Multiverso: Paxamericana

 

Edición original: The Multiversity: Pax Americana USA
Edición nacional/ España: ECC Ediciones
Guión: Grant Morrison
Dibujo: Frank Quitely
Entintado: Fairbairn
Color: Purdin
Formato: Grapa, 48 págs. A color.
Precio: 3,50 euros

 

En ZN teníamos una deuda pendiente. Una de las grandes. Una que debe ser subsanada empezando por retomar las reseñas de la miniserie de 9 números Multiverso. Y es que una obra de estas características merece nuestra atención número a número, tal y como estábamos haciéndolo hasta que lo interrumpimos en el número 3.
Y es que lo errores se comenten para poder solventarlos.

Retomamos el camino perdido atacando el que sin duda alguna es el mejor número de los nueve que componen esta serie. Paxamericana es la esencia pura del metalenguaje fractal en forma de cómic. Un sobresaliente ejemplo de talento con el nombre de Grant Morrison y Frank Quitely.

Recordemos que estamos ante una serie que nos presenta una serie de números, aparentemente no relacionados, pero en los que subyace una trama que hace de hilo conductor. Una trama muy bien escondida, nada evidente, pero que permite ser intuida a la hora de leer cada número. Si en el primer episodio se nos mostraba la amenaza dimensional de escala cómica, en los siguientes números toca adentrarse en otras tierras, en otros mundos y conocer algunas de esas 52 Tierras que ahora conforman el rico y diverso Universo DC.

Paxamericana es un cómic difícilmente definible. En tan solo 48 páginas Morrison es capaz de dar toda una lección narrativa que para si querrían otros muchos autores en obras mucho más extensas. Morrison no oculta el claro aroma a Watchmen que desprende este trabajo. Las evidencias están a la vista, siendo la primera que usa los personajes sobre los que Alan Moore desarrolló el primer plot para DC de lo que iba a ser Watchmen. Tan inservibles los dejaba que si el proyecto quería ser viable debía realizarse con otros personajes.

Estamos en Tierra 4. Hogar de los héroes de Charlton, Blue Bettle, NightShadow, Judo Master, Pacificador, Question y el todopoderoso Capitán Atom, el único con poderes. Y con esta premisa, Morrison construye su historia entre historias haciendo que cada personaje tenga su momento de gloria. Para Morrison la historia fluye como un río de tiempo, empezando la historia con una escena que no arranca en la primera viñeta, sino en la propia portada para empezar, viñeta a viñeta, a rebobinar la escena. Toda una declaración de intenciones.

Leer Paxamericana es una nueva experiencia. No importa que entre sus páginas se perciba ese perfume a la obra de Moore, ya que Morrison es capaz de adentrarse entre la grietas y profundizar en aspectos que consiguen que la obra tenga entidad propia. Tanto que no pueden ser comparadas como tales, sino como algo complementario.

Hay otro factor que debe ser analizado y ensalzado en este número, el dibujo. Frank Quitely realiza un trabajo que va mucho más allá de contar una historia mediante imágenes. Quitely es capaz de dibujar el tiempo y que además lo podamos percibir al leer y absorber sus viñetas. Porque no podemos simplemente limitarnos a leer y mirar, hay que meterse dentro y empaparse de cada palabra y dibujo.

Quitely fiel a su andrógino estilo de dibujo diseña cada página como un ejercicio arquitectónico de ingeniería. Sus viñetas son como los engranajes de un reloj de precisión suizo. Cada una forma parte de un todo mayor que hace que en nuestras cabezas podamos llegar a oír el tic tac del segundero que, inexorablemente, avanza en una carrera sin fin. Pocos dibujantes pueden ser capaces de realizar tal proeza.

La simbiosis entre guion y dibujo es tan perfecta que el conjunto se muestra uniforme, natural y armonioso, que precisamos de más lecturas para poder abarcar todo cuanto se nos quiere contar en estas páginas.

La virtud de este número está escondida entre los huecos blancos que separan las viñetas. Esos espacios que nosotros, como lectores, debemos rellenar a fin de ser capaces de crear la secuencia narrativa adecuada. Se trata por tanto de un cómic exigente con el lector, donde nada se da mascado y que precisa de un esfuerzo adicional, no de comprensión, sino de perspectiva global que permita ir más allá de la historia. Paxamericana es uno de los eslabones más sólidos de los nueve números, pero esa misma solidez puede jugar en su contra al mostrarse como algo demasiado independiente del resto. La ya mencionada trama conductora está más oculta entre los diálogos, por lo que no es tan evidente su presencia como en anteriores números. Está claro que Morrison se dejó llevar con este número y en el desarrolló todo un ejercicio de geometría lingüística de considerable dificultad.

Solo queda decir, o mejor dar una recomendación a todo aquel lector que vaya a leer este número por primera vez… y por que no también al que ya lo haya leído. Una vez hayan disfrutado de la prosa, del global de la historia, que vuelvan a abrir el cómic, empiecen a leer de nuevo y se dejen llevar por las imágenes, estudiándolas, analizando cada composición, ya que ninguna obedece al azar, sino a la comentada y extrema planificación de los autores, para ser conscientes de la enormidad que sostienen entre sus manos. Tal vez entonces seamos capaces de darnos cuenta de que la capacidad del Morrison para contar historias no tiene límites.

Un autor con suficiente talento para lo bueno y para lo malo, que levanta pasiones en cada trabajo y que es capaz de arrancar de su cabeza conceptos e historias tan enormes como esta a la que llama Multiverso.