidas de la licantropía. El escritor norteamericano se muestra deudor con esta obra pero a la vez amplía su mitología. Con fuertes trazos de novela gótica pero a la vez conjuntada con una inusitada modernidad, Endore nos habla, en una narración en dos tiempos, de las vicisitudes de dos personajes; un estudiante americano que consigue un misterioso libro en el que se cuenta la vida y milagros de Bertrand Caillet, un hombre que ha sido maldito por motivos que no son sobrenaturales, que lo convierten en un licántropo. Todo ello narrado por un erudito del S. XIX llamado Aymar Gallet. La influencia de “Hugo, el lobo” parece patente en los primeros estadios de la narración, sin duda, pero pronto logra añadir sus propios matices al mostrar un retrato social de la Francia de Napoleón III, además de otorgar la novedad de que Caillet no porta la maldición por ninguna cuestión mágica o demoniaca; todo su mal proviene de la ira hacia aquellos que destrozaron su vida.
La obra de Endore tuvo el suficiente éxito como para ser trasladada al cine en una cinta que data de 1961, titulada de forma distinta a la novela, Curse of the Werewolf (La Maldición del Hombre Lobo), pese a ser una traslación literal de la misma. Aun así, no fue el mayor hito en cuanto a licántropos en el séptimo arte. Ese honor corresponde a la celebérrima adaptación de Universal titulada The Wolf Man (El Hombre Lobo, 1941), protagonizada por Claude Rains y, sobre todo, por Lon Chaney Jr. como el lobo con forma humana. Hablamos de fechas tan tempranas para el cine como la década de los cuarenta, pero sigue sin ser la primera producción con licántropos como protagonistas. Ese papel recae en Werewolf on London (traducida por estos lares como El Lobo Humano, 1935). Dirigida por Stuart Walker, sobre un guion de John Colton, su historia resulta ser un catálogo de tópicos manidos sobre el tema. Pese a contar con un presupuesto mucho más bajo que la anterior producción, la película de 1941, gracias a la mítica actuación de Chaney, logró un impacto mucho mayor que su predecesora y ha pasado a ser una de las clásicas en cuanto al género del horror se refiere. Su impronta se puede medir en el dato de que, apenas dos años después, se produjo un crossover entre monstruos, con Frankenstein meets The Wolf Man (Frankenstein y el Hombre Lobo, 1943), también auspiciada por la productora Universal, y donde Chaney retomaba su papel como el licántropo favorito del público. Estaba claro que el Hombre Lobo había pasado a formar parte del imaginario popular, destacando actualizaciones como la cinta producida en 1957, I Was a Teenage Werewolf (Yo fui Un Hombre Lobo Adolescente), dirigida por Gene Fowler y protagonizada por Michael Landon, en la que nos introducimos en el terror de serie B, mezclando rebelión adolescente y Licantropía en estado puro.
Y aquí nos detenemos en cuanto a la popularidad en la pantalla grande del Hombre Lobo. Podríamos continuar desgranando el fenómeno, con aportaciones como Un Hombre Lobo Americano en Londres (1981), Teen Wolf de Michael J. Fox (1985) y continuaciones donde se intentaba juntar con comedia adolescente de instituto (con reciente actualización vía pequeña pantalla, por cierto), Lobo de Jack Nicholson (1994), el remake de 2010 de El Hombre Lobo, la cinta del 41, protagonizado por Benicio del Toro o la sempiterna asociación al huracán juvenil Crepúsculo. Hemos decidido este punto de corte puesto que The Wolf Man, Werewolf on London y la película de 1957 protagonizada por Landon son las influencias básicas para que Roy Thomas diese forma a la serie que tenemos en ciernes. De su experiencia directa con ellas, junto con la parte literaria que le corresponde a la novela de Endore, surge un conglomerado de ideas que el autor llevó mucho tiempo en mente hasta que pudo ponerlas en práctica. Y es ese proceso el que pasamos a analizar en el siguiente punto.
El Hombre y la Mujer Lobo en Marvel
Los monstruos y la editorial Marvel tienen una larga trayectoria conjunta. Tanto que en una época resultaron ser casi sinónimos. Hablamos claro, de la Era Atlas, donde unos Jack Kirby y Stan Lee daban salida a todo tipo de engendros con nombres guturales, salidos directamente de su ferviente imaginación. O ya en tiempo Marvel, la creación de protagonistas monstruosos como la Cosa de los 4 Fantásticos o el Increíble Hulk son suficiente aval para tal afirmación. Pero claro, la inspiración de estos personajes era una cercana a la ciencia ficción, no tanto al terror. Eso era debido a que desde el año 1954 los monstruos provenientes del entorno del horror (vampiros, momias, hombres lobo, etc.) estaban vetados en el terreno del comic-book. La culpa hay que echarla a la ola de puritanismo que asoló la viñeta norteamericana en plena década de los cincuenta. La industria, atacada por diferentes frentes, trazó su propia autodefensa con un organismo censor que dejaba un estricto código de conducta para todos los creadores que trabajaban en el negocio, el Comic Code Autorithy. Entre todas las prohibiciones que establecía el organismo regulador se encontraban ciertos géneros, considerados perniciosos para las mentes infantiles y juveniles, público objetivo para los ya citados comic-books. Entre esas temáticas destacan el crimen y el terror. El estricto código se mantuvo inalterable durante casi veinte años, hasta que el empuje de los autores se hizo demasiado fuerte. La puntilla vino por parte de Marvel Comics, que a inicios de los setenta rompió con lo establecido al publicar en una colección señera, como era Amazing Spider-Man, la Trilogía de las Drogas sin el sello del Comic Code. Su éxito propició que el organismo censor revisara sus estatutos y diera algo de manga ancha a los creadores. Para empezar, se otorgó luz verde a la vuelta de los monstruos clásicos del terror; eso sí, dentro de unas normas de contención.
Por aquellos días paseaba como un elemento de importancia en el Bullpen marvelita un autor llamado Roy Thomas. Como discípulo aventajado de Stan Lee, Roy fue el encargado de abrir fuego con las rarezas al crear en la cabecera del trepamuros un vampiro de tipo científico apodado Morbius. Thomas estaba convencido de que había un público potencial para este tipo de personajes, que no había nada pernicioso en ellos y lo declaraba en voz alta en sus editoriales: “Stan y yo consideramos que no había nada inherentemente malo con los hombres lobo, vampiros y el resto de la parafernalia inhumana de la fantasía y el folclore”. Cuando el Code rebajó sus restricciones, el bueno de Roy se acercó al editor jefe con una idea muy particular, una nueva revista protagonizada por un Hombre Lobo, a la que el autor quería titular I, Werewolf. El creador admite que llevaba jugando con esa idea ya un tiempo, incluso desde antes de que el organismo censor hubiera rebajado sus exigencias. Le parecía un desperdicio que nadie hubiese tratado de crear en el marco del cómic una historia continuada de las peripecias de un licántropo. Cuando se acercaba a los pocos ejemplos existentes, era para descubrir que el lobo era el villano y que siempre terminaba de la peor manera posible. No era la forma de proceder que el guionista tenía en mente.
Las bases de la primigenia serie se sustentaban en dos pilares, básicamente: una serie de proezas con protagonismo absoluto del Hombre Lobo, al estilo de las que tan bien habían funcionado en el celuloide (principalmente, en películas como El Lobo Humano y en las aportaciones de Lon Chaney Jr.) y un protagonista casi adolescente. La perspectiva sería la primera persona, como bien marcaba su título, por lo que el Hombre Lobo no sería el deus ex machina de la función, sino su protagonista. Huelga decir que esta idea fue parcialmente olvidada por Roy; no se podían sacar historias de monstruos bajo el yugo del Comic Code. Y también le molestaba que alguien pudiese asociar el plot como algo muy parecido al de la película I Was a Teenage Werewolf, más que nada porque el guionista buscaba un enfoque más personal, no tanto de serie de terror. El propio Roy admite que hizo un primer esbozo de guion, dibujado por un entonces jovenzuelo Barry Smith; páginas, por cierto, inéditas y que hoy valdrían su peso en oro, pero en aquellos lejanos días no parecía que tuviera mucho futuro el proyecto. En principio, el concepto quedó desestimado.
Pero el Comics Code rebajó sus exigencias. Y entonces Thomas retoma la idea y se la presenta a Stan Lee. El editor jefe, zorro viejo, ya había estado barruntando el cómo introducir un Hombre Lobo en el entorno Marvel, por lo que la propuesta de Roy prácticamente quedó aprobada al instante. A Stan no le gustó el título seleccionado; la primera palabra desvirtuaba demasiado a la segunda en rotulación. Lee le propuso a Thomas cambiarlo a Werewolf by Night; Roy no le llevó la contraria pues lo único a lo que aspiraba era a escribir la futura serie. El autor recuerda con cariño como, junto a su entonces esposa, Jeanie, trabajó en el argumento principal de la colección: “Padre Hombre Lobo muerto allá en Europa, madre americana también muerta, hermana que podría o no convertirse en mujer loba cuando cumpliera dieciocho años… incluso el misterioso padrastro que podría o no estar intentando matar a Jack Russell (el protagonista)…todos los argumentos potenciales se crearon y se pulieron ese día”.
Tenemos la trama y los trazos básicos de una historia presta a debutar. Pero todavía faltaba el equipo artístico y aquí entra en escena Mike Ploog. Dibujante autodidacta que se fogueó en revistas militares (al amparo de un grande como Will Eisner) y en el campo de la animación, llevaba algún tiempo publicando en la prestigiosa editorial Warren, sobre todo relatos de horror, pero no parecía del todo satisfecho con su situación. Se presentó a una prueba en Marvel Comics para un western llamado Tin Star que nunca se llegó a publicar (de nuevo, material inédito). Aquellas páginas de muestra gustaron mucho a los editores por lo que, a pesar del cancelado proyecto, Ploog fue fichado de manera inmediata; su primera asignación, Werewolf By Night. Mike se haría cargo del aspecto artístico de la primera historia con el nuevo Hombre Lobo de manera total, es decir, lápiz, tinta y color. Al equipo creativo se le asigna la revista contenedor Marvel Spotlight y comienza un intercambio de pareceres entre ambos creadores para dar forma a la trama. Todo parecía ir a pedir de boca.
Durante el tiempo que duro la confección de ese Marvel Spotlight#2 la cosa se torció. No en el mal sentido, pero sí fue imposible para Roy Thomas cuadrar su abultada agenda. Thomas ya no sería parte de la colección y su último deseo fue ceder las riendas de la misma a un entusiasta Gerry Conway. Así que este último cogió todo lo esbozado por su predecesor y añadió un guion de su propia cosecha pues, a partir de Marvel Spotlight#3, sería el último responsable en cuanto a escritura. Estaba claro que crearía sinergias con el dibujante, bastante conocido por aportar más aspectos al proceso creativo que el dibujo en sí, pero el bueno de Gerry debía echarse el título sobre sus espaldas.
En febrero de 1972 ve la luz el número en cuestión. Como hemos dicho anteriormente, bajo un tratamiento de Roy y Jean Thomas, con guion de Gerry Conway y arte de Mike Ploog. En él conocemos a Jack Russell en el día de su dieciocho cumpleaños. Unos extraños sueños, con forma de Hombre Lobo, le atormentan pero su ajetreada vida social no le deja respirar. Para rematar la faena, todo apunta a que algo huele a podrido en el ambiente familiar. Jack y Lissa son hijos de Laura, casada en segundas nupcias con Philip Russell. Uno de los hombres a su cargo parece que importuna a la matriarca de la familia, por lo que los hijos no terminan de fiarse de su padrastro. Tras este aparente drama familiar, somos testigos del sentido último de la historia, la conversión de Jack en un peligroso licántropo. Durante ese espacio de tiempo no tiene conciencia de sí mismo por lo que tras la primera experiencia parece bastante desconcertado. En ese breve periodo ha ocurrido algo que se percibía en el aire, la madre de Jack ha sido víctima de un accidente. Laura, moribunda en el hospital, utiliza sus últimas palabras para contarle a su hijo la historia de su maldición. Su auténtico padre era Gregory Russoff, un noble europeo con el que Laura vivió y tuvo descendencia en la zona de los Balcanes, territorio bajo sus dominios. Pero, sin saberlo la confiada enamorada, ese Russoff era portador de un terrible mal, el del Hombre Lobo. Heredero maldito de una cruz que se remonta al S. XVIII, el primero de todos fue el llamado Grigori Russoff, que fue transformado en criatura de la noche por la misteriosa Lydia Varadi, portadora de la enfermedad. Desde ese instante, el influjo de la sangre se había mantenido latente, a la espera de catalizador, hasta llegar a Gregory. El marido, tratando de proteger a la esposa, se recluía durante las tres noches que el ciclo de la luna lo convertía en lobo. El problema es que una fuerza de la naturaleza como aquella difícilmente podía mantenerse aprisionada mucho tiempo. Los lugareños terminaron por matar al Werewolf, para descubrir que se trataba del mismísimo Barón Russoff. Laura huyó a EEUU, su tierra natal, para tratar de rehacer su vida junto a Phillip Russell. Ahora Jack, y muy probablemente Lissa, habían heredado el proceso de licantropía por lo que la vida de los chicos estaba a punto de dar un vuelco terrible.
El experimento fue del agrado de los lectores. Marvel Spotlight fue concebida como cabecera bimestral y gracias al éxito de ese #2 pasó a ser mensual, debido a la demanda de más aventuras del Hombre Lobo. Conway y Ploog seguirían contando las peripecias de Jack en las fatídicas tres noches donde el hombre dejaba su hueco al lobo. Tras un par más de episodios en Marvel Spotlight (#4 y #5), Werewolf By Night obtiene su propia cabecera regular en septiembre de 1972 (fecha de portada). Después de un proceso largo y costoso, un lento peregrinar en el desierto, los monstruos habían llegado para quedarse. Y el Hombre Lobo formaba parte de ese fenómeno como clara punta de lanza.
Durante el periodo que duró la cabecera (43 números USA, más ejemplares Giant Size y especiales), Jack Russell es el molde maestro para presentar el papel de un licántropo en el entorno Marvel, pero no fue el único. Entre todo el elenco de secundarios que se irá formando a su alrededor podemos constatar un par más de congéneres en cuanto al concepto de los Hombres Lobo. Para conocer un poco mejor sus vicisitudes debemos desgranar algunas de las tramas que forman la serie. Por tanto, si hay algún interesado en la sala que todavía no hay leído estas historias y desea evitar spoilers es un buen momento para aparcar la lectura. A modo de comienzo, debemos hablar de Raymond Coker. Debuta en Werewolf by Night#12 como un vecino algo estirado del propio Russell, recién mudado a un nuevo hábitat, cansado de su convivencia en la casa familiar y de los problemas que le causaba a su amigo Buck Cowan con sus constantes transformaciones. Decide instalarse en un apartamento para solteros, donde forjará lazos de amistad o enemistad con un nuevo grupo de personajes. La idea fue de Marv Wolfman (la puso en liza en el #11), guionista con un breve paso por la cabecera, pero que pretendía salir de los típicos habituales hasta la fecha. En el ya citado #12, episodio que supondría en el fin de la lucha con el peligroso Ahorcador, Wolfman y Gil Kane nos presentan a Coker, un vecino del edificio más bien poco sociable y tendente a largas sesiones de meditación. Durante algunos episodios, Raymond y Jack no parece que tengan nada en común más que el tirarse constantemente los trastos a la cabeza. Había algo más, algo oculto, que sale a la luz en Werewolf By Night#18, donde se anuncia una guerra entre hombres lobo, narrada, eso sí, por otro equipo creativo. Serán Mike Friedrich y Don Perlin los encargados de cruzar a los dos poderosos licántropos. Efectivamente, el vecino esquivo es otro ejemplar lupino y Jack lo descubre de manera fortuita, en plena noche y transformado en bestia. Coker parece tener un mayor control sobre su mente humana cuando se transforma, fruto de sus largos años tratando de controlar la maldición. Comienza un ciclo de desavenencias y alianzas entre ambos para finalmente localizar, vía un misterioso libro arcano, una cura para su mal. Descubren que para la tan ansiada curación es necesario matar a otro Hombre Lobo bajo la luna llena.
Para comprender mejor todo este entramado todavía nos quedaría una tercera pata de la mesa y ese es el teniente de policía Lou Hackett. Este personaje anda detrás del rastro de los últimamente habituales ataques de hombres lobo y todas sus investigaciones apuntan al edificio donde vive Russell. Como secundario, se mantendrá al acecho ante las actividades de Jack y Raymond. Pero hay algo más que le une con los licántropos. El Werewolf se había enfrentado en el pasado a un peligroso cazador conocido como Joshua Kane. Buscando la presa definitiva, nada menos que un Hombre Lobo de carne y hueso, retó a la bestia con desgraciados resultados para su persona. Y eso que Kane había hecho acopio de material esotérico, dispuesto a estar preparado para el envite. Pues bien, Kane y Hackett fueron buenos amigos en el juego de la caza, por lo que el policía hereda un misterioso anillo mágico que le permite convertirse en un flamante licántropo, con control total de sus capacidades mentales. Curiosamente, otro anillo idéntico recae en las manos de Jack Russell, lo que le permite la transformación a su antojo y en iguales circunstancias, es decir, conservando la personalidad humana. Esta idea fue obra de Doug Moench, probablemente tratando de dar otra dirección al personaje, ya que su lado más salvaje daba para poco juego, al convertirse en un enajenado animal. Parece ser que el concepto no fructificó y el anillo mágico desapareció de la circulación más pronto que tarde. La situación que nos deja todo este ciclo es a tres hombres lobo preparados para la lucha, cada uno dispuesto a lograr un objetivo propio.
Si Jack Rusell, Raymond Coker y Lou Hackett parecen pocos ejemplares para Werewolf By Night, todavía nos queda uno de vital importancia. Recordamos que los problemas de nuestro protagonista vienen de una maldición familiar, la de los Russoff. Y Jack tiene una hermana, Lissa, algo menor en edad, pero que durante los instantes iniciales de la cabecera se juega al gato y al ratón con ella. ¿Es ella una mujer lobo también? La respuesta la trae de nuevo el tándem Doug Moench-Don Perlin. Presentando al Doctor Glitternight, un villano de lo más truculento, sabemos de primera mano que está interesado en la pequeña de los Russell, pues también es portadora de la maldición. El influjo de la magia del Doctor unida a los efectos de la luz de la luna dan lugar a una bestia tan feroz que deja en paños menores al hermano mayor. Jack se ve en la tesitura de observar de primera mano la transformación de su hermana; y lo que es peor, ser consciente de la pronta lucha contra su alter ego, pues convertido en lobo pierde cualquier atisbo de raciocinio. El futuro de Lissa dependerá de insospechadas manos.
Jack Russell ha sido un fijo en la editorial desde el mismo momento de su creación. Cierto es que su época de apogeo fueron los años setenta, con la eclosión del terror en la Casa de las Ideas; con su propia serie en curso, apariciones estelares y team up’s varios. Los años siguientes fueron más bien de declive, dejando su palmito únicamente como secundario. Su figura se ciñó a ser un aventurero, en busca de un sentido. En los ochenta fue un importante personaje en los instantes finales de la colección Spider-Woman (#48-50). En los noventa solo tuvo algo de relevancia durante el relanzamiento de todo lo sobrenatural con el fenómeno Midgnight Sons, los Hijos de la Medianoche. Morbius, el vampiro sintético, organizó un nuevo grupo en lucha contra amenazas esotéricas y Jack Russell tuvo su carnet de miembro fundador. Quizás, debido a ese revival, Bob Harras, editor jefe de la época, dio luz verde al segundo volumen de Werewolf by Night en 1998. A cargo de Paul Jenkins y Leonardo Manco, se trata de un intento profundo de acercarnos a la psique de Russell, además de presentar un culto ancestral del Hombre Lobo con el que nuestro protagonista pronto va a conectar. La serie mantiene su tempo narrativo, abre nuevas vías, presenta apariciones estelares como el Ghost Rider…. y es cancelada en el seis con la trama inconclusa. Poco pareció importar al respetable pues este hilo conductor no ha vuelto a ser recuperado.
Así pues, tabula rasa con el Werewolf. En el año 2007, Marvel trató de dar notoriedad a sus personajes monstruosos, en un vano intento de sacarlos del baúl de los recuerdos, publicando especiales con números unitarios con la leyenda The Legion of Monsters en la portada. El Hombre Lobo fue el primero de ellos. A cargo de Mike Carey y Greg Land, el argumento no aporta nada a su mitología, tratando de mostrar un Russell lúdico y mordaz, más que a la figura torturada que había popularizado hasta ahora. El experimento no pasó de aquí. En 2009, se intenta con una mini serie de cuatro números en la línea MAX. Al ser para público adulto, no hace falta decir que la sangre y la violencia hace acto aparición de forma cruenta. Pero más allá de la obviedad, el relato de Duane Swierczynski y Mico Suayan trata de apelar a una complejidad mayor, puesto que, bajo la imagen gore, lo que subyace en estas páginas es una vuelta a la clásica tradición de los malditos, a un retorcido sentido del legado, que hará las delicias de los fans del terror más descarnado.
Últimamente, le hemos visto asociado a un ciclo con una importancia capital respecto a la licantropía en el X-Factor de Peter David; formar parte de una nueva Legión de Monstruos, tratando de proteger a los suyos y colaborar con el Franken-Castle (la versión a retales del Castigador surgida a raíz de Reinado Oscuro); o refugiarse de manera velada en el sub-mundo asociado a Sihklah, la reina de la Metrópolis Monstruosa, más conocida por ser la mujer de Masacre, recientemente enemistados por un doloroso proceso de separación. Como se puede observar, Jack Russell ha sido un elemento habitual en la editorial, con más o menos importancia, desde su creación. No se puede negar que su influjo era muy superior en la década en la que nació, dando lugar incluso a que se probara con el Hombre Lobo desde otras perspectivas. Volvamos allá para observarlo de una manera más cercana.
El personaje del Hombre Lobo parecía que era del agrado de los lectores Marvel nada más debutar en los setenta, por lo que pronto se buscaron variantes al bueno de Jack Russell. Y para ello nada mejor que dar sentido a un secundario que llevaba desde el inicio de los tiempos pululando por la editorial y nadie sabía muy bien qué hacer con él. El susodicho es John Jameson Jr., el hijo del legendario propietario del Daily Bugle. Astronauta de profesión, el vástago de JJJ había formado parte de las tramas de Spidey de forma tangencial en los sesenta, llegando a probarse como antagonista del trepamuros, al adquirir de manera pasajera superfuerza, debido a algún tipo de virus espacial. Todo esto no enmascaraba que su estrella, a la altura de 1973, lucía más bien apagada. Fue el mismo Gerry Conway, que también escribía las tramas de Werewolf By Night en aquellas fechas, el que decidió darle una vuelta de tuerca terrorífica, convirtiéndolo en Man-Wolf. Su historia de origen tiene que ver de nuevo con una misteriosa misión en la luna donde localiza una colorida gema. A su regreso a la Tierra y tras un periodo de cuarentena, descubrimos que la citada gema le hace transformarse en un Hombre Lobo a la luz de la luna (Amazing Spider-Man#124). La saga en cuestión, con Spidey dando lo mejor de sí en oposición al pequeño de los Jameson, duró un par de números (el #124 y el #125) y, tras un Giant Size Super-Heroes, donde cruzó sus destinos con otra criatura de la noche, Morbius, se decide darle al Man-Wolf un segmento en la revista Creatures on the Loose, una colección antológica donde abundaba la espada y la brujería.
Guionizada por Doug Moench, de manera algo más pausada, seguimos los pasos de un John Jameson que trata de compaginar su nueva vida, perseguido por un correoso investigador llamado Simon Stroud. Sus peripecias le llevarán a interactuar con SHIELD y con el mismo Nick Furia. Su recorrido no fue excesivamente largo, del #30 al #37 (1974-75, fechas de portada), cierre efectivo de la misma cabecera contenedor. Un poco más delante, en 1978, protagonizó una historia dispuesta en dos partes en Marvel Premiere (números 45 y 46), donde se ahondaba en el origen de la gema que le daba poderes, convirtiendo este ciclo, a cargo de David Kraft y George Perez, en un relato repleto de elementos cercanos a la ciencia ficción. Después de esto, pasó a ser un personaje de lo más infrautilizado, sin apenas trascendencia, ni siquiera con apariciones estelares como Man-Wolf, dejándole en papeles tan poco brillantes como el de conductor del Capitán América en la época de Mark Gruenwald. La consecuencia directa de su poco calado es que, tras Civil War, Reed Richards dio con una cura para su maldición y así nos olvidamos del Hombre Lobo con origen extraterrestre. Curiosamente, a partir de ahí tuvo algo más de presencia, sobre todo en la serie Hulka, donde se convirtió en habitual.
Jack Russell y John Jameson III son los principales representantes del fenómeno del Hombre Lobo en la editorial. Pero también podemos rescatar importantes tramas que introdujeron la licantropía en la dinámica de la compañía. En 1973, cuando Werewolf By Night apenas llevaba un año de andadura, Steve Englehart, unido al artista Alan Weiss, decidió utilizar el concepto de Hombre Lobo en la serie del Capitán América. Hay que retrotraerse al Captain America#164, en el que unos extraños licántropos sirven a la mortal Sombra Nocturna, autoproclamada como la Reina de los Hombres Lobo. Esta villana tiene un plan para atacar al Centinela de la Libertad y a su socio, el Halcón. Ambos acuden a su cuartel general para caer en un trampa. El propio Sam Wilson es convertido, mediante suero científico, en una bestia lupina, por lo que la lucha no se hará esperar. La conclusión la tenemos en ese mismo número, donde descubrimos que Nightshade no es más que una marioneta en manos de alguien mayor. Ella, incapaz de aceptar la derrota, se precipita a una muerte segura con sus fieles lupinos detrás. Se termina de una forma dramática con estos hombres lobo cortados por material de laboratorio. Sombra Nocturna volverá a la colección del capi (números 189 y 190, fecha de portada 1975) bajo los designios de Tony Isabella y el excelso Frank Robbins. Esta vez sin sus peludos amigos, nos explica como sobrevivió a la caída y como todos los experimentos lupinos terminaron por perecer. Por tanto, parece que su historia con Hombres Lobo ha sido dejada atrás, por lo restos. La volvimos a recuperar años después, en Captain America#387-392 (fecha de portada 1991), de nuevo como villana (dentro de una cohorte de mujeres malvadas) y libre de influencias lupinas. O quizás no…. todavía nos queda una importante trama con ella como agente esencial en el asunto que nos atañe.
Probablemente sea el argumento más conocido respecto a lobos con forma humana y queda claro que supone una continuación espiritual de aquel Captain America#164. Nos encontramos ya en plenos años noventa y Mark Gruenwald gobierna los destinos de Steve Rogers. En Captain America#402, ecos de aventuras pasadas sobrevuelan alrededor del Abanderado pero a nosotros nos interesa todo aquello que tiene que ver con la licantropía. Así, Lobezno, estrella invitada en la serie, descubre un cuerpo asesinado, cuya autoría apunta a un Hombre Lobo. Con el paso de las viñetas localizamos un personaje que se hace llamar Moonhunter, que tiene bajo su control a toda una jauría de bestias lupinas. El Capitán y uno de sus entonces socios, un rejuvenecido Doctor Druida, investigan también el estado de la cuestión, puesto que se ha corrido la voz que hay lobos humanos campando a sus anchas. En esta tesitura el capi es atacado por un ejemplar, aunque rápidamente es sacado de la escena por Moonhunter, con un Wolverine que se haya en las cercanías tratando de desentrañar el misterio. Todo empieza a conectarse y el villano en la sombra tiene un plan elaborado. Primero, reducir al canadiense para sus fines y luego apresar a Steve y a su acompañante. Tal y como venimos anunciando, una vieja conocida se haya implicada en la trama y esa no es otra que Sombra Nocturna. Repitiendo modus operandi del pasado, se había asociado con otros malvados para lograr sus objetivos, en este caso el citado Moonhunter y, por encima de ellos, Dredmun el mago (o lo que es lo mismo, el personaje que se hacía llamar Doctor Druida a inicios de los sesenta). Ambos sirven al poderoso místico que ansía convertirse en el Señor de los Hombres Lobo. Ya tenemos todos los elementos de la trama presentados y a Nightshade de vuelta a su figura clásica, asociada a sus apreciados lupinos. Si antaño consiguió volver al Halcón en una bestia humana con un suero artificial, ahora será turno del Capitán América, convertido en Capwolf. El argumento empieza a alambicarse pues tendremos actuaciones del Man-Wolf (John Jameson III), Loba Venenosa y sus antiguos compañeros de X-Force, entre los que tenemos a Feral, otro miembro del clan animal, aunque en este caso de tipo felino.
Lo cierto es que Gruenwald, unido en el aspecto gráfico a Rik Levins, consiguió perfilar una saga tan pintoresca, que se considera uno de los argumentos más recordados acerca del personaje (números 402 a 408). Llama mucho la atención ver a ese capi ladrando órdenes entre los prisioneros lupinos o presentaciones tan pasadas de rosca como el Starwolf, nada menos que un hombre lobo cósmico. El bueno de Mark consiguió acordarse de todos y cada de los elementos con raíces en la licantropía, trayendo a colación incluso unas escuetas viñetas con Jack Russell. Unos episodios que harían las delicias de cualquier buen aficionado al pulp y a los Hombres Lobo, que autores actuales han sabido homenajear (véase Captain America: Sam Wilson#3).
¿Qué fue de Nightshade/Sombra Nocturna? Pues después de una triste (y escasa) carrera de villana, ha sido rehabilitada de forma reciente por el guionista David F. Walker al incluirla como secundaría en su serie sobre Nighthawk y como parte del elenco de héroes que forma Occupy Avengers (Vengadores Indignados en nuestro país). No sabemos si su recorrido se propagará mucho más, pero el guionista ha conseguido darle un trasfondo del que hasta entonces carecía. A lo mejor, más tarde o más temprano, esa evolución se corta para hacer un back to the basics, trayendo nuevamente a la palestra a esa Reina de los Hombres Lobo que lucía con encanto afro en los setenta. Hasta ese momento, Tilda Johnson, nombre real del personaje, tiene el beneplácito de la duda. Se lo ha ganado.
Durante todo el periplo de la narración hemos hablado de magia, maldiciones o piedras extraterrestres pero todavía nos falta el concepto más simple, el de la mutación genética. Tenemos un ejemplo de mutante (además fémina, para ser exactos) con rasgos lupinos que pasamos a recordar. El personaje al que nos referimos es Rahne Sinclair, más conocida como Loba Venenosa (Wolfsbane). Presentada en la Graphic Novel de los Nuevos Mutantes (fecha de portada 1982), un nuevo grupo reclamado por Shooter para mantener el rol de profesor de Charles Xavier, fue una creación del Patriarca Mutante, Chris Claremont, y el dibujante Bob McLeod. Su mutación le permite adoptar distintos grados lupinos a su antojo, sin necesidad de elemento exterior, pero conforme más cercana a la bestia se encuentra, mucho más difícil para Rahne es controlar los impulsos animales. Su creador, Claremont, un guionista más pendiente del desarrollo de personajes que de grandilocuentes transformaciones, tenía como objetivo introducirnos en un trasfondo psicológico complicado, debido a la presión y el rechazo que la pequeña de los Sinclair había sentido desde niña. Hija ilegítima de un religioso, éste se hizo cargo de su tutela cuando la madre murió en el parto. Todas las frustraciones del “padre” fueron traspasadas a la muchacha, que siempre se sintió como un fruto del pecado, como una abominación. Solo Moira MacTaggert supo acogerla y trató de intentar equilibrar todo ese influjo negativo. Junto a los Nuevos Mutantes encontrará una familia, un renovado entorno donde evolucionar con sus recién adquiridos poderes, pero su pasado le ha dejado marcas indelebles, y eso se representa en una personalidad tímida y tendente a la introspección. Quizás sea el rasgo más interesante, el tratar de hacerse merecedora de una redención por unos pecados que jamás cometió, aspecto que manejó el Patriarca Mutante con gran maestría; ese especial mimo depositado por parte de los autores le hacía uno de los personajes más queridos de aquellos Bebés-X. Desgraciadamente, todo acabó ensuciándose, haciéndose más oscuro y Loba Venenosa terminó abrazando su lado lupino más allá de lo necesario. Su pertenencia al grupo encubierto de operaciones especiales, X-Force, así lo atestigua; o sus complicadas vicisitudes en el X-Factor de Peter David, que tampoco le van a la zaga. A esta parte le dedicamos algo más de tiempo.
Peter David recoge una historia que data de los años ochenta donde los New Mutants, Alpha Flight y los X-Men se vieron sumidos en una aventura de tipo mitológico. Coloquialmente designadas como Las Guerras Asgardianas, suponía un nuevo paso para el guionista Chris Claremont en su intento de enriquecer el panorama mutante y para ello se sirvió de los añorados especiales de la época. Para el tema que estamos tratando, necesitamos recordar el encuentro de Rahne con uno de los dioses con forma de lobo, descendientes del gran Fenris, que pululan por el Reino Dorado. La joven mutante se sintió atraída por el dios asgardiano llamado Hrimhari pero sus remordimientos no le dejaron ahondar en ese enamoramiento (New Mutants Special Edition#1, fecha de portada 1985). Después de esto, el contacto entre ambos se dio de forma esporádica, llegando a consumarse ese romance en el tercer volumen de X-Force. Entonces Peter David decidió saltarlo todo por los aires.
David trata de recuperar a Loba Venenosa para su colección, X-Factor, ya que llevaba un tiempo asociada a X-Force. Y para ello plantea una larga trama que tiene que ver mucho con Hrimhari. Wolfsbane retorna embarazada al grupo comandado por Jamie Madrox. En un principio, se llega a insinuar que el hijo pudiera ser de Rictor, un personaje que recientemente circulaba por la senda gay junto a Estrella Rota. Pronto se descubre que el futuro vástago es un hijo del dios asgardiano con forma lupina y no solo eso. Su nacimiento propicia el comienzo de una guerra entre todos los infiernos pues la influencia del hijo de Rahne va a ser fundamental entre todos los bandos en liza. Tier, nombre del niño, se desarrolla como un Hombre Lobo mítico y es el centro de ataques desde múltiples bandas. Suerte que tendrá la ayuda de Jack Russell, el primer licántropo de la editorial. Lo cierto es que el guionista supo hilar de una forma memorable el concepto de hombre lobo y una guerra entre los infiernos en la que el grupo de X-Factor tuvo mucho que decir. También nos dejó como regalo algunas líneas de tiempo distópicas y de una ellas rescató a una posible hija de la propia Loba Venenosa, Vanora, una mujer lobo empeñada en que Madrox es un peligro a extinguir. Qué tiempos aquellos y como se les echa de menos.
Seguimos sin salir del entorno mutante pues antes de dejarlo atrás vamos a comentar una pequeña subtrama que asoló el mundo de Wolverine años atrás. La asociación de Logan con el mundo animal viene desde su práctico nacimiento. Ahí tenemos las ideas de Len Wein, su creador original, con intenciones de tomarlo como un animal evolucionado. Líneas arriba lo teníamos como activo en la historia del Capwolf. Con el tiempo, incluso se jugó la carta de llevarlo a un estadio primitivo que tampoco duró demasiado. En el año 2007, Jeph Loeb y el artista italiano Simoni Bianchi pretenden montar el enfrentamiento definitivo entre Lobezno y Dientes de Sable. Pero no se detienen ahí, le otorgan al canadiense una serie de sueños donde una primigenia horda de seres lupinos dirimen sus diferencias. Al final, la trama se reduce a un juego pertrechado por Rómulo, el primero de una manada ancestral formada por seres con apariencia muy cercana al Hombre Lobo. Y Wolverine se ve relacionado con ese clan, al igual que otros personajes de difícil clasificación como Loba Venenosa (la más obvia), Feroz, Espina, Chico Salvaje, Sasquatch o el propio Dientes de Sable. Afortunadamente, pocos autores han seguido estas directrices, por lo que nos limitamos a dejar constancia de ella y a seguir a otra cosa.
Quitando apariciones curiosas o poco relevantes (tal y como se pude citar la Banda de la Bala de la Plata, cazadores de licántropos convertidos en lobos por sus propias presas en el salvaje oeste; cortesía de Brian K. Vaughan y Adrian Alphona en el segundo volumen de Runaways), el último intento loable de introducir un nuevo miembro en la familia es el capitán Martin Reyna, agente de S.H.I.E.L.D. Su debut se produce en fechas tan cercanas como diciembre de 2015. Frank Barbiere y Brent Schoonover son los encargados de un nuevo proyecto que une a la agencia gubernamental y a los monstruos del terror, Los Comandos Aulladores de S.H.I.E.L.D., liderados por Dum Dum Dugan . Y entre todo ese elenco tenemos al encargado de S.T.A.K.E., rama de la organización que se ocupa de lo sobrenatural, el ya citado Reyna. Sometido a un proceso genético que le permite cambiar a un Hombre Lobo sintético, con grandes habilidades para la batalla, adopta el sobrenombre de Warwolf y se unirá a los destinos de tan peculiar grupo durante unos pocos números. El #6 supone el cierre de la cabecera, además un ejemplar que servía de poco, ya que no era más que un tie in sin apenas valor del evento Punto Muerto. Desde entonces, no tenemos noticias del personaje. El tiempo dirá si su paso se ha quedado en nada o si algún avispado guionista sabe recuperarlo en el futuro.
La antigua Tierra 616 (ahora, Primordial) cuenta con una gran cantidad de razas, seres extraterrestres y creaciones místicas. El Hombre Lobo no deja de ser una de ellas. Como hemos visto, pueden surgir de diversos ámbitos: el científico, el mutante, el mítico o el esotérico. Es este último el que más dudas plantea pues no queda claro cuál es el molde maestro de donde surge la maldición. Algunos apuntan a los dioses argardianos, que hemos mencionado líneas arriba, descendientes del gran Lobo Fenris; otros apuntan a los dioses arcanos, aquellos que son más viejos que el propio planeta Tierra, y más concretamente conectan todo el fenómeno con Chthon. Se sabe que hay licántropos desde tiempos inmemoriales. En términos cronológicos, Kull el Conquistador luchaba a brazo partido con ellos en fechas tan lejanas como 18 mil años A.C. Pero nuestra guía principal es la familia Russoff, que ha portado la maldición desde el S.XVIII. Todo ello ha quedado documentado en un libro, donde los ancestros de Jack Russell depositaron todo su saber respecto al Hombre Lobo. Hay otro libro que se relaciona de manera muy importante con estas bestias lupinas y que tuvo a bien debutar en las páginas de Werewolf by Night, aspecto que sin más dilación pasamos a reseñar.
El Darkhold. Compendio de la maldad
Tras el debut del personaje, Marvel Spotlight#3 continúa con el joven Jack Russell habituándose al proceso del Hombre Lobo. También colea el asunto de la implicación del padrastro en la muerte de su madre. Pero todo esto queda en un segundo plano cuando aparece en escena Nathan Timly, conocedor de la maldición del muchacho. Lo convence para que acuda a la casa familiar, donde su mujer, Agatha, puede servirle de ayuda. En realidad, Agatha Timly es una aprendiz de hechicera que ansía hacerse con la recopilación de hechizos que era propiedad de los Russoff. Obviamente, el chico recién ha descubierto su proceso lupino y desconoce todo lo referente a su verdadero padre. La mujer no cree a Russell y pondrá todos sus medios para sonsacarle. Como vemos, segundo episodio del Werewolf y ya tenemos la pista de un codiciado libro mágico.
En Marvel Spotlight#4 vemos un acechante personaje asediar el hogar familiar Russell. Jack se apercibe del visitante y le ataca. Se trata de Buck Cowan, un secundario que desde este momento será pieza esencial en el recorrido del Hombre Lobo. El tal Cowan comenta al protagonista que es un escritor, un periodista de investigación, que ha estado al tanto del ocultismo en Los Ángeles, y que ha descubierto la relación de su verdadero padre y un misterioso libro llamado Darkhold. Es la primera vez que es nombrado en el Universo Marvel y su origen se halla aquí, en los aledaños de Werewolf By Night. Buck le hace saber que su progenitor fue un famoso mago europeo y que toda su sabiduría se concentra en esos escritos. La historia se va a complicar pues el ejemplar místico y el castillo familiar han sido vendidos a un tipo de dudosa reputación llamado Miles Blackgar. Éste ha traído piedra a piedra la construcción a una isla cercana a Monterrey y los dos están dispuestos a husmear para ver que se lleva entre manos el nuevo propietario del Darkhold.
Russell y Cowan se embarcan en una peligrosa misión en aras de recuperar un libro del que pocos tienen conocimiento. Huelga decir que Blackgar quiere utilizar el Darkhold para sus propios fines por lo que nuestros héroes se verán atacados por seres malditos, precisamente por el famoso librito, en la isla de los condenados. La conclusión de la trama se verá en Werewolf by Night#1, lo que deja un extraño número uno ya que no es más que la lógica conclusión de Marvel Spotlight#4. A su final, queda resuelto el pleito con la familia Blackgar y el Darkhold se mantiene en las competentes manos del descendiente de los Russsoff, el buen Jack Russell. Por unos episodios, abandonamos el libro; es más, a pesar de las disputas por él, apenas se investiga en su naturaleza después de ser presentado. Es en el #3 cuando conocemos algo de su pasado. Al estar escrito en latín, el joven Russell se lo cede al padre Joquez para que lo investigue. El religioso se ve poseído por el alma del primer dueño del Darkhold, Aelfric, un monje del S.XII encargado de recopilar estos versos malignos. Nos habla de su devoción hacia Satán, de cómo fue perseguido por su magia y ajusticiado por sus delitos. En la hoguera que perece Aelfric estaban todas sus pertenencias, incluidos los malvados pliegos, lo único que no ardió en la pira pública. Recogida por un mendigo que trataba de rescatar algo para ganarse el sustento, los pergaminos fueron vendidos a gente de baja estofa, pasando de mano en mano a través de los años, siempre relacionando la maldad y la hechicería. Finalmente, en pleno siglo XX, acabaron en manos de Gregory Russoff, que los encuadernó en un libro perfecto que tituló Darkhold. El entrar en contacto con el sustrato mágico de los textos, se activó una maldición latente de la familia, la del Hombre Lobo.
Gerry Conway y Mike Ploog trataban de hilar un origen claro para el compendio, con el monje Aelfric como responsable último del libro, aunque no sería el definitivo. El Darkhold se mantuvo como elemento de importancia en la colección, apareciendo de manera intermitente, más como un Mcguffin para ciertas tramas que como algo de vital comprensión. Por el camino conocemos a uno de sus poseedores en el pasado, el mago Tabú, que por otra parte supondrá la presentación de un secundario capital en la serie como es la telepática Topaz. Pero no se cambia el origen otorgado por el tándem Conway-Ploog. La variación de su esencia y composición será un proceso paulatino, con variados autores conformando la tradición, entre ellos los que pusieron la base de todo, los citados responsables de Werewolf by Night. Nosotros vamos a simplificar ese proceso, comenzando por su origen mítico, para luego ir desgranando importantes tramas relacionadas.
Pese a que el peso principal de Darkhold se hallaba en la colección del Hombre Lobo, pronto su mención fue ampliada a otras cabeceras. Algo más de un año después de la cancelación de Werewolf by Night, el libro mágico fue motivo último en Spider-Woman#6 (septiembre de 1978, fecha de portada), conducido por Marv Wolfman y Carmine Infantino. Jessica Drew se ve involucrada en un conflicto entre Morgana Le Fay y su antiguo amante, Magnus. Por supuesto, la lucha entre Jack Russell y la heroína será parte de la trama; pero es interesante ver como el concepto de Darkhold comienza a expandirse. De hecho, ese Magnus trató de mantener en secreto la existencia del vil volumen por medios mágicos, sin éxito por otro lado. Casi un año desde esos acontecimientos tenemos el Avengers#187 (agosto de 1979), parte de una trama más amplia, que incluye diferentes aspectos de la continuidad, y donde tendremos una modificación fundamental con respecto al ejemplar mágico. Sus autores, Mark Gruenwald, Steven Grant y John Byrne, habían organizado una saga estructurada en tres números para dilucidar los orígenes de los gemelos Maximoff. El #187 era la segunda parte, continuación directa del anterior, el el que la Bruja Escarlata había sido reducida por Modred el Místico en aras de un oscuro objetivo. Modred había luchado en tiempos pasados con el demonio Chthon, entonces solo identificado como el Otro (Marvel Chillers#2; diciembre de 1975, fecha de portada). Ahora se había convertido a su credo, utilizando el Darkhold para atraer al demonio a un nuevo receptáculo, el de Wanda Maximoff. El #188 nos ofrece a la Bruja convertida en el nuevo avatar de Chthon, además de una explicación que une diversos cabos sueltos para la comprensión del arcano libro.
El dios primigenio Chthon escribió con fuego demoniaco los textos del Darkhold. Enemistado con su hermana Gea, la personificación del planeta Tierra, se vio refugiado en un plano inferior, por lo que dejó preparado su retorno en las líneas del libro. El ejemplar fue pasando por diversos magos y hechiceros a lo largo de las eras, incluida la poderosa Morgana Le Fay, que llegó a crear un culto apodado “Darkholders”, con el sedicioso objetivo de doblegar al demonio. No pudieron controlar a la poderosa encarnación; lo único que consiguieron hacer fue encarcelarlo en la montaña que con el tiempo fue conocida como Wundagore, en la zona de la actual Transia. Desde ese instante, el poder místico de la montaña atrajo a todo tipo de curiosos. Magnus, alguien muy cercano a Morgana, robó el libro con la intención de que nadie pudiera localizarlo. Ni siquiera Modred, que intentó su uso para el bien, fue capaz de controlarlo, dando lugar a su lucha con el Otro (es decir, el propio Chthon). Parecía que por más que se quisiera ocultar, el poder arcano del libro siempre terminaba por sacarlo a la luz. Así comienza una línea en el tiempo con diversos portadores, algunos ya conocidos, como Aelfric (al que hizo creer que era su legítimo creador), San Brandan, Cagliostro o Tabú…hasta llegar a las manos de Gregory Russoff, que accedió a él para intentar curar la licantropía hereditaria, maldición que asoló a la familia después de que su antepasado Grigori, en el S.XVIII, se contagiase del mal en una eterna lucha con el vampiro que rondaba los Balcanes. La familia Russoff era dueña de una importante cantidad de territorio en la zona, incluido un conocido terreno con una temida montaña. Wundagore y alrededores fue vendida con el paso de los años a un par de científicos que buscaban financiación para sus experimentos genéticos (el tándem Drew-Wyndham; el padre de Jessica Drew, la primera Spiderwoman, y el Alto Evolucionador). En la montaña de Wundagore se instalarían y comenzarían la creación de los Nuevos Hombres, con Chthon como testigo de excepción y Magnus como contrapunto mágico. Éste es el origen canónico del volumen místico y el que se ha respetado a través de los años; la autoría del Darkhold se debería al demonio primitivo Chthon.
Poco a poco, el libro de marras se terminó por consolidar como el epítome de la maldad. Todo ying debe tener un yang y para el Darkhold ese es el Libro de los Vishanti, el compendio que le pertenece por derecho al Hechicero Supremo de cada realidad. Toca detenernos en el Doctor Extraño de Roger Stern. En el vol. 2 #60 (fecha de portada, 1983), Stephen se comunica con la Bruja Escarlata para hacerle partícipe de una preocupación. Está convencido de que Drácula, el Rey Vampiro, está buscando el Darkhold por alguna razón. Wanda sabe de su localización, pues tras el affaire Chthon, quedó bajo la protección de los Vengadores. Comienza una serie de enfrentamientos debido al ya famoso libro entre Drácula y sus enemigos más acérrimos, reclutados por el Doctor Strange. El Darkhold esconde la que se conoce como la Fórmula Montesi, nada menos que un hechizo mágico que puede poner fin a la vida de los vampiros en nuestro plano de la realidad. Así descubrimos que el propio Chthon, a través del ejemplar esotérico, fue el responsable de la creación de la raza vampírica. El primero de todos, Varnae, se remonta nada menos que a la Era de Hiboria. Roy Thomas fue el encargado de cruzar a estas criaturas con el entorno de guerreros como Conan o Kull, trayendo a colación de manera esporádica el Darkhold en aquellos tiempos tan alejados.
El bueno de Roy también se hizo cargo del Doctor Extraño a finales de los años ochenta. En Dr. Strange. Sorcerer Supreme seguía desarrollando la mitología del buen doctor, pero a partir del #9 empezó un complemento en la revista que explicaba aspectos desconocidos de dioses ancestrales y primigenios. The book of the Vishanti: the Curse of the Darkhold es el rimbombante nombre con que se titula esta trama. El guionista nos habla de los primigenios seres que visitaron la Tierra tras su formación. De cómo una de ellos, Oshtur, creó a los Vishanti, una divinidad formada por tres partes, en franca oposición a otro de esos primigenios, Chthon, y que a la larga servirá de apoyo al Hechicero Supremo. Aquí tienen el ying y el yang; la eterna oposición entre bien y mal en busca de un equilibrio imposible.
Thomas se detiene en contarnos el periplo del libro durante la Edad Moderna; así, lo ubica en el 1600 como una posesión del mismo Vaticano. Drácula en persona mando a un ladrón, Cagliostro, para que le consiguiera el valioso ejemplar. Pero el tipo se lo quedó para sus propios intereses. Incluso se dice que Lord Ruthven, uno de los primeros vampiros modernos, lo tuvo un tiempo en su poder. Aquí se acaba la línea; lo más probable es que la familia Russoff fuese la siguiente en ser la portadora del libro, ya a mediados del S. XX, en un momento que se calcula cercano a 1958.
La estrella del Darkhold brilló con especial fuerza en los años 90. Una década donde todo se volvió más oscuro, más violento. Conceptos pasados de rosca parecían que tenían su público, por lo que tocaba intentar dar una serie regular al librito de marras. Sí, Tom Defalco, editor jefe en 1992, dio luz verde a una colección titulada Darkhold: Pages from the Book of Sins, con protagonismo bizarro del compendio místico, a cargo del equipo creativo compuesto por Chris Cooper (Marvel Comics Presents, Midnight Sons Unlimited) y Richard Case (Spider-Man Unlimited, Strange Tales). Se aprovechó el evento en la parcela sobrenatural llamado Rise of the Midnight Sons para establecer el inicio del experimento. Con los acontecimientos desatados por Lilith, el Darkhold vuelve a estar libre y dispuesto a sus propios intereses. Un extraño enano, personificación del Darkhold en esencia, va dejando sobres demoniacos con la intención de convertir personas a sus fines. Si hablamos de conceptos bizarros, que mejor que homenajear al maestro, David Lynch, aunque sin exagerar, ya que la serie ni se aproxima a unos mínimos estándares. El equipo creativo se preocupa en presentar un grupo de protagonistas para el nuevo proyecto. La primera y más importante es Victoria Montesi (nombre que recordamos de una legendaria fórmula), que es el objetivo de los Darkholders, seguidores del libro mágico. Pronto se verá ayudada por un rudo policía, Sam Buchanan, y una experta en ocultismo, la profesora Louise Hastings, conocedora de los entresijos del Darkhold y de las fuerzas que le rodean.
La cabecera es el típico ejemplo de excesos de la época. Cierto es que el tratamiento se hace bastante intrigante, siguiendo los pasos de Victoria en su eterna lucha contra las fuerzas del mal. Además, se toca con criterio muchos y variados hilos del Universo Marvel, con personajes invitados tales como el Motorista Fantasma, Modred, la Bruja Escarlata, Agatha Harkness, Doctor Extraño, Dientes de Sable….. hasta el Castigador aparece por sus páginas. Pero es indudable que fue perdiendo fuelle poco a poco, dando vueltas sobre el mismo concepto, una y otra vez, y abusando del dibujo noventero a más no poder. La colección se cierra en el #16 (lo que es una cifra notable para este experimento), dejando tramas inconclusas de nuevo. Nos tenemos que acercar a Marvel Comics Presents#146 para ver el fin de la historia de Victoria Montesi, con Stephen Strange como eje principal.
El Darkhold se ha mantenido como un elemento estable en el discurrir editorial. Lo hemos visto en series tan recientes como el Carnage de Gerry Conway (nada menos que su creador original) o el mismo Imperio Secreto de Nick Spencer. No deja de ser la versión Marvel de los libros satánicos. A mediados de los sesenta, el estadounidense Anton Szandor LaVey fundó la Iglesia Satánica en San Francisco, a la vez que compuso la llamada Biblia Satánica. A partir de aquí, su influjo se fue extendiendo y la década de los setenta se documenta como la época de mayor profusión. Comienzan a popularizarse determinados ritos e incluso se pasa cualquier línea admisible con el tema de los asesinatos rituales. Su popularidad corre como la pólvora por los medios de comunicación. Y Marvel, la editorial que siempre ha reflejado el mundo a su alrededor, no podía dejar de consignarlo. Además, dentro de las aportaciones de Werewolf By Night al entorno compartido, se encuentra entre las más importantes, junto al propio Jack Russell y el nacimiento del Caballero Luna. Era lo propio dedicarle unas cuantas palabras.
The Legion of Monsters. Monstruos unidos…
Un detalle de máximo interés en esta recopilación es el contacto entre diversas criaturas de la noche. El terror entró con fuerza en la editorial y un buen número de rarezas poblaron sus páginas. Pese a que sus entornos se pensaron por separado, era inevitable que terminaran por colisionar. Werewolf By Night fue uno de los pioneros, aunque no precisamente de los más populares. La serie se mantuvo no sin esfuerzos durante sus años de publicación. Quizás por ello, diversos autores trataron de cruzar sus destinos con otros destacados integrantes del horror Marvel y probar a ver qué tal funcionaba. Vamos a ver alguna de esas interacciones.
El primer cruce del Hombre Lobo fue nada menos que un crossover entre colecciones con The Tomb of Dracula, allá por 1974. Marv Wolfman sería el encargado literario pues era responsable en esas lides de ambas cabeceras (recientemente de Werewolf, tras la salida de Conway; más asentado en la Tumba). En el aspecto gráfico se respeta a los titulares de las mismas, es decir, Gene Colan y Mike Ploog. Todo comienza en Tomb Of Dracula#18, donde Jack y Topaz marchan a la tierra original de la familia Russoff en busca de respuestas. En la mansión que antaño fue de su padre, descubren que éste tenía un interés muy especial por el castillo de Drácula. Así, sabremos de la rivalidad ancestral entre vampiros y el clan de los Russoff .La conclusión a este cruce la localizamos en Werewolf By Night#15, con lucha física mediante entre los dos seres metahumanos y con jugosas revelaciones sobre los ancestros de Russell. Lo cierto es que estos dos números son un flojo comienzo en cuanto a colaboraciones monstruosas se refiere. Quitando el llamativo detalle de cruzar garras y colmillos, no se llega a entender muy bien cuál era el objetivo de la pareja, y sobre todo, por qué motivo se enzarza Drácula en esta pelea. Desde luego, era necesario algo de mayor profundidad, más elaborado, que deje un poso más allá del par de revelaciones fundacionales sobre la familia Russoff.
Unos meses después, todavía en el año 1974, tenemos otro intento de congeniar distintas personalidades antagónicas. En plena expansión del fenómeno Giant Size, se elige al Monstruo de Frankenstein como rival para el Hombre Lobo en el Giant Size Werewolf By Night#2. A cargo de Doug Moench y Don Perlin, el equipo titular que estaba dirigiendo los destinos de Jack Russell, se trata de una historia específica para este especial. Se da la circunstancia que Moench, al igual que Wolfman en el anterior team up, estaba guionizando también por aquellos días la serie del monstruo ideado por Mary Shelley. Había sido trasladado al presente, después de un comienzo en el S.XIX, viviendo en primera persona la realidad de la América de los setenta. Pero da igual en que siglo se localice, sigue siendo un incomprendido. Advierte que en Los Ángeles alguien ha ideado un método para trasplantar el alma de un cuerpo a otro cuerpo y decide acudir allí. Mientras, en el entorno de Jack Russell, su hermana Lissa se ha unido a un culto satánico pensando que podía ayudar a su lupino familiar. Cuando es consciente de que realizan sacrificios humanos, huye despavorida. Craso error pues la Hermandad de Baal no permite la deserción. Así pues, huelga decir que dentro de poco, en un mismo espacio, vamos a tener un culto satánico, un Hombre Lobo y al mismo Monstruo de Frankenstein en una trama que, por cierto, no da para tirar cohetes. El Werewolf no es más que una bestia que se mueve por instinto y la creación de Victor von Frankenstein es un tosco ejemplar que sabemos que siente y padece, pero que no se para a discernir sobre sus actos. La trama está bien construida, presentando a sus primeros espadas poco a poco, generando expectación ante un enfrentamiento en el que sus protagonistas no están a la altura.
Drácula, el Monstruo de Frankenstein….todavía nos queda un encuentro con el primero de todos, el que inauguró el camino de las rarezas en el Universo Marvel; Morbius, el Vampiro Viviente. De nuevo toca hablar de un Giant Size, en este caso el #4 del Hombre Lobo (fecha de portada, abril de 1975). Doug Moench, guionista ya habitual, junto con el agradable arte del filipino Virgilio Redondo, son los responsables de que todo funcione a la perfección. Hay que aclarar que este especial de 68 páginas cuenta con dos historias bien diferenciadas; es la primera la que nos interesa, con Morbius como estrella invitada. El antiguo científico está inmerso en la búsqueda de la que era su amada cuando él era un simple ser humano, Martine. Finalmente, logra localizarla y en plena reunión aparece el Hombre Lobo para echarlo todo al traste. Hay un interés por parte de los autores de indagar en la historia de Martine, de su pérdida de memoria desde los fatales acontecimientos que ocurrieron en torno a Morbius. El Werewolf parece casi más un molesto incordio, empeñado en seguir a sus presas a toda costa. Pese a su simpleza, y al fuerte componente que se le da al azar para establecer el pleito, la trama cumple con creces la función encomendada.
Sin duda, todas estas pequeñas píldoras buscaban un objetivo. Un testeo para comprobar si los monstruos podían colaborar entre sí. Algo harto complicado teniendo en cuenta la personalidad de muchos de ellos. Finalmente, ocurrió lo inevitable. En Marvel Premiere#28 debuta la Legión de los Monstruos (fecha de portada, febrero de 1976). El argumento debía tratarse con mimo debido a la dificultad de conjuntar a los anunciados protagonistas, a saber, Ghost Rider, Man-Thing, Morbius y el Werewolf by Night. Ahí es nada. La papeleta del guion recae en un joven Bill Mantlo, principiante en estas lides. Al dibujo se asigna todo un maestro como Frank Robbins, entintado por un talento como Steve Gan. Se equilibra así la balanza entre juventud y veteranía. Mantlo debía conjuntar una serie de personajes nada habituados a colaborar. Pudiera ser que Johnny Blaze fuese el más propenso a este tipo de grupo. Sabiendo que había militado en Los Campeones y que su perfil es de un héroe, sobrenatural, pero héroe al fin y al cabo, nada que objetar. Morbius era otro acostumbrado a circular por las zonas grises. Con la brillante mente de un doctor, su naturaleza vampírica le podía llevar hacia terrenos nada agradables. De todas formas, siempre es encomiable que el buen Morbius trate de luchar contra su maldición. La forma lupina de Jack Russell no es más que una bestia primaria cuyo único objetivo es el noble arte de la caza; difícil socio para tan complejo grupo. Y el Hombre Cosa es un monstruo empático, sin capacidad de habla o raciocinio, que se mueve por impulsos y con quien es imposible entablar cualquier tipo de comunicación.
El guionista debía hacer funcionar la historia con estos mimbres. Comienza con el surgimiento de una extraña montaña en Sunset Boulevard. La formación rocosa ejerce un influjo sobre nuestros protagonistas, lo que provoca una pulsión que les lleva hasta las proximidades. Los primeros que se encuentran son el doctor Morbius y el joven Russell. Como ecos de su anterior cara a cara, empiezan a pelear sin motivo, mientras el resto del elenco se acerca al escenario final. Entonces hace su aparición Semilla Estelar, el villano, a primera vista, que nos cuenta unas batallas sobre dioses antiguos y extraterrestres muy difíciles de digerir. Y aquí se va todo al cuerno. La siguiente sucesión de viñetas hasta su práctico cierre es un desquiciado toma y daca entre todos los personajes; hasta Robbins se ve contagiado por el sinsentido del guion y fuerza si cabe más toda la narrativa gráfica. El resultado es un esperpento de proporciones cósmicas y un mal inicio para la que se suponía era la primera piedra en el camino para un futuro de monstruos unidos.
Parece claro que en la propia idiosincrasia de esas rarezas está el ser un solitario. Pese a ese evidente bache, el concepto de Legión de los Monstruos ha sido utilizado de forma ocasional en la editorial. El título en realidad no era algo nuevo. Se tomó prestado de una publicación originada en las revistas en blanco y negro bajo el sello Curtis. Con fecha de portada de septiembre de 1975, salió a la luz un único ejemplar con ese nombre, donde se reunían varios monstruos (el de Frankenstein, Manfibio, o el Drácula de Bram Stoker), eso sí, cada uno con su historia pertrechada a nivel individual. Hablando en plata, juntos pero no revueltos. En el año 2007 se trató de dar un nuevo impulso a estas criaturas sobrenaturales y se sacaron especiales bajo el título genérico de Legion of Monsters unido al del monstruo en cuestión. Tuvimos un revival de personajes como el Hombre Lobo, Satana, Morbius, el Hombre Cosa o la Momia, por citar algunos. Y ya en el periodo que va de 2011 a 2012 se publicó una mini serie de cuatro números con el rutilante encabezado en la portada. Sus autores, Dennis Hopeless y Juan Doe, reunían un grupo de seres ya conocidos (Werewolf By Night, Manfibio, La Momia y Morbius) bajo el mandato de Elsa Bloodstone, nada menos que la cazadora de monstruos por antonomasia.
Se puede decir que el concepto ha quedado latente en la editorial. Cuando se reúnan de nuevo alguna de nuestras bestias preferidas, no duden en qué nombre será el elegido. Y a nosotros nos ha servido para dejar constancia de que en estos tres Marvel Limited Edition hay un buen atracón de colaboraciones monstruosas.
Marvel Limited Edition. Werewolf By Night
39,95 cada uno
El Hombre Lobo es uno de los monstruos clásicos del folclore más conocidos y apreciados en el imaginario popular (compartido el puesto junto a los vampiros). La versión Marvel fue una de las primeras en debutar en el mundo del comic-book, en una cabecera antológica, banco de pruebas para futuros conceptos. Sabemos, por las palabras de Roy Thomas, uno de los ideólogos del proyecto, que el experimento gustó y mucho, por lo que una colección bimestral como era Marvel Spotlight se convirtió en mensual de manera inmediata; y tras tres escasos números, al Werewolf by Night se le dispuso una serie con su nombre en la cabecera. Lo que tenemos recopilado en estos tres MLE es el recorrido íntegro del primer Hombre Lobo marvelita, con cruces, especiales e incluso relatos en prosa, habituales en los magazines de la época. Con autores de primer nivel del Bullpen, se abría un interesante camino para el licántropo marca Marvel. Desgraciadamente, su final fue más bien abrupto y ha tenido que contentarse con ser un simple secundario más, pero no adelantemos acontecimientos. Debemos comenzar por su apogeo y su etapa de mayor esplendor.
Los primeros encargados del destino del lupino son Gerry Conway y Mike Ploog, bajo un tratamiento de Roy y Jean Thomas. Los autores pronto establecen un modus operandi más o menos fijo para la bestia humana. Durante tres noches al mes, Jack Russell se transforma en un Hombre Lobo, un ser primario cuyo único anhelo es la caza y huir al bosque. Para comprender mejor lo que ocurre ante nuestros ojos, el guionista se sirve de abundantes textos de apoyo, que sirven para el desdoble de personalidad; diferenciar a Jack del lobo, básicamente. Plantea aventuras cortas, de un episodio o dos a lo sumo, donde el antagonista suele ser otra rareza o algún humano desquiciado, totalmente ebrio de poder mágico. Eso no quiere decir que no se indague en la personalidad del protagonista o no se enriquezca su fondo de secundarios. Observamos de cerca relaciones familiares con su hermana Lissa o su desconfianza hacia el padrastro Philip, por no hablar de la introducción del Darkhold, con una clara relación con el pasado de los Russoff, o de personajes tan importantes como Buck Cowan, el mejor amigo de Jack Russell y su principal aliado. Pero la etapa Conway-Ploog (de Marvel Spotlight#2 hasta Werewolf By Night#10) se puede calificar como de relativa simpleza, pese al fuerte componente truculento de algunas historias. En este tramo, Gerry fue sustituido de forma ocasional por Len Wein (#5–8), quien no varió ni un ápice el discurrir conforme había asentado su predecesor.
Con el #11 entra en escena Marv Wofman, que sí tratara de remover algo los cimientos de la colección. La llegada de un nuevo guionista trae consigo, por un breve plazo de tiempo, a Gil Kane en una saga de dos números donde conocemos al peligroso Ahorcador. Wolfman decide darle una nueva vuelta a los secundarios, sin dejar de lado a los Philip, Lissa y Buck, al trasladar a Jack Russell a un edificio de apartamentos para solteros. Tina Sand o Raymond Cooker tendrán un impacto en la vida del joven Russell. También nos presenta al mago Tabú, uno de los más recordados enemigos del Werewolf, y a la misteriosa Topaz, con quien Jack tendrá algo más que una bonita amistad. Incluso se propuso cruzar la serie con la exitosa Tomb of Dracula, cabecera señera del terror, en un intento claro de darle notoriedad. Fue este su último episodio, el #15, antes de que fuera sustituido por Mike Friedrich. Nos encontramos ante otro escritor con un breve paso por la colección (del 15 al 19) y que apenas dejó nada remarcable, más allá de plantear una espectacular guerra entre Hombres Lobo, que será llevada a su conclusión por el sucesor en el cargo, el bueno de Doug Moench.
Si hay algo que une a los diversos guionistas que hemos visto ahora, es decir, Conway, Wein, Wolfman y Friedrich, es que tienen el lujo de contar con un artista como Mike Ploog. Durante su estancia como titular a los lápices, el Werewolf luce de maravilla. La ambientación, la tensión, los procesos primarios del lobo; cualquier detalle que se nos pueda ocurrir, está trasladado al papel con gran maestría por parte de un Ploog que demostró sus capacidades desde el minuto uno de la colección, a pesar de ser un novato en Marvel. Cierto es que hay un parón importante en su periplo, donde tuvo que ser sustituido en varios números consecutivos por otros artistas, como Werner Roth, Tom Sutton o Gil Kane, pero suya es la imagen fundacional, y por lo tanto, iconográfica del Werewolf By Night. Creemos que es lo justo el recordarlo.
Ploog abandona tras el #16, momento en que entra en escena Don Perlin. Todavía con el guionista titular Mike Friedrich, Perlin es un dibujante que trabajó mucho en la Casa de las Ideas en los setenta y ochenta pese a sus evidentes limitaciones. Sus señaladas carencias gráficas eran suplidas con el entusiasmo, la veteranía y las ganas de colaborar, por lo que fue alguien muy apreciado en el Bullpen. El propio Jim Shooter llegó a comentar que era el artista peor pagado en la editorial y aun así siempre andaba dispuesto a subirse a nuevos proyectos. El #20 marca el inicio de la colaboración más longeva en la colección, la que une a Perlin con el escritor Doug Moench. El talento del guionista es innegable y su mano en la serie se nota. Trata de dar un vuelco a la relación entre Jack y su personalidad lupina, rompe el ciclo de tres noches en el que se solía estructurar las historias en los comienzos, añade impactantes enemigos (el Caballero Luna o el Doctor Glitternight) y logra articular tramas con algo más de variedad (aparecen hasta componentes de ciencia ficción y de narrativa superheroica como nuevas adiciones), sin que se perciba tanto un patrón. Hay que reconocer que suyo en el punto álgido de toda esta recopilación, la Saga de la Casa Marcosa, un relato en varias partes que homenajea de forma brillante al mejor género de terror. Una pena que todo ese esfuerzo no se vea compensado en el aspecto gráfico. Si Moench hubiera tenido a Mike Ploog como acompañante, estos números de Werewolf By Night serían mucho más apreciados por el respetable. Desgraciadamente, el bueno de Don no daba para mucho más.
La citada Saga de la Casa Marcosa parecía el punto y final a la cabecera, con problemas de ventas en un entorno tan exigente como el mercado de aquellos días. Incluso el #38, último del ciclo, proponía un epilogo que sonaba a un adiós, más que a un continuará. Ante el fantasma de la cancelación, a la serie se le concedió una prórroga, no sabemos muy bien el por qué. Esto trajo como consecuencia que el equipo creativo continuara abriendo subtramas y presentando historias. Hasta que, de forma inesperada, llegó el fatídico momento. Werewolf By Night#43 significa el fin de camino, uno que no indicaba que fuera a volver, dejando un buen puñado de cabos sueltos. No se preocupe el avezado lector, el MLE titulado “El Final” incluye un epílogo a cargo de Eduardo de Salazar donde se dan las explicaciones pertinentes. Se cierra así una cabecera con cierta solera (43 números no son baladís), a lo que hay que añadir los diversos Giant Size, el cruce con Spiderman en Marvel Team Up y alguna sorpresa más.
Como conclusión y cierre, se pude decir que estos volúmenes tienen la característica de la irregularidad por bandera. Pocas veces se llega a tener la sensación de que se hace un pleno a nivel artístico. Los primeros argumentos son muy rígidos, más bien encorsetados, con un protagonista humano apenas desarrollado y una bestia lupina que carece de profundidad. Casi se podía decir que se había convertido en una especie de parada de los monstruos en viñetas. Diversos autores tratan de darle amplitud al Hombre Lobo, pero la práctica totalidad de ellos no consigue redimirlo del todo. En el aspecto gráfico, tenemos el día y la noche: un Mike Ploog espectacular y un Don Perlin muy justito. Otros artistas como Tom Sutton, Gil Kane, Ross Andru, Frank Robbins, Yong Montano o Virgilio Redondo ayudan a subir algo más el nivel, pero no pueden enmascarar que el dibujante que más aporta a la colección es Perlin. Todo esto nos deja una serie con gusto a medianía, recomendada casi exclusivamente para entusiastas del terror marca Marvel y añejos lectores atraídos por la nostalgia. Una colección, con sus aciertos y sus errores, que apenas destaca en el actual panorama editorial. Lo cual no quiere decir que tenga su encanto y aspectos a resaltar, pero sí que la deja en una peligrosa tierra de nadie para un material que se supone limitado y de calidad.
Werewolf By Night
Guion - 5.5
Dibujo - 5.5
Interés - 5
5.3
Valoración Global
La colección del Hombre Lobo demostraba el gusto en los setenta por los monstruos del terror clásico. Una pena que las expectativas no se cumplan y se quede en un intento mediocre de traslación del personaje
Interesante articulo aunque la nota pueda alejar a los posibles compradores yo diría que se puede comprar el primer tomo solo y la nota seria un 8, para imprescindible ese primer tomo por el apartado gráfico.
Como bien comentas, Sibaix, la nota va en arreglo a todo lo publicado en estos MLE. Obviamente, como digo en el texto, cambia mucho de tener a Ploog o a Perlin. Aún así, nunca da la sensación de completar un objetivo. Me explico, el primer tomo muy bueno a nivel gráfico, pero flojo, flojo en historias. Conway no consigue que empaticemos con el lobo. Me parece más interesante el trabajo de Wolfman y sobre todo de Moench… Que ya tuvo que lidiar con Perlin. Conclusión, inane e inocuo.
Gracias por comentar y un saludo
Un artículo muy bueno, ¡felicidades!
Aquí uno a quien no le gustaba nada Don Perlin, pero ha acabado rendido ante su modesta pero eficiente profesionalidad. Creo que es uno de esos malos-buenos dibujantes a quienes se les coge mucho cariño.
Muchas gracias Forager… Como me gusta su avatar 😀
Entiendo lo que quiere decir. Hay ciertos dibujantes, ya sea Perlin, Heck, Trimpe, etc que han trabajado tanto y son parte de nuestro recuerdo que les perdonamos más de lo debido. En mi caso, tengo anécdota al respecto. Llegado un momento de mi adolescencia, me deshice de la mayoría de mis cómics. Solo dejé una cajita con unos pocos, que recupere muchos años después. Dentro de ella hay ejemplares del Hombre Lobo de la era Vértice dibujados por Perlin. Visto desde la actualidad, pues no parece gran cosa, pero el enfrentamiento con Frankie me marco de niño. El otro que no puede faltar es el debut del Caballero Luna. Rotulación de Tunet Vila y traducción de Celia Filipetto… Ahí es nada
Saludos
Yo me deshice en su día de la miniserie de Kitty Pride y Lobezno publicada en Marvel Héroes por el dibujo de Milgrom y ahora me arrepiento. Recuerdo, por ejemplo, una viñeta en la que Kitty se mordía el labio inferior, en un gesto típicamente adolescente y muy difícil de dibujar; creo que muy pocos dibujantes han intentado dibujarlo. Aquí uno que también es fan de Milgrom.
Volviendo un poco al «orden», qué grande es Tom Sutton, ya que lo mencionas. Lo he descubierto aquí y en los tomos del Hombre Cosa, al igual que Mike Ploog, grandísimo discípulo de Eisner.
La Marvel de los 70 me tiene fascinado.
¡Saludos!
Uff Milgrom, otro gran…. profesional 😉 . Y Sutton tiene un par de numeritos aquí, poco que ofrecer. Donde sí me pareció en estado de gracia fue en el Marvel Comics Presents del Hombre-Cosa de Gerber, ya en los ochenta. Sabía como nadie reflejar el horror y la sordidez de la historia.
Apunte a otro fascinado por los setenta Marvel. Por eso, más que a mí por nostalgia esta serie tenga su tirón, admito que el Hombre Lobo no esta al nivel de muchas de las grandes series del momento.
Otro saludo para allá
Otro excelente artículo, Señor Porras. Enhorabuena de nuevo.
El primer recuerdo que tengo del hombre Lobo marvelita procede de la época de cómics Forum, en la colección de Spiderman.
Respecto al desarrollo de la leyenda del hombre Lobo en Marvel le agradezco mil veces el desarrollo de este artículo, merece mucho la pena el tiempo empleado en su lectura para hacerse una clara idea de la misma.
Respecto a los equipos artísticos, por lo que veo Comway no acertó en esta colección como si lo solía hacer en otras de este ámbito del terror, mientras que Moench parece infalible.
En mi debe queda Mike Ploog, reconozco cabizbajo mi auténtico desconocimiento de este artista.
Un abrazo.
Gracias Dynamo, por su comentario habitual. El team up con Spiderman era el recurso habitual para recordar que el Universo Marvel es un entorno compartido, aunque las historias del Werewolf poco tuviesen que ver en aquellos días con el mismo. De todas formas, Gerry Conway, Len Wein y Ross Andru… no es mal plantel.
Respecto a Conway y Moench, tengo que decir que no soy imparcial. Me interesa mucho más el segundo por lo que suele proponer. Conway hace un tipo de historia muy rígida, cambiando de villano y a correr. Moench trata de variar, introducir enfoques nuevos, cuando se percibía que la cabecera se hallaba estancada. Pese a alguno fallido, como el intento de convertir a Russell en superhéroe, mano a mano con Iron Man, ningún otro guionista en la colección se acerca a lo que propone en la saga de la Casa Marcosa, para mí el culmen de la colección.
Y Ploog es muy, muy bueno. Si puede hincarle el diente, ya sea aquí o en el Monstruo de Frankenstein, por poner dos ejemplos, se lo recomiendo.
Otro abrazo para allá
[celebérrima cinta de la Hammer titulada The Wolf Man (El Hombre Lobo, 1941), protagonizada por Claude Rains y, sobre todo, por Lon Chaney Jr. como el lobo con forma humana.]
Será de la Universal…
Copiamos 100 veces en la pizarra «Hammer, terror gótico; monstruos, Universal» a ver si no nos liamos la próxima vez 😀
Gracias por el toque, subsanado
[Ya metidos en el siglo XX tenemos que hablar de la gran obra literaria sobre el Hombre Lobo y esa es el clásico del escritor norteamericano Guy Endore, “El Hombre Lobo de Paris” (1933).]
«El hombre lobo de París» publicada en España por Ediciones Jaguar en 2004…
http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/ficha/10126
Justamente esa, Laurel. Y ya como anécdota, Roy Thomas se quejaba en los editoriales de la época que no hubiese edición disponible de la novela en los EEUU. Al parecer estaba descatalogada, al ser una obra semi desconocida para el gran público y Roy era un entusiasta de la misma. Supongo que ya se habrá enmendado el error…
Añadiendo algo sobre el cine, recuerdo con agrado la película de John Landis del 81, “un hombre Lobo americano en Londres”. En particular la escena en que un londinense es perseguido por la bestia en el metro y como se mantiene en plan “gentleman” hasta el final, toda la persecución la hace sin soltar su maletín.
Excelente artículo, sr. Porras. Como ya es habitual. En esta ocasión lo he leído en tres partes y he tardado un poco en comentar. Mis disculpas. Poco tengo que añadir, salvo que en su repaso a los licántropos marvelitas en general y mutantes en particular, se podría incluir aquella jauría de hombres lobo mutantes que aparecieron durante la infame etapa de Chuck Austen en La Patrulla-X y cuyo máximo exponente fue aquel estudiante del Instituto Xavier – Wolfcub era su nombre de guerra si no recuerdo mal – que posteriormente usó Marc Guggenheim en sus breves Jóvenes X-Men.
Nada que objetar, compañero; su mensaje siempre es bien recibido.
Y correcta su apreciación, aquí se tradujo como «Cachorro» (nombre clave), formaba parte de un clan mayor (Máximus Lobo) y llegó a ingresar en los Jóvenes X-Men de Cíclope, con Vendas, Alud y demás. También he recordado estos días a Lupa, relacionada con el entorno mutante, reina de los lobos huargos, creada por Chris Claremont a principios de siglo en Extreme X-Men…. puede ser que me haya quedado alguno en el tintero.
Un saludo