«El amor de un padre por su hijo es, y siempre será, incondicional. Por más feo y travieso que sea, siempre será “su pequeño.” Con un estilo gráfico tomado de los maestros americanos de principios del siglo XX, Olivier Schrauwen propone una serie de historias decididamente imprevisibles en las que aflora la herencia del surrealismo belga.»
[Extraído de la contraportada]
Mi pequeño está repleto de material alucinógeno capaz de remedar en un cocodrilo de zoológico la aventura de Jonás con la ballena o convertir una pesadilla paterna de progeria en una declaración contra la inevitable maduración de nuestros vástagos. El espeluznante prólogo en que un serio doctor apalea hasta la muerte a una embarazada de la que emergerá nuestro protagonista es una magnífica carta de presentación de lo que se puede esperar del talento crudo de Olivier Schrauwen, desatado en alegorías desconcertantes entreveradas de ternura y crueldad.
Schrauwen bebe de los maestros pioneros de las tiras de prensa, ya se ha dicho, con
Articulado en cinco capítulos repartidos en 52 páginas, la trama de Mi pequeño se basa en una sucesión de anécdotas sin gradación dramática, es decir, sin que el personaje progrese física o psicológicamente, excepto en la primera entrega (el nacimiento). Las aventuras del mocoso y su padre podrían continuar, por tanto, indefinidamente, si Schrauwen así lo deseara, al uso de tantas tiras de prensa, mientras los lectores las respalden. La conclusión, en este caso, obedece al sentir del autor por probar otros derroteros, progresivamente más ambiciosos.
Mi pequeño constata que la más rabiosa modernidad también consiste en mirar al pasado y subirse a hombros de gigantes, pues los clásicos son siempre nuevos… si bien no exentos de peligros. Por lo pronto, hay que sortear la trampa del pastiche, cosa que Schrauwen logra gracias a una sensibilidad vitriólica y a las ventajas de no estar supeditado a una periodicidad concreta, diaria o dominical, como los maestros precursores. A este respecto Mi pequeño tiene algo de experimento de laboratorio, de recreación con técnicas modernas de hábitos artesanales, o sea: un poso de artefacto intelectual para diletantes. De resultas de ello, lo pondrán en su justo valor quienes aprecien sinceramente su contexto referencial, sin que deba inferirse de lo dicho que su desconocimiento suponga la imposibilidad de su disfrute. Schrauwen puede que tenga fama de elitista, pero sus tebeos, aunque artísticamente complejos, apelan a sentimientos sencillos y universales. Lástima que la edición española, en formato inferior al cómic book, cercene en parte la evocación a la plancha dominical, como sabemos, de dimensiones muy superiores.
me lo has vendido con tu texto; en cambio la plancha que has elegido para ilustrarlo no me dice nada. no había otra con más chicha o son todas así?
Hay páginas con más acción, o gags, aunque todas visualmente similares. Si buscas por el título original neerlandés (‘Mon fiston’) puedes ver otras láminas de muestra. Por ejemplo, aquí:
http://www.comicsreporter.com/index.php/briefings/eurocomics/6646/
No obstante, aviso que es de esa clase de dibujo que se crece con la lectura. Es difícil de explicar, pero pasa con todas las obras de Schrauwen (lo que es curioso pues cambia de estilo según el proyecto). Si te animas, ya me contarás. 😉