El álbum titulado
La primera titulada El hombre de las nieves, con guion de Alfredo Castelli, nos sitúa en un escenario tibetano. En esta historia de ficción se relata la expedición realizada en la segunda década del siglo pasado por el periodista Kenneth Tobey hacía la cordillera del Everest en busca de toda la verdad sobre el mito del Abominable Hombre de las Nieves. En el transcurso de esta peligrosa escalada, el corresponsal del Daily Telegraph vivirá diversos episodios extraños y encontrará la respuesta a inquietudes mucho más profundas de lo que nunca se hubiese imaginado.
La segunda odisea trata de la expedición que un vaquero sin nombre – apodado El hombre de papel – está realizando desde el sur de Arizona hasta Augusta en el condado de Maine, donde le está esperando su amada Gwendoline. En el camino se encontrará a toda una serie de personajes curiosos que le acompañarán un tramo del viaje y que le marcarán de una forma profunda e imborrable. Este western atípico, que cuenta con el guion del mismo Milo Manara, destaca por la heterodoxia de su argumento, por un tratamiento de las situaciones bastante innovador y por la inclusión de unos personajes muy peculiares. Tanto el anciano sargento del ejército de su Majestad la Reina Victoria de Inglaterra, como la hermosa prisionera sioux de la tribu de los oglalas, como el predicador pacifista pero con dos caras representan lo más bizarro de la iconografía característica de las historias del Lejano Oeste. Además están acompañados por indios contrarios, caballos lentos y soldados torpes, negligentes y sin disciplina.
El hombre de papel supuso una aproximación distinta al género del western que no tuvo la continuidad ni todo el aprecio que se merecía. Su aroma pirandelliano, su vocación operística y su temática iconoclasta desconcertaron a más de un lector de la época. Leído en la actualidad resulta curioso, emocionante y atractivo. Por otra parte nos encontramos ante uno de los primeros personajes femeninos de altura en la obra de Manara; se trata de la india sioux de la tribu de los oglalas llamada Conejo Blanco que acaba erigiéndose en la verdadera protagonista de la odisea y en el principal foco de atención del joven vaquero sin nombre y también de los lectores.
Este álbum quería ser el primero de una serie protagonizada por un vaquero alcohólico apodado Cuatro Dedos, de ahí su doble título en la edición original en francés. Por desgracia esta serie del Oeste tan atípica no tuvo continuidad porque la editorial que tenía previsto publicarla desapareció.
Pero sin duda es el aspecto gráfico lo que más puede interesarnos de este tomo de la colección. Entre sus páginas podemos disfrutar de una excelente panorámica de la evolución del arte de Milo Manara en su etapa inicial. Aunque solamente les separa unos cuatro años de diferencia, la progresión tanto artística como narrativa entre ambas obras es evidente.
En El hombre de las nieves, Manara adopta un estilo claramente deudor de Moebius y también de Enki Bilal. El acabado es más barroco, las sombras están perfiladas con densos tramados de líneas y manchas, los rostros presentan un aspecto desencajado y las figuras humanas tienen cierta tendencia a la inestabilidad. Su narrativa es llamativa pero irregular, con páginas muy atractivas y otras más deudoras de las modas de la época.
En El hombre de papel el artista italiano consigue encontrar un estilo más equilibrado, menos propenso a los fuegos de artificio visuales, más entregado al riguroso arte de la narrativa. Divide las páginas con una cuadrícula de tres tiras de dos viñetas que altera según le demande la escena. Sus personajes están representados de una manera más elegante, más serena, menos desencajada y tienen una personalidad muy definida. La descripción de la figura humana – uno de los puntos fuertes del arte de Manara – brilla en cada viñeta y los fondos presentan un aspecto más ligero, no tan barroco ni tan recargado. Hay cierto aire teatral en la puesta en escena y destacan las escenas de acción realizadas de manera imaginativa y clara, el artista también se luce en la descripción de los indios norteamericanos rindiendo homenaje a uno de sus maestros, Hugo Pratt y presagiando lo que será una de sus grandes obras; Verano indio.
Milo Manara (Luson, Italia. 1945) empezó de rebote en esto de los cómics. Realizó sus estudios en la Facultad de Arquitectura de Venecia y su principal vocación era la pintura. Sin embargo la componente social y popular del fumetti le atrajo y le impulsó a empezar su carrera, tomando como maestro espiritual al autor italiano Hugo Pratt. Sus primeros trabajos fueron para las editoriales de cómic como Furi Viano o ErreGi donde realizará obras de consumo masivo como Genius o Jolanda de Almaviva. Más tarde colaborará con Il Corriere dei ragazzi donde abordará aspectos biográficos de personas famosas de la historia como el general Custer, Alfred Nobel, Robespierre o Atila.
Entre 1976 y 1978 empieza a colaborar en el mercado francés donde dibuja algunos episodios de la colección Histoire de France en bandes dessinées de la editorial Larousse.
En 1976 también realiza El rey mono, su primer relato gráfico, con guion de Silverio Pisu. En 1979 realiza un episodio de la colección impulsada por la editorial Bonelli (CEPIM) bajo el título genérico de Un uomo, un’avventura de la que se encargará de la historia titulada L’uomo delle nevi con guion de Alfredo Castelli, que aquí se llamó en su época El monje del Tíbet y luego El hombre de las nieves.
Milo Manara adquiere estatus de autor europeo a partir de 1978 cuando para la revista francesa (A suivre) presenta su serie H.P. y Giuseppe Bergman (1978-2004) de la que es autor completo y de la que realizará seis historias de gran extensión. En 1982 realiza el western iconoclasta Quatre doigts – L’homme de papier que pretendía ser el inicio de una serie situada en el Oeste norteamericano y que finalmente solo tuvo un primer capítulo.
A partir de 1982 la carrera de este autor concienciado y cultivado experimenta un giro radical para centrarse en la realización de varias series de alto contenido erótico. El éxito de ¡El Clic! (1982) propicia tres secuelas más, así como otras series como El perfume de lo invisible (1985-1995) u obras como Cámara indiscreta (1988), Gulliveriana (1996) y Kamasutra (1997) que le reportan fama mundial y grandes beneficios económicos. Estos trabajos los alterna con otros más elitistas, como dos grandes relatos escritos por su admirado Hugo Pratt que se titularon Verano indio (1986) y El gaucho (1991) o también otras dos novelas gráficas con historias de Federico Fellini tituladas Viaje a Tulum (1990) y El viaje de G. Mastorna (1992) que le liberarán durante breves intervalos de la férrea dictadura del cómic más comercial y caliente. A partir del comienzo del nuevo siglo Manara diversifica sus intereses y se encarga de series como Los Borgia (2004-2010) con guion de Alejandro Jodorowsky y Caravaggio (2015-2018) con guion propio. También colaboró con las principales editoriales de superhéroes norteamericanas realizando alguna historia y numerosas portadas y topándose también con alguna polémica englobada dentro del complicado universo de lo políticamente correcto.
En 2019 fue uno de los invitados de honor del Comic Barcelona donde tuvimos el privilegio de encontrarnos con él y poder publicar sus impresiones en una entrevista que encontraréis en este enlace.
Alfredo Castelli (Milán, Italia. 1947) es conocido por haber creado en 1982 el personaje de Martin Mystère para la editorial Bonelli, al principio con el arte de Giancarlo Alessandrini. Esta serie le ha mantenido ocupado la mayor parte de su carrera profesional. Para la misma editorial trabajó también en series como Zagor, Dylan Dog o Mister No.
En 1979 realiza el guion de El hombre de las nieves que dibuja Milo Manara para la colección Un uomo, un’avventura y también para la misma colección, L’uomo di Chicago dibujado por Alessandrini.
A parte de guionista, es crítico y editor de cómics y escribe además para la televisión.
La edición de este octavo tomo de la Colección Manara por parte de Norma Editorial es bastante aceptable. El libro es en tapa dura, está bien reproducido, el color es correcto – aunque en la segunda historia está algo quemado – y el papel es excelente. Se echa en falta algún texto de contextualización de ambas obras y más teniendo en cuenta que se trata de una colección antológica. El precio no es excesivo pero tampoco barato.
Odiseas iniciáticas es un tomo atractivo que agradará al que desconozca estas dos aventuras dibujadas por Milo Manara y que también interesará al que ya las ha leído y quiera volver a disfrutar de algunos aspectos más específicos de su obra. Son dos epopeyas muy diferentes que cuentan el progreso de un artista inquieto que nos ha dejado varias obras maravillosas a lo largo de su carrera, y que podría haber llegado mucho más lejos si hubiese seguido el camino que en su momento presagiaban tanto El hombre de las nieves como sobre todo El hombre de papel. Estas dos odiseas forman parte de un camino iniciático que desgraciadamente Milo Manara abandonó demasiado pronto.
Salut!
Guión - 7
Dibujo - 8
Interés - 8
7.7
Iniciática
Dos obras diferentes pero muy reveladoras del comienzo de la carrera de Milo Manara