Orquídea Negra: Semillas de un brillante futuro

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Edición original: nov. 1988/ene. 1989; DC Comics.
Edición España: I Planeta DeAgostini (dic. 2005); II ECC Ediciones (sep. 2012).
Guión: Neil Gaiman.
Dibujo: Dave McKean.
Entintado: Dave McKean.
Portadas: Dave McKean.
Color: Dave McKean.
Rotulista: Todd Klein.
Precio: Rústica (Planeta, 9,95 €, 144 págs.); Cartoné (ECC Ediciones, 30 €, 320 págs.)

 

El primer fragmento de la historia de la investigadora superheroica conocida como Orquídea Negra –maestra del disfraz, inmune a las balas, capaz de volar y dotada de una fuerza sobrehumana– se remonta a julio de 1973, fecha en la que nació en la páginas de Adventure Comics #428 de la pluma y la mano de Sheldon Mayer y Tony DeZuniga. De nombre nunca revelado, su modesto papel en el imaginario ficcional de la época resultó enormemente corto: tras las aventuras que centraron tres entregas de la cabecera que la vio nacer, se limitó a aparecer sorpresivamente aquí y allí como convidada de piedra, constituyendo su legado más relevante de cara a la posteridad tres viñetas en Crisis en Tierras Infinitas (1985) y unos cuantos números en los que la vimos perteneciendo al equipo del Escuadrón Suicida. En pocas palabras, era una creación destinada a perecer y ser olvidada, y su importancia en la historia del cómic podía adjetivarse con un único término: ninguna. Ninguna, claro está, hasta la llegada de cierto inglés.

Pero no adelantemos acontecimientos y hablemos, de momento, del siguiente punto de nuestro recorrido: a finales de la década de los ochenta, un Neil Gaiman que rozaba la treintena estaba felizmente ilusionado con cómo le marchaban las cosas. Con un amplio bagaje cultural a cuestas, había ejercido como periodista y realizado sus pinitos como escritor, pero desde que leyó un número de La Cosa del Pantano y entrevistó a Alan Moore poco después, su pasión eran los cómics. Su primera gran alegría consistió en ver publicada la novela gráfica Violent Cases, cuya ejecución gráfica corría a cargo de otro joven talento rompedor de nombre Dave McKean con el que estaba destinado a hacer grandes cosas. Un trabajo que sin duda llamó la atención de una editora de DC llamada Karen Berger, quien tras haber crecido bajo el paraguas de Paul Levitz y haberse especializado en el cómic de terror, fue la que proporcionó al equipo su primera oportunidad –en forma de miniserie– en el mercado americano. De hecho, por proporcionar hasta dejó a Gaiman escoger el personaje central para el trabajo a condición de que no fuese excesivamente conocido. Lo que no podía imaginarse la pobre Berger es que el nombre de la protagonista elegida por el bardo de Portchester a duras penas le iba a sonar (de hecho, por la fonética lo confundió con BlackHawk Kid); un nombre que estaba destinado a estar entre los cimientos de un proyecto muchísimo mayor y que es, no por casualidad, el de Orquídea Negra.

Publicada entre finales de 1988 y principios de 1989, la miniserie de tres números supuso todo un riesgo editorial del que nadie sabía muy bien cómo iban a escapar sus responsables. El propio Gaiman lo recuerda así: «Cuando les preguntamos [Dave y yo] a los de DC si creían que el tebeo iba a vender, nos dijeron algo así como… mirad, sois dos tíos de los que nadie nunca ha oído hablar, trabajando en un cómic protagonizado por un personaje del que nadie nunca ha oído hablar. Para colmo es un personaje femenino, y nadie compra cómics sobre personajes femeninos. Así que no, no creemos que vaya a vender». ¡Ah! pero vendió… y tanto que vendió. Nada extraordinariamente espectacular, pero tuvo exito y, sobre todo, un respaldo brutal por parte de la crítica.

Comentario
Primera aparición del personaje
en Adventure Comics #428

Así fue, básicamente, como un cómic publicado «con el mismo formato que El Regreso del Caballero Oscuro« pero escrito por dos don nadies –en términos del Noveno Arte– demostró, una vez más, que había espacio en este mundo para el cómic adulto. También fue así como el bueno de Gaiman, que diseñó una serie de pasajes en los que su criatura vagaba por el mundo de los sueños, decidió que «quería hacer algo con el Sandman de Simon y Kirby de los setenta». Y así fue, en definitiva, como sólo cuatro años después nacería la línea Vertigo. Como efecto colateral y terciario se obtuvo una mediocre serie regular de idéntico título, cancelada en su número veintidós, y que con Dick Foreman y Rebecca Guay (que sustituyó a la inicial Jill Thompson) al timón se extendió de septiembre de 1993 a junio de 1995, ya dentro del sello que su predecesora había impulsado.

Con el tiempo, claro, la miniserie original pasó a reeditarse dentro del sello Vertigo a pesar de hundir profundamente sus raíces en el Universo DC, y fue precisamente el recopilatorio lanzado a tal efecto el que Planeta DeAgostini decidió publicar en España prácticamente a renglón seguido de conseguir los derechos en el país para ofrecer así un material que no se veía por aquí desde los tiempos de Zinco. Una circunstancia que, indudablemente, se nota por la perentoriedad que se le adivina a la edición: es cierto que la reproducción es adecuada, la traducción correcta y poco más, pero igualmente resulta cierto que el tebeo es muy parco en materiales complementarios. Se abre, y ya se encuentra uno la primera página; se llega al final, e idéntica observación a la inversa (salvo por las tres citas literarias que clásicamente acompañan al material). ¿Qué se ha perdido por el camino? Pues la maravillosa introducción que Mikal Gilmore (de la revista Rolling Stone) escribió para el volumen estadounidense. Eso sí, para leer y apreciar el cómic nos basta y nos sobra con lo que tenemos. Sea como fuere, en septiembre de 2012 y con los derechos de DC Comics ya en manos de ECC Ediciones, este material se publica junto a otras historias de Neil Gaiman para el sello Vertigo en un tomo de lujo con multitud de extras.

Argumento

Cuando Susan Linden-Thorne –la Orquídea Negra original, a la que por fin se le conceden nombre y apellidos– muere a manos de una organización criminal en el transcurso de una investigación, dos híbridos con sus recuerdos nacen en el laboratorio botánico de uno de sus mejores amigos. Inmersas en una búsqueda de la propia identidad, ambas criaturas conocerán a héroes, villanos y elementales con conexión con el verde mientras reciben la ayuda de inesperados aliados (Batman) y hacen frente a las maquinaciones de Lex Luthor, a la postre responsable de la muerte de su hermana mayor y progenitora.

Comentario

Análisis/Valoración

Más allá de la extraordinaria capacidad literaria de Gaiman y de su forma de ver el cómic como un producto para adultos incluso en su variante más mainstream (visión que no era en 1988 absolutamente pionera), lo que tiene de interesante esta Orquídea Negra es su potencial y su valor histórico; una condición de la que el inglés era absolutamente consciente al escribirlo: contra todo pronóstico y pese a lo que pueda leerse, la miniserie no reimagina al antiguo mito, sino que lo asesina en las primeras páginas –genial el monólogo del criminal acerca de los convencionalismos de los villanos– para dar a luz a su sucesor. Gaiman, al igual que Moore, no ignora el pasado, sino que en una suerte de «Dios ha muerto» lo destruye metaficcionamente para construir sobre él al tiempo que hace partícipe al lector de ese proceso. De paso, en el camino consigue además esa refundición de personajes coherente con la así llamada continuidad, al unir con un mero detalle el pasado de las principales «entidades vegetales» que pueblan el Universo DC (Alec Holland, Hiedra Venenosa, Hombre Florónico).

Podría argumentarse, eso sí, que resulta relativamente fácil introducir avances a la luz del respeto con una protagonista cuyos orígenes apenas conoce nadie y que no tiene una legión de aficionados con indeleble memoria para los detalles detrás, pero es que eso a Gaiman tampoco le importa demasiado. Lo suyo es un guiño; un «me acuerdo» más que un «lo tengo en cuenta». Porque Gaiman, a diferencia de Moore, respeta el pasado pero se siente libre de ignorarlo a la hora de seguir adelante. Lo que a él le interesa es contar su historia, la suya y la de nadie más, e integrar lo que llegó antes de él para que no lo tachen de veleidosos iconoclasta; para que ese «mantén el título, cambia todo lo demás» que le pidió Berger cuando surgió el proyecto de The Sandman no sea demasiado brusco ni demasiado moderno ni demasiado rupturista.

Y he ahí donde encontramos la mayor fuente de riqueza de esta Orquídea Negra: en asistir a un ensayo en el que ya están presentes casi todas las características que harán de The Sandman una obra maestra. El amor por las construcciones literarias, los abundantes textos de apoyo con pensamientos en primera persona, las confluencias descaradas con la prosa poética, los viajes iniciáticos, la búsqueda de mentores, la necesidad de identidad y trascendencia, la melancolía silente, el gusto por la calma de lo anticlimático, la integración como secundarios –casi un contexto que no se echa de menos cuando desaparece– del panteón de DC… Salvando la aproximación realista (que acabó «enfermando hasta la muerte» al equipo creativo según Gaiman), la historia de Flora Black es, bajo todos los conceptos, la semilla de lo que será la de Morfeo. Es este por tanto un cómic para amantes de la continuidad, de los guionistas que saben usarla de forma coherente y, muy especialmente, para los amantes de la Historia del cómic… esos a los que les gusta ver de dónde salen las creaciones que le han tocado el alma.

Comentario

Mención aparte, eso sí, merece la exquisita factura técnica a cargo de Dave McKean, sustentada sin duda alguna en un guión prolijo y detallado. Más allá de la figuración en sí misma y su mezcla de dibujo, pintura, fotografía, collages y escultura (tan característica de McKean) lo que destaca es la composición de página y el uso del color, indicativos de esa conexión simbiótica entre dos autores que han repetido colaboración en innumerables ocasiones (Violent Cases, The Sandman, Signal to Noise, Mr. Punch, El día que cambié a mi padre por dos peces de colores).

Así, la página prototípica en Orquídea Negra se compone de una retícula de dos filas y tres columnas compuesta a base de viñetas rectangulares verticales, en un sistema que podríamos definir como estricto –ya que se repite casi invariablemente– pero flexible a un tiempo gracias a la fragmentación. Y es que a partir de esas unidades fundamentales, la página muta: las viñetas rectangulares pueden dividirse en viñetas cuadradas perfectas, pueden fusionarse lateral o verticalmente para componer unidades de mayor tamaño, pueden estrecharse puntualmente para pasar a una retícula de dos filas y cuatro columnas… o pueden desaparecer por completo cediendo protagonismo al espacio interviñeta; un espacio interviñeta respetado en la estructura mencionada pero que a veces cobra vida y pasa a constituir otro espacio expositivo en segundo plano que matiza la lectura, la fragmenta, le añade información o, directamente, supone un todo sobre el que las viñetas se superponen.

Todo ello no sería tan vistoso sin el conceptual uso del color que vemos en la obra: el equipo creativo opta por dotar de una paleta de colores plástica y muy intensa a los elementos «naturales» del tebeo, limitando el aspecto de los personajes humanos y el contexto urbano a una fría y compleja escala de grises y sepias. La potencia expresiva de ver puestas de sol, árboles, plantas –y a la protagonista– en claro contraste con una humanidad sucia y triste es descomunal, y queda como uno de los mayores alicientes de un cómic con clara vocación ecologista.


Detalle de la composición de página

En resumen, lo que el lector puede encontrar en Orquídea Negra es un cómic experimental, seminal, enormemente bello pero, a un tiempo, sin el esplendor de la germinación. Intrigante y hermoso como una pequeña joya minoritaria pero, al mismo tiempo, indudablemente desfasado. Recomendable únicamente para aquellos que no le teman a la confluencia del Universo Vertigo y el Universo DC, que gusten de ver la evolución histórica de un autor que marcó los noventa y que comulguen con las licencias del peculicar estilo lírico y prosístico de un Gaiman que aún no lo había perfeccionado.

Enlaces recomendados

Artículo en la Wikipedia anglosajona sobre el personaje y ficha correspondiente en la imprescindible Comic Book Database. Como añadido, una interesante revisión en Toonopedia (por partida doble).

Página oficial de Neil Gaiman (y su correspondiente weblog) y lo mismo para Dave McKean. También resulta interesante visitar la página The Art of Dave McKean, ya que ofrece multitud de curiosidades.

Encontrar entrevistas del equipo creativo centradas en la obra es, por las fechas de publicación, casi imposible. Sin embargo, Black Orchid se toca de pasada en algunas más recientes, al tiempo que otra clase de textos pueden resultarnos tremendamente ilustrativos. Tal es el caso de esta charla con Neil Gaiman, una excepcional entrevista a Dave McKean, la biografía que de Gaiman puede encontrarse en Tebeosfera (maravilloso el primer diálogo entre el guionista y Alan Moore) o el texto del escritor a propósito de su relación con McKean. También os recomendaría esta otra entrevista al creador de Los Eternos. Y ya para concluir, os remito al análisis que para esta misma página hice de The Sandman.

Última actualización de este artículo: 2 de agosto de 2012

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Mikele
28 abril, 2009 19:32

Muy buen articulo José,  obra melancólica y repleta de grises y violetas. aunque me quedo con la versión de Zinco, las citas al final de cada tomo, incluida Going down de Lou Reed.

Clavos
Clavos
Lector
29 abril, 2009 1:49

Pues sí, una joyita esta Orquídea Negra; siendo lo mejor indudablemente su acabado artístico, precursor de todo el oscurantismo, la fatalidad y la melancolía de los primeros años de Vertigo. Merece ser leída aunque sea sólo por eso.