La Guerra de la Evolución fue un pequeño evento narrado en los anuales de diversas colecciones publicadas por Marvel en 1988. Sus once entregas incluyeron títulos como X-Factor, The Punisher, Silver Surfer, New Mutants, Amazing Spider-Man, Fantastic Four, Uncanny X-Men, Web of Spider-Man, West Coast Avengers, Spectacular Spider-Man y Avengers. Aunque la mayoría de ellas podían leerse de forma independiente, leídas en conjunto todas aquellas historias mostraban los intentos del Alto Evolucionador (antaño un científico humano llamado Herbert Wyndham que había experimentado consigo mismo) por conducir a la humanidad hacia un nuevo nivel evolutivo que le permitiese reclamar su puesto como uno de los grandes poderes del universo. La última fase de su magno plan pasaba por detonar una bomba evolutiva que alteraría todo el planeta, cosa que los Vengadores no estaban dispuestos a permitir. Si bien es cierto que esos anuales mostraban al Alto Evolucionador como un villano o al menos como alguien que creía que el fin justificaba los medios, el anual de la Patrulla X lo presentaba como un ser mucho más ambiguo e interesante. No es de extrañar que los mutantes de Chris Claremont fuesen un tanto a contracorriente en aquella época, ya que por aquel entonces estaban pasando por un periodo de lo más inusual.
La etapa australiana de la Patrulla X supuso uno de los momentos más extraños y fascinantes de la historia del grupo. Con el grupo de mutantes dado por muerto y bajo la protección de la deidad interdimensional Roma, que impedía que sus miembros pudiesen ser registrados por cualquier dispositivo de grabación, los hombres y mujeres X actuaban desde el subterfugio y el secretismo. Como proscritos y forajidos, se habían refugiado en una remota aldea australiana que anteriormente había sido ocupada por sus enemigos, los letales criminales cyborg conocidos como Cosechadores. Eso suponía que se habían alejado de las comodidades y ventajas tecnológicas de la mansión del Profesor Xavier, incluyendo la Sala de Peligro o el Pájaro Negro. En lugar de disfrutar de sus instalaciones tecnológicas y su avión supersónico, los mutantes tenían que vivir en sucios barracones y desplazarse de un lugar a otro gracias a los poderes teletransportadores de Pórtico, un misterioso aborigen poco dado a las palabras.
En un intento por conservar cierto control creativo sobre sus criaturas y evitar así que se viesen arrastradas por la bandada de crossovers y eventos que planeaba sobre ellas, Claremont alejó a la Patrulla X de Nueva York y de los Estados Unidos, llevándosela a un remoto rincón en el que las aventuras de ciencia ficción y fantasía dieron paso a una especie de western crepuscular. Irónicamente, alejar a los mutantes de su pasado glamour los volvió mucho más atractivos, al menos en un primer momento. Gran parte de la responsabilidad de este hecho se debe a los artistas que dejaron su huella en las páginas de la Patrulla X durante esos años: Marc Silvestri y Arthur Adams. Mientras que Silvestri se ocupada de la serie mensual, Adams hacía lo propio con los anuales y especiales (entre ellos el mastodóntico proyecto en el que acabaron convirtiéndose los dos anuales de New Mutants y Uncanny X-Men que hoy conocemos como Las Guerras Asgardianas). Con Silvestri y Adams a los lápices, la Patrulla X se convirtió en un escaparate de caballeros hipermusculados y damas exuberantes, de torsos apretados y curvas despampanantes, de hombros desmesurados y cinturas de avispa. Por mucho que se hubiesen trasladado a un pueblucho polvoriento, los mutantes nunca habían sido tan atractivos y sexys.
Teniendo todo esto en cuenta, su participación en La Guerra de la Evolución fue más bien tangencial y en ella los planes originales del Alto Evolucionador quedaban tan en segundo plano que resultaban casi irrelevantes. En cambio, este anual ilustrado por un Adams en estado de gracia estaba consagrado al lucimiento de los mutantes, en especial al de una Tormenta espectacular que inauguraba el número con una memorable primera página en la que sobrevolaba solemnemente la residencia australiana de sus compañeros. No obstante, como todos los buenos números de Claremont de aquel entonces, este anual también contaba con ciertas dosis de acción, humor, intriga y romance, sumadas a alguna referencia rebuscada para los amantes de la cronología. Se trataba, en definitiva, de una estupenda aventura de la Patrulla X. Quizá no una especialmente trascendente, pero sí una buena muestra de por qué los mutantes de Claremont y compañía tenían (y siguen teniendo) ganado un lugar especial en la consideración de los lectores.
Como decíamos, la historia arrancaba con Tormenta sintiendo una especie de “perturbación en la Fuerza”, una catástrofe natural de proporciones gargantuescas que impelía a la diosa del clima a volar desde Australia hasta la Antártida impulsada por sus propios vientos huracanados. Tal era el estado de turbación de la líder del grupo que en su marcha arrastraba al pobre Longshot, que se asomaba a la ventana en paños menores justo cuando el vendaval de Tormenta anunciaba su marcha. Cubriendo su desnudez con la chaqueta de su amante, Dazzler acudía a su rescate en una escena osada y con cierto toque picante. Mientras tanto, el resto del grupo deducía cuál era el destino final de Tormenta: la Tierra Salvaje, el paraíso tropical oculto entre los hielos antárticos poblado por dinosaurios y otras criaturas prehistóricas.
Adelantándose a la llegada de su compañera, los mutantes recurrían a Pórtico para teletransportarse hasta allí, encontrando que el lugar había sido arrasado hasta el punto de que de la antaño vibrante selva ya no quedaban más que cenizas. El responsable de semejante destrucción no tardaba mucho en hacer su entrada: se trataba de Términus, una entidad alienígena destructora de mundos que se había enfrentado en el pasado a los Cuatro Fantásticos y a los Vengadores. Términus tomaba como rehén al Alto Evolucionador, que se encontraba en la zona comprobando si aquella tierra destruida podía seguir albergando vida. La Patrulla X se enfrenta a la gigantesca criatura hasta que la oportuna llegada de Tormenta lograba derribar su enorme peso, permitiendo que el Alto Evolucionador fuese rescatado y conferenciase con los mutantes.
Quien en el resto de anuales de La Guerra de la Evolución actuaba como un villano (por ejemplo en el anual de Factor X pretendía esterilizar a toda la raza subterránea de los topoides para evitar que esos “callejones sin salida genéticos” interfiriesen en el desarrollo pleno del potencial humano), en este número era presentado como alguien no muy distinto al santo patrón de los mutantes, el Profesor Xavier. En palabras de Kaos: “Parece el Profesor Xavier, el mentor de la Patrulla X. Dos hombres de insaciable curiosidad y que desean hacer un mundo mejor… atormentados por sus fallos… y el precio pagado por ellos.” De hecho, la intención del Alto Evolucionador era la de revivir la Tierra Salvaje, aunque para ello necesitaba la colaboración de alguien que estuviese íntimamente conectado con aquella tierra tan peculiar. Mientras tanto, se había aliado con Zaladane y los mutados de la Tierra Salvaje, quiénes tenían su propia agenda y acabarían creando muchos quebraderos de cabeza a la Patrulla X en el futuro.
En el breve interludio hasta el resurgir de Términus, Claremont y Adams aprovecharon para mostrar que no todos los habitantes de la Tierra Salvaje habían sucumbido ante la destrucción. Muchos de ellos fueron rescatados por M’Rinn, una guerrera de otra dimensión que conoció a Tormenta durante su primera estancia en la Tierra Salvaje (para ser concretos, en una historia de complemento publicada en Classic X-Men #22 USA). A lomos de C’Jime, el enorme zorro volador, los miembros supervivientes del Pueblo de la Cascada escaparon de Términus y se refugiaron en la dimensión de M’Rinn hasta que Tormenta usó la gema que le entregó la mujer en el pasado para ensanchar la brecha entre dimensiones y permitir su regreso. Entre los nativos de la Tierra Salvaje supervivientes se encontraba un personaje que mantuvo cierta relación con Coloso en su anterior viaje al continente antártico: una joven llamada Nereel con la que el mutante acorazado compartió algo más que un arrumaco. Claremont nunca llegaba a confirmarlo directamente, pero no era nada complicado deducir quién era el misterioso padre del joven hijo de Nereel. El muchacho incluso hacía buenas migas con Coloso.
Pero el despertar de Términus obligaba a que tanto la Patrulla X como M’Rinn y sus guerreros entrasen otra vez en combate. De nuevo Tormenta daba con la solución y urdía un plan para que Pícara tomase los poderes de Longshot y usase su suerte para atravesar la coraza del gigante. Para ello Pícara besaba a Longshot, generándole gran desasosiego a Dazzler y echando más leña al fuego del pequeño triángulo amoroso que había entonces entre ellos. Aquello era puro Claremont y Adams supo plasmar la escena con la intensidad dramática requerida.
Con Términus derrotado, se descubría que aquel no era el mismo villano que luchó contra los Cuatro Fantásticos y los Vengadores, sino una armadura vacía que de alguna manera se había vinculado con el cuerpo de Garokk, el hombre pétreo y antiguo antagonista de la Patrulla X que había sido dado por muerto en el pasado. Conmovido por la destrucción de la tierra que tanto amaba, Garokk se ofrecía a participar en el plan del Alto Evolucionador para regenerar la Tierra Salvaje. De esta forma, Garokk dejaba de existir como entidad individual, pero su esencia se extendía por todo el lugar gracias a las máquinas de su aliado, devolviendo la vida a su paradisíaco hogar. Finalmente, la Tierra Salvaje recobraba todo su esplendor y el Pueblo de la Cascada podía empezar la reconstrucción.
Aunque quedaba bastante claro que tanto el Alto Evolucionador como Zaladane tenían plantes ulteriores, la aventura en sí acababa en ese punto. Con la selva tropical de nuevo extendiéndose por el aislado valle antártico, Mariposa Mental alteraba la memoria de los habitantes del Pueblo de la Cascada para que no pudiesen recordar quiénes les habían asistido en su momento de necesidad y así mantener la ilusión de que la Patrulla X seguía muerta a ojos del mundo. Tiempo después, cuando Ka-Zar y su esposa Shanna regresaron a la Tierra Salvaje (ya que estuvieron convenientemente ausentes durante el ataque de Términus) se encontraban que todas las tribus se habían unificado bajo el liderazgo de Nereel y que un monolito con una enorme X en el centro conmemoraba a aquellos que les habían salvado. Cuando Ka-Zar preguntaba por la identidad de esos misteriosos salvadores, lo único que podía responder Nereel es que se trataba de leyendas.
Con ese estupendo final se cerraba este anual de la Patrulla X (publicado originalmente por Forum como un Especial Invierno hace ya un buen montón de años y recuperado tiempo después por Panini en el segundo coleccionable dedicado al grupo con motivo del estreno de una de sus películas). Las andanzas del Alto Evolucionador continuarían en las siguientes entregas de La Guerra de la Evolución, pero nosotros nos quedamos con esta aventura de Claremont y Adams. Una aventura no especialmente trascendente, como ya apuntábamos, pero sí muy agradable de recuperar. La prosa elegante y rebuscada de Claremont venía muy bien acompañada por los dibujos limpios, dinámicos y expresivos de Adams. La caracterización de personajes era magnífica, tanto en lo narrativo como en lo visual. Guionista y dibujante hacían muy buen equipo, de eso no hay duda alguna. El anual incluía además una divertida historia corta en la que Mojo exploraba los límites del concepto de Patrulla X, poniendo el broche de oro al conjunto.
¿Se puede resumir lo que era la Patrulla X en aquellos años en unas pocas páginas? Desde luego que sí y este anual es la prueba indiscutible: una aventura intensa en la que los personajes estaban personalmente implicados, con sus ligeros toques de drama y romance, también con un poco de humor y algunos momentos picantes para lo que era la Marvel de entonces. Era también una aventura en la que el lector tenía la sensación de que se sumergía en las complicadas vidas de unos personajes que habían vivido muchísimo, aunque en los cómics sólo se había narrado una parte minúscula de sus andanzas (por ejemplo, se deducía que Tormenta había pasado bastante tiempo junto a M’Rinn en la otra dimensión y por eso se había convertido en casi una hija para ella, pero esas aventuras nunca habían sido narradas en ninguna parte). Aunque quizá lo mejor sea la estética que le imprimió Adams a este cómic: héroes fornidos, heroínas hermosas, villanos terribles, villanas sexys, peleas espectaculares, dinosaurios… todo aquí era (y es) visualmente atractivo. No sorprende que durante aquellos años recibiésemos con especial interés cada nueva portada o cada nuevo especial ilustrado por este artista. Incluso hoy lo seguimos haciendo.
Guión - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 8.5
8.7
Una aventura sencilla, poco conectada con el resto de La Guerra de la Evolución, pero cuya lectura resulta tan agradable hoy como lo era en su día. La estupenda estética que Adams le imprimió a la Patrulla X y los recursos habituales de Claremont se combinaban a la perfección.
El punto álgido de la maduración artística de Adams. Claremont haciendo fácil lo que ahora se busca con ahínco. Una joya de principio a fin.
Visualmente magnífico. Para mí el mejor Adams con «Las guerras asgardianas» y algunas portadas de Classic X-Men (también quizás el anual de Web of Spider-Man que compartía con Warlock y un cameo de los Nuevos Mutantes). Además con un guión estupendo de Claremont, que mostraba en aquella época una capacidad de reinvención constante con los muties que incluso a día de hoy me causa asombro. Y el triángulo Dazzler-Longshot-Pícara nunca fue tan creíble como aquí, por otra parte…
En las Asgardianas abruma por el barroquismo, pero arrastra muchas de las inconsistencias que se aprecian en Longshot en cuanto a proporciones, pero vamos, son deslumbrantes de cualquier manera.
Y el complemento con los Bebés-X y Mojo, perfecto por otro parte. Ni Adams ni Claremont ni autores posteriores lograron nada al mismo nivel con ellos.
Estoy de acuerdo, los X-Babies y el Mojoverso son lo que fueron en ese Annual.