Los tres fantásticos
«Pacheco Forever, hermano»
Era el año 2000, el Universo Marvel, como la editorial, se iba recomponiendo de una serie de malas decisiones para afrontar una década llena de esperanza y nuevas oportunidades. El mercado del cómic avanzaba. La Patrulla X y demás personajes de franquicia gobernaban los primeros veinticinco puestos de tebeos más vendidos del año. Y para la Primera Familia se abría un camino ilusionante, de la mano de tres españoles: Carlos Pacheco, Rafael Marín y Jesús Merino.
Un problema fundamental, desde Heroes Return, estaba en la identidad del grupo. Las aventuras, en su inmensa mayoría, no distaban de la fórmula genérica planteada para cualquier obra de ciencia ficción en el cómic. Para una cabecera tan particular, con un sentido familiar incardinado desde su origen y en el centro de toda historia que funciona, ha funcionado y ha de funcionar con el grupo, esto suponía que prácticamente nada de lo añadido despertara simpatía y sentimiento de pertenencia en el lector. Asimismo, se habían tomado una serie de decisiones que alejaban al grupo de su cotidianidad y escenario habitual. Espigón 4 era ahora el hogar de una familia por siempre ligada al apellido Baxter. Es en este instante en el que aterrizan los tres a la colección.
El primer arco trae de vuelta a otro español, Diablo, para atormentar la paz de los héroes con un juego de sombras, magia y engaños, mientras el bueno de Foggy Nelson intenta salvaguardar los intereses legales de la sociedad formada por Reed, que incluye sus principales inventos y capital familiar. Siempre al borde del colapso.
Pacheco y Marín ajustan levemente el tono de la etapa anterior, aprovechando las primeras veinticuatro páginas para dejar ver todo lo que les interesa de los 4 Fantásticos y que el lector versado reconocerá de inmediato. Comenzar con una de las viejas peleas entre la Cosa y Johnny es toda una declaración de intenciones. La colección va a ser reconducida a aquello que hicieron grande Kirby, Lee y Byrne.
Precisamente sobre el último, Marín da una información interesante en el prólogo. Indica que la coincidencia de villano en sus respectivas primeras historias con la familia es simplemente eso. Una coincidencia y no un homenaje calculado como, al menos el que escribe, siempre había entendido.
En lo que respecta al dibujo, Pacheco está inmenso en su creatividad a la hora de aprovechar los espacios y cualidades de cada uno de los protagonistas. Se sienten únicos bajo sus lápices, apoyando su talento en la facilidad que trae tener un villano de estas características, sobre las que dar plena disposición a la originalidad del dibujo. Todo se ve en su perfecto sitio, encuadrado en una historia que no decae hasta su conclusión.
Una de las mayores virtudes está en cómo los autores se toman su tiempo para hacer interaccionar a los protagonistas con otros héroes Marvel, con unas intervenciones muy interesantes de personajes como el Control de daños y Spiderman (que además es el elegido para el arranque del soberbio #36, una de las mejores composiciones de Pacheco y Merino).
Hay que destacar esta asociación Pacheco-Merino, pues la lectura continua del tomo, que trae con posterioridad a otros dibujantes, permite apreciar las virtudes de ambos. Tanto de modo individual como a comparación. Marín llama al segundo el Joe Sinnott de Carlos al presentar la recopilación. Nada puede argumentarse en contra, pues ambos consiguen capturar el espíritu de las viejas historias, sin renunciar a su estilo adaptado a lo que venía siendo tratado en el año 2000.
La galería de superhéroes y no supers (el propio Foggy, mencionado) sirve para devolver la magia de la que hablábamos al comienzo, para que se desprenda del texto que el centro auténtico de este mundo está en los 4F. A tiempo que, con el paso de los números, se va devolviendo elementos: desde la vuelta al Edifico Baxter al regreso de Alicia.
Loeb entra en la colección en el #38 para los diálogos. El #40 cuenta con una primera página deliciosa homenaje de Pacheco y Marín, con Peter Parker y el que parece ser Jimmy Olsen, en plena redirección de los 4 Fantásticos hacia el abismo. Es decir, la Zona Negativa.
A pesar de que las expediciones a esta casi siempre arrojan resultados desiguales de calidad, para la nueva, los autores mantienen el tipo, con un interesante enfoque en lo que respecta a Johnny. La Antorcha Humana, en su momento hollywoodiense, se queda atrás y ha de juntar un nuevo, viejo, grupo fantástico, en los que sobresale Scott Lang.
Es difícil pensar en una mayor falta de respeto para un autor que te sustituyan para el diálogo, pero así fue. Casi siempre, por no decir en la totalidad de ocasiones en las que se toman estas decisiones, el resultado se resiente. Esta etapa no es una excepción.
Conocemos a partir de los textos que acompañan la edición que las intenciones para esta, como prácticamente todas las que tuvieron para la etapa, hubieron de ser acortadas o matizadas. Si bien el tramo final se siente algo atropellado, concluye un arco aceptable, con mucho que explotar y redescubrir como lo mencionado de Johnny o lo que respecta a Ben, en constante e infinita crisis de identidad.
El siguiente número es un homenaje nada velado a John Byrne, con ese pueblo creado por el Amo de las Marionetas y que remite directamente a la legendaria etapa del de Wallsall. Para la edición original, del mercado americano, se tomó una decisión absurda que se explica de nuevo en los textos y que da valor a la traducción que contiene el tomo. No solo adapta, sino corrige.
Es decir, el lector español conoce lo más cercano a lo que Pacheco y Marín querían, ya que se devuelve a la dirección general el diálogo y texto, tanto en esta como en otras ocasiones durante la etapa. Siendo, sin duda, la de esta historia la paradigmática de una situación incomprensible, triste e inmerecida para sus autores.
El mcguffin de la caída del cielo de la cabeza de Galactus sería, de no haber sido tan olvidada esta etapa, uno de los grandes momentos para los 4F de los últimos 30 años. Dando paso a una historia de nuevo fuertemente intervenida y recortada, pero que, no obstante, es sin duda la mejor del tomo. Es donde mejor se siente el dibujo, donde más posibilidades hay de hacer algo verdaderamente fantástico.
Por desgracia, el resto de etapa no está a la altura. Ya sea por el dibujo o por la calidad de la historia, jamás recupera el vigor inicial y la imaginación. Seguramente se trate de una conjunción de culpas, pero el texto se siente frío, como rutinaria la dirección, en la que, no obstante, se encuentran hallazgos finales.
Acompañando esta caída en desgracia, tenemos una miniserie notable de los Inhumanos, muy interesante leída en la actualidad con lo que ha sido de estos en los últimos veinte años. El dibujo corre a cuenta de José Omar Ladrönn, que despliega su particular estilo en páginas que juegan con la estructura, llegando a tener hasta doce viñetas en las que el autor no suelta la fuerza de la historia en ningún momento. Con un escenario de ceniza, gris. De guerra perpetua.
Marín mantiene que es donde mejor se pudo ver lo que ambos querían construir en Marvel. Sin duda, es una miniserie a redescubrir para estudiar el trabajo e inquietudes de Pacheco, con ese carácter y rumbo enciclopédico que siempre tienen sus historias.
Para concluir, hemos de comentar que uno de los principales aspectos positivos se encuentra, sin duda alguna, en la edición que ha preparado Panini en este Omnibus. A pesar de que el precio sea elevado, han hecho un trabajo sobresaliente para contextualizar la obra, otorgándole la importancia que merece para que el lector pueda comprender mejor los entresijos y verdades de un tebeo tan singular como este, asfixiado de injerencias editoriales. Se trata de un homenaje sincero a Carlos Pacheco, que arranca de la mejor forma, con el texto de su «primo» Rafael Marín, lleno de verdad y sentimiento. Por poner un pero, hubiera estado bien tener el guion o texto original de los números que contaron, con picardía, con la traducción y que, como se explica en la introducción, es la que se reproduce en este. Para hacer una comparación y valorar aún más el valor añadido que supone tener la historia corregida.
No obstante, independientemente de lo último, nos queda la definitiva recopilación de unos números históricos, en los que tres chavales de la provincia de Cádiz dictaron el camino de la familia favorita de los aficionados del cómic Marvel.
Gracias, Carlos. Por hacer nuestras vidas un poco más felices, en los infinitos mundos de luz y aventura de tus lápices.
Lo mejor
• La fuerza del primer arco y las ideas de Pacheco y Marín.
• El dibujo de Pacheco y Merino.
• La miniserie de Inhumanos.
Lo peor
• La última parte de etapa es muy irregular y no despierta demasiado interés en comparación con los primeros tres arcos.
Aún recuerdo cuando me encontré a Jesús Merino en la librería Amuleto de Algeciras y me firmó el número 5 de la colección. Era bonito ver cómo en esa época Los 4 Fantásticos se hacían a seis manos íntegramente en la provincia de Cádiz.
Un tomo tan impresionante, como imprescindible. Mi única pega es el tamaño. Mientras a los de la acera de enfrente les da por reducir el tamaño (que es peor), a estos les da por aumentarlo. Ninguna de las dos opciones me gusta.