La mujer detrás de la víctima.
«Siempre iba bien vestida, con un delantal blanco limpio, pero sin sombrero.»
Durante más de un siglo, todo lo que rodea a los terribles crímenes de Jack el Destripador ha fascinado a miles de personas, generando cientos de obras que trataban el caso desde cualquier óptica posible, desde intentos serios por esclarecer los hechos, pasando por obras que ofrecían las teorías más peregrinas hasta obras de ficción de diversa índole. Los motivos de ese interminable interés, que permanece intacto a día de hoy, obedecen principalmente al misterio que emana su identidad, que ha provocado innumerables teorías de toda índole, y al morbo que nos despierta la salvaje brutalidad de sus crímenes. Hace tiempo que la realidad de lo que sucedió paso a un segundo plano para entrar de lleno en los territorios que corresponden a los mitos. Algo que ha provocado que en la mayoría de las ocasiones se haya deshumanizada a sus víctimas convirtiéndolas en solo un nombre sin personalidad, presente ni pasado. En origen, se puede achacar al machismo y clasismo de la época, ya que todas ellas pertenecían a las clases más desfavorecidas de la sociedad, lo que provocó que no se indagase mucho en sus vidas y hoy en día apenas se conozca gran cosa sobre ellas. Una circunstancia que siempre molestó a Frank Le Gall (Rouen, 1959), autor de la extraordinaria serie Theodore Poussin (Planeta Cómic) que revoluciono y modernizo el género de aventuras clásicas en el mercado francobelga, desde que entró en contacto con la historia de los crímenes de WhiteChapel, tal y como cuenta en el epilogo de Mary Jane, el cómic sobre la última víctima oficial del célebre asesino en el que ha trabajado desde 1987 y que Norma ha editado hace unos meses. Aunque originalmente él se iba a encargar tanto del guion como del dibujo del tomo, diversos acontecimientos acabaron provocando que se encargara únicamente del guion dejando la tarea de plasmarlo en imágenes al dibujante francés Damien Cuvillier (Picardía, 1987), autor conocido en España gracias a obras como La guerra de los huérfanos (Norma), Los zapatos rojos (Ponent) o Noche negra en Brest (Cartem Cómics).
A diferencia de otros cómics que ponen el foco sobre diversos aspectos del misterioso asesino, como From Hell (Planeta) o Las mil caras de Jack el Destripador (Isla de Nabumbu), dos de las obras más celebradas sobre el tema, en esta obra Le Gall y Cuvillier lo hacen sobre la irlandesa Mary Jane Kelly, que apareció brutalmente asesinada el 9 de noviembre de 1888 en Whitechapel. De entre las cinco víctimas de Jack el Destripador es sobre la que menos información tenemos y el relato de su vida que se recabo durante la investigación de su asesinato está llena de contradicciones. Así que ella es la ideal para que los autores, partiendo de lo que se conoce de su vida, puedan tomarse las licencias necesarias para contar su historia a su manera. Un relato que nos muestra las tremendas dificultades que tenían que afrontar a las mujeres de las clases más desfavorecidas en la Inglaterra victoriana, extrapolables a las de cualquier otra gran urbe occidental. Algo que era la intención original del guionista cuando comenzó a trabajar en este cómic, que en sus primeras fases iba a estar protagonizada por una mujer anónima que nada tenía que ver con los crímenes de WhiteChapel, pero que como sucedía con la gran mayoría tampoco le importaban a nadie.
En la obra apenas encontramos alguna referencia a los crímenes de Jack el Destripador y tampoco nos muestran ninguna escena en la que veamos el trágico final que espera a Mary Jane, pero sí que nos queda claro que estaba condena a sufrir una existencia miserable y desgraciada producto de un sistema atroz con quienes menos tenían, aunque su camino no sé hubiera tropezado nunca con el asesino. En cualquier caso, ella es la fiel representación del sufrimiento que nunca vemos en los libros de historia, que muchas veces se encargan de ocultar las partes más oscuras de momentos históricos de esplendor y progreso como la revolución industrial y la pompa imperial con la que se asocia la Inglaterra Victoriana.
Según van pasando las páginas de la obra vemos la vida de Mary Jane desde que la mina le arrebata a su marido, la primera de una serie de circunstancias desgraciadas que la van encaminando de manera irreversible hacia un destino aciago. Cualquier alternativa que tiene de sortearlo se va estropeando por diferentes causas relatando una vida que es un certero retrato de las condiciones de vida de las mujeres de la época que cayeron en la pobreza y se vieron obligadas a ejercer la prostitución para subsistir. Una historia que está contada a través de varios saltos temporales que se intercalan con los testimonios que distintos personajes que se cruzaron con ella a lo largo de su vida van haciendo, a los policías que investigan su muerte, aunque no queda claro en ningún momento que se trate de una investigación lo que dota a la obra de una sensación de falso documental.
A través de la trayectoria vital de Mary Jane y gracias al detallado y realista dibujo de Cuvillier vemos tanto la miseria del campo y las minas como el Londres más mundano del extrarradio. Un lugar conflictivo, insalubre y lleno de oscuridad, lejos del oropel de los barrios habitados por los nobles y los potentados, donde las fábricas vomitan humo, suciedad y gentes derrotadas por unos trabajos miserables que los reducen casi a la esclavitud. Un grupo de «afortunados» que se mezclan con quienes ni siquiera tienen un trabajo estable y viven día a día entre el hambre y el alcoholismo haciendo lo necesario para poder sobrevivir un día más. Un crisol humano que vive en una urbe superpoblada donde se dan cita personas de todas las procedencias y donde Mary Jane acaba de sellar su irremediable destino mezclada con ladrones, proxenetas y prostitutas. Le Gall hace un completo y complejo recorrido por la vida de la protagonista de manera que vemos cómo se ve forzada a una vida que le lleva una inevitable caída a los infiernos en la que solo tiene algunos breves momentos de tregua y esperanza.
El dibujo de Cuvillier tiene la calidad a la que nos ha acostumbrado en sus trabajos anteriores, en el que brilla un color realizado mediante agudas que refleja perfectamente la sordidez y oscuridad de Londres, pero que también es capaz de mostrarnos la luz de la campiña galesa, aunque en toda la obra emplea tonos oscuros, con la excepción de varias viñetas en las que el rojo sirve para enfatizar la violencia. La atención al detalle y el realismo que vemos en cada una de sus páginas nos permite ver cómo era la vida en Londres, pudiendo apreciar el contraste entre los barrios ricos y los pobres. Narrativamente es un trabajo muy clásico, aunque hay algunos momentos brillantes como la página en la que Mary Jane comienza a ejercer la prostitución.
Norma hace una edición de gran tamaño que permite disfrutar como se merece del trabajo de Cuvillier. Como extras el tomo incluye un epilogo en el que el guionista nos cuenta la génesis de la obra que está ilustrado con alguno de los dibujos que Le Gall realizo en las primeras fases del proyecto.
Mary Jane, más que una obra sobre Jack el Destripador, es un descarnado y fiel reflejo de las terribles condiciones de vida de las mujeres pobres en la Inglaterra vitoriana narrada con pericia por Frank Le Gall y con un minucioso dibujo de Damien Cuvillier.
Lo mejor
• El retrato de la vida en Londres.
• El color y el detalle del dibujo de Cuvillier.
Lo peor
• La falta de riesgo de Cuvillier en la parte más narrativa y en las composiciones de página.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
8
Victima.
Le Gall y Cuvillier nos abren un pasaje en el tiempo para poder ver las miserables condiciones de vida de las mujeres pobre a finales del s. XIX.