En la puerta del despacho estaba escrito Dick Giordano con grandes letras blancas sobre el cristal. El tipo se lo había recomendado su amigo Gene Colan, con el que comandaba una banda de pillos callejeros. Aquella era la oportunidad de su vida. Si todo salía bien al fin trabajaría, en lo que se la daba mejor, para “la” compañía. Quizá él mismo conseguiría que su nombre, Don McGregor, también brillara con letras enormes…
Vale, he querido hacer un mini-homenaje a un género que adoro en novela, cine… y especialmente en cómics. Un género que, pese a estar violentamente representado en los orígenes del medio, había quedado totalmente olvidado desde hacía décadas. Llamadlo negro, noir, polar, hard-boiled, policiaco… pronto volverían sus tiempos de gloria, pero en 1984, en una compañía grande como DC, era ciertamente una locura.
Esa apuesta se llamó Nathaniel Dusk y, pese al tirón del género, la incontestable valía de los autores y la calidad de la obra en cuestión, nunca se ha publicado en España. En los USA y en su momento, por cierto, sí que fue un pequeño éxito. El suficiente como para publicar al año siguiente una continuación con tanta calidad, si no más, que la primera serie.
El caso es que la idea de Dusk rondaba por la cabeza de McGregor desde hacía mucho, pero nunca la había llevado a la práctica. Como decíamos, el género negro en los cómics (y prácticamente cualquier otro medio) estaba durmiendo el sueño de los justos. Sin embargo, tras hacer trabajado codo con codo con Colan en la serie Ragamuffins para Eclipse se atrevió a mostrársela al artista. Éste, también amante del estilo y las películas antiguas, quedó prendado con sólo una muestra del guion y le dio la idea de visitar a Giordano, director editorial de DC en la época.
El editor, curtido ya en ese esquivo balance entre el talento y la rentabilidad como demostrara en Charlton, le dio el visto bueno ipso-facto. Tanto que el autor no paraba de asegurar que no habría capas, que sería para adultos, que él no se vendería. Pero ni por esas, incluso Jenette Kahn aprobó el proyecto, a condición de que les ofreciera un croquis de la historia completa.
McGregor enloquece en las siguientes semanas y vuelve con 200 páginas de documentación sobre los años 30 en Nueva York (justo después del crack de la bolsa), detectives privados reales… amén de la historia completa con pelos y señales. Giordano le da la luz verde definitiva como miniserie de 4 números, le asigna como editor a Alan Gold y, de paso, le entrega a Colan. Pocos regalos mejores hemos visto.
La química entre ambos es perfecta y entregan una historia digna del género. Nathaniel Dusk es un detective maduro, en una relación adulta con una madre de dos hijos, que dedica su tiempo a casos cotidianos de engaños matrimoniales (por cierto, que se le ve solucionando el de una tal Mrs. Grant Morrison, ¡¿WTF?!). Ha sobrevivido a la gran guerra y ahora vive tranquilo en un barrio de Nueva York que conoce como la palma de su mano.
Pero un hecho horrible va a alterar la cómoda paz que ha creado a regañadientes. Tras descubrir a un par de maleantes que parecen buscarle, esquivar a la muerte y librarse de ellos, encuentra a su pareja, Joyce, asesinada.
A partir de ahí vamos a recorrer un tortuoso camino de culpabilidad, redención y, por supuesto, investigación. No de las de Batman, que reconoce una mota de barro que sólo se encuentra en tal y cual. No, la de Dusk es de esas de seguir una pista renqueante que te lleva a la siguiente, y que la suerte convierte en otra posibilidad. De esas que hay que confiar en el instinto además de ir uniendo cabos con toda la fuerza conjetural que sea posible. Una que suena tan difícil como real.
Son cuatro números en los que McGregor muestra algunos de sus defectos o costumbres habituales. Muchas descripciones no se adaptan a los lápices de Colan y explicitan lo que ya está dibujado. La cantidad de información sobre la Nueva York de entonces corresponde a veces más a la ilusión de haberla encontrado que a ceñirse a lo necesario para la narración. Y los finales buscan siempre una tensión, un cliffhanger, que en ocasiones resulta demasiado forzado.
Pero los personajes están tan bien creados (hay detalles en cada uno de ellos que multiplican la emotividad del relato), la historia está tan maravillosamente hilvanada, que es imposible no dejarse llevar. La profusa prosa describiendo una pelea añade detalles que ni Colan podría expresar, contribuyendo a meternos en la piel de Dusk y temer por él. Todos esos datos de la época y la ciudad nos zambullen en tiempos que no hemos vivido. Y la emoción es la que nos hace pasar página tras página pese a la abrumadora contextualización.
Y qué decir de Colan… inconmensurable. Es difícil no imaginar al maestro, cansado de dibujar antifaces y escorzos imposibles, disfrutar como un principiante ante lo que siempre deseo dibujar. Su diseño de personajes es absolutamente magistral, desde ese Dusk tosco pero atractivo, Joyce como mujer fuerte y de una belleza sutil, los secundarios, los villanos… todos reproducen en su rostro las huellas de un pasado palpable. Y por supuesto gesticulan, no histriónicamente, sino dirigidos sutilmente por ese genio propio de “The Dean”.
Curiosamente, McGregor afirma haberse inspirado en el actor Robert Culp (de la entonces famosa serie de TV I Spy) para Nathaniel Dusk. Sin embargo, Colan impone un Marlon Brando descarado, que mezcla en justa medida belleza masculina con la dureza que regala la vida de la calle.
Si McGregor describe mil detalles de la ciudad, Colan no se queda corto en ambientar la época, los vestidos, los vehículos, hasta el vibrante ajetreo de las calles de entonces. Por no hablar de esas posturas cotidianas, esos pequeños gestos que nos hacen sentir ante una historia real como la vida misma. Aquí sobran las mandíbulas apretadas y los músculos evidentes. Aquí prima la mirada por encima del hombro, la manera de agarrar a tu pareja, esa mano suelta al pagar al limpia-zapatos. Es sublime.
Os extrañará que aún no mencione las sombras, el culmen de este artista extraordinario, y he ahí el problema, desgraciadamente. Buscando un nuevo efecto y, precisamente, destacar la belleza de los lápices de Colan sin entintar, se decidió aplicar el color directamente sobre éstos. Pero Tom Ziuko no se muestra capaz del reto y lo que resulta es lo contrario. Las sombras se ahogan en colores pastosos y los delicados fondos del dibujante se unifican bajo monocromías aplastantes. Mencionar que McGregor pidió a la desesperada que llamaran a su referente editorial, Dean Mullaney, por si se le ocurría como solucionar el desastre.
Pero ese es el único fallo realmente destacable de una miniserie fascinante y diferente. La cual además se vio acompañada de unas portadacas de Colan entintado por distintos artistas que embellecen aún más el producto final. Todos los factores contribuyeron a su relativo éxito (más que grandes ventas, las tuvo sólidas a lo largo de los 4 números, que es algo también muy apreciado) y, por tanto, a dar luz verde a una segunda serie. Sin rodeos (ni inventiva) se titula Nathaniel Dusk II.
Si la primera llevaba el subtítulo de “Lovers die at dusk”, jugando con el significado de atardecer y el apellido del protagonista, la segunda se lanza en doble pirueta a “Apple peddlers die at noon”, que parte de cambiar temporalmente al mediodía, nos anuncia la muerte de un vendedor callejero de manzanas. Ahí queda eso y de eso exactamente va la historia, que ve la luz al año siguiente, en 1984.
Pero regodeémonos con los cambios, pues aprovechando la ola, McGregor reclama una serie más larga y lo que se le concede son el doble de páginas por número. A lo que le sacaría incluso más jugo Colan, diría yo. Es más, los cómics son editados con calidad de lujo (papel grueso) y se eliminan publicidades, además de llevar contracubierta exclusiva y contraportada propia.
Minucias comparadas con el cambio que experimenta Zukio, que por fin le pilla el tono al coloreado directo. Añade texturas, brillos cuando son necesarios, y adivina la manera de iluminar las luces (valga la redundancia) de Colan, además de darle a los sombreados el color apagado necesario. Así que ya sólo toca disfrutar.
El guionista ya no necesita presentarnos el contexto de los protagonistas y ahora dedica más atención a la historia. La cual comienza al puro estilo noir con aparente femme fatale que se cuela en el despacho y que arrastrara a Dusk por un mundo desconocido de opulencia. A través de, curiosamente, la hija de un simple vendedor de manzanas.
Por supuesto todo encierra un misterio en una jugada de muñecas rusas donde nada es lo que parece, pero sin que nunca resulte engañoso o sacado de la manga. La historia, como la anterior, se apoya en unos personajes creados con mimo y que casi merece dejar sueltos sin imponer los derroteros marcados por lo que se quiere contar.
Ahora McGregor no se deleita tanto en las cartelas, que las ahí, y cede más espacio a la deslumbrante capacidad de su compañero creativo. Tiene tiempo, además, de disfrutar más de lo secundarios con los que coloreó la anterior miniserie. Especialmente los niños ahora huérfanos de Joyce, con los que Dusk tiene más que una deuda de sangre. Pero también con los habitantes del barrio o los colegas de la policía, que nos ayudan a discurrir por la trama.
Una trama que, aparte de lo mencionado, se trufa con villanos escalofriantes, romances a flor de piel, crescendos medidos al dedillo (la escena de la sauna es especialmente destacable), revelaciones impactantes… La verdad es que, salvo alguna caída de nuevo en esos momentos culminantes de fin de episodio que son algo prescindibles, es una auténtica fiesta para los amantes del género.
Una fiesta y una joya. Un ámbar de un momento extraño y creativo en DC que permitía otros géneros, otros personajes. Un equipo editorial atento y cuidadoso con sus autores, dado a experimentar y soportar las ideas. Es eso lo que nos permite disfrutar aún hoy en día de obras como ésta, tenedlo claro.
A Dusk, por cierto, no se le volvió a ver el pelo salvo en su correspondiente ficha del Who’s Who y, mucho después, en un número satírico del género de Lobo. Pero recientemente Jeoff Johns ha tratado de darle nueva vida, como personaje de ficción en todo caso, en su intricada El Reloj del Juicio Final (a lo cual hay gente que exprime significados mucho más allá que el simple homenaje).
La obra ha sido reeditada por DC en tapa blanda (Nathaniel Dusk: The Complete Collection) en 2008 y más recientemente el primer número en el compilatorio DC Through the 80s: The Experiments. Aunque las grapas no son difíciles de encontrar en el mercado de segunda mano anglosajón a precios más que asequibles.
Algo densa en sus inicios, pero totalmente satisfactoria al final. Un clásico del género escondido, si podéis haceros con ella, no os la perdáis.
Gracias por otro inédito DC Enrique
Un placer
Yo creo que en estos dias la mayoria conoce el nombre de Nathaniel Dusk más por su incidental aparicion en Doomsday Clock que por la serie original que a los viejujos gusta más.
Esto como no lo saque Salvat en una ampliación de su último coleccionable DC no lo catamos por aquí. Me sorprende que no lo edirase Pda en su día cuando sacaron bastante material inedito de Colan. El tomo de Jemm y no se sabe por qué Superman y Wonder Woman juntos arrejuntaos en un solo tomo.
Otra cosa que no entiendo que no haya salido aquí es el Atom de Gil Kane. Pero es que no ha salido nada de este personaje a no ser como parte de la liga o como invitado. Hay por ejemplo un special dibujado por Steve Dillon que debía estar bien.
Recuerdo que cuando se anunció que Planeta iba a publicar Jemm hijo de Saturno,La Zona Fantasma y Wonder Woman como homenaje a Gene Colan también estaba previsto inicialmente Nathaniel Dusk, lamentablemente no lo publicaron en aquel momento y me quedé con las ganas porque me encanta el género.
En la sección de respuestas de la página web de Planeta llegaron a decir que tenían previsto publicar el Átomo de Gil Kane, lamentablemente unos meses después perdieron los derechos de DC y entramos en el panorama yermo en el que vivimos ahora.
Lamentablemente pedirle a ecc que publique esto es tan inviable como pedirle a un bebé recién nacido que te prepare una paella.
Muy buen artículo Enrique, muchas gracias por rescatar esta obra.
Un abrazo.
Gracias a ti, un abrazo!
Perdona Enrique pero se me pasó el otro día agradecerte este artículo. Siempre se me olvidan estas cosas así que gracias. Además esto yo ni siquiera sabía que existía.
Por otra parte he estado buscando el recopilatorio americano (no para comprarlo sino por curiosidad ya que mi nivel de inglés es bastante escaso) y no lo he logrado encontrar. Lo único que me aparece es que DC lo anunció en 2018 pero parece que finalmente no salió.
Gracias a ti por el interés! Pues vas a tener razón, tiene ISBN y todo pero algunos comentarios en amazon o goodreads apuntan a que nunca llegó a salir
Vaya, pues es una pena que estuvieran cerca de publicarlas ambas y finalmente no se diera.
Recuerdo que aquel último año hicieron unas cuantas cancelaciones, así de memoria el primer tomo de Vigilante de Wolfman, el tercer tomo de los Jóvenes titanes de Wolfman y Pérez (de esto se suele culpar a ecc pero fue cosa de PdA meses antes de cambiar los derechos de editorial), el primer volumen de los archivos de Superman en Superman y una saga corta de Superman titulada Cosecha. Todas ellas traducidas, rotuladas y a punto de ir a la imprenta.
Cierto,el tomo de Vigilante llegué a verlo anunciado y en mi cabeza pensé que se había publicado. Se me ocurrió buscarlo en whakoom y vi que no existía esa edición, pero sí llegué a verlo en alguna contraportada.
Perdón nada que ver…pero es un inédito DC. Nadie leyó el Muerte en la Familia donde Jason VIVE? lo leí hoy.
Le vamos a dedicar una entrada, es que hemos tenido lío navideño 😉