El Capitán América más pulp
Decíamos en nuestra primera reseña sobre esta etapa, que cuando Rick Remender heredó la colección de Capitán América de manos de nada más y nada menos que Ed Brubaker, tenía la difícil misión de mantenerse a la altura de un recorrido largo y de gran calidad que, de hecho de sitúa entre lo mejor que puedes leer sobre el Centinela de la Libertad en el Siglo XXI.
Para ello, en lugar de continuar con la estela del magnífico guionista, Remender decidió, sin negar nada de lo que éste había hecho antes, llevar la colección por un territorio más pulp y aventurero que recordaba a tiempos pretéritos de la colección, cuando alojada ésta en Atlas Comics todo podía pasar en ella, alejándola un poco del relato bélico y político de espionaje militar que Brubaker nos regaló durante casi diez años.
De este modo, llegó la primera saga de su Capitán América, titulada Atrapado en la Dimensión Z, en la que el bueno de Steve Rogers cruzaba un extraño portal que le llevaba a un tierra aún más extraña poblada de mutantes deformes y temibles (entendiendo mutante como criatura extrañamente humanoide y no como portador del Gen-X) en la que Arnin Zola, el Mengele del Universo Marvel reinaba con un poder absoluto, acompañado de sus dos hijos: La temible Jet Black y el bebé Ian (como lo bautizaría Rogers más tarde) que creció siendo educado por Steve para convertirse en un héroe al que su padre adoptivo creía perdido.
Lo interesante de aquella etapa, es que Steve Rogers había pasado en la Dimensión Z nada más y nada menos que doce largos años, y al regresar a nuestro mundo, tan solo habían transcurrido unos cuantos días. Con ello, Remender logró jugar con esa idea tan clásica del Capitán América que suele teñir la mayor parte de sus cómics: La del hombre fuera de su tiempo. Sin embargo, esta vez no es que Steve Rogers fuera congelado y viajara a una época que no era la suya y a la que tenía que adaptarse, si no que seguía viviendo en su mundo y en este tiempo que lo habían acogido pero con doce años más de vejez y penurias a sus espaldas, un drama que no podía compartir con nadie.
A ello se le suma el estrés que a Steve le genera tener que convertirse en el mentor de Jet Black, hija de Zola y princesa guerrera, a quien trata de enseñar el funcionamiento de nuestro mundo, al tiempo que tiene que encargarse del caos que un descontrolado Nuke esta causando en el mundo, llevando la muerte por donde pasa.
Pues bien, Remender continúa con todo este caldo de cultivo en este tomo en el que se madura y desarrolla esta idea del Steve Rogers desubicado temporalmente y deprimido por la muerte de su hijo (quizás lo peor que le haya ocurrido al personaje a nivel sentimental desde su concepción) a la par que introduce a un nuevo villano en escena: El Clavo Rojo.
Si repasamos las publicaciones de la Marvel Comics de tiempos pretéritos, de DC o las revistas pulp anteriores a ambas compañías, no pocas veces los personajes protagonistas de estas novelitas de baratillo se enfrentaban a peligrosos y místicos líderes asiáticos que ponían todo su empeño en derrocar el mundo del hombre blanco y occidental. No en vano, aquellas historias, y aquellos villanos encabezados por el mítico Fu Man Chú, buscaban desprestigiar al comunismo contra el que sobre todo se luchó durante la Guerra Fría, al terminar una Segunda Guerra Mundial que dividió el mundo en dos bloques políticamente separados por abismos imposibles de cruzar.
Rick Remender consiguió en este tomo devolvernos a aquella época pero sin esa rancia crítica anticomunista que en el año 2015 solo triunfaba en los ámbitos políticamente más retrógrados y agridulces de la sociedad. El resultado fue el Clavo de Hierro, un ex agente de SHIELD de origen chino que descubría un poder inimaginable capaz de transformarlo en dragón y de hacer envejecer a sus rivales, todo ello para mayor gloria de su causa, que no era otra que destruir el Oeste y sus modos y maneras por entero, para lo que además, utilizaba un arma de destrucción masiva creada por SHIELD que se volvía contra el mítico servicio gubernamental.
Tal y como Remender había diseñado la historia del Clavo de Hierro, era entonces lógico que terminara por enfrentarse al Capitán América, símbolo y representante de ese Oeste corrupto al que el villano tanto odiaba. Lo que ocurre, es que este Capitán América se enfrentaba al Clavo de Hierro tras haber pasado doce años en un lugar desconocido, tras haber perdido a su hijo y tras creer haber perdido a Sharon Carter, llegando a la batalla final cansado por las ensoñaciones a las que un arma gubernamental viviente tan extraña como divertida le había sometido.
Por ello, en la batalla veíamos a un Steve tan resiliente como siempre, pero más errático que nunca, lo que en última instancia llevaba a la derrota del villano sí, pero no sin antes llevarse algo muy importante: La fuerza vital de Steve Rogers.
Al dibujo, el arte del sempiterno Carlos Pacheco se unía al de Nick Klein y Pascal Alixe en un conjunto de trepidantes escenas de aventura y acción pulp que hacen de este etapa, pese a su brevedad, una digna sucesora de la de Brubaker y una de las más divertidas que podremos leer jamás del Capitán América.
Lo mejor
• La forma de adaptar los orígenes más pulp del personaje.
• El modo de retirar del juego a Steve Rogers.
Lo peor
• Saber que se introducen grandes cambios en la colección que no vienen para quedarse.
Guión - 7.5
Dibujo - 7.5
Interés - 7.5
7.5
Recomendable
Continuamos con la etapa de Remender a bordo de la colección del Centinela de la Libertad.