Siempre he pensado que Chester Brown era un artista dotado de una inteligencia fuera de lo común además de una especial sensibilidad. Y dicho así suena a que él estuviera retirado o muerto, pero nada más lejos de la realidad; lo que sucede es que esa sensación me ha acompañado desde que conocí a este autor canadiense hace ya muchos años hasta nuestros días.
Este cómic forma parte de la obra autobiográfica del artista, y recoge el testigo de su anterior trabajo del que bebe directamente: El Playboy. En ambos tebeos aparece un jovencito Brown; son relatos iniciáticos (aunque en El Playboy se decanta más por el “sexo”; mientras que en
Lo que realmente hace grande a este cómic es que dentro de su extrañeza y su particularidad es capaz de trascender y convertirse en un relato universal. Es decir, la incapacidad comunicativa y afectiva de un ser eminentemente introvertido, y que a priori nos podría parecer que su conducta es insólita y lejana, nos evidencia que las relaciones personales son mucho más complejas de lo que solemos pensar. No solo el personaje de Brown tiene carencias de este tipo; si se fijan, el resto de personajes de la obra también. El ensimismamiento y la soledad del artista no difiere mucho de la todos nosotros. Tal vez, la principal diferencia sea el grado, y en el caso de Brown puede que éste esté por encima de la media. Todo esto viene aderezado por una relación maternal poco convencional, pero una vez más, ¿las relaciones familiares son estrictamente convencionales? Gracias a la particularidad y singularidad ya mencionadas, Brown, a través de su propia experiencia personal y tocando temas ampliamente tratados con anterioridad por otros artistas, no se queda solo en la superficie; profundiza y universaliza su relato con maestría. Y todo lo hace con una aparente sencillez. Parece fácil, pero no lo es.
Mi recomendación no se centra solo en este cómic, sino que va más allá; Chester Brown es uno de los mejores artistas del noveno arte en los últimos 30 años. Tiene un puñado de obras geniales entre las que destaco Louis Riel y Pagando por ello. Memorias de un putero. Lo que echo de menos en esta obra autobiográfica es que Brown todavía no había conocido aquí a Joe Matt y Seth. Reconozco que este tridente de artistas “canadienses” (Joe Matt es en realidad estadounidense, pero vivió una temporada como inmigrante ilegal en Toronto) está compuesto por tres de mis autores de cómics favoritos, y, sobre todo, disfruto enormemente cuando realizan los mejores “crossovers” de la historia del cómic, es decir, cuando en el tebeo creado por un miembro del trío aparecen los otros dos como artistas invitados. Lo más gracioso del asunto es que siempre el creador del cómic en cuestión aparece como un tipo raro con problemas, y sus amigos como seres cabales. Y esto se va alternando en función de quién es el protagonista y quiénes son sus fieles compañeros de fatigas que lo acompañan durante el relato.
Guion - 9
Dibujo - 9
Interés - 9
9
Introspectivo
Nunca me has gustado es un relato íntimo y minimalista que tiene la prodigiosa capacidad para trascender. Brown logra que lo difícil parezca fácil, en un tebeo que gana siempre con cada nueva lectura.