Ocupante

 

Edición original/España: Ocupante (Panini, 2012).
Guión: Andreu Martín.
Dibujo: Jacobo Navarro.
Color: Carlos Ruano.
Formato: Novela Gráfica cartoné 56 págs.
Precio: 12€.

 

Andreu Martín (Barcelona, 1949) es uno de los cultivadores esenciales de la novela negra en nuestro país. Títulos como Prótesis (1980), Barcelona Connection (1988), El hombre de la navaja (1992) o Bellísimas personas (1999) han obtenido éxito de crítica y público, a la vez que el favor de los jurados (las tres últimas se hicieron con el Premio Hammett de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos). El conjunto de su obra de género ha sido distinguida con el premio del Colegio de Detectives Privados de Cataluña (2001), el Memorial Jaume Fuster (2003) y el premio Pepe Carvalho (2011). Ha sido adaptado al cine (Prótesis se convirtió en Fanny Pelopaja en manos de Vicente Aranda en 1984) y él mismo ha escrito para la pantalla grande y la chica. La variedad de sus intereses le ha permitido tocar distintos géneros: en 2001 obtuvo el premio La sonrisa vertical con su novela erótica Espera, ponte así. También es un cultivador habitual de la novela juvenil con la serie del detective Flanagan, escrita a cuatro manos con Jaume Ribera, cuya primera entrega, No pidas sardina fuera de temporada, se alzó con el Premio del Ministerio de Cultura de literatura infantil y juvenil de 1989. Sin embargo, tal vez sea más desconocido que Martín empezó escribiendo para Bruguera a finales de los ’60 en títulos como Gran Pulgarcito, Mortadelo, Tío Vivo o Joyas Literarias Juveniles. Desde entonces, ha vuelto al cómic de manera intermitente, en revistas como Dossier Negro a principios de los ’70 o ahora, asentado el formato novela gráfica, en obras para Astiberri (Dimas, con Sagar Fornier) o Panini (Máxima Discreción, con Alfonso López). El año pasado ganó el primer premio internacional de cómic Costa Brava por la obra Ocupante, dibujada por Jacobo Navarro y coloreada por Carlos Ruano.

Ocupante vuelve a los fértiles terrenos del cuento de horror clásico, con sus maldiciones, sus brujas, sus pueblos remotos, etc. sin olvidar el humor desmitificador del autor. La historia goza de un impecable look moderno gracias a la labor gráfica y a un pulso vibrante, como de cinta de acción, en los parámetros de lo que podía ser El día de la bestia (Alex de la Iglesia, 1995). El argumento es sencillo: Lázaro no quiere dejar este mundo y le pide a su esposa que lo salve por cualquier medio posible. La mujer acude a la abuelaza, una meiga local, para que prepare el milagro desatando oscuras fuerzas difíciles de dominar. Por supuesto, contará con la oposición de las autoridades locales, lideradas por un cura con escopeta, y la aparición de víctimas propiciatorias que extiendan la plaga.

Una de las mejores (y más originales) secuencias del libro se centra en la lucha de un alma que se niega a abandonar su cuerpo ante el ataque de Lázaro. Aunque sus motivos puedan parecer infantiles, son tan fuertes como para bloquear el asedio y obtener una prórroga con que cumplir sus deseos. La trama no da respiro. En la estela de Hidden (Jack Sholder, 1987) o Fallen (Gregory Hoblit, 1998), con unas gotitas de La muerte os sienta tan bien (Robert Zemeckis, 1992), el lector se ve embarcado en una persecución sin cuartel sembrada de cadáveres. Lázaro es un ser amoral, a quien solo le importa la supervivencia a toda costa. Tras su pista, su mujer, un joven extraviado y un policía que debe aprender a creer en fenómenos paranormales.

El dibujante Jacobo Navarro, bien secundado por el colorista Carlos Ruano, procede de los story boards y la animación. A Ocupante se ha traído lo mejor de esos mundos: una narración ágil, de encuadres dinámicos, figuras que se mueven sin descanso, fondos que añaden perspectiva y ubican adecuadamente la aventura. Aunque se confiesa admirador de Mignola desde antes de Hellboy, la claridad de su trazo recuerda más al álbum europeo o al amerimanga que al ilustrador norteamericano. Su estilo es también más caricaturesco, menos grave. Para documentarse sobre el ambiente rural, el artista admite haber estudiado títulos como Las ratas (Antonio Giménez Rico, 1997), La madre muerta (Juanma Bajo Ulloa, 1993) o La caza (Carlos Saura, 1965). La dedicación extrema a estas páginas hizo que durante siete meses aparcara otros encargos.

El libro se cierra con un relato en prosa de tintes lovecraftianos, Sanctus Caraneus Saritenius, que arroja luz sobre la naturaleza de la maldición y es tan apasionante (o más) que el propio tebeo. Son cuatro páginas de misteriosas investigaciones en volúmenes polvorientos como el Necronomicon, del árabe loco Abdul Alhazred, así que ya se harán una idea.

Andreu Martín trabaja actualmente en un manual sobre cómo escribir novela negra, amén de múltiples proyectos, y Jacobo Navarro y Carlos Ruano han vuelto al mundo de la animación. Dados los estupendos resultados de su primer y último encuentro confiamos en que saquen tiempo para volver a colaborar en un futuro próximo. Y que nosotros lo veamos.