Mientras seguimos a la espera de que nuestro crítico de cine particular, el incomparable Pablo Gutierrez, haga lo que de él se espera y nos regale la “reseña definitiva” sobre Batman Begins, me permito reflexionar sobre lo que considero uno de los aspectos centrales de la película. He intentado evitar los spoilers, aunque algunos comentarios pueden rozarlos. Ustedes deciden.
El miedo y la justicia son los dos polos alrededor de los cuales se vehicula el arquetipo del Señor de la Noche (Dark Knight). La justicia del paladín, del caballero. Lo terrorífico de la noche, de la oscuridad. Y Batman Begins da habida cuenta de ellos. Retratándolos no sólo como los dos motivos que definen al Hombre Murciélago, sino como partes integrantes, constitutivas de sus raíces, de su pasado, de la persona de Bruce Wayne ya desde niño.
En su infancia, el miedo cobrará forma y se concretará en la figura del murciélago. Un miedo que le acompañará siempre y que, percibido por Bruce como desencadenante de la muerte de sus padres, se verá agigantado y entremezclado con otras pasiones destructivas tales como la ira o la culpa.
La capacidad de valorar la justicia, de estimarla, la necesidad de ser justo, le llega a Bruce a través de su linaje. Una justicia que no se detiene en el aspecto legal de la injusticia. Una justicia social. Gotham debe estar situada en el sur de los Estados Unidos, en cuanto que Alfred nos ilustra sobre el hecho de que ya un tatarabuelo de Bruce, en la América esclavista, ayudaba a la gente negra a huir hacia el Norte. También Thomas Wayne será, para su hijo, ejemplo de hombre justo, cuando le alecciona sobre la necesaria corresponsabilidad para con los más desfavorecidos, en su viaje familiar hacia Gotham gracias al monorraíl que Empresas Wayne construyó para la ciudad.
Y a lo largo del metraje, diversas figuras paternas influirán en el divagar de Bruce a través de esos dos polos constitutivos: la justicia y el miedo. Figuras paternas, en cuanto que se comportan con paternalismo hacia Bruce; aconsejándole, instruyéndole, sermoneándole. Carmine Falcone y Ra’s Al Ghul representan el camino del miedo. El miedo como instrumento de poder y de control para Falcone. Como arma para Ghul. Rachel y Alfred, por su parte, constituyen la reverberación de la imagen de Thomas Wayne y mantienen a Bruce anclado en la necesidad de justicia, alejándole de las posibles perversiones de la misma, la venganza y el exterminio, hacia las que pretende arrastrarle Ghul. Por eso, como ya dije en la reseña que tan generosamente me ofreció David Hernando de alojar en LA Batman-site, el enemigo a batir para Bruce será siempre la posible profanación de la memoría y de la obra de su padre. A manos de otros y a manos de sí mismo. De ahí que Ra’s sea su peor enemigo. Porque se encuentra tan cerca y a la vez tan lejos de lo que el padre de Bruce había sido. Ra’s es el primero que en pantalla se atreve a manchar la memoria de Thomas Wayne. A él le seguirán Falcone y Earle, el personaje de Ruther Hauer. A través de ellos descubriremos que Bruce no es el primer Wayne al que se enfrentan los dos malvados. Que Bruce no es el primer paladín en defender Gotham haciendo frente a Falcone y Ghul. Ya su padre había sido adversario para ellos y había conseguido detener su embate. Por eso le desprecian y le vilipendian ante un Bruce inseguro que deberá aún recorrer un largo camino para reconciliar el recuerdo de su padre con su presente. Tenemos una gráfica representación de todo lo que hasta ahora hemos comentado en el plan de Ghul, que pretende propagar el terror mediante la profanación casi lasciva del símbolo por excelencia de la familia Wayne en Gotham.
Como ya dije también en la reseña para Batman-Guía visual, finalmente todo se cumple, el círculo se cierra, Bruce encuentra su destino y consigue traducir el legado de su padre para esta nueva Gotham. Aunando en su interior el miedo con la justicia, poniéndolo al servicio de los que necesitan ser defendidos. En un camino propio y personal, el suyo, que mantiene lo esencial del enseñamiento paterno, adaptándolo a unas nuevas formas. Ese sacrificio formal de lo que representa el linaje Wayne lo ejemplifican los destinos de la Mansión y del monorraíl, junto con la conducta de Bruce al hacer fuera de su fiesta de aniversario a todos los amigos de sus padres. Pero queda claro que Bruce sigue a la escucha de la voluntad de su padre y que la ruptura sólo está en las formas en ese bello flashback donde él, de niño, escucha con el fonendoscopio el latir del corazón paterno.
De esta manera, cual tragedia griega, el nacimiento de Batman no tiene nada de casual o accidental. Es el destino de un niño asustado llamado a continuar la tarea por la justicia que emprendieron sus antecesores.