Renovación inacabada
«Ya verás, Jean… las cosas van a mejorar para la Patrulla X»
Por lo que respecta a las reediciones de material antiguo llevadas a cabo por Panini, nos acercamos a un momento… interesante. Nos acercamos a los años 90. Los completistas, especialmente del universo mutante y de la franquicia de Spiderman (que, por cierto, sí que ya ha llegado, en lo que respecta a los Marvel Héroes de El Asombroso Spiderman, a los “fabulosos” 90) se enfrentan a posibles reediciones de material casi universalmente vilipendiado: la saga del Clon y los mutantes de Scott Lobdell. No vamos a negarle el descaro a Panini de querer buscar fórmulas alternativas para sacar material prácticamente inencontrable hoy en día como la etapa que compone esta serie de tomos bautizados como Patrulla X Renovación.
Para aquellos no versados en la historia mutante (y aprovecho para recomendar el que para mí sigue siendo el mejor texto divulgativo sobre cómics escrito en español, X-Men El Precio de un Sueño por Julián M. Clemente y Lorenzo F. Díaz) lo acontecido a finales de los 90 en las dos principales cabeceras de los hombres X fue la primera de las revoluciones que afectarían a la línea en los años siguientes. No todas exitosas, por supuesto. De hecho, ni esta de la que hablamos hoy, ni la de Chris Claremont un par de años después pueden considerarse un éxito. Las cosas serían distintas con la llegada de Grant Morrison en 2001. Pero estoy divagando. Volvamos a 1997. Tras la marcha de Claremont de la franquicia mutante, y si descontamos la aportación a los guiones de Jim Lee, Mark Waid o Fabian Nicieza, los X-Men son cosa de Scott Lobdell. Primero bajo el ala de los editores Bob Harras primero, y posteriormente Mark Powers, Lobdell ha dirigido los destinos de la colección más vendido de Marvel: La Patrulla X. ¿Fama y fortuna para Lobdell? Por una parte sí, pero la en general mala calidad de los cómics que escribe le han traído también palos y más palos de la crítica especializada y una sensación en el fandom de agotamiento. Harras, ascendido a Editor en Jefe de Marvel en 1995, había resuelto con nota el regreso de Vengadores y 4 Fantásticos a la normalidad tras el experimento de Héroes Reborn. Una vez arreglado ese flanco, quería un cambio en La Patrulla X. Y eso implicaba decir adiós a Lobdell.
Mientras se buscaba acomodo al guionista, Harras buscó a sus sustitutos. Se fijó en dos jóvenes promesas que llevaban poco tiempo trabajando en Marvel: Joe Kelly y Steven T. Seagle. Kelly llevaba pocos meses escribiendo Masacre por un lado, y Daredevil por otro. Seagle llevaba aún menos tiempo al frente de Alpha Flight aunque se había hecho un nombre guionizando Sandman Mystery Theatre y La casa de los secretos, ambas en el sello Vertigo. Harras quería sangre nueva, quería nuevas ideas y enfoques. Sí, quería todo esto, pero también necesitaba mantener el control de la franquicia más potente de Marvel. ¿Podrían reconciliarse todas estas cosas? Kelly y Seagle se conocieron en la oficina X y rápidamente congeniaron hasta el punto de convertirse en grandes amigos. Decidieron hacer frente común para afrontar la tarea de escribir a los Hombres X. Incluso le pidieron a Harras que les dejara guionizar ambas series, La Patrulla X y X-Men, a 4 manos; algo que el editor les denegó.
Primer problema. La transición sería más brusca de lo esperado. Lobdell no ha terminado las dos grandes sagas que tiene en marcha en ambas colecciones. «El juicio de Gambito» en La Patrulla X y «Operación Tolerancia Cero» en X-Men. Los nuevos guionistas tendrán que terminar y cerrar los flecos de las dos historias. Especialmente relevante para el tomo que aquí reseñamos es la segunda de ellas, «Operación Tolerancia Cero», puesto que el primer número incluido aquí, el X-Men #70 es más epílogo de la saga que un reinicio, que es como se vendió tanto en la portada como en la prensa especializada. Los hombres X regresan a la mansión para ver cómo esta ha quedado completamente vacía y el profesor X desaparecido, todo a causa de las acciones llevadas a cabo por Bastión y su nueva generación de centinelas. No es su presentación pero sí su integración oficial en el equipo de las nuevas incorporaciones mutantes: Cecilia Reyes, Médula y Oruga.
El resto del tomo incluye los números 71 de X-Men y 351-354 de La Patrulla X. ¿Cómo podemos valorarlos globalmente? Eso dependerá mucho de nuestra relación con los mutantes. Aquellos lectores que sufrieron la etapa Lodbell hablaban maravillas de estos cómics. Suponían un soplo de aire fresco en colecciones que habían estado anquilosadas durante años. Para aquellos que han leído esporádicamente aventuras de los mutantes, este tomo no puede sino calificarse como una gran decepción. En primer lugar, el intento de hacer el X-Men #70 un punto de entrada a nuevos lectores en la serie es poco menos que un fracaso. Primero porque es el epílogo a una saga y no el inicio de algo nuevo narrativamente hablando. Peor aún, ante la necesidad de presentar gran cantidad de información, Kelly llega a caer en los excesos retóricos de Lobdell (cuyos bocadillos y diálogos ya eran una pálida sombra del peor Claremont) y para muestra un botón: “Ahora, apoyada en el edificio sin vida que antaño ofrecía un atisbo de promesa… el agua salda por fin encuentra sus mejillas”. Recargado, vacío y contando lo que Carlos Pacheco ya está dibujando. En este número, los hombres X deben resolver otro cabo suelto de «Operación Tolerancia Cero». Bastión ha “infectado” a Cíclope con una bomba inteligente formada por nanobots y será gracias a la labor de los nuevos miembros del grupo, que Scott Summers podrá vivir para combatir otro día. Sin embargo, la situación se resuelve con un deus ex-machina merced a las orugas de… bueno, Oruga.
Kelly, al menos, es capaz de escribir a los personajes de manera brillante, con diálogos que reflejan bastante bien sus personalidades, aprovechando para juntarlos en parejas y ver cómo interaccionan. Pacheco hace un buen trabajo en general aunque al ser doble, el #70 se siente uno de los números menos conseguidos de su etapa en la colección con formas más toscas y fondos más esquematizados. El otro guionista, Steven T. Seagle tiene otros problemas. Sus primeros números, libre ya de los argumentos de Lobdell, son casi anecdóticos. El #351 es un día en la vida de Cecilia Reyes como doctora. El #352 cuenta el asalto de IMA al avión donde Jean y Scott vuelan a Alaska. El #353 es un día de descanso para los X-Men (como el X-Men #71). En el #354 por fin los héroes hacen de héroes y pelean contra Saurón. Tampoco ayuda el dibujo de Chris Bachalo, que no acaba de pegar en una serie como La Patrulla X, muy deficiente en la pelea contra Saurón, en la que de una viñeta a otra se pasa del día a la noche, del cielo despejado al cielo nuboso y todo lleno de copos de nieve que se supone son cosa del Hombre de Hielo.
Comentaban Kelly y Seagle que, para ellos, los X-Men de Lodbell eran muy aburridos, que los personajes se pasaban los números hablando y dando vueltas a temas repetitivos, que no salían a correr aventuras y salvar al mundo. E irónicamente eso es lo que uno se encuentra en estos cómics. Poquísima acción, diálogos (mejor o peor escritos) interminables, gente apoyada en paredes pensando lo mucho que sufren y lo mal que lo pasan (el caso de Pícara, que Seagle escribe como si fuera poco menos que una adolescente, es especialmente sangrante). Siempre nos quedará la duda de cuánto de esto es responsabilidad de los guionistas y cuánto del cuerpo editorial quien, ahora sabemos, no les puso las cosas nada fáciles ni a Kelly ni a Seagle. Un cuerpo editorial que vigilaba mucho pero coordinaba poco ya que, aunque los guionistas trabajaban codo con codo, el lector neófito ni siquiera se dará cuenta de que hay dos equipos de X-Men y no uno (que es lo que parece en este tomo), que Júbilo aparece y desaparece sin explicación alguna, que Mariposa Mental y el Ángel solo aparecen en dos páginas y parecen habitar una colección completamente distinta…
En fin, un relanzamiento que, en sus pasos iniciales dejaba mucho que desear. ¿Eran dos novatos en Marvel los adecuados para hacerse cargo de la gallina de los huevos de oro de la editorial? ¿Estaban los X-Men condenados a historias intrascendentes cuando no directamente malas? No es cuestión de avivar polémicas nostálgicas pero si muchos de estos números no estuvieran dibujados por Pachecho, los fans españoles tendrían una opinión menos benevolente hacia ellos. Sí, sin duda los años 90 fueron duros para los mutantes.
Lo mejor
• Los intentos de Joe Kelly de darles una personalidad propia a los nuevos miembros del equipo
Lo peor
• Más allá de aspectos técnicos (el baile de dibujantes del #352 es un desastre), son cómics sencillamente aburridos
Guion - 4.5
Dibujo - 5.5
Interés - 6
5.3
Fallido reinicio a una franquicia líder en ventas pero en coma creativo
«Ya verás, Jean… las cosas van a mejorar para la Patrulla X» jeje muy buena intro y artículo
Pues yo compré toda la serie gracias a otra crítica de esta misma web y no me arrepiento:
https://www.zonanegativa.com/patrulla-x-renovacion-1-vuelta-a-casa/
Es verdad! Y a traves de tu enlace he comprobado que el Drury Walker del pasado daba menos la chapa!
Esta bien que haya varias opiniones, la verdad. Asi la gente se puede hacer una idea mas ajustada
No cabe duda que el Drury Walker de ahora es un clon de un universo paralelo que viajo por el tiempo de un futuro posible.
Eso es un giro muy Bendis!
Es una mejora clara a lo previo. En su momento el cambio de plantilla despues de 75 (75!!) meses con el mismo plantel dando vueltas en circulos y planteando cosas que nunca iban a ninguna parte era un soplo de aire fresco muy necesario. La mansion de Westchester ya olia a cuco. El hacer un grupo mas manejable y con sangre nueva ya era positivo per se.
Respecto a los nuevos, la joya era Medula, siguiendo la estela de Kitty y Jubilo pero de otra manera (hasta que si no recuerdo mal Davis la neutralizo). Cecilia Reyes era interesante como la persona del mundo real que esta alli pero no esta segura de querer estar alli. Y Oruga… A mi me hacia gracia que tradujeran a sus bichas como Pinta y Gorgorita, pero mas alla de eso era intentar darle sustancia a un diseño que parecia un descarte del Street Fighter II. Pero vamos, que las cosas daban para dinamicas interesantes, y Kelly les sacaba jugo.
Kelly era claramente mejor, y contaba con una plantilla de dibujantes muy superior. Seagle era el patito feo. El primer numero con Cecilia Reyes es un estudio de personaje autoconclusivo bastante digno. En el segundo, el viaje de avion con IMA dando pena y un dibujante por pagina ya supuso un bajon claro. La historia del pueblo de los pajaros no atinaba, la historia de Sauron (un cruce con su Alpha Flight) estaba algo mejor, pero nunca llego al nivel de kelly. Ademas Bachalo despues de toda una evolucion a gran nivel en Gen-X (para el que nos gustaba) aqui empieza un declive claro.
No seria tan duro con la prosa de Kelly con ese ejemplo que apuntas. En Masacre no escribia asi. Como apuntas, partian de unas tramas no totalmente finalizadas, posiblemente de un «manual de estilo» por parte de editores y otros animales de compañia y les estuvieron haciendo zancadillas en todo momento, posiblemente por su condicion de «valores emergentes». Y es que Lobdell (que tambien alguna cosa buena hizo, tampoco lo vamos a negar) era parte del problema, pero no era el problema. Harras seguia ahi, y era el responsable fundamental de la situacion de la franquicia desde el Claremonticidio del que formo parte.
Saludos!