Edición original: Planeta Cómic.
Edición nacional/ España: Image Comic.
Guión: Jason Aaron.
Dibujo: Jason Latour.
Entintado: Jason Latour.
Color: Jason Latour.
Formato: rustica 160 pags.
Precio: 16,95.
A punto de cumplir los dieciocho, tuve la oportunidad durante un verano de conocer la Costa Oeste americana, las luces de neón del epicentro de Nevada y, a lo largo de una semana, las profundidades de Texas, tanto en Dallas como en Austin, y el famoso Mississippi. Recién aterrizado en el Sur, afortunado de mí, fui bendecido con una píldora de sabiduría de un emigrante español bien mimetizado con el entorno. “Vosotros, los madrileños, estáis muy acostumbrados a tocar el claxon cada dos por tres. Si alguien tarda un milisegundo más de la cuenta en arrancar cuando el semáforo se pone en verde, ya le estáis pitando«, me contaba dando por hecho que mi procedencia era de la capital patria. Y continuó: «Cuando me mudé aquí en su día, la primera semana yo hice lo mismo. El conductor de delante, que tenía un pick-up de estos tan americano, se bajó de su coche, abrió la parte de atrás del maletero, y me sacó un bate de beisbol. Así que… nunca pites”. Y a continuación nos fuimos a comer una hamburgesa Angus XXL y unas costillas en uno de esos templos XXL de cemento al futbol americano, el cual estaba cerrado pero por alguna razón la cocina no cerraba nunca. Conclusión: Aunque el mundo esté lleno de tópicos, nunca está de más un recordatorio a tiempo. Fin de la intro.
Del gusto tejano por lo militar y por las hebillas de cinturones o del encandilador folclore de Luisiana y Nueva Orleans existen referencias en el noveno arte a raudales (desde Predicador a Blacksad o el recientemente publicado El Heraldo), pero los relatos del resto de estados del sur brillan por su ausencia, tras no cuajar la brecha abierta recientemente en la pequeña pantalla por True Detective y al menos hasta que los co-creadores de Juego de Tronos plasmen su ucronía sureña recientemente anunciada en un halo de polémica. Este deficit de relatos del Sur es algo que el tándem creativo formado por Jason Aaron y Jason Latour han solucionado con esta carta de amor-odio que es Paletos Cabrones. Southern Bastards (título original en inglés, donde se matiza la procedencia sureña de los protagonistas más que en el título de la edición española) es un decálogo de tópicos del sur de Estados Unidos, que también incluye, casualmente (o no), un bate de beisbol y unas cuantas costillas con su salsa barbacoa, además de la mayor densidad por metro cuadrado de iglesias y capillas de todo el país. Aaron (Alabama) y Latour (Carolina del Norte) han radiografiado sus pueblos natales, en forma y fondo, en las páginas de esta obra en la que piden perdón al resto de sus compatriotas por los modales natales de los sureños norteamericanos.
Tras la conclusión de esa obra maestra que es la aclamada Scalped (2007-2012, Vértigo, DC Comics) donde Jason Aaron redefinía el género de crimen/western en el noveno arte en la que es una de las mejores producciones del cómic mainstream del presente siglo, la expectación sobre sus próximos trabajos independientes adquiría una dimensión especial. Con Paletos Cabrones (2014, Image Comics, premio Eisner a mejor serie regular y guionista en 2016), Aaron repite la jugada en el mismo género pero alejándose del modelo de historia-rio y conteniendo estas píldoras llenas filias y fobias en tomos auto-conclusivos de cuatro grapas USA durante sus dos primeros tomos y en una sucesión de episodios autoconclusivos en su tercer tomo, recientemete publicado en España. Un relato del sur de Estados Unidos que emana las mismas cualidades denominación de origen de la zona, supersticiosa, intolerante, cabezona e inculta, pero también con grandes rasgos espirituales, pasionales y, en su justa dosis, mágicos. Tan cerrado a los forasteros como abrazados al Dios al que visitan todos los domingos (de esto puedo dar fe, ya que me tocó asistir a uno de ellos seguido de su spin-off juvenil). El sur visceral. En el primer tomo de Paletos Cabrones, Earl Tubb vuelve a su pueblo natal cuarenta años después de escapar de allí para limpiar y vender la casa de su padre fallecido hasta que la estancia en el pueblo le haga darse cuenta de que el legado de su padre, ex–sheriff del pueblo a ritmo de bate de beisbol, le sigue afectando. ¿O es todo por culpa del Sur? Antes de que nos demos cuenta, estamos ante un solo hombre, desarmado y superado en número, contra una corrupta organización y/o ciudad, gobernada extraoficialmente por Euless Boss, respetado y temido (o viceversa) entrenador del equipo de rugby del pueblo, de actitud tan autoritaria como su apellido puede indicar. Sin esperanza. Sin posibilidad de victoria. Nunca ha sido un héroe, ni siquiera un buen hombre. Un perro viejo, como los propios autores. Pero esta vez ha encontrado una razón para luchar. Y no parará hasta conseguirlo. Un pseudo-Punisher de Alabama, con idéntico pasado como veterano en Vietnam y mandíbula del sureño que Frank Castle, un personaje que precisamente el propio Aaron guionizó con éxito hace ya demasiados años a la estela de Garth Ennis, de quien es tan deudor.
Como bien demuestra la trayectoria editorial de Jason Aaron en la Casa de las Ideas, sus grandes éxitos no parten de la originalidad de sus ideas. Es habitual que repita tramas argumentales que personajes y lectores ya han vivido, como en Doctor Extraño (repitiendo los esquemas de Peter Gillis en los ochenta), en Thor (Dan Jurgens en los noventa) o Lobezno (Frank Tieri este siglo), por poner algunos ejemplos que comparten la venganza como leitmotiv. Saturando de carisma al villano y engañándonos con flashbacks catárquicos y diálogos cómicos, Aaron consigue barnizar esos argumentos típicos maximizando su naturaleza de vendetta, cobrando vida propia gracias a la fuerza, furia y salvajismo que imprime a sus personajes. Y esto, mejor que nunca (exceptuando Scalped, siempre exceptuando Scalped) es lo que se narra en Paletos Cabrones: una salvaje venganza envuelta en un western moderno que haría estar orgulloso al mismísimo Clint Eastwood. Todo ello amplificado por la ausencia de las restricciones del cómic de superhéroes, donde al final del día no puede verse alterado el statu quo ni los personajes. En Paletos Cabrones eso no ocurre, porque en el fondo no hay más protagonista que el pueblo, Craw County.
En este tercer tomo la acción se aleja de retratar a un solo personaje (como ocurre, con las dos caras de la moneda, en los dos primeros) para cetrarse en algunos de los habitantes de Craw County. Es la semana de bienvenida. El mayor partido del año para los Runnin Rebs del Instituto. Pero los enemigos del entrenador Boss florecen en todas las esquinas. El sheriff de oscuro pasado. El misterioso cazador que reparte justicia. El extraño niño en coma. El rebelde perturbado. La retorcida esposa del alcalde. Los perros salvajes… Una macro-historia construida a fuego lento en la que las piezas del ajedrez van cobrando lustre poco a poco y en la que nunca sabes quien puede desaparecer del tablero, al estilo George R. Martin. La portada de este tomo me engañó en un primer momento, ya que pensaba que el contenido interior iba a estar exclusivamente protagonizado por ELLA, y luego no es así (tan solo el último capítulo). Pero es un peaje a pagar, ya que desde la primera página (la cual ya es mejor que muchos cómics que se publican hoy en día) hasta la última, Aaron nos patea con fuerza en las entrañas.
En el apartado gráfico brilla sin bajar un ápice en su calidad ilustrando todas estas escenas violentas Jason Latour, otro desertor sureño que utiliza una paleta de colores tan fría y agobiante como su zona natal y donde la sangre está al orden del día ya desde la portada. Ya lo decía el presidente norteamericano de House of Cards, Frank Underwood: “Yo crecí aquí, en el campo. Biblias, barbacoas y espaldas dobladas. Todo se vuelve un poco más tenso en el sur. El aire, la sangre, incluso yo.” Porque aunque a veces la realidad supere a la ficción (incluso en lo referente a presidentes de los USA), es esta última quien nos recuerda las consecuencias de querer ser más fuerte que el sur. O de tocar el claxon..
Genial artículo Pedro, para una de mis series favoritas!!!
Imprescindible para cualquier amante del noir.