Hacia 1995 el panorama del cómic en los Estados Unidos no era muy halagüeño. Montones de especuladores haciendo negocio mediante variaciones de portada, bolsas de plástico y cómics sin historia. La era de Marvel Knights estaba aún lejos de Marvel. Las muchas independientes que iban surgiendo se molestaban entre ellas. La JLA languidecía a la espera de un tal Mr. Morrison y el universo DC se iba automutilando, repartiendo pedazos de su continuidad entre Milestone y Vértigo. Entonces surgió un proyecto que pretendía revitalizar ese universo, una Hora cero que sería el principio del mañana. De las series que brotarón de ese evento sólo una consiguió perdurar: Starman.
En el anuncio de novedades de Dolmen para marzo destaca con fuerza la llegada por fín de este cómic a nuestro país, después de la breve andadura que tuvo de la mano de ediciones Zinco.
Esta serie es una obra colosal que, más allá de todos sus valores artísticos intrínsecos, goza de una notable cualidad para sobrevivir en el futuro que quizás le espere en su edición castellana. Ésta es, la facilidad con la que uno puede entrar en su argumento en cualquier punto del mismo. A pesar de la amplia cantidad de referencias y de elementos argumentales con los que juega, a pesar de contar una sola historia (hecha de múltiples pequeñas historias, cual caja china) de más de ochenta números, uno puede meterse en ella en cualquier número de la serie sin encontrarse en ningún momento perdido.
Esperemos que de toda manera esa virtud no le sea muy necesaria en su edición española y los lectores podamos gozar de una edición continuada, regular, frecuente y con el cuidado y la dignidad que el producto merecen.
Deseémosle lo mejor a esta pequeña obra maestra del cómic USA en su andadura de la mano de Dolmen. Y que ustedes la disfruten, porque como reza la cita de Oscar Wilde, todos nosotros estamos en el arroyo, pero algunos de entre los nuestros miran hacia las estrellas.