Edición nacional / España: Melancolía, Colección Impronunciables, septiembre 2016, Fulgencio Pimentel.
Guión, dibujo y color: Simon Hanselmann.
Formato: 160 páginas a color editadas en un álbum en rústica.
Precio: 24 €.
A este paso podría pasarme la vida leyendo nuevas entregas de las vicisitudes de Búho, Megg y Mogg. A pesar de los pesares. Es decir, debo reconocerlo, algo hay de Schadenfreude en disfrutar de semejante panorama. Porque si bien la perspectiva de Hanselmann siempre parece zigzaguear entre la sorna y el asco, hay veces que para enfrentarse a este material debo tirar por la vía de la vacuna contra lo negativo. Es decir, si no me lo tomo desde un punto de vista humorístico, no podría soportar la tortura constante que sufre Búho por parte de sus compañeros de piso. A estas alturas ya no hay sorpresas en ese sentido: Megg y Mogg son la expresión más perra del egoísmo y la desidia. Son dos seres tan libres, tan dejados, que no dejan de ser reflejo de lo que nos gustaría ser si diéramos rienda suelta a nuestro niño interior. Exacto, el niño interior no es ese que sueña y que se deja llevar por los arrebatos de felicidad e imaginación. El niño interior es el que se antepone sus caprichos a todo lo demás, el cruel, el que prueba los límites del que tiene al lado para ver cuánto terreno puede conquistar. El parásito. Y es que, bromas aparte, Megg y Mogg lo son, por más que nos podamos reír con lo que hacen.
En otras entregas, Hanselmann juega a disculparlos, describiendo el autodesprecio que sienten por sí mismos, ese que les lleva a procesos depresivos y autodestructivos. Ahí la broma se convertía en algo serio, en la cara oculta de la desfachatez del egoísta supino, nos compadecíamos de los tiranos al saberlos débiles y entendíamos sus acciones como respuesta a unas vidas truncadas por la depresión completa. Pero, aquí, imagino que de manera no casual, el autor evita descensos a infiernos y pone el ojo sobre la gamberrada. No hay redención. Sus personajes son así de humanos, son así de imperfectos y no necesitan de justificación: no los querrías cerca, pero no puedes evitar divertirte con sus putadas. De ahí el Schadenfreude.
Y es que, tampoco podemos engañar a nadie: Búho es un gaznápiro que tiene lo que se merece. Por su falta de personalidad, por su inseguridad, por su falta de carácter… Del débil se aprovecha todo, como del cerdo. Y Megg y Mogg no son ajenos a ese gusto masoquista de con quien comparten vivienda, quien vuelve una y otra vez a caer bajo el pernicioso influjo de esa relación en la que aparentemente el pájaro tiene las de perder.
Mientras, las drogas, la comida basura y la escatología habitual, aquí acrecentadas con la aparición de los hijos de Werewolf Jones, contrapunto aún más sórdido y triste que lo que personaliza a su padre se debaten en una odisea del bendito mal gusto, más cercano a la vida real que cualquier pirotecnia elegante que suelen tratar de vendernos en productos para las masas. Porque esto es así, Melancolía, como sus tres capítulos precedentes, es un título rabioso, que llama siempre la atención entre el resto de tebeos, ya no sólo por su tono o temática, cruenta, directa, dolorosamente real, sino por su trazo y paleta. El lápiz naif de Hanselmann, con su abanico de tonos básicos, como queriendo burlarse de cualquier visión descafeinada de la vida, despliega un mundo de color que potencia el mensaje nihilista de la obra. Y es que Hanselmann parece querer decir que si estamos condenados, mejor será reírse.
Guión - 7
Dibujo - 7
Interés - 7
7
Deberías ir a por él, hoy mismo.