Necrópolis

 

Edición nacional/ España: Astiberri Ediciones
Autor: Marcos Prior
Formato: Cartoné. Color. 120 páginas
Precio: 16€.

 

Cuando sale a la venta un cómic que podría considerarse difícil, extravagante por muchos motivos, es sin duda un libro que tiene que tener una suerte muy especial para que no sea poco a poco olvidado. Ya le pasó a Moby Dick o El Gran Gatsby, libros complejos que no llegaban a encajar con el gusto de los lectores de la época, que fueron olvidados al poco de ser publicados y que hasta muchos años después no recibieron el aplauso que merecían. No voy a decir que Necrópolis, de Marcos Prior, haya vendido mal o haya sido ignorado, básicamente porque no lo sé, pero lo cierto es que es un cómic complejo y muy relevante que merece algo más de atención de la que está recibiendo: es necesario recordar que en un época como la nuestra hay un cómic que ha intentado muy valientemente retratar desde una miríada de puntos de vista lo que estamos viviendo.

Necrópolis, cuyo subtítulo reza “Retrato de grupo con ciudad”, es una historia coral de una ciudad y sus habitantes. De ninguno en concreto ni de ningún grupo en concreto: en Necrópolis no hay protagonista ni hilo argumental, sino que rompe totalmente con el clásico patrón de presentación, nudo y desenlace. Y romper con la estructura tradicional del cómic para contar la historia de un mundo que avanza y evoluciona me parece la opción más coherente. Al igual que poco a poco nos sumergimos más en un mundo más dependiente de la tecnología e Internet, estos avances hacen de nuestro modo de vida algo distinto: abandonamos los patrones de trabajo y relaciones interpersonales previos y nos amoldamos a las nuevas ventajas de las que podemos disfrutar y a las nuevas necesidades que surgen. Y de la misma manera que surge un nuevo modo de vida, el arte y la cultura se han de adaptar a su época actual e incorporar al proceso narrativo del resultado de las mismas. Una evolución social implica una evolución cultural, y este cambio inevitable se refleja tanto en el cómic como en cualquier otro arte. Necrópolis , pues, es coherente con esto y sabe evolucionar sobre todo narrativamente, algo que Prior consigue por ejemplo en el capítulo titulado “El Muro”, que está narrado exclusivamente con capturas de una cuenta de Twitter; con una versión personal de las viñetas televisivas de Frank Miller o varias capturas también de una entrevista en un periódico online, a lo que habría que añadir al conjunto del relato una fragmentación narrativa total hilada únicamente por las inminentes elecciones y unos asesinatos que se están produciendo a causa de una serie de apagones en toda la ciudad.

Pero yendo al núcleo del cómic, lo que nos encontramos en un interés muy patente por parte de Marcos Prior de analizar y comprender la situación actual en la que vivimos. Tan solo hay que mirar el título: necrópolis, una ciudad muerta, una ciudad, New Poole, que no alude a ninguna en concreto pero con la que es imposible no ver reflejadas gran parte de las situaciones de las que somos testigos todos los días en las calles y en la televisión. El cómic es una clara denuncia tanto política como social e términos de egoísmo e hipocresía, y Prior consigue sumergirse en la vida de los pobres y los ricos, la clase media, los políticos; es una denuncia a la desatención de los desfavorecidos y una clara crítica hacia el ombliguismo de algunos. Por eso el capítulo “El Muro” es tan bueno y funciona tan bien: no solo porque es real, sino porque nos muestra la soberbia e ignorancia de aquel que no quiere comprender, y es que, al final, a pesar de vivir en la época de la información y la comunicación, seguimos viviendo aislados en nuestro mundo particular.

Necrópolis, en su recta final, es una carrera que nos muestra la campaña electoral hacia la alcaldía de New Poole: las estratagemas de unos candidatos que nos recuerdan demasiado a los nuestros para conseguir el favor de la gente, para ofrecer mentiras que no tenemos más remedio que tragar. Prior no solo lo muestra y lo hace más que evidente sino que se burla del sinsentido de este circo, saliendo a relucir esa chispa que hace de Necrópolis una denuncia política y social pero también una sátira de los clichés de la política rancia de siempre y de la nueva política.