Edición original: Marvel Comics – diciembre 2012 – octubre 2013
Edición España: Panini Comics – febrero 2018
Guión: Rick Remender, Gerry Duggan
Dibujo: John Cassaday, Olivier Coipel, Adam Kubert, Daniel Acuña, Paul Renaud
Entintado: John Cassaday, Mark Morales,Paul Renaud, Daniel Acuña, Adam Kubert
Color: Laura Martin, Larry Molinar, Paul Renaud, Daniel Acuña, Frank Martin
Portada: John Cassaday
Precio: 33,20 euros (tomo en tapa dura de 344 páginas)
Quienes sigan mis aportaciones periódicas a esta página, se habrán percatado largo tiempo ha del detalle de que me he concentrado en la recuperación de obras publicadas cuando Zona Negativa aún no existía. El motivo de esta decisión personal vino dado por dos motivos: uno, el deseo de rescatar tebeos de los tiempos en los que la Red era desconocida o algo de lo que se empezaba a oír hablar -con el sonido de fondo de los pitidos de los módems-; otro, la sensación de que el género de los pijamas -en general- y los sucesivos reinicios de Marvel -en particular- generaban en mí un interés decreciente. En ese punto, me pregunto si, como tantas otras personas, me encontraba en el punto en el cual debía dar una pausa a la lectura. El parón podía ser temporal -si aparecía algo que captara mi interés- o cuasi-definitivo -si reconocía que las nuevas colecciones y las nuevas versiones de los clásicos eran para las nuevas generaciones lectoras- (lo de «cuasi» viene dado porque nada es definitivo ni seguro en esta vida, salvo la muerte y los impuestos, y estos últimos no siempre). En este punto, me planteaba también si este desinterés podía acabarse trasladando a las reseñas que escribía, de modo y manera que tocaba irse de vacaciones por el rico y controvertido legado de los noventa y hacer balance, refrescando memoria y comprobando si, efectivamente, no se puede cruzar dos veces el mismo río o leer dos veces el mismo tebeo. Ahora, a tres años vista de la decisión parar, decidí echar un tiento a obras más recientes, para determinar si podía volver a disfrutar de la lectura del género súper-heroico o no y si, consecuentemente, podía transmitir de nuevo ese interés a la hora de hablar sobre un cómic temporalmente más próximo. Después de todo, en la última reseña, las críticas de la masa comentadora me hicieron recordar algo que no debo olvidar: no puedes ser consciente de un problema si estás dentro de él, ya sea el uso de muletillas o la ejecución de reseñas desprovistas de alma.
Con estas ideas navegando por el coco, abordé la lectura del primer tomo de
Expresada, pues, la diatriba anterior, solamente queda irnos al turrón y embarcarnos nuevamente en un viaje espacio-temporal.
Imposibles Vengadores se presenta como un nuevo equipo, llamado a cambiar la imagen que la opinión pública tiene de la comunidad mutante. El enfrentamiento entre la Patrulla-X y los Vengadores ha presentado al mundo a un Scott Summers imbuido del poder del Fénix y con la capacidad para remodelar el cosmos a su antojo. El Homo Sapiens Superior vuelve a ser percibido como una amenaza, por lo que, queriendo hacer honor al mensaje de convivencia del difunto Charles Xavier, el Capitán América y Thor deciden promover una alineación donde quede reflejado aquel: humanos y mutantes por igual, demostrando que el sueño del profesor era viable. Ahora bien, del dicho al hecho hay un buen trecho y hay empresas que son mucho más fáciles de verbalizar que de ejecutar.
Para empezar, el primer movimiento del Capi es el de poner al frente a un mutante con experiencia en el liderato de equipos. El escogido no es otro que Alex Summers, Kaos. Miembro de la primera Patrulla-X -descontando al quinteto original-; líder de X-Factor / / Factor-X -cuando se convirtió en un grupo a las órdenes del gobierno estadounidense, para sustituir a la traicionera Fuerza de la Libertad- y hermano menor del caído Cíclope. Alex, que siempre ha vivido a la sombra de Scott, ve cómo el «primogénito» de Xavier, casi su hijo adoptivo, ha tomado la vida de su mentor. La tarea que supone liderar un equipo de Vengadores es la oportunidad que tiene de reivindicarse y de demostrar a su hermano y a sí mismo que se equivocó de camino.
Para seguir, hay que mencionar el regreso a la actividad uniformada de un personaje que llevaba mucho tiempo actuando como catalizadora y no como protagonista: Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata, tuvo un papel destacado en historias como Desunidos y Dinastía de M, en tanto que las consecuencias de sus acciones se dejaron sentir en Diezmados o La cruzada de los niños. Pero, ya fuera por exigencias del guion o por retrasos editoriales, la veterana vengadora había estado alejada, hasta ese momento, de los cada vez más numerosos equipos vengativos. Como heroína experimentada y, sobre todo, como mutante que ha liderado a los Vengadores, su presencia resulta inevitable, pero también es percibida como otro peligro en potencia. Wanda quiere honrar el legado del viejo enemigo -y más viejo amigo- de su -todavía en ese momento- progenitor y, de paso, obtener cierta redención. Su presencia será motivo de enrolamiento de un nuevo fichaje que también tiene una historia con Magneto y que no oculta su rencor hacia la hechicera del caos: Pícara.
La aparición de la mutante sureña es la segunda incorporación de nuevo cuño a los Vengadores. En esos momentos, la franquicia de los héroes más poderosos de la Tierra ha desplazado a escudería mutante en la hegemonía editorial; su primera película se ha estrenado con gran éxito y los derechos de la parroquia-X para el cine están aún en manos de la Fox. Por tal razón, la afición más veterana tenía en ese momento la sensación de que lo que otrora era un club tirando a selecto, ahora era una taberna con barra libre. Pícara es una heroína veterana y su unión evocaba, hasta cierto punto, la que poco se había llevado a cabo con Tormenta. El paso de Ororo por los Vengadores había carecido por completo de interés ¿pasaría lo mismo con Anna María? Ya se vería pero, de momento, su presencia se justificaba por el deseo de honrar la memoria del hombre que le había dado la oportunidad que todo el mundo le negaba y por tener un ojo encima de la mujer responsable de la diezma de su especie. Su hostilidad hacia Wanda se verá respondida por el recuerdo que esta tiene de la historia más o menos sentimental entre su padre y la mujer-X.
Completando la alineación inicial tendremos a Thor y a Lobezno. El dios nórdico, fundador del equipo original, considera -al igual que el Capi- que los Vengadores deben implicarse más en la defensa y consecución del sueño de Xavier. Por su parte, el canadiense ha sido vengador desde su reclutamiento en la Tierra Salvaje -en los primeros meses de existencia de los Nuevos Vengadores de Bendis y Finch-. Hasta ese momento, ha sido el punto de unión entre los dos equipos. Más adelante se enrolarán la Avispa -Janet Van Dyne, recuperada de su exilio microversal y dispuesta a ejercer de relaciones públicas-, el Hombre Maravilla -que, después de unas cuantas crisis, ha decidido abrazar la causa de la no violencia- y Fuego Solar -que quiere recuperar el honor perdido en los días de servidumbre a Apocalipsis-.
La primera fase, de reunión de las piezas protagonistas, se salda con una valoración positiva, en la que queda patente que la presencia de cada cual está justificada y en la que se demuestra un buen conocimiento de los personajes con los que se va a trabajar. Así, Kaos demuestra su experiencia como líder, al igual que la tensión y la dificultad que le suponen mandar a un grupo de Vengadores; el Capitán América deja patente que, pese a sus virtudes, mantiene una arraigada costumbre de tomar el bastón de mando de manera casi instintiva; Pícara sigue manteniendo el descaro tradicional y una tendencia a la rebeldía que se hace más patente en un entorno donde las reglas parecen ser más estrictas; la Avispa justifica su actitud despreocupada, merced a un incansable optimismo y no al recurso facilón de revertir su evolución y maduración -obtenida durante la etapa de Roger Stern, treinta años antes-. Los personajes no resultan extraños a la parroquia lectora veterana, pero también son fácilmente aprehensibles para la afición recién llegada. Este buen manejo de las piezas se verá también patente a la hora de escoger el catálogo de oponentes.
Otra de las críticas recurrentes que he expresado en reseñas anteriores de material de los últimos diez o quince años, ha sido la relativa al mal uso, olvido o displicencia con la que se trata la continuidad. Instalados en la regla televisiva de tratar a las colecciones como series televisivas, configurando las etapas cual si de temporadas catódicas se tratara, el resultado es la de una sucesión de regresos a las bases, en la que la perspectiva del tiempo presenta un periódico y permanente retorno. Si a ello se suma la preponderancia de la división cinematográfica, solo queda concluir que los cambios operados en los tebeos están más relacionados con el deseo de una mayor semejanza con las versiones en celuloide que con la intención de hacer que los personajes evolucionen. Después de todo, el negocio es el negocio y las propiedades deben ser explotadas, pero me estoy desviando del tema, ya que lo que quiero expresar es que otra de mis suspicacias hacia esta cabecera venía dada por la posibilidad de que fuera una mera excusa en la que mezclar vengatas y mutis-x, en una suerte de totum revolutum. Afortunadamente, mis temores resultaron infundados, porque Remender -don Rick- ha demostrado que se podía conseguir el equilibrio entre la continuidad y la novedad.
El guionista -que, con la excepción colaborativa del cruce con la decepcionante Era de Ultrón, firma todas las historias del tomo- usa un recurso bastante simple, pero de manera para nada burda, como es el de mezclar elementos provenientes del pasado de uno y otro grupos. Así, tomemos como ejemplo el primer arco argumental, en el que un equipo en formación se enfrenta a un Cráneo Rojo -el uso del artículo indeterminado es necesario aquí, habida cuenta del origen de esta versión de Johann Schmidt- que ha profanado el cadáver de Charles Xavier, haciéndose con su cerebro. El encéfalo del difunto es una de las armas más poderosas que se hallan en la Tierra, de manera que el pupilo de Hitler haga el movimiento de hacerse con él, en lugar de tropezar en la piedra de, por ejemplo, el cubo cósmico. Remender aprovecha la ocasión para echar un ojo al conflicto Homo Sapiens Sapiens / Homo Sapiens Superior, tomando para ello el punto de vista de un hombre entrenado para ser la quintaesencia del nacionalsocialismo alemán. Cráneo Rojo -que en esta encarnación manifiesta sentir los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial como hubieran sucedido la jornada anterior- proviene de un lugar y un tiempo donde el racismo y la idea de una raza superior se institucionalizaron, por lo que maneja su nueva herramienta de poder para exacerbar los sentimientos de miedo, hostilidad, desconfianza y odio hacia la población mutante. El fin de esta primera aventura traerá a colación a otro elemento surgido en los controvertidos años noventa: Onslaught.
La visión de un mundo futuro, no muy distante, en el que las gentes mutantes sean perseguidas por los centinelas es un clásico de la iconografía mutante, desde Días del futuro pasado. Aquí, se da otra vuelta de tuerca, en la forma de una versión en la que es el villano del coco colorado el que se ha hecho con el poder. Ahora bien, si tratamos con paseos por el tiempo y tenemos a los Vengadores, resulta inevitable acabar tratando con Kang el Conquistador. El villano de las botas altas magenta, el poncho verde y el casco de buzo blaugrana -los diseños de Jack Kirby son insuperables hasta en su vertiente más delirante- ha brindado algunas de las aventuras más memorables de la larga historia de la franquicia vengadora. Cada guionista que ha pasado por la colección o por toda la escudería, ha tenido ocasión de añadir un capítulo más a la larga lista de desencuentros entre el autócrata temporal y los Vengadores y si, además, tenemos en cuenta que Kang tiene otras tres encarnaciones -el faraón Rama Tut, el Centurión Escarlata y el erudito Inmortus- las posibilidades de juego se multiplican. Si tomamos a la más antigua de las identidades -la del señor del país del Nilo- el contacto con Egipto nos lleva inevitablemente a un personaje de mucho peso en la escudería mutante, como es Apocalipsis. Ya hubo algún intento de relacionarles en la miniserie El origen de Apocalipsis, pero, siendo algo firmado por Terry Kavanagh, la cosa quedó un poco en el olvido. Aquí, Rama Tut es el artero y circunstancial aliado de En Sabah Nur, pero tampoco hay que olvidar la relación que une a este milenario mutante con los Celestiales. De esta manera, se tiende un puente con Thor, a través de la historia de El fin de los eternos. El pacto desigual entre los panteones divinos terrícolas y las deidades cósmicas se traduce en un interdicto de intervención para los primeros. El enfrentamiento entre un alocado e inmaduro dios del trueno y un Apocalipsis que aún sirve a sus titánicos señores, tendrá importantes consecuencias en la segunda aventura, parcialmente publicada en el primer tomo.
Remender recupera de su paso por X-Force la cuestión de la sucesión en el trono de En Sabah Nur y aprovecha la ocasión para reflexionar quién se alzaría con la victoria, en un duelo de conquista por la Tierra. Apocalipsis representa el éxito de los mutantes -basándose en su principio de supervivencia del más fuerte-; Kang personifica la victoria de los humanos. Allí donde el primero actúa a través de su fuerza y sus recursos, el segundo utiliza el tiempo como arma, arrebatando a su adversario su futuro, en la forma de dos gemelos que serán, a un mismo tiempo, incansables oponentes de los Imposibles Vengadores y peones de la partida de un conquistador temporal que quiere usar las principales armas de su enemigo en su favor. El origen de los gemelos de Apocalipsis -Eimin y Uriel- será una oportunidad para rebuscar en los oscuros secretos del equipo ejecutor que antaño comandara Logan y en recurrente debate en los Vengadores sobre la regla de no tomar vidas.
Enemigos más grandes que la vida, batallas trepidantes, amenazas globales, viajes en el tiempo, realidades alternativas, conflictos internos, conocidos difuntos que vuelven a través de la Legión de los No Vivos… los ingredientes habituales para un tebeo de súper-héroes que, aquí, dan como resultado un platillo que, sin ser original, sí resulta sabroso.
El balance de este primer tomo, La sombra roja, es, al menos para mí, positivo: la afición veterana disfrutará del uso adecuado de personajes y continuidad; la parroquia recién llegada podrá hacerse con el tomo, sin tener que echar mano del libro gordo de Marvelete. Rick Remender ha hecho un buen trabajo, acompañado por un elenco de ilustradores a cual más competente, pero cuyos estilos se parecen entre sí como huevo a castaña o como piano a cacerola. Como apunte final, hay que destacar la interesante visión que se da de Mojo y de su mundo -conceptos ambos un tanto difíciles de manejar- y el cruce con La era de Ultrón, que recuerda muy mucho a La era de Apocalipsis.
Definitivamente, hay historias que se leen mejor en tomo que en grapa y solo puedo decir que tengo bastantes ganas de echarle el guante a la continuación.
A mí en su momento estos Imposibles Vengadores ya me parecieron de las mejores colecciones de Marvel Now. Una premisa interesante, un buen dibujo, aportaciones de personajes muy acertadas… Posiblemente una de las colecciones más sólidas y que ha mantenido un buen nivel a lo largo de todos sus números.
Pero terminó fatal con AXIS.
Eso también es verdad. Aunque yo creo que más por el empeño de Brevoort de convertirlo en un evento en vez de dejarlo como un arco de la serie como quería Remender.
Opino lo mismo, Axis no debría haber existido como evento y debería haberse quedado como el arco que cerrara buena parte de las tramas que Remender había sembrado desde el principio de la serie.
Los eventos Marvel de aquellos años como Axis o Pecado Original fueron un desastre por culpa de unos editores empeñados en buscar eventos donde no los había
Al principio esta seria no me entusiasmaba, pero con el correr de los números tengo que admitir que lograron un gran comic.
Una pena que después decayo tanto la calidad e implico la salida de Remender de la colección.
En primer lugar, señor Capote, enhorabuena por la reseña.
Me parece de lo más interesante todo lo que plantea usted acerca de estos números, hasta el punto de decidirme a releerlos gracias a su crítica.
Ahora, si me lo permite, tengo que hacerle a usted un pequeño apunte.
Dice usted en el quinto párrafo, y cito textualmente, «Alex, que siempre ha vivido a la sombra de Scott, ve cómo el primogénito de Xavier, casi su hijo adoptivo, ha tomado la vida de su mentor».
Pues bien, resulta que el primogénito de alguien es el primer hijo, el primero en nacer. Dado que Scott Summers, hasta donde yo sé, no es hijo de Xavier en absoluto, creo que es imposible que sea su primogénito, como usted dice.
Imagino que será una pequeña errata, así que tal vez quiera usted corregirla.
Muchas gracias por el apunte, pero la referencia a Scott como hijo de Xavier es metafórica, en la medida en la que la relación mentor-discípulo se ve casi en términos paterno-filiales y el carácter de primogénito viene dado por la condición de Cíclope de primer hombre-X.
A ver, que veo que no me he explicado bien.
Eso que dice usted de la metáfora lo comprendo, y así lo entendí leyendo el artículo.
De ahí lo de «casi su hijo adoptivo» que escribió usted, imagino, lo cual me parece perfecto. Perfecto para explicar lo que usted quería expresar y perfecto, ciertamente, para definir la relación entre ambos.
El problema, insisto, es que una cosa es que Xavier y Summers tuviesen una relación más paternofilial que la propia de un profesor y su alumno, siquiera el más aventajado, o que Summers fuese el primer alumno del Profesor X y que este lo viese en su momento como su heredero espiritual, además de como a un hijo, y otra cosa es afirmar que Summers era el primogénito de Xavier.
Por muy metafórico que se ponga uno, esa palabra no es la adecuada.
Insisto: un primogénito es el primer hijo de alguien. No un heredero, ya sea espiritual o legalmente, no. Un hijo natural. Biológico.
No se lo digo yo: se lo dice la lengua española.
«El primogénito de Xavier, casi su hijo adoptivo», dijo usted.
El primogénito de Xavier no es Scott Summers, sino, por lo que yo sé, David Haller, Legión.
Aquí no hay metáforas que valgan.
Se ha explicado usted perfectamente, pero no comparto su opinión.
Pues nada, hombre. Otra vez será.
Gracias en cualquier caso por tomarse la molestia de leer mis comentarios y dedicar un tiempo a discutir el asunto conmigo.
Si alguien se toma la molestia de escribir y de hacer una crítica razonada de algo que considera incorrecto, lo menos que yo puedo hacer es dedicarle atención y tiempo. Que no comparta su criterio no significa que no agradezca la oportunidad de tener una sana discusión.
Si se me permite opinar, y meterme a donde no me llaman, no había caído en el error en particular, ya que también lo leí en forma metafórica. Pero, bien mirando, Creería que tiene razón El Clon, con lo cual, yo propongo una resolución salomónica, o no, ¿por qué no poner la palabra primogénito entre comillas? De esta forma, quedaría muy claro que es un uso figurativo, no literal de la palabra.
Me parece una solución elegante. Procedo y, nuevamente, mi agradecimiento a ambos.
Solo para que quede claro, me parece que colocar comillas a la palabra en discusión le hace perder todo el sentido metafórico que originalmente pretende reflejar.
Lo siento Javier, pero nunca le vas a dar en el gusto a todos los lectores. Por contentar a uno que reclama, dejarás disconforme a otros y renuncias a tu propio espíritu narrativo. Lo más íntegro hubiera sido quedarse con la expresión como tal. Y quien no entienda la metáfora, tal vez necesita leer más.
Por supuesto, esta es mi opinión y está abierta a discusión.
Y para que no salga del tópico, a mi me gustó Imposibles Vengadores también. Le daré una nueva lectura.
Solo para que quede claro, Ziggy, y por alusiones:
Para eso, entre otras cosas, sirven las comillas. Para indicar un uso figurativo, no literal.
Si le apetece y le sobra tiempo entre desprecio y desprecio a los que no compartimos su opinión, puede echar un vistazo a esto si quiere:
http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=SSTAZ5sDyD6h59vijX
Fíjese, si le parece bien, en el punto 2, apartado c. Dice, textualmente, «Para indicar que una palabra o expresión es impropia, vulgar, procede de otra lengua o se utiliza irónicamente o con un sentido especial».
«Un sentido especial», Ziggy. Eso dice. Esto es, distinto al habitual. O sea: metafórico, por ejemplo. Comillas.
Pero, vamos, que seguro que también le podrá discutir usted en esto a la RAE. Por qué no. Todo es cuestión de opiniones. Claro que sí.
En cualquier caso, gracias por su recomendación, de verdad, pero no necesito leer más, gracias. No en el sentido de que ese sea el problema de fondo de esta cuestión. Pero gracias.
Por leer, claro que nunca leeré lo suficiente. Ni usted tampoco. Ni nadie.
Muchas gracias, gusgus.
Como ya dije, yo tambien entendí ese uso metafórico del que habla el autor de la reseña.
También creo que lo ideal hubiese sido utilizar las comillas, tal como usted sugirió, que para eso están. Me alegra ver que finalmente se hizo así.
¿Por donde anda John Cassaday ultimamente?
A mí esta me pareció una colección bastante decepcionante. Remender me encantó en X-Force, pero aquí me cansaron muchísimo sus constantes. Los diálogos son, en general, impostados y demasiado intensos, incluso en personajes a los que no les pega del todo. En los cómics de Remender, todo el mundo parece tener el chascarrillo intelectual perfecto en cada momento y, en algunas ocasiones, podrías cambiar el diálogo de un personaje a otro y sería lo mismo.
Después están las transiciones entre escenas. Remender abusa de una técnica que, en muchos casos, no tiene sentido. Termina la página impar con una frase a medio acabar, y la acaba al principio de la página siguiente, que ya sucede en otro escenario. Esa técnica tiene cierto sentido usada de vez en cuando y, sobre todo, cuando la frase pueda tener alguna resonancia explícita o simbólica en la nueva escena. Pero en este caso lo hace por inercia, sin ninguna razón aparente, y desde mi punto de vista, afecta negativamente al ritmo de lectura.
El argumento, sin embargo, está bastante logrado y la serie quedará para siempre como un producto sólido (descontando Axis). Aunque no le hace ningún bien el hecho de que somos conscientes de que todas esas muertes y situaciones que van sucediendo van a ser revertidas. Es decir, casi desde el principio, sabes que lo que estás leyendo es, en realidad, una patraña, lo que dificulta la empatía y el asombro. Yo cuando vi ciertas muertes no sentí nada, desgraciadamente.
Con esta serie se me cayó un poco el mito Remender.
Si me lo permite, Hongosubterraneo, le diré que ha expresado usted perfectamente mis primeras sensaciones al terminar la lectura de esta etapa en su momento.
Estoy de acuerdo con usted en el asunto de los chascarrillos intercambiables, incluso fuera de personaje, algo que hoy en día tienen en común (casi) todos los autores y que venimos arrastrando al menos desde los tiempos del Stormwatch de Ellis. Pero que esa práctica sea habitual en el panorama actual no la hace menos criticable.
También coincido en la cuestión de las muertes y resurrecciones gratuitas y constantes, que se han convertido ya en una convención más del género y que a nadie (o pocos) impactan. Salvo para mal, al menos en mi caso, que me cabrean bastante.
Lo mismo me ha pasado esta temporada, por cierto, con las bodas que se anuncian a bombo y platillo y se promocionan hasta la saciedad para finalmente no ser tales, sino una nueva maniobra comercial que los responsables saben menos trillada que las muertes, por lo que tienen más posibilidades de atraer a más compradores no habituales. Cosa que a mí me molesta enormemente, por mucho Tom King que las escriba.
Lo que sí me ha llamado la atención sobremanera es lo que comenta usted de esa técnica del cambio de escenario de Remender.
He estado repasando por encima esos números, porque, aunque recuerdo haber detectado ese recurso en su momento, no me di cuenta de que se había convertido en un «tic» estilístico del autor, por así decirlo, algo que me parece bastante molesto si no se emplea bien, como bien señala usted. Tengo que darle la razón también en eso.