Si hay algo que da miedo en la cultura es la deriva poco revisionista y muy conformista en la que estamos sumergidos. En lugar de ser un espejo de nuestra época, seguimos atascados en reflejar décadas pasadas. Este particular fenómeno puede ser causado porque estemos en tiempos terroríficos y queramos refugiarnos en tiempos que jamás existieron, puesto que son embellecidos con un filtro de irrealidad que hace que todo tiempo pasado fuese maravilloso.
También, una de las causas puede explicarse en que todos los creativos de ahora crecieron en un pasado del que son incapaces de despegarse. Y crean obras para que sus hijos sepan lo maravillosos que fueron la década en la que crecieron, por encima del resto.
Eso se traduce en una privación de esta generación de crear sus propios iconos, ni muchos menos una mitología propia. A los hijos les gusta lo mismo que a los padres, en lugar de haber un choque generacional, por imposición dogmática de los mismos padres. Y queda por ver qué efectos tendrá este cauce que han tomados las cosas.
Phonogram, me temo que es una isla en este océano. Si bien es un producto que mira con nostalgia al pasado, lo cierto es que no suele ser habitual hacerlo de una década tan cercana. No hay que irse a los ochenta ni lo setenta, puesto que en el puente que es el cambio de siglo, también se puede encontrar oro, tal y como demuestra esta obra.
Y lo hace echando un pulso a la realidad y lo irreal. Lanza una idea que se mueve entre la crítica devastadora y el ensalzamiento de un movimiento cultural acotado, aunque resbaladizo como fue el britpop, con tantos admiradores como detractores. Una obra que saca pecho de la música que forjó el sentir de una juventud, aunque también echa en tierra muchas ideas preconcebidas de esa época. Phonogram es lo suficientemente ambigua como para ser ambigua y saber que, como en cada época, había tanta putrefacción y decadencia como sucesos memorables.
Con ello, es una muestra de un bagaje musical muy melómano. Esta serie se mueve en géneros y subgéneros musicales, y bandas que van más allá de los más celebres y se atreve a indagar hasta lo más profundo de las entrañas de la música que ha dado esa isla, con sus más y sus menos. Sin miedo a criticar a quien se lo merezca, siempre, bajo el criterio de los autores de esta obra.
Gillen por su parte logra lanzar una historia que logra un equilibrio entre ambas cosas. Si bien es una sincera carta de amor a un movimiento cultural británico, en la que no es difícil ver a un joven guionista observando el espíritu que paseaba por las mismas calles que recorre nuestro protagonista. Respirar el mismo aire enrarecido y sucio por el hedor de los restos del postpunk.
Probablemente nos encontremos ante la obra más personal y, aunque suene contradictorio, profundamente posmoderna de su autor. Si bien esta obra está cimentada en ser una sucesión de diálogos absolutamente referenciales, con unas grandes dosis de intención de evidenciar la condición de obra ficcionada (hasta llegar al punto en que el lector puede llegar a perderse).
Cabe destacar la habilidad de Gillen para hacer unos diálogos mordaces y la capacidad de construir a un personaje carismático (que, una vez más, no me extrañaría que fuera una versión de sí mismo a la que aspiraría a ser, pero, simultáneamente, tiene una evidente vocación universal). Logra que entremos en su punto de vista, aunque lo hace con un recurso un tanto facilón, pero efectivo, como son los cuadros de texto a modo de voice over. Teniendo en cuenta que es un recurso particularmente explotado en los cómics y en el cine de la época puede entenderse porque ha escogido ese recurso frente a otros. Dicho esto, cabe recordar que lo volverá a emplear en The Wicked+The Divine.
Esta es una obra que, al menos en su primer punto, entra en diálogo recto con la mencionada exitosa propuesta de Image. Algunas de los temas que están de fondo son comunes: la existencia de figuras divinas entre nosotros o el culto a la fama. A su vez, en ambas obras compartimos punto de vista con un personaje que sufre asimetría informativa, y eso le lleva a ser una especie de intruso en medio de un conflicto que no entiende. Si The Wicked+The Divine es la plasmación (si quitamos las superficiales capas de elementos fantasiosos) de una sociedad, Phonogram muestra otra.
Phonogram es una obra que bebe del carpe diem, del nihilismo y del relativismo tan propio del sentir de esa época. Tal vez el hecho de que se encotnrase en pleno cambio de siglo influyese en esas bandas que no tenían una ideología (que no imagen o identidad) especialmente desarrollada y, en consecuencias, lo mismo sucedía con todos sus adeptos. Los conflictos eran entre bandas, más endogámicos y entre ese microcosmos. Los artistas eran más egocéntricos y actuaban de un modo más egoísta. Los líderes de las bandas ya no pretendían cambiar nada. Tan solo tenían inquietudes más primarias. Eran canallas. Pero eran el tipo de canalla que todos quisiéramos ser. Y lo mismo sucede con el protagonista.
Respecto al dibujante Jamie McKelvie, el de esa época y lanzaba páginas más que interesantes, con juegos visuales meritorios, con una voz que ya tenía una serie de señas de identidad. Pero, siendo justos, se nota que es un artista al que le falta cierta depuración, pecando en ocasiones de mecánico y de “olvidarse” de los fondos y de una serie de detalles. Y, con la perspectiva temporal, y de haber logrado apreciar trabajos más recientes, cualquier lector puede apreciar una evolución más que favorables en su estilo.
La edición de Norma Editorial recoge, aparte de una estimulante introducción de Luke Haines, una de las voces más influyentes del Britpop, incluye un más que necesario glosario con definiciones de bandas y grandes éxitos, que permiten entender mejor el punto de vista del autor.
Phonogram es un sucio anticipo de lo que está por venir. Una obra que tiene muchos meritos propios, y que pronuncia un discurso relevante y notablemente construido. Una obra que, incluso, se adelantó a cierta ola de productos de diseño que nos recuerdan constantemente de dónde venimos en lugar de poner sobre la mesa en qué momento estamos o, incluso, hacia donde nos dirigimos. Pero, por encima de todo, es un encuentro de una pareja creativa en estado de gracia.
Phonogram es un retrato de que aunque en la guerra por la música del siglo XX, Inglaterra fue la que tuvo la última palabra, ellos no lo vieron así. Si algo es Phonogram es una obra que sabe recoger el sentir de una juventud y logra conocer lo que fue ser de verdad un inglés culturalmente activo en la Inglaterra de cambio de siglo. Un tiempo apasionante para estar viviendo la juventud, sin lugar a dudas.
Guión - 8
Dibujo - 7
Interés - 7.5
7.5
Phonogram es un viaje nada mitificador al centro del britpop, que en su primera entrega sacude los prejuicios del lector.
De las referencias de las portadas tanto del tono como de cada número he pillado los siguientes:
Tomo: pulp
1:
2:
3: oasis
4: blur
5: suede
6:
De la 1 y 2 me suenan bastante pero no llego a caer. A ver si alguien a pillado las que me faltan
El 1 es el debut de Elastica, el 2 es el de Black Grape y el 6 es (el inmenso) The Holy Bible de los Manic Street Preachers.
Es un comic de esos que no he llegado a entender del todo y que en algunos momentos me he perdido un poco pero que aún así me ha gustado bastante. No te llegan a explicar del todo lo que es un fonomante o la diosa y tienes que ir encajando tu las piezas para entenderlo, pero es bastante interesante y el apartado gráfico, aunque si que se nota la evolución hasta WickDiv, está también muy bien. Además es divertido intentar pillar las referencias y la lista del final es muy útil