El origen de la ira.
«Recuerda… recuerda lo que pasa cada vez que confías en alguien.»
A lo largo de la historia de la literatura se han ido creando personajes que han escapado de las páginas del libro en el que nacieron para formar parte del acervo cultural mundial e instalarse de lleno en el imaginario colectivo transcendiendo a sus propios creadores. Hay cientos de ejemplos, pero uno de los más significativos es la criatura de Frankenstein creada por Mary Shelley en 1816. Más de doscientos años después de su creación tanto el monstruo como Víctor Frankenstein han aparecido en cientos de obras de ficción. En algunos casos se trata de obras que adaptan de la manera más fidedigna posible la novela original a un medio diferente, en otros introducen algunos cambios para modificar la historia como hizo Sandra Hernández en la reciente adaptación al cómic editada por Bang, pero hay otras ocasiones en las que los autores optan por alejarlo por completo del texto original creando una secuela apócrifa. Es en esta última categoría en la que deberíamos situar Monstruo, el cómic recientemente editado por Astiberri en el que David Muñoz (Madrid, 1968) y Andrés G. Leiva (Córdoba, 1969), que repiten colaboración tras 15 (Astiberri), nos cuentan la vida que hubiera llevado la criatura si hubiera sobrevivido hasta acabar en el Madrid de la década de los sesenta del siglo pasado en pleno aperturismo franquista y en medio de la celebración de los “25 años de paz”.
Aunque estamos ante una historia que cambia la localización temporal y geográfica de la novela de Shelley, la obra de Muñoz y Leiva mantiene intactos algunos de los temas principales de la historia como el miedo y el odio que los seres humanos acostumbramos a tener a lo desconocido o que es lo que nos hace humanos. Una pregunta a la que el monstruo aún no ha encontrado respuesta pese a los años que lleva habitando la tierra, casi siempre en soledad. A lo largo de la obra vemos escenas de su pasado, que se distinguen de las del presente de la obra porque tienen un color creado mediante las acuarelas que tan bien domina el dibujante cordobés. Esas escenas nos permiten descubrir que ha vivido en primera persona algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de Europa que le han dejado claro que el ser humano siempre le ha pagado con odio y maldad, cualquier atisbo de bondad. Algo que le ha llevado a albergar en su interior una ira que le ha veces se desborda en arrebatos asesinos. Esa búsqueda de entender el origen de la ira, gracias un muy conseguido estudio de la psicología del personaje principal, se convierte en el tema principal de esta interpretación de la celebérrima novela.
Tras dos escenas iniciales, una primera narrada a las mil maravillas en las que se conecta esta historia con la obra original y otra en la que se muestran los elementos principales sobre los que se va a construir de esta nueva trama y se presenta a los personajes principales, nos encontramos con una portentosa ilustración a toda la página, en la que en un alarde de síntesis y con simplemente dibujar unas pocas situaciones y unos diálogos muy acertados, los autores nos hacen una completa radiografía de la realidad de la España del desarrollismo. Una página de esas que se te quedan grabadas en la memoria y demuestran que el cómic es un elemento de comunicación de primer nivel que nos deja ver de un solo vistazo un tiempo lleno de tebeos, furor por la televisión y el futbol, tres entretenimientos de masas que no podían ocultar la represiva moral implantada por el régimen, la miseria y el sufrimiento de las personas que todavía vivían con el doloroso recuerdo de sus familiares represaliados. La punta del iceberg de un régimen que había sumido al país en una realidad tan gris como los que inundan las páginas de un Leiva que hace uno de sus mejores trabajos. Lo que viniendo del autor de obras como El misterio de Electra / horrible hórreo (Sins entido), Juana de Arco (Sins entido) o Uno de esos días (Dibbuks) es más que destacable.
Al arrancar la historia, nos encontramos con un personaje que vive en una impostada y aislada paz consigo mismo tras alejarse lo más posible del contacto humano, pero, por una serie de circunstancias que no rebelaremos aquí para evitar caer en innecesarios spoilers, sale de ese cascaron para tratar de buscar un final feliz y ser aceptado por la sociedad. Para lograrlo intenta cambiar su forma de ser, pero termina por descubrir que es una tarea realmente ardua por mucho que lo intente. Más cuando formas parte de una sociedad tan deshumanizada y llena de miseria como la de aquellos años. Pese a todo, no estamos ante una historia maniquea de buenos y malos, sino que todos los personajes principales están llenos de aristas que reflejan lo bien construidos que están. Aunque el que lleva el peso de la historia lo lleva el monstruo, los otros tres personajes principales, que forman una familia desestructura, posibilitan abordar el maltratado, uno de los temas que eran tabú durante aquellos años y que dejo un sangriento reguero de víctimas que nunca fueron reconocidas. Además, también sirven para complementar el retrato de la época permitiéndonos ver los diferentes estratos de la sociedad. Gracias a ellos conocemos tanto a la gente que habitaba en los barrios del extrarradio como a las clases altas que conocemos a través de un paseo por el Florida Park, un club lleno de excesos y desenfreno donde se daban cita la flor y nata de la sociedad tardo-franquista.
Como ya hemos mencionado Leiva hace un trabajo extraordinario tanto en el diseño de su monstruo, que se aleja de los que popularizo la película de James Whale del 1931 para acercárnoslos al de la novela, como en su reflejo de un Madrid tenebroso casi fantasmal por el que se pasean un crisol de personajes de lo más variopinto. Un ambiente tenebroso en el que funcionan de maravilla las masas de negros y grises que va contrastando con los blancos y con unos personajes dibujado con líneas rotas dibujadas con un palillo de dientes que dotan a la obra de un tono crudo, similar al empleado por algunos de los ilustradores más afamados de la época donde se desarrolla la obra. Esas escenas tan realistas del presente se van intercalando con diferentes flashbacks y las pesadillas del personaje que son a color, al igual que sucede con algunos momentos de ensoñación del protagonista en el presente que también son de diferentes colores. Un contraste perfecto entre la realidad y la ficción que aumenta con el cambio de estilo de las escenas de pesadilla que son mucho menos realista dotándolas de una sensación de irrealidad monstruosa.
La edición de Astiberri es de gran calidad y tamaño que permite disfrutar como se merece el trabajo que han realizado Leiva y Muñoz.
En Monstruo Andrés G. Leiva convierte en fantásticas páginas un sólido guion en el que David Muñoz indaga sobre el origen de la ira que casi todos guardamos, mientras nos hace una radiografía de la España de los años sesenta. Una continuación de la obra de Shelley que sabe mantener el espíritu del texto original añadiéndole nuevas e interesantes capas.
Lo mejor
• El trabajo de Leiva.
• La reflexión sobre el origen de la ira.
• El retrato de la época.
Lo peor
• Celia da la sensación de ser un personaje que podía dar más de sí, aunque cumple perfectamente con su función en la trama.