Edición original: Période Glaciaire (Futuropolis/Museo del Louvre, 2006).
Edición nacional/ España: Período Glaciar (Ponent Mon, 2006).
Autor: Nicolas de Crécy.
Color: Nicolas de Crécy.
Formato: Novela Gráfica.
Precio: 20 €.
Tuve mi primer contacto con Nicolas de Crécy gracias a La Cárcel de Papel, el imprescindible blog del nunca bien ponderado Álvaro Pons. El Sr. Pons está siempre al quite y ya alababa este álbum antes de su publicación en castellano. Tiempo más tarde, un amigo me prestó Prosopopus, propuesta que camina por el fino alambre de la fascinación y el desconcierto. Me gustó, pero no estoy seguro de si lo recomendaría indiscriminadamente. Antes bien, estoy bastante seguro de que no lo recomendaría sin advertirme antes de las preferencias de mi interlocutor. De lo que no cabía dudas es de que de Crécy resultaba original y provocador en su conocimiento del medio y su aparente desapego por los tópicos. No sé por qué entonces pensaba que se trataba de un joven valor, como Bastien Vivès (El gusto del cloro, La gran odalisca), cuando en realidad nació en 1966. Tiene ya, por tanto, 47 años.
Sobre el papel, Período Glaciar narra una historia de ciencia ficción archisabida. En un lejano futuro indeterminado Europa ha quedado sepultada por la nieve. La humanidad, tal y como la conocemos, ha desaparecido. Un grupo de exploradores desentierra los escasos vestigios de nuestra civilización y los interpreta al calor de sus nuevas convicciones. Cuando, fortuitamente, acceden a las sepultadas dependencias del Museo del Louvre, las sorpresas se encadenan.
Con un estilo nervioso, aparentemente desgarbado, de líneas quebradas y como al descuido, confiando en el color para aportar solidez y fisicidad, el autor reexamina todo lo que creemos saber sobre la cultura y el arte. Algunas percepciones (como la abundancia del desnudo femenino en la pintura clásica o la búsqueda de códigos significativos en las imágenes) resultan conocidas. Otras sorprenden, con sus puntos de vista aparentemente externos a nuestros hábitos. No pocas veces aflora una sonrisa. El chiste, a fin de cuentas, se basa en la descontextualización, y con ello juega de Crécy en abundancia. Hace trampa, por cierto. Y los exploradores pretenden colegir de los cuadros que nuestra civilización ignora la letra impresa… ¡cuando ellos mismos son capaces de leer las inscripciones de los marcos! (Nota: los exploradores, por supuesto, hablan francés).
El álbum supone un viaje apasionante entre dos mundos. De un lado, el mundo futuro, representado en esa comunidad científica que, si pasamos por alto los perros-cerdo parlantes fruto de la ingeniería genética (un detalle muy Transmetropolitan, ¿verdad?), no difiere gran cosa de cualquier otra comunidad científica, con sus logros y miserias; y el mundo desaparecido, es decir, el nuestro, en el que vivimos, que es conjeturado impunemente a partir de unos pocos signos supervivientes. La gracia del juego es preguntarse cuánto del mismo artificio está presente en nuestros días. ¿Juzgamos tan a la ligera, y con tanta rotundidad, sobre asuntos que apenas comprendemos? Sin más sustento que un pálpito, me atrevo a pensar que sí. Como estos exploradores, vagamos en la ignorancia sobre el pasado y el futuro confortados por nuestra inagotable presunción.
Rudimentariamente, también se reproduce el debate entre la Alta Cultura y la cultura popular, con divertidas subversiones como suponer que Hulk o Spider-Man son dioses de una antigua religión (¿y no lo son, para sus fieles?) o convertir a Delacroix en ornamento sicalíptico de casa de citas. Dado que el propio Louvre participa como mecenas, el álbum se ve trufado de reproducciones de obras maestras de la pintura. Que el experimento no chirríe lo más mínimo ya da idea de la sabiduría narrativa del autor. No menor es la hazaña de equilibrar las diferentes pretensiones del relato, que ni se echa atrás en sugerencias de bestialismo (en términos parecidos a los de Top Ten), basculando entre la naturalidad y el asombro, gracias a unos diálogos magníficos, que definen a los personajes sin discursos autoconscientes ni moralinas. ¡Y qué bien transmite de Crécy la soledad y el aislamiento de las temperaturas extremas!
El viaje no es infructuoso. Esa cúpula del museo que asoma entre la nieve (como la señorita de la antorcha entre la arena de una célebre cinta de ciencia ficción), esconde -también- la identidad de lo que somos. De Crécy retira su pátina de cientifismo pulp para entregarse a un frenesí onírico hermano de David B (El jardín armado, Epiléptico).
Aviso de Spoiler |
Período Glaciar fue publicado en 2006 por Ponent Mon, con el cariño y buen gusto que le caracterizan.
Me has vuelto a pillar. No tenía ni pajolera de la existencia de esto. Y, como de costumbre, has vuelto a picarme la curiosidad.
¿Es fácil de encontrar a día de hoy o hay que hacer arqueología en tiendas de segunda mano?
Digo lo mismo que el amigo Castelao aquí presente: estos artículos dan unas ganas tremendas de leer algo que… ¿está descatalogado? ¿Se encuentra?
¿Dónde están los posts de presión de Zona Negativa, en los que hacemos escrache a las editoriales hasta que nos publican lo que queremos?
Chicos, que esta vez me he portado. Aún está disponible en muchas librerías.
Y merece mucho la pena.
¡Bien! Pues habrá que ir a ver cuanto antes. De momento esta semana ando sin un duro, y así no hay quien aproveche el 10% de descuento del Día del Libro para acercarse a la librería, menos aún para ponerse a bucear buscando estas cosas.
Apuntado queda, en la lista de cosas apuntadas.
Esta vez soy yo el que dice lo mismo.
La verdad es que apetece un huevo hacerse con este tebeo. Tiene una pinta de lo más sugerente.
No he leído éste, pero le tengo ganas: me encantó «Diario de un fantasma» (en Ponent Món), también de Crécy, muy original…
Leído. Llevaba unas semanas con él en la pila y por fin le llegó el turno. Una delicia. Gracias, Agrafojo, por llamarme la atención sobre este cómic. La mezcla de ciencia-ficción, humor, surrealismo… el como define las relaciones entre personajes – y a estos mismos- con cuatro pinceladas, la ironía que lo impregna todo. Y el dibujo, sobre todo el color, también es estupendo. Que lo he disfrutado como un enano, vamos.
Impagable lo de ese Hulk con opción de carbono 14 en el olfato; o la descacharrante escena en la que colocan los cuadros en el orden que creen más lógico y «leen» lo ocurrido en el pasado.