¿Estaré muerto? Si alguna vez cuento todo esto, lo contaré también al revés, o sea, del final al principio.
¿Qué estabais haciendo en 2003? Si sois como yo, que apenas soy capaz de recordar lo que hice hace un mes, no os acordareis, pero no sucede lo mismo con
Ramón Boldú es un historietista, guionista y director de arte nacido en 1951 en Lleida. Durante los años setenta y ochenta pudimos ver sus trabajos en el cómic en revistas como Lib, El Jueves, Al ataque, Barragan o Penthouse comix, entre otras. También ha sido director de varias revistas, incluyendo El Víbora, en la que comenzó a publicar sus primeras historias autobiográficas. Hemos podido leer su andazas en tomos como Bohemio pero abstemio, Memorias de un hombre de segunda mano, El arte de criar malvas, Sexo, amor y pistachos, La vida es un tango y te piso bailando o Los sexcentricos en los que nos han ido narrando su vida. Todas han sido publicadas o reeditadas por Astiberri. En 2014 publicó La voz que no cesa cómic sobre la vida del poeta Miguel Hernández coguionizada junto a Ramón Pereira que también ha sido objeto de una reciente reedición por parte de Astiberri.
En 2003 vemos como la vida de Ramón Boldú va a dar un nuevo giro ya que está comenzando la que será su tercera relación seria tras sus dos primeros divorcios (que ya nos contó en Memorias de un hombre de segunda mano y El arte de criar malvas respectivamente). Además, está inmerso en la creación de un club de intercambio para el que está decorando las paredes con su particular interpretación de El Jardín de las delicias de El Bosco. La gerente del club va a ser Ana Flash, una amiga suya que se cree poseída por Eva Perón.
El primer tomo de Perdidos por el más allá lleva el subtítulo de El nacimiento de la superheroína que hace referencia a Ana Flash la protagonista femenina de la obra. Al principio del tomo Boldú nos indica que, aunque estemos ante el primero tomo de la tetralogía, cronológicamente es el último ya que muchas veces es imposible discernir el principio del final de una historia. Sobre todo, en el caso de las autobiográficas ya que en la vida los finales y los principios siempre se solapan, con la excepción de la muerte y el nacimiento, claro. Cualquier que haya leído algún trabajo anterior del autor ya sabe con qué tipo de historia se va a encontrar: una tragicomedia que es tan real como la vida misma, llena de sexo y situaciones surrealistas en las que participan algunos de los personajes más excéntricos que han sido parte de la historia reciente de nuestro país. Pero narrada con el peculiar sentido del humor caracteriza sus trabajos y un enorme talento a la hora de engarzar distintas historias gracias al fantástico uso de los flash-backs.
En una sociedad en la que miles de personas comparten su vida en redes sociales, Boldú sigue ofreciendo algo novedoso, ya que en sus cómics no siempre es verano a diferencia de lo que vemos en los muros de cientos de ‘influencers’. En sus cómics no hay espacio para filtros de Instagram que venden la sensación de que todo es perfecto, porque si algo hace a la vida maravillosa es su imperfección e impredecibilidad. De hecho, leyéndole queda claro que no tiene apenas filtros y que cuenta de manera fidedigna su vida, algo que le ha llevado a ser demandado varias veces.
Su trabajo se puede reír de cualquier situación y persona con la que se ha cruzado sin que resulte cruel, porque lo primero que hace es reírse de sí mismo. Otros autores que realizan cómics autobiográficos cometen el error de tomarse a sí mismos demasiado en serie haciendo ejercicios de autoflagelación, muchas veces producto de no tener nada interesante que contar. Algo que no sucede en el caso de Boldú como sabe cualquiera que haya leído alguno de sus anteriores trabajos. Pero debajo de las sus divertidas y muchas veces dantescas vivencias somos testigos de la intrahistoria de nuestro país, de la evolución los usos y costumbres. Algo que le convierte en el cronista perfecto de una época, ya que huye de cualquier mitificación al contarla sin ningún atisbo de pudor ni romanticismo.
En esta historia vemos como la mortalidad se convierte en uno de los temas principales de la obra, lo que lleva a Boldú a cuestionarse el paso del tiempo y también la realidad. Gracias al ‘parapsicólogo’ que realiza investigaciones con Ana Flash también hay una reflexión sobre la existencia de otra vida. Además de ser testigos de ese mundo asociado al misterio que cada vez tiene más auge en nuestra sociedad y sobre todo en una gran cantidad de autores de cómic de nuestro país.
Gráficamente vemos el mismo estilo heredero del underground de los años 70 que caracteriza la obra autobiográfica de Boldú. Sus páginas tienen un estilo nervioso y suelto de entintado que hacen que la obra transmita esa sensación de inmediatez que la hace tan fresca. Como siempre prescinde de los marcos de las viñetas y las viñetas están abarrotadas de bocadillos y cajas de texto. Hay que destacar que el sexto capitulo gracias a los cuadros de un restaurante Boldú aprovecha para hacer un homenaje a una serie de autores que han influenciado su obra y estilo como Gotlib, Ivá, Coll, Wolinski, Conti, Pazienza, etcétera.
Como todos sus últimos trabajos la obra ha sido publicada por Astiberri Ediciones, con la calidad habitual de reproducción, diseño y papel. Nunca les estaré lo bastante agradecido en recuperar a un autor único dentro del panorama del cómic de nuestro país. Hay que recordar cuando aparece El arte de criar malvas en 2008 habían pasado ya diez años desde la aparición de su anterior trabajo.
Perdidos en el más allá es una obra tan divertida como todas las de Boldú, un pionero que no ha tenido el reconocimiento en nuestro país de otros autores venido de fuera de nuestras fronteras. Todas las constantes de su obra están presentes: sexo, situaciones extravagantes y su enorme capacidad para reírse de sí mismo. Tras leerla queda la impresión de que cuando veamos la serie completa se disfrutara mucho más. Ojalá no tarden mucho en ver la luz los siguientes volúmenes.
Guión - 8
Dibujo - 7
Interés - 8.5
7.8
Vida
Boldú nos sigue demostrando lo sano que es reírse de uno mismo para afrontar la vida con optimismo.