¿Qué tipo de persona es aquella capaz de cambiar la vida de otra? Con esta frase se puede resumir a la perfección la premisa que ha impulsado la creación por parte de Mizu Sahara de
El argumento de Música de acero nos cuenta la historia de Ichinose Kimitaka, un chaval de secundaria que desde su tierna infancia apuntaba maneras como estrella del baloncesto. Kimitaka tenía un talento natural para este deporte, y superaba a sus compañeros por tanto que, siendo generoso, comenzó a enseñarles para mejorar y que sintieran la felicidad que él sentía cuando botaba y encestaba una pelota en la cancha. Sin embargo, este altruismo que le acercó a muchos de sus vecinos de pupitre, fue también el detonante del aislamiento de Kimitaka. Y es que tras un desafortunado incidente relacionado con los celos de ver como sus compañeros de equipo mejoraban y le dejaban atrás en un terreno que consideraba suyo, Kimitaka se convierte en un paria, una persona a la que todos rehúyen, llegando incluso a desear su muerte.
Esto hace que el joven Kimitaka se encierre en su mundo y prefiera aislarse a tener que enfrentarse a su nueva realidad. Piensa que ha llegado el momento de romper con su yo de siempre y decir adiós a todo, y vivir en soledad para no volver a tener problemas. Kimitaka incluso acude a tirar sus zapatillas favoritas, regaladas por su abuelo, para no volver a tener siquiera el recuerdo de un pasado que se rompió. Pero en el momento de lanzarlas al vacío, se encuentra con una chica, muy alta y desgarbada, que ha tomado la misma decisión que él, pero con sus zapatos de baile flamenco. Allí, en un punto de no retorno para sus vidas, Kimitaka y la misteriosa muchacha tendrán una conversación que sin saberlo marcará el futuro de ambos.
Música de acero parte como podéis ver de un argumento sencillo, y que salvo por determinados elementos y tratamientos que veremos a continuación, no parece innovar, arriesgar o aportar originalidad a ningún género. Es un manga que me gusta considerar por ello algo exótico, en el sentido de aportar toda una amalgama de géneros en los que es la visión y el enfoque de la autora lo que aporta algo de frescura y gancho al asunto. Echando un ojo a su argumento podemos ver que nos encontramos ante una historia que guarda muchas similitudes con obras del estilo de A silent voice o Los dioses mienten, en el sentido de que nos encontramos en un escenario poblado de adolescentes que se enfrentan a los primeros reveses vitales. Pero en Música de acero no solo encontramos esa mezcla de slice of life y shônen que mostraban los anteriores, sino que también podemos degustar matices de obras de vida escolar y, sobre todo, una fuerte presencia del spokon, el género deportivo que gusta tanto en el cómic japonés, pero tratado de una manera típica y novedosa a la vez.
Y es que en Música de acero predomina, como en las obras mencionadas anteriormente, el drama, el ambiente decadente y pesimista del muchacho protagonista que toma la decisión de no merecer seguir una vida normal, y que se aísla del mundo para evitar cometer más errores. Pero al contrario que en esas otras historias, la senda luminosa y de superación personal se abre rápidamente paso entre las páginas dibujadas por Sahara, y se consigue a través de los valores del deporte y de las esperanzas renovadas que surgen a partir de descubrir una nueva afición que nos invite a buscar nuevas metas en la vida. Sahara muestra todos esos valores positivos del ambiente deportivo, ese espíritu de superación, de lucha, de crecimiento, pero lo adereza con una omisión total de la competitividad y las connotaciones positivas y negativas de la victoria y derrota que van aparejadas a cualquier práctica deportiva.
Sahara muestra esos aspectos negativos de la competitividad y la frustración al ver como los sueños de una persona se rompen en mil pedazos por una derrota o por un error, pero es capaz de reciclarlos, de usar ese hundimiento personal como las cenizas de las que resurge un ave fénix para que Kimitaka encuentre otra fuente de inspiración, también dentro de un ámbito deportivo, pero alejado de necesidades de victoria y gloria: el baile, más concretamente, el flamenco. El flamenco es presentado aquí como la única posibilidad de salvación del protagonista, como una meta necesaria para volver a tener ganas de vivir, de esforzarse y de superarse para lograr algo. Como la tabla de salvación de un muchacho que había vivido en sus carnes el hecho de que lo que más feliz le hacía se hubiese convertido en una piedra atada a su tobillo mientras se hundía en un río. Y sin embargo, Sahara también juega con la misma diatriba, pero en reverso, con la enigmática muchacha que Kimitaka encuentra al ir a tirar sus zapatillas, una chica que vivirá el mismo proceso que él, pero a la inversa, intercambiando sus papeles. Aun no se ha mostrado mucho de ello en este primer volumen, pero es justo pensar que Música de acero plasmará en esta relación esa famosa frase que dice que hay que “ponerse en los zapatos del otro”, y literalmente además.
Pero como digo, este primer tomo ha sido muy introductorio y apenas hemos arañado la superficie de una historia que a lo largo de sus seis números de duración pinta a encerrar mucha carga emocional, dramática y esperanzadora. Porque no solo Kimitaka y la joven tienen protagonismo y una problemática que resolver, sino que el resto de personajes secundarios (o no tanto) tienen un gran empaque y su propia personalidad y presencia dentro del argumento. Todos estos personajes tienen una presencia muy personal, y su propia historia detrás, lo que les dota de una gran fuerza. Sahara comienza a iterar a través de ellos en los conceptos de familia y amistad, y en la necesidad de que toda persona esta moldeada por ambos grupos, y que son el apoyo fundamental para sobreponerse a cualquier tipo de piedra en el camino. La familia y los amigos de Kimitaka son los que le han hecho ser como es, y también son de los que depende, en gran parte, como va a ser después de tomar sus decisiones. Todo ello desde un punto de vista también dicotómico, aunque en su mayor parte con un enfoque luminoso, actuando como muleta del protagonista cuando lo necesita, la red que siempre está ahí cuando cae y aportando en ciertos momentos el toque de ternura o humor que pide la obra.
Sin embargo, el elemento que más llama la atención de este manga es la introducción del flamenco. Ya he dicho que esta obra me parece ciertamente exótica, y la utilización de este baile tan típico de España (y con tantos seguidores en tierras niponas) es uno de los motivos para considerarlo así. No es que se vean muchos mangas que utilicen la danza o el baile como un eje principal de la misma, y los que existen suelen tirar más bien por vertientes clásicas del mismo (baile de salón, ballet…). Sin embargo aquí nos encontramos con la mención del flamenco de sopetón, y aunque lamentablemente en este primer tomo no podemos ver aun ninguna ejecución artística de este estilo, todo apunta a que va a ser interesante ir descubriendo la capacidad de expresión y los secretos del mismo de la mano de un Kimitaka que se siente atraído por practicarlo, aunque realmente tiene muy poca idea de lo que es. Como digo, solo se han visto pinceladas de este pilar central de Música de acero, pero de momento este primer tomo ya hace que pique la curiosidad y deja algunas escenas para el recuerdo.
En cuanto al apartado artístico, volvemos a encontrarnos con eso que mencionaba al principio en trama y géneros, y es que Sahara nos muestra un dibujo típico y a la vez único. Hay escenas en las que podemos ver el trazo habitual de un shônen o spokon, llegando por momentos a tener reminiscencias a obras como la de Eiichiro Oda. Pero por otro lado encontramos un trabajo bastante especial, con mucha sensibilidad en las líneas y en el uso de los planos y la iluminación. Sahara utiliza un estilo bastante melancólico en la mayoría de las viñetas, a juego con la manera de ser de su protagonista, con puntuales destellos de alegría y luminosidad cuando la historia introduce esos aspectos bondadosos del baloncesto, el baile y demás. Podríamos decir que Sahara consigue recrear a la perfección en sus viñetas ese brillo en los ojos y la cara de una persona cuando está haciendo o descubre algo que le gusta, le llena, le emociona. Es un dibujo que transmite mucho y que hace un gran uso del lenguaje no verbal, ahorrando grandes parrafadas u obviedades a la hora de dar a conocer al lector sentimientos, emociones… Algo para lo cual se apoya mucho en las expresiones fáciles de los personajes, muy logradas especialmente en el diseño de los ojos y la utilización de las miradas. Un dibujo muy artístico y capaz de narrar por sí mismo, pero a la vez adecuado y clásico para los géneros en los que se mueve. Quizá el aspecto de la obra que más me ha convencido.
Así pues, este primer tomo de Música de acero muestra un manga que, como su trama, tiene luces y sombras. Un cómic que encierra varios géneros en su interior, tratados de una forma bastante interesante y curiosa, pero que no deja de seguir las pautas argumentales típicas que ya hemos leído muchas veces. Pese a ello, ese toque se sabor que la autora añade con la introducción del flamenco, el buen hacer de la misma en los personajes y el apartado artístico hacen que Música de acero sea una obra recomendable para los aficionados a lecturas ni demasiado juveniles ni demasiado maduras, esos slice of life que tienen su parte amarga y su parte dulce para terminar dejando un buen sabor de boca.
Valoración Final
Guión - 6.5
Dibujo - 8
Interés - 7.5
7.3
Una obra cargada de sensibilidad, que mezcla drama y esperanza en una historia de superación marcada por el tratamiento especial de la autora hacia el género deportivo. Buenos personajes, gran apartado artístico y la incorporación de elementos como el flamenco, que tiene su punto débil en una trama que peca de algo típica.
Otro a la saca ^__^U
La verdad es que Milky Way tiene un catálogo impresionante. No editan obra mala, y los de Tomodomo también andan ahí-ahí…
Vaya forma de labrarse una reputación en tan, relativamente, poco tiempo.