¿Quién es el 11º pasajero?, de Mōto Hagio

La obra de ciencia ficción y misterio de Mōto Hagio, autora clásica publicada por primera vez en nuestro país por Ediciones Tomodomo

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Edición original: 11-nin Iru! JAP y Zoku Juuichinin Iru! JAP (Shōjo Comic / Shogakukan, 1976).
Edición nacional/ España: Ediciones Tomodomo (2016).
Guión: Mōto Hagio.
Dibujo: Mōto Hagio.
Formato: Tomo manga con solapas de 328 páginas.
Precio: 12,00€.

 

«¡Aquí sobra uno! ¡Somos once!.»

Desde mediados de la década de los cincuenta, y hasta entrados los setenta, el movimiento por los derechos civiles puso a prueba la fortaleza y realidad de la sociedad estadounidense. Las reivindicaciones y protestas asaltaron el sueño americano con pintadas a propósito de temas como la discriminación racial, los derechos de las mujeres, la homofobia y la Guerra de Vietnam. La llamada contracultura nació como una respuesta al creciente clima de tensión social; una corriente que también tuvo un importante impacto en la industria del cómic norteamericano.

El conocido como comix underground se convirtió en un espacio único para sus guionistas y dibujantes. Uno apartado y aislado de los intereses y la autocensura de las grandes editoriales que les permitió explorar otros caminos posibles para la viñeta. Sus historias hablaban de sexo, violencia y drogas con total y libre impunidad. Y se podía palpar en sus páginas el odio al sistema de regulación del Comics Code Authority encargado de mutilar la creatividad y libertad de expresión de los autores del medio.

El kilómetro cero del comix underground se sitúa en 1968 con la publicación del primer número de la revista Zap Comix de Robert Crumb. Pero la gran revolución de esta etapa fue la incorporación a estas publicaciones de un grupo de nuevas y contestarias autoras. Ellas se hicieron eco de cuestiones y temáticas ignoradas por sus homólogos masculinos, con más tendencia a dejarse llevar por sus fantasías de poder. En las filas de esta comunidad de autoras tenemos nombres como los de Lee Marrs, Trina Robbins, Aline Kominsky o Shelby Sampson. El relato autobiográfico y la sátira fueron las principales armas de estas, esgrimidas en antologías como It Aint Me Babe, Tits ‘n Clits, Twisted Sisters o Wimmen’s Comix Collective.

… Y mientras tanto en Japón

En ese mismo momento, al otro lado del océano Pacifico, Japón buscaba superar la depresión de posguerra. El país se había abierto al mundo y adoptado la democracia como medio de prosperidad. La cultura sufrió una proceso de occidentalización y en muchos aspectos sociales esto tuvo también sus repercusiones. En este contexto el cómic japonés vive un proceso de cambio en los mismos limites del mercado mainstream. La revolución está ligada a la incorporación de una nueva generación de autoras al medio: el Grupo del 24. El nombre viene porque la mayoría de sus integrantes habían nacido alrededor del año 24 del periodo Shōwa (correspondiente a nuestro 1949). Eran aficionadas que se habían criado con el trabajo de mangakas como Osamu Tezuka o Leiji Matsumoto.

Las innovaciones temáticas y gráficas del Grupo del 24 se establecieron en el marco del shōjo manga, una demografía que hasta el momento había planteado historias muy simples y prototípicas. En parte el motivo era el desinterés de editoriales y autores por su misma esencia. Tanto el cómic japonés como el estadounidense dirigido al público femenino había sido concebido y desarrollado por hombres. Ni en el País del Sol Naciente ni en Estados Unidos era habitual la presencia de mujeres en el mundo del cómic. La diferencia en este caso la marcan las lectoras. Las publicaciones de shōjo manga cobran más fuerza después de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, en Estados Unidos el cómic romántico -supuestamente destinado al público femeninio- pasa de vender millones en los años previos al conflicto a ser una simple anécdota en décadas posteriores. Esto acabó alejando del cómic a muchas lectoras que vieron como el medio se convertía en un territorio dominado por y para los hombres.

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La Princesa Caballero de Osamu Tezuka (1954) es considerada el origen del shōjo manga

En Japón no sucedió lo mismo. Las editoriales estaban mucho más interesadas en atraer y mantener el favor de su público femenino. Esto llevó a las compañías a confiar en sus autoras para reinterpretar la herencia de sus mayores. Las historias en sus manos se tornaron más ambiciosas, tratando temas relacionados con el sexo, la identidad y el género. El relato romántico clásico se fusionó con géneros como el drama histórico, la fantasía o la ciencia ficción. No se estancó como sucedió en el caso de Estados Unidos. La revolución prosperó dando lugar a subgéneros como el shōnen-ai y el yaoi, con personajes protagonistas masculinos idealizados y andróginos para que las aficionadas se identificasen con ellos. Este tema lo podéis ampliar en la web con nuestro Especial San Valentín de este año: Cuando el amor es cosa de hombres.

Mōto Hagio entra en escena

En resumen, durante la segunda mitad del siglo XX, tanto en oriente como en occidente, la mujer se incorpora como profesional al mundo de la viñeta. Pero las circunstancias en las que lo hace y los resultados son también muy diferentes. En Estados Unidos las autoras siguen siendo minoría y su trabajo se mueve en cauces más marginales. En Japón la mujer se incorpora al medio y y su desempeño tiene una mayor visibilidad. Las lectoras son alentadas en comparación a lo que sucede en Estados Unidos que son señaladas. Las precursoras del nuevo empuje del manga son autoras como Riyoko Ikeda, Yumiko Ōshima, Ryōko Yamagishi y, especialmente, Keiko Takemiya y Mōto Hagio. Esta última debutó en el medio con veinte años y ha cultivado desde entonces una prolífica carrera. En ella destacan obras como Lulu to Mimi, La familia Poe, El corazón de Thomas o ¿Quién es el 11º Pasajero?.

El estilo lento y reflexivo de la narrativa de Mōto Hagio costó de cuajar en el mercado japonés del momento. Fue el editor Junya Yamamoto quién acabó reconociendo su talento acogiéndola en las páginas de la histórica Shōjo Comic de Shōgakukan. Esta dificultad para encajar en las convenciones fue precisamente la que llevó a su autora a primar la experimentación y convertirse muy pronto en un referente. De hecho, junto a su compañera Keiko Takemiya se la considera la creadora del subgénero shōnen-ai. Pero pese a la trascendencia de su trabajo en nuestro país no habíamos tenido oportunidad hasta hace unos meses de degustar su obra. Ha sido una pequeña editorial como Ediciones Tomodomo la encargada de abrir la veda licenciando la mencionada ¿Quién es el 11º Pasajero?.

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Mōto Hagio en pleno proceso de creación

Este es uno de los mejores títulos para entrar en contacto con Mōto Hagio, una historia ligera de ciencia ficción de reminiscencias pulp pero con un trasfondo bastante sugerente. En ella nos encontraremos con un generoso sentido de la aventura y unos personajes bien definidos en lo psicológico. En ellos se proyectan cuestiones residuales de este tipo de relatos al tiempo que se da pie a interesantes lecturas de sexo y género. Nos encontramos ante una obra que hace compatibles el romance, el misterio, la aventura, el humor y la filosofía. Toda una amalgama que lejos de ser confusa se articula con fluidez debido a una narrativa siempre clara y limpia, abierta a cualquier tipo de lector.

La premisa de ¿Quién es el 11º Pasajero? no puede se más sencilla y directa. Se centra en la prueba de acceso a la Universidad Estelar que debe realizar la nueva promoción de aspirantes a esta prestigiosa institución intergaláctica. Los candidatos llegados desde las principales civilizaciones de la galaxia deberán dividirse en grupos de 10 personas y afrontar un último examen. Este consiste en sobrevivir junto a sus compañeros durante 53 días en una nave a la deriva. Todos deben unir esfuerzos para lograr sus objetivos, si solo uno de ellos se rinde el grupo quedará automáticamente descalificado. Pero en el grupo 22 hay un undécimo pasajero que sembrará las dudas y el miedo en el resto de la tripulación.

¿Quién es el 11º Pasajero?

¿Quién es el 11º Pasajero? se centra principalmente en dos personajes. Tada, un humano con una extraordinarias habilidades de percepción. Y Frol, su malhablado y andrógino compañero que oculta un secreto sobre su verdadera condición. La intriga por conocer al impostor es el epicentro que determina su relación y la del resto de peculiares secundarios que aparecen en la historia. La autora tira de la madeja de este misterio para plantearnos cuestiones más importantes relacionadas con la política, la violencia, la incomprensión o el sexo. Este último como elemento determinante en la creación de roles en cualquier sociedad humana o, como en este caso, extraterrestre.

Mōto Hagio rompe barreras. Utiliza las pautas y fronteras del shōjo manga para hacerlas casi desaparecer y construir un relato con una autonomía más allá del género. En este aspecto, es revelador la dinámica entre Tada y Frol que permite a su autora elucubrar una trama romántica totalmente justificada en el contexto de ciencia ficción de la obra. Pero en ningún caso el centro de la misma. Hay una voluntad de subvertir roles y manejar de forma ambigua emociones y sentimientos para sacar de su zona de confort al lector. El retrato de la homosexualidad, y la posición de la mujer en sociedades avanzadas, evidencian la destacada e interesante carga social del relato. En este sentido, es palpable la influencia en Mōto Hagio de algunos de sus escritores de cabecera como Isaac Asimov o Ray Bradbury.

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Portada original de la edición japonesa de ¿Quién es el 11º pasajero?

En ¿Quién es el 11º Pasajero? también tenemos la descripción de la convivencia como mismo origen de conflicto. En él se introduce el tema de la lucha de clases. Para ello se contraponen las figuras de Tada y el Rey Baseska. El primero es un joven humilde, pacifista e idealista con una empatía y sensibilidad muy marcadas. El segundo un aristócrata de mentalidad perfeccionista cuyas buenas maneras ocultan un tono autoritario. Desde un primer momento nadie cuestiona el liderazgo de Rey Baseska pero existe una oposición moral por parte de Tada que soscava sus decisiones. Esto le llevará a eliminar todo rastro de individualidad y traición en el grupo, aunque para ello tenga que recurrir a la violencia. A Tada solo le quedará su honestidad como arma.

¿Quién es el 11º Pasajero? se publicó en 1976 y resulta hija de su tiempo. Especialmente a nivel gráfico. El dibujo de Mōto Hagio es estilizado y preciosista. Sus personajes basculan entre su hieratismo de fábrica y la expresividad que su autora les otorga con apenas unos trazos. Los planos son detallados y las páginas recargadas pero claras y sencillas en su narración. En momentos muy concretos hace gala de un sense of wonder muy jugoso, meritorio si pensamos que este es el primer trabajo de la autora en el género. Luego vendrían Marginal, Away y Bárbara, el otro mundo por la que en 2006 recibió el Gran Premio de la Ciencia Ficción de Japón. El último manga en lograr este galardón en 1983 fue Pesadillas de Katsuhiro Otomo.

Al horizonte del este, eternamente el oeste

En 1986 ¿Quién es el 11º Pasajero? fue adaptado al anime por Satoshi Dezaki (Riki-Oh: The Walls of Hell) y Tsuneo Tominaga (Cinderella Boy). La cinta dejaba a un lado la secuela de la obra original con el poético título de Al horizonte del este, eternamente el oeste. En esta continuación, el planteamiento se aleja gradualmente de la space opera para coquetear con el género fantástico. El romance sigue presente, pero como en su primera parte, no es el foco principal de la trama. El misterio y la intriga se transmutan en un thriller político con traiciones, venganza y enredos palaciegos.

La historia recupera a Tada y Frol, ahora alumnos de Universidad Estelar. Estos reciben una invitación del Rey Baseska para visitar su planeta Aritoska Re. La pareja acepta el ofrecimiento sin saber que la guerra entre este planeta y su vecino Aritoska La está a punto de estallar. Tada y Frol se verán en mitad de un conflicto en el que también están involucrados la supranación Douze, las Naciones Galácticas Unidas y la Universidad Estelar. De esta manera, en esta segunda parte de su obra Mōto Hagio se adentra en un juego de contrastes. En ella nos habla de la guerra y la diplomacia y establece paralelismos entre conceptos como tradición y progreso.

La ciencia y la religión se utilizan como elementos opuestos pero a su manera aglutinantes de la cultura y la sociedad. La mitología de herencia grecolatina que ya vimos en la primera parte de la obra cobra aquí nuevo y destacado relieve. Todo esto ayuda a configurar un contexto lleno de ideas y matices aunque muchos sean meramente ornamentales. El personaje del Rey Baseska centra el interés del relato. El suyo es un viaje iniciático lleno de dificultades y peligros para convertirse en un buen y digno gobernante, como si de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo se tratase. No obstante, son Tada y Frol los que acaparan realmente el protagonismo, ellos son el verdadero y constante motor de la acción.

Esta continuación sacrifica la intimidad del relato original por una puesta en escena más ambiciosa, con más escenarios y personajes en liza. Esto añade intensidad y épica a la ecuación pero al mismo tiempo hace que el conjunto se pierda por aguas más conocidas. La obra afianza su componente dramático y emocional, y un humor que funciona como válvula de escape. La historia llega a su conclusión cerrando las tramas abiertas aunque curiosamente dejando un final muy abierto a la relación de sus protagonistas. Aunque esto, una vez visitado el universo de Mōto Hagio, solo se puede reconocer como una velada e ingeniosa declaración de intenciones.

Epílogo

En 2012 Mōto Hagio recibió la Medalla del Lazo Púrpura del Emperador de Japón por sus aportaciones a las artes del país. Es un galardón que logra resaltar una figura clave en la evolución del cómic japonés. En nuestro país la publicación de ¿Quién es el 11º pasajero? es un primer paso para resarcir tantos años de ausencia de esta autora en nuestras librerías. Una creadora cuya sombra está a la misma altura que otros grandes nombres de la historia del manga. La edición de Ediciones Tomodomo rinde tributo a Mōto Hagio con un tomo que aúna calidad y precio. Este incluye la historia original, su secuela y las historias cortas más distendidas y llenas de humor de Space Street. Todo sea por tener en nuestras tiendas de cómics y librerías este clásico, una primera muestra del talento de una autora a descubrir por estos lares.

«Nos preguntamos cuántos corazones habrán quedado entrelazados del mismo modo. Dentro de esta era, bajo este cielo repleto de estrellas, hay infinitos seres, con infinitas esperanzas y sueños. Más allá del este, mucho más allá del oeste, en incalculables galaxias que se extienden hasta la eternidad, sobre un mismo horizonte.»

  Edición original: 11-nin Iru! JAP y Zoku Juuichinin Iru! JAP (Shōjo Comic / Shogakukan, 1976). Edición nacional/ España: Ediciones Tomodomo (2016). Guión: Mōto Hagio. Dibujo: Mōto Hagio. Formato: Tomo manga con solapas de 328 páginas. Precio: 12,00€.   "¡Aquí sobra uno! ¡Somos once!." Desde mediados de la década de…
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 9

8.3

¿Quién es el 11º pasajero? es una obra de Mōto Hagio que combina un dibujo estilizado y preciosista con una sencilla pero interesante trama de ciencia ficción y misterio. Las aventuras, el romance y el humor se combinan con temas más importantes y con un tratamiento de personajes con muchos matices. Su publicación salda una deuda pendiente con una autora que por la calidad e influencia de su obra merece ser más conocida y leída. Para amantes del manga de corte más clásico.

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Gusgus
Gusgus
Lector
1 marzo, 2017 4:59

Genial articulo. Suena sumamente interesante esta obra.

Rafe
1 marzo, 2017 15:22

Una de las mejores compras que hice el año pasado. Por 12 euros la edición que nos presentan está cuidadisima, y con lectura para rato. El manga en sí tiene todo el encanto ochentero y bastante calidad. Recomendado.