Una de las características el género negro que se suelen emplear más es la ambigüedad moral sobre la que gravitan sus personajes. Todo el mundo está corrupto, y todo son valoraciones y graduaciones muy relativas respecto a sí se está más o menos enfangados. Se cuestiona todo, y nos pone en la piel, y comprendemos cosas, que, de otro modo, sería imposible acercarnos de una forma tan visceral.
Buckaroo tiene un embrujo que hace que sus habitantes tengan un estigma que les acompañará toda su vida. Pero lo cierto es que el mal no empieza ni acaba en un lugar en concreto. Hay psicópatas en todas partes y pueden serlo cualquiera. No sabemos realmente si el que siempre saluda y ayuda a subir las bolsas tiene un cadáver descuartizado en la nevera. Ni mucho menos si los supuestos baluartes del orden y de la moral actúan de forma más cuestionable que los criminales.
Tal vez, el tema principal de este cuarto tomo de Muerdeuñas sea la intolerancia, de unos y de otros. ¿Por qué nuestro origen nos va a determinar nuestro porvenir, por mucho que huyamos de él? ¿Hasta qué punto somos de donde somos? ¿Es justa una sociedad que nos hace renegar de nuestra tierra si queremos aspirar a algo? ¿Por qué los prejuicios se anteponen a todo? O, tal vez, uno de los conflictos sea como lo social se impone al individualismo, lo global, que, en teoría, es lo correcto, anula a las particularidades que nos hacen irremplazables, en busca de homogeneidad impuesta por el costumbrismo, que ni se duda si es lo correcto o no.
Este arco de Muerdeuñas es del que más lecturas he sido capaz de sacar, donde, realmente, abraza el género (aunque en realidad, este es un subgénero que toma elementos formales y argumentales claro del terror) y eso hace que la serie se crezca. Hay una reflexión ligeramente más honda, dentro de la narración. Parece, por primera vez, desde que comenzó el recorrido de Muerdeuñas,
Si bien la serie vuelve y sigue abrazando sus vicios habituales que, desgraciadamente, hace que la serie pierda interés a favor de una artificiosidad que sacrifica, no en pocas ocasiones, la veracidad de lo que el guionista nos tenga que contar. Y es que ese parece empeñado en buscar siempre impactar y llamar la atención a través de la sorpresa, por encima de contar algo de mayor verosimilitud.
El caso es que el uso del personaje que da nombre a la serie, ya me está resultando un tanto cargante. Según el guionista, su visión es la de un personaje omnipresente (y, en cierto sentido, todopoderoso) que sabe más que nadie, pero que no termina de querer contarlo. Que siempre es la solución a casi todas las ecuaciones (como si de un Deus Ex Machina personificado fuese), que está implicado ya sea de forma principal o secundaria, directa o indirectamente, en todos los casos que investiga el protagonista de la serie. Ahí es donde se aprecia cierto bagaje cinematográfico del protagonista, que es donde se ha fijado principalmente para la creación e esta serie. Sin embargo, una serie abierta es una narración más dilatada, con su propio ritmo, y este es un ejemplo de porque lo que funciona en cine (el psicópata como amenaza que está siempre presente, sobrevolando todos los personajes, como si fuese parte de la atmosfera, etc.), no tiene porque funcionar fuera de esto. En caso de que la duración fuese de una mayor limitación y se centrase en un solo caso, por ejemplo, sí que resultarían creíbles las peripecias del citado personaje. Aquí, tal y como las plantean no resultan verosímiles, y, siendo honestos, todo lo que tiene que ver con este personaje a estas alturas es muy impostado y forzado.
El primer número que forma parte de este cuarto tomo, consiste en una pieza independiente, aunque enmarcada dentro del mismo mundo, evidentemente, pero que no aporta absolutamente nada a las tramas horizontales (con lo que en último término, si se prescindiese de él, no sería ninguna pérdida de información, lo cual convierte en este número en un ejemplo relleno). Inteligentemente, el guionista lo ambienta en Halloween y, tal vez, se podría entender como un prologo del arco que componen los siguientes números, ya que lo principal es mostrarnos caras de la personalidad de nuestro
En el arco principal del tomo, se logra dar un avance significativo de las tramas, tiene un buen sentido del ritmo. Tiene una lista de defectos, pero la labor
Respecto a la labor estética de
En la edición de
Muerdeuñas sigue sin explotar sus fortalezas, aunque sigue haciendo una tímida aproximación a una serie de virtudes narrativas. Sus debilidades siguen marcando lo que es la serie, lo que la define. El margen de maniobra, ya que la serie se ha marcado su fecha de caducidad en escasos números, ya es escaso. El entretenimiento que produce la serie mientras lo lees, a pesar de todo, es lo suficiente como para continuar la serie. Pero dura en la memoria lo mismo que se tarda en terminar el número, cerrar el tomo y archivarlo.
Hummmmm…
Pues a mí me parece muy interesante el planteamiento de la historia, el ritmo, las escenas de terror me parecen bastante bien construidas, la segunda (o incluso la tercera) lectura dan coherencia a la historia, que va evolucionando en una dirección…
El personaje del muerdeuñas no es plano, sino que se va enriqueciendo a medida que va avanzando la historia…
Bueno, que es uno de mis cómics favoritos.
A ver, que entiendo que para gustos hay de todo, pero algunas de las reseñas que hacéis dejan algunos cómics fatal, y después ves las valoraciones que se hacen y muchas oscilan tranquilamente entre el 6 y el 8.
¿Tan malo es realmente este cómic?
Que repito: para gustos hay colores. Pero comparado con otros… me parece una verdadera joya.
La sensación que me da al leerlo es que es un quiero y no puedo, que con otro guionista la historia estaría mejor construida, con personajes desarrollados de manera más interesante.
La historia, en los tres tomos que llevo leídos, va de más a menos.
Muy decepcionante.
Estoy en la duda de dejarla, a pesar de los tomos que llevo comprados, o continuarla su le quedan pocos.