Obras maestras nº 4. Los Cuatro Fantásticos: El juicio de Galactus

 

Edición original: Marvel Comics – 1989
Edición España: Comics Forum – 1992
Guión: John Byrne
Dibujo: John Byrne
Entintado: John Byrne
Color: Glynis Wein
Portada: John Byrne
Precio: 8,27 euros (tomo en tapa blanda con solapas de 176 páginas)
Valoración:

 

El éxito de las adaptaciones cinematográficas de los cómics marvelianos ha provocado una inversión del sentido de la influencia. El poderío económico de las películas de superhéroes supera con mucho el de un sector del entretenimiento –los tebeos- que ahora compite con otros bastante más potentes por el favor del público. Quizá pueda parecer algo triste, pero hoy por hoy los principales iconos del género tienen más valor como franquicias explotables que como cabeceras y / o protagonistas de una publicación periódica. Un ejemplo de esta situación se puede encontrar en las maniobras ejercitadas por Marvel respecto a los cómics cuyos derechos cinematográficos no conserva. Buques insignia de la empresa como los Cuatro Fantásticos o la Patrulla-X (y mutantes aledaños) cuyas películas han sido cortesía de la Fox (que apostó por los pupilos de Xavier cuando nadie daba dos duros por las películas basadas en personajes marvelianos y el único título que no daba asco, pena o dolor era Blade).Stan Lee y Jack Kirby; la colección donde vieron la luz el Doctor Muerte, Adam Warlock, Galactus, Estela Plateada, Pantera Negra… ¿qué más se podría decir? Hay que indicar, no obstante, que la colección no pasa por su mejor momento. Las últimas etapas han generado más expectación que resultados, pero hay quienes consideran que los problemas de la serie son más antiguos y que sus últimos destellos de esplendor transcurrieron hace ya mucho tiempo, en los lejanos días en los que John Byrne actuaba como autor cuasi-completo de las crónicas del cuarteto. Uno de los puntos culminantes de esa larga permanencia se recopiló en la cuarta entrega de la serie Obras maestras de Forum.

El juicio de Galactus debería titularse en realidad El juicio de Reed Richards, pues es Míster Fantástico el acusado que debe someterse a un particular proceso en el que se plantea cuál es el papel del devorador de mundos en el cosmos. El tomo recopila tres aventuras de la familia Richards relacionadas entre sí y de importantes implicaciones en el devenir de la serie.

En primer lugar tenemos una historia narrada por la Antorcha Humana de forma retrospectiva. Un abatido Johnny Storm explica a una amiga común que Frankie Raye, su novia, le ha abandonado. Su destino ha sido el de Norrin Radd, pues ha decidido sacrificarse y convertirse en la nueva heraldo de Galactus. Terrax el domador, la avanzadilla del devorador con poderes vinculados a la tierra, ha decidido zafarse del yugo de su amo, chantajeando para ello a los Cuatro Fantásticos. Sometiendo Manhattan a un singular secuestro, intenta forzar al cuarteto a una alianza contra la entidad cósmica, la cual se encuentra debilitada por la falta de sustento. La añagaza no surte efecto y Terrax, despojado de su poder cósmico, cae a plomo desde los cielos. Una apresurada alianza entre los Cuatro Fantásticos y algunos vengadores (más el Doctor Extraño) impedirá que Galactus devore el planeta. En un momento crucial, Richards toma la determinación de salvar la vida del ser estelar y Raye (que se había incorporado al grupo como una heroína de poderes ígneos) ofrece su lealtad a cambio de que su planeta natal sea respetado. La determinación de Frankie sorprende a Johnny, que hasta ese momento la había visto como una colega novata y una novia a la que había tratado con cierta displicencia. Su marcha –y consecuente ruptura con su pasado- llevara a Storm a una espiral de relaciones que terminará en conflicto con su amigo Ben, pero eso no se verá aquí.

En segundo lugar tenemos el relato del destino de Terrax o más bien de Tyros de Laniak, la identidad mortal despojada del poder galáctico. Destrozado por la pérdida y por la caída, será un peón ideal para que el Doctor Muerte testee sus procedimientos para la obtención y la conservación del poder cósmico. Por propia experiencia sabe que los dones de Galactus son difíciles de manejar, así que prefiere utilizar a un intermediario para ajustar cuentas con sus viejos enemigos. Tyros recupera una parte de su antiguo poder, suficiente para doblegar al cuarteto, pero en el momento culminante de la batalla Reed no aparece. Sin él, la victoria de Muerte no es total, y su intento de frenar a su aliado se traduce en la pérdida de su vida. Tendrán que ser las Secret Wars (y una participación de Byrne, en los tiempos en los que la continuidad era más respetada y los cabos sueltos una fuente para nuevas historias) los que corrijan esta situación. La aparición de Estela Plateada permitirá asistir a un duelo de antiguos heraldos, en unos tiempos en los que el surfista aún estaba prisionero en la Tierra.

En tercer y último lugar tenemos la explicación del motivo por el que Reed no ha acudido a la llamada de su familia. Ha sido detenido y puesto bajo la jurisdicción de un tribunal cósmico, orquestado por Lilandra Neramani, emperatriz exiliada de Shi´ar (y secundaria habitual en esos días de la Patrulla-X, por obra y gracia de su relación con Charles Xavier). Al salvar la vida de Galactus, Richards ha condenado al universo a padecer la presencia de un devorador que nunca estará ahíto. Es por ello por lo que algunos de sus habitantes (empezando por los supervivientes de sus asaltos) quieren que se le condene. Sue, Johnny y Ben se reunirán con él para orquestar una defensa en la que se abordará la naturaleza del ente y su papel dentro del cosmos.

Junto a estos tres bloques encontramos algún que otro interludio cuyo papel es el de conectar las tres historias, aumentando la cohesión de la serie. Después de todo, y como comenta el propio Byrne en el prólogo del tomo, se trata de conceptos que se desarrollaron de forma discontinuada. De todos ellos, destaca sobremanera aquél en el que un Galactus víctima de los remordimientos tiene una conversación con la personificación de la Muerte. El devorador fue una vez Galen de Taa, un ser mortal y los ecos de ese período de su existencia (anterior a la gran explosión) amenazan con impedirle el desarrollo de su función. A su pesar, recuperará su puesto en el tablero cósmico y se dispondrá a satisfacer su apetito con la vianda planetaria que le ha otorgado su solícita heraldo: el mundo-trono skrull. Este episodio servirá para que, a varios niveles y durante varios años (al menos quince) otros autores exploren las consecuencias de que un imperio galáctico caiga en la anarquía y el propio Byrne convierta a los hombrecillos verdes en los principales acusadores del atribulado Reed. Personajes que llevaban en la franquicia desde hacía dos décadas morían en un apocalipsis provocado por un dios espacial muy hambriento.

Treinta años después de su primera publicación, estas aventuras dejan patente porqué la época de John Byrne al frente de la serie es considerada la mejor después de la fundacional de Lee y Kirby. Desarrollo y evolución de personajes; tramas que se van desarrollando a distintos ritmos y que van explotando en sucesivos clímax; aprovechamiento óptimo del rico bagaje de la franquicia… La batalla contra Terrax y Galactus es un sentido homenaje a la primera llegada de este último a la Tierra. Si entonces Estela Plateada se había adelantado a su señor, para luego aliarse con los Cuatro Fantásticos contra aquél, ahora el Domador busca repetir la jugada usando técnicas bastante más innobles. A su vez, la inmediata continuación, que contiene la venganza de Tyros y la manipulación por parte de Muerte, lleva a evocar inmediatamente aquella memorable aventura en la que el buen Doctor engañaba a Norrin para conseguir su poder cósmico (historia en la que se descubría la existencia de la barrera que encerraba al surfista en la Tierra). Mientras tanto, los personajes continúan su desarrollo. Sue va ganando en fuerza e importancia, hasta convertirse en la pieza clave del cuarteto. Johnny intenta encontrar la estabilidad sentimental saltando de pareja en pareja, hasta alcanzar (fuera de este tomo) a Alicia Masters, la eterna novia de Ben (luego llegaría Tom DeFalco con la rebaja, pero ésa es también otra historia). Byrne sabe perfectamente qué es lo que tiene entre manos y está siempre a la altura de las expectativas. Aquí jugará también con el cuarto muro o cuarta pared, al hacer que los personajes mencionen la existencia de su cómic o al introducir (con unos cuantos quilos menos) en el momento culminante del proceso contra Reed por su condición de cronista (uno no excesivamente veraz, en opinión de los héroes). Estos guiños anecdóticos se convertirán más adelante en el punto de partida de su trabajo en Hulka (uno de sus trabajos más personales y recordados). Treinta años después de su marcha de la serie, algunas de sus aportaciones fueron deshechas (como el destino del segundo vástago de Sue y Reed) pero otras se mantienen. ¿Nos veremos abocados a retornar a estos tebeos para satisfacer la querencia por unos personajes que han sido los primeros en caer como víctimas del éxito de la empresa que les vio nacer? Apostaría que no y que seguiremos viéndoles en distintas cabeceras (yo apuesto por “Vengadores Fantásticos”) pero la significación e implicaciones de la desaparición de una colección tan longeva (la más antigua de la Marvel contemporánea) indican claramente que, ahora sí, éstos ya no son los tebeos que conocíamos.