Warren Ellis en la Marvel «Satánica»
«Soy el demonio»
La Marvel de los 70 era un lugar muy particular. Buscando diversificar el mercado más allá de las historias de superhéroes, la Casa de las Ideas se dedicó en aquella década a probar otro tipo de historias. ¿Blaxplotation? Se presentar Luke Cage y los Héroes de Alquiler. ¿Artes Marciales? Shan-Chi y Deadly Hands Of Kung Fu. Otra de las nuevas “líneas” (si podemos llamarlas así) fue la que se centraba en lo sobrenatural y coqueteaba con el terror. De aquí vienen el Motorista Fantasma original y series como La Tumba de Drácula. Al calor de estas dos últimas, que recibieron en un principio el favor del público, el mismísimo Stan Lee tiene una idea bastante loca: crear una colección en la que el protagonista sea Satán. El sucesor espiritual (y no tan espiritual) de Lee, Roy Thomas, responde a la idea rebajando el tono y proponiendo que el protagonista sea el hijo de Satán. En realidad, este rimbombante título no escondía nada de contenido “satánico”. Gary Friedrich y Herb Trimpe diseñaron al personaje y se encargaron de sus primeras historias en solitario. Su nombre sería Daimon Hellstorm y en la cabecera Son of Satan viviría aventuras de claro corte superheroico. Daimon era llevado al plano terrenal para luchar contra el mal, se uniría a los Defensores e incluso llegaría a casarse con Patsy Walker, Gata Infernal. En los años 80, el personaje languideció y tan solo tuvo escasas apariciones en otras cabeceras; apariciones que no impidieron la devaluación de su estatus dentro del universo Marvel (tampoco ayudaba lo demodé de su atuendo, algo que quedaba dolorosamente patente cuando era utilizado por otros guionistas, caso de Steve Englehart en Los Vengadores Costa Oeste).
Pero llegan los 90, una época de oscuridad y dolor que permitieron ciertos “experimentos” dentro de Marvel. Quizás había llegado la hora de abrir el baúl de los personajes olvidados de la editorial y ver cómo podían modernizarse. Los 90 fueron también la década del boom de Vértigo. Cómics con una sensibilidad adulta, pensados para otro tipo de lector más allá del fan de superhéroes. ¿Podía, aquello, trasladarse a Marvel? A partir de 1992, Marvel lanza una línea de títulos con marcado carácter “oscuro” pero aún dentro de la dinámica superheroica. Esta línea se conoció como “Hijos de la medianoche” e incluía títulos como Ghost Rider, Nightstalkers, Darkhold, Morbius: El Vampiro Viviente y Ghost Rider/Blaze: Espíritus de Venganza. Ninguno de estos títulos, claro, podían compararse con lo que DC estaba haciendo en Vértigo, especialmente obras como Sandman. Sin embargo, si había una colección que imitaba el espíritu Vértigo con algo de estilo, esa era Hellstorm: Prince of Lies. El hijo de Satán parecía encajar perfectamente con el experimento y la editorial le encargó al guionista Len Kaminski que actualizara al personaje. Fuera el traje amarillo chillón, modernización del tridente, desarrollo de un nuevo grupo de secundarios que incluía a Isaac Christians aka La Gárgola. Las historias se centraban en casos paranormales relacionados con demonios, posesiones, cosas así. Aún así, Kaminski fue poco a poco desarrollando una subtrama que desembocaría en el final del #11 en el que Daimon se enfrentaba a su padre en el infierno… y ahí el guionista abandonó la colección. La editora Marie Javins tenía un problema y decidió llamar a un completo desconocido para el público estadounidense: el británico Warren Ellis.
Warren Ellis llevaba desde principios de los 90 labrándose una reputación dentro del cómic británico. En 1991, dentro de la revista Blast!, el guionista había conseguido llamar la atención de aficionados y compañeros gracias a Lazarus Churchyard, una historia que estéticamente entroncaba con la moda cyberpunk de entonces. Su trabajo le valió una llamada de Archie Goodwin y la promesa de recibir encargos de DC (su primera historia en la editorial, un arco en Batman: Legends of the Dark Knight titulado “Infectado” no vería la luz hasta 1996). El mismo Ellis afirma que sin el interés de Goodwin, Marvel no le habría llamado en 1994. Y esa llamada incluía la oferta para hacerse cargo de Hellstorm. Ellis acepta el encargo sabiendo que la serie no vende bien pero, al mismo tiempo, eso le permite tener mucha libertad para desarrollar sus ideas. El británico no se limita a obviar lo hecho por Kaminski pero, claro, se queda con lo que le interesa. Kaminski ya había presentado a un Hellstorm más moralmente ambiguo de lo visto hasta entonces con el personaje a la vez que había sentado las bases del tono oscuro de la serie. Lo primero que hace Ellis en el #12, su debut, es dar un pequeño salto adelante en el tiempo, utilizando el posible resultado del enfrentamiento entre Satán y Hellstorm como “cebo” para los lectores. ¿Qué ha pasado en ese enfrentamiento? Eso permite al guionista justificar alguno de los cambios que introduce, algunos importantes como un nuevo poder sobre la electricidad, otros un poco gratuitos como convertir a Daimon en un fumador empedernido, tic marca de la casa del autor. La trama del primer arco de Ellis se centrará en un asesino de magos, a los que arranca la piel para hacerse una especie de segunda piel mágica. Esta serie de asesinatos y su consiguiente investigación es la excusa perfecta para ver cómo Ellis trata de JohnConstatineizar a Hellstorm.
Sí, Ellis no tiene ninguna vergüenza en “tomar prestadas” ideas de Vértigo. Lo más exagerado sería cómo Hellstorm parece por momentos un trasunto de Constantine o los rasgos físicos de su principal interés amoroso (Jaine Cutter), clavada a la Muerte de Neil Gaiman. Pero al menos Ellis no se limita a copiar. Presenta multitud de ideas, muchas de ellas tan locas como estimulantes: la cazadora de ángeles y demonios, los ángeles narcotraficantes o la más interesante de todas, la victoria de Hellstorm sobre Satán y su entronización como regente del infierno (la sombra de Sandman de nuevo). El #15 presenta un relato de fantasmas más convencional pero el #16 es un retconeo en toda regla del origen del personaje, una historia de terror en la que se nos dice que toda la existencia de Hellstorm, desde su nacimiento, había sido orquestada para que, de adulto derrotara a Satán; al mismo tiempo que se nos dice que el Satán padre de Hellstorm es un demonio que utiliza el alias Satán pero no el único. Posteriormente, Steve Englehart en la miniserie que dedicó a Gata Infernal en los 2000 retconearía este retconeo al afirmar que Hellstorm no era hijo de este Satán sino de Dormammu, pero esta última interpretación no sería respetada tampoco.
Daimon como señor del infierno sería un buen punto de partida para toda clase de historias pero las ventas de la serie eran paupérrimas. En la sección de correo, Ellis instaba a los lectores a que hablaran del título a otros lectores pero ni eso ni la positiva recepción por parte de la crítica sirvió de mucho. El experimento de Ellis era demasiado radical para los (escasos) fans de Hellstorm. “Nada de superhéroes” afirmaba el británico que se negaba a llamar Gárgola a Isaac en el título. Los números 18-21 suponen el final de la cabecera y el guionista cierra casi todas las subtramas como buenamente puede. Como nuevo señor del infierno, Daimon se enfrentará a ángeles que toman posesión del cuerpo de satanistas (#19) mientras que en el #21 será tan solo un espectador en el combate entre Jaine Cutter y a una versión a lo Castigador del Arcángel Gabriel mientras intenta evitar el renacimiento de su padre. El #20 parece un teaser para una serie dedicada a la hermana de Daimon, Satana, pero que nunca llegó a publicarse. La sensación que da el cierre de la colección es de improvisación puesto que específicamente el último número es un auténtico caos de tramas y personajes mezclándose sin ton ni son (excepto las últimas tres páginas en las que Ellis se permite una despedida más pausada). El dibujante Leonardo Manco tuvo que redibujar varias páginas y no pudo llegar a tiempo de completar el número por lo que tuvo que ser ayudado por Martin Chaplin.
El trabajo, tanto de Ellis como de Manco, sí que llamó la atención de Marvel por lo que la editorial decidió darles una segunda oportunidad en la miniserie que también se incluye en este Omnibus de Panini: Druida. En este caso, el personaje principal es el conocido como Dr. Druida que muchos lectores reconocerán sobre todo por su paso por los Vengadores de Roger Stern primero y Walter Simonson después. Creado por Stan Lee y Jack Kirby en Amazing Adventures #1 en 1961, estamos hablando de otro personaje muy secundario de Marvel, con apariciones como la citada en los Vengadores o en otras series de grupo como Los Defensores. Druida, Anthony Ludgate, se nos presenta como un hombre de mediana edad calvo y barrigón, permanentemente resentido con todo y todos. Cuando uno de sus acólitos trata de invocar a un demonio, es Hellstorm quien aparece, asesinando al invocado y humillando a Ludgate. Éste, hace un pacto con las deidades célticas de las que emana su poder, y consigue un aumento significativo de sus habilidades mágicas. Por momento parece que la serie estaba pensada como regular puesto que el #2 repite parte del esquema que Ellis ya había probado en Hellstorm: ayudantes del “héroe” le presentan casos de tono ocultista que solo él puede resolver. Sin embargo, Druida solo tendría tiempo para presentar un caso, en el que una secta pretende crear un monstruo-Dios que permita romper con la ilusión de mundo en el que viven los humanos y enseñarles cómo es la verdadera realidad (horrible, por supuesto). Druida, con la ayuda de Nekra, otro personaje muy secundario de Marvel debidamente “modernizado”, intentarán detener a los miembros de esta secta pero fracasarán, siendo precisamente Hellstorm el que aparecerá en el último momento para salvar el día. Druida es una miniserie bastante agridulce, con un personaje bastante antipático cuyo final es ciertamente sorprendente.
El principal ilustrador del tomo es el argentino Leonardo Manco. Conocido principalmente por dos etapas den Hellblazer, primero con Mike Carey y después con Andy Diggle, Manco hace un excelente trabajo aquí. Su tono casa como anillo al dedo con el ambiente que pretende describir Ellis, las formas y monstruos son perturbadores y llegan a transmitir bien asco, bien desasosiego (el Dios formado por partes de cadáveres…). El estilo de Manco recuerda aquí mucho a una mezcla de famosos dibujantes de Sandman, específicamente los primerizos Chris Bachalo y Sam Kieth, y si lo que pretendía Marvel era copiar a Vértigo, sin duda lo clavaron en este caso.
¿Merece la pena comprar este tomo? Tengo pensamientos enfrentados. No son, bajo ningún punto de vista, clásicos ni cómics excelentes. Pero, ¿son interesantes? Sí, pero sabiendo el lector dónde se está metiendo. El principal reclamo es, claro, Warren Ellis. Para los fans de Ellis será sumamente interesante ir detectando detalles que se convertirán casi en tics cronificados del escritor: personajes pasados de vueltas, cínicos y malhablados, con un punto de inmoralidad que les hace parecer “molones”; diálogos afilados; secundarios con carisma pero casi por completo encadenados por las necesidades de la trama. Creo que a Ellis se le va la mano con la amoralidad. Daimon es un personaje que puede caer mal muy fácilmente por su chulería y desdén por los demás, pero es que Druida es un auténtico demente, un individuo ávido de poder que asesina a personas que le caen mal o le disgustan (el taxista del #2) como quien se come una tostada. Posteriormente en su carrera, Ellis sabría reconvertir a estos “bastardos” en “bastardos de buen corazón” como Spider Jerusalem en Transmetropolitan. No tanto en Hellstorm pero sí en Druida tenemos otro de las ideas recurrentes del guionista británico: la de una cábala secreta que controla el mundo o la realidad misma (¿alguien ha dicho Planetary?). Los seguidores de Ellis reconocerán a un personaje como Druida en su obsesión por sacar a la luz esta clase de conspiraciones. En realidad, tanto Hellstorm como Druida son dos estudios de personaje, en los que lo importante es qué decisiones toman aquellos con poder; cómo éste corrompe y difumina las líneas entre lo que está bien y lo que está mal. En ese sentido, es un acierto incluir Druida en esta recopilación porque, temáticamente, Ellis está hablando de lo mismo que en Hellstorm. El precio que se paga por tener poder y lo fácil que es convertirte en aquello que más detestas (tu propio padre en el caso de Hellstorm, un fracasado con superpoderes en el de Druida).
Mucho podríamos discutir acerca de si estos cómics han envejecido bien o mal. El exagerado “molonismo” marca Ellis seguramente provocará rechazo en los lectores más veteranos. El destino de Patsy Walker enfadara a los que conozcan al personaje (el destino y la forma bastante cabrona que tiene Daimon de tratarla al engañarla con Jaine Cutter). Como experimento no solo es interesante sino muy muy singular dentro de Marvel. Aún hoy me pregunto cómo pudieron muchos de estos cómics pasar el Comics Code con sus cuerpos desmembrados, cadáveres colgando, personas ardiendo vivas… No recuerdo unos cómics tan bestias de Marvel, al menos hasta la llegada de Garth Ennis al Castigador y aquello se publicó en el sello MAX.
El fracaso de las series al estilo Vértigo llevó a Marvel a la revisión de toda una nueva tanda de lanzamientos: El Caballero luna por Doug Moench y Tommy Lee Edwards, Werewolf by Night por Paul Jenkins y Leonardo Manco, Man-Thing por J.M. DeMatteis y Liam Sharp fueron publicados pero sin éxito. Otro título de la línea, Satana, a cargo de Warren Ellis y Ariel Olivetti ni siquiera llegó a publicarse por lo que Ellis se llevó la idea a la editorial Avatar y la convirtió en la miniserie Strange Kiss. Creo sinceramente que esto fue una oportunidad perdida. Sin duda, 1995 no era la mejor época para lanzar cómics de este tipo, al menos en Marvel, pero se perdió el impulso para mantener un espacio de ideas y cómics distintos en la editorial; impulso que, con el tiempo, podía haber llevado a algo más grande.
Este Omnibus no debería ser solo carne de fan de Ellis, aunque muchos se sorprenderán con la cantidad de ideas que se plantaron en estos cómics (Stephen Loss es el primer personaje de Ellis que nace y muere con el siglo XX, por citar otra más) sino incluso nombres (esa Jakita Wegener…). Son cómics atrevidos y diferentes. Warren Ellis fue ascendido en la editorial y acabó en Excalibur. Hellstorm y Druida no cambiaron nada en Marvel pero podrían haberlo hecho. No salió del todo bien pero en la Marvel de la época no tengo claro que se pudiera haber hecho mejor.
Lo mejor
• Una sensibilidad y tono más adulto para la Marvel de la época. El dibujo de Manco, especialmente en Druida
Lo peor
• 25 años después, muchas de las ideas que fueron novedosas en su momento, parecen ahora clichés gastados
Guion - 5.8
Dibujo - 7
Interés - 5.2
6
Curioso experimento de la Marvel noventera.