Pietrolino (Edición Integral)

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Edición original: Pietrolino Vol. 01. Le Clown Frappeur y Pietrolino Vol. 02. Un Cri d´Espoir. FRA.
Edición nacional/ España: abril de 2009.
Guión: Alejandro Jodorowsky.
Dibujo: Olivier G. Boiscommun
Formato: Libro cartoné, 96 págs., color..
Precio: 18€.

No puede decirse que Alejandro Jodorowsky haya vuelto al primer plano de la actualidad, porque nunca lo ha abandonado, pero lo cierto es que, a sus ochenta y tres envidiables años, después de más de veinte sin hacer cine, ha terminado el rodaje de La danza de la realidad, película en parte autobiográfica en la que cuenta libremente su infancia en Tocopilla, Chile (página oficial: http://www.ladanza.cl/es).

Cuando, después de la cancelación del proyecto de llevar a la pantalla Dune, Alejandro Jodorowsky, tras algunos escarceos anteriores, se dedicó principalmente a escribir cómics, el panorama que se encontró era muy particular. Era poco después de la revolución que supuso Metal Hurlant y Francia parecía estar repleta de dibujantes talentosos que hacían historias cortas, fantásticas, improvisadas, sin coherencia narrativa, visualmente impactantes, aunque poco estimulante como lectura. Querían demostrar que eran artistas visionarios, no artesanos que dibujasen por encargo ciñéndose a representar la chata realidad y a la narración secuencial que les propusiera un guionista, porque, al fin y al cabo, ¿quién era ningún escritorucho para decirles a ellos qué o cómo dibujar?

Jodorowsky no intentó quitarles esa idea de la cabeza, al contrario, se ofreció para encargarse de lo que ellos, probablemente, consideraban la parte aburrida de su trabajo ––escribir textos e idear argumentos––, les motivó para explorar sus mundos en una u otra dirección, les animó a utilizar unos u otros personajes para dar cuerpo a su imaginario, les dio un trasfondo filosófico y emocional a sus hallazgos estéticos… Todo ello, animándoles a tomarse tantas libertades como quisieran con sus sugerencias y adaptándose a la manera de trabajar de cada uno: a Moebius le dictaba e interpretaba improvisando cada capítulo; a Arno le enviaba cintas de audio en las que contaba las aventuras de sus personajes; a Bess le permitía rebuscar entre sus cuadernos de notas para escoger el argumento que más le atrajese; posteriormente, a Juan Gimenez le entregaba un guión al estilo cinematográfico completo de cada álbum… Los autores, así, sentían que estaban haciendo algo inspirador y artístico, se reconciliaban con la narrativa que es parte fundamental del cómic y, al cabo de unos años disfrutando en el tablero de dibujo, se encontraban con que, además, habían hecho un libro consistente contando una historia. Por si esa satisfacción no fuera suficiente, si con sus experimentos formales obtenían sólo un seguimiento limitado, con sus obras escritas por el chileno, lograban una relevancia y trascendencia mucho mayor, que además se traducía y traduce en unas ventas internacionales formidables.

Jodorowsky reinventó en cierto modo el oficio de guionista de cómic, y le ha sido justamente reconocido. Es difícil negar que, junto al ínclito Alan Moore es el escritor de historias originales para el medio más importante de las tres últimas décadas. Sin embargo, tiene detractores con motivos razonables para serlo; su trabajo es muy particular, con defectos visibles y admitidos, «demasiada perfección es un error», decía uno de sus personajes en la película El Topo. Sus obras tienden a ser variaciones sobre los mismos temas, con situaciones que, de un modo u otro, se repiten. A veces se vale de soluciones argumentales bastante inverosímiles dentro del contexto interno y su forma de trabajar, en ocasiones improvisada, le lleva a tener que recurrir a remiendos bastante evidentes; la revelación familiar de Juan Solo no es, solamente, chocante para el lector, sino que podría provocar un síncope al mismísimo Syd Field. Con todo, el saldo a su favor es más caudaloso. Jodorowsky es un guionista proteico, que ha nutrido y nutre de ideas a los mejores artistas para que creen muchas de las imágenes más grandiosas y extraordinarias de la historia del cómic, que, probablemente, no se habrían sentido inspirados para plasmar de verse obligados a ceñirse a textos más rígidos. Además, siempre pretende y a menudo consigue que éstas vayan más allá del entretenimiento y el impacto, dando motivos de reflexión y transmitiendo sentimientos profundos a sus seguidores. Tiene una formación heterogénea y unas vivencias envidiables con las que enriquecer sus textos. Sus cómics son atemporales, porque no siguen modas ni tratan temas de actualidad, sino que tienen raíces mucho más profundas en la condición humana… Además de acción constante, drama y ocurrencias divertidísimas. En un mundo en que la narrativa ––en todos los medios–– se sustenta con fórmulas aprendidas y los guionistas suelen ser personas que únicamente pueden aportar lo aprendido en cursos académicos y un sólido manejo de los programas ofimáticos, Alejandro Jodorowsky es un autor imprescindible.

Para acercarse a su obra por primera vez, puede que Pietrolino sea la mejor opción, antes de introducirse en sus sagas más extensas. Constó de dos álbumes, dibujados por Boiscomun entre el dos mil ocho y el dos mil nueve, que fueron publicados aquí por Norma en un integral. Fue justo antes de que la editorial diese con ese formato que utiliza actualmente para el material europeo: algo más pequeño que el original, con textos de introducción, algún extra, un precio razonable, tapas duras y lomito redondeado para que no se rompa al abrirlo ––¿cómo no se les ocurrió antes?––. La historia fue ideada, en principio, como guión cinematográfico que sirviese de vehículo para las habilidades del mítico mimo Marcel Marceau, con el que el guionista había trabajado anteriormente, y se materializó, finalmente, en forma de cómic como homenaje para él, quien, desgraciadamente, murió poco antes de que se publicase.

El casi desconocido hasta entonces Boiscomun cumple sobradamente, dando un aspecto atractivo a los escenarios que transmite cierto onirismo, utiliza un color directo y exagera los rasgos físicos de los personajes para que, así, sean algo más que representaciones naturalistas.
Ambientado en el París de la Segunda Guerra Mundial y la posterior liberación, no puede verse, sin embargo, como una obra histórica, y es que, el escritor, siempre se toma todas las libertades para que su visión del mundo trascienda. En palabras de Pablo Picasso, citadas por el propio Jodorowsky: «No pinto lo que veo, sino lo que pienso». El autor no pretende “pintar” una época, sino utilizarla para transmitir sus ideas. Ocurran en mundos fantásticos, el Vaticano de Los Borgia, un punto indeterminado de Sudámerica o la china inmediatamente anterior a la revolución de Mao, sus obras siempre tratan sobre el mismo tema, que es el descubrimiento de uno mismo y el amor en el sentido más amplio como única forma de realización. Ésta es una de sus historias más accesibles, porque tiene una estructura convencional, una extensión contenida, una ambientación reconocible y, por tanto, poco exigente y unos personajes muy definidos, deliberadamente maniqueos.

Pietrolino es un mimo callejero que, con su pequeña compañía, compuesta por el enano y magnífico compañero Simio ––nuestro narrador–– y la mujer fatal Colombella ––claro homenaje a la Colombina de la Comedia del Arte–– intenta abrirse paso con sus modestas actuaciones durante la ocupación nazi, con tan mala fortuna de que es privado de lo que le hace único, lo que le define como persona y le permite expresarse: la movilidad de sus manos. Traicionado, sin posibilidad de crear y relacionarse con el mundo de otra forma que mediante la furia, se convierte en un payaso grotesco con guantes de boxeo que descarga su frustración contra el mundo de la única manera que sabe, a golpes. Paradójicamente, convertido en una caricatura de sí mismo, logra el éxito. Es un éxito vacío, hecho de admiración boba de la masa, que no le aporta nada ni a él ni a sus espectadores. Pietrolino proyecta toda su esperanza de reencontrar el amor en Alma ––Jodorowsky utilizó otra versión del personaje en Santa Sangre, película con la que el tebeo tiene algunos otros puntos en común, como la ambientación circense––, una encantadora trapecista. Es un amor no correspondido y que, sin embargo, por más que le haga sufrir, le lleva finalmente a la sanación y a la trascendencia.

Puede acusarse a la obra de resultar demasiado evidente, con el malvado Pantalone, típico patán enriquecido, agitando fajos de billetes para obtener lo que desea o metáforas tan obvias como un corazón de fieltro pisoteado. Por otra parte, quienes busquen en ella acción épica en escenarios grandiosos, harán bien en probar con otra cosa; Megalex o La casta de los metabarones, por ejemplo.

Pietrolino es una fábula para adultos. Un argumento simple que, sin embargo, resulta eficaz tremendamente poético y nada convencional. La simpleza y el maniqueismo, decíamos, no se deben a descuidos o desidia de los autores, sino a la pretensión de transmitir utilizando elementos conocidos de la pantomima, las marionetas y los números circenses, tan queridos por ellos, algo que sea igual de rotundo, pero con mayor riqueza de la que es habitual en estos espectáculos.

Se trata, por tanto, no sólo de una excelente introducción para el universo del psicomago, sino también de una lectura ideal para quienes todavía piensen que el cómic sólo ofrece aventuras de género o experiencias documentales muy apegadas a la realidad.

Firma Invitada: Óscar Pérez Varela

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Raúl López
Admin
4 septiembre, 2012 10:41

Excelente reseña Oscar y un muy buen debut en ZN. Enhorabuena!

Liponidas
Liponidas
Lector
4 septiembre, 2012 10:45

 Muy buena nota Oscar, felicidades, otro gran escriba para ZN.

La verdad es que con tu reseña dan ganas de comprar la obra. Siempre tuve intriga por Jodorowsky  y no leí nada de él, salvo los primeros tomos de «La casta  metabarones» que me sorprendió el dibujo de Juan Gimenez. Puede que me acerque a él a través de este tomo, o del «Incal», que le tengo ganas (pero es caroooooo!)… a ver en octubre, que cumplo años (viejo recurso :))

Juan Luis Daza
Autor
4 septiembre, 2012 15:07

 Se echaba de menos a Jorge y sus sentencias magnánimas.

BLUNTMAN
BLUNTMAN
Lector
5 septiembre, 2012 0:52

«algo más pequeño que el original, con textos de introducción, algún extra, un precio razonable, tapas duras y lomito redondeado para que no se rompa al abrirlo ––¿cómo no se les ocurrió antes?»

Eso digo yo, y si además metes toda la saga en un Integral, seguro que la gente no tiene tantos reparos en comprarlo, que esperar meses y meses hasta que caiga la siguiente obra termina con la paciencia de cualquiera…Y eso es a mi entender el gran problema de la BD.

Muy buen articulo.

@jorgenexo: «Sus tebeos son de los pocos que ni me molesté en traerme de casa de mis padres, allí siguen, con los Pumbys.»

Pues te has dejado dos grandes títulos 😀

Un saludo a todos.

El Asombroso Espaiderman
El Asombroso Espaiderman
Lector
5 septiembre, 2012 19:20

De Jorowodsky solo he leído El Incal, y, para mi gusto, esta bastante bien. Eso sí, a veces me perdía, y el final, no sé, como que no lo tenían planeado, a mí me dejó esa impresión.

Así que supongo que intentaré leer La Casta de los Metabarones.

El Asombroso Espaiderman
El Asombroso Espaiderman
Lector
6 septiembre, 2012 16:37

Jorgenexo: quién es Sanchís?

Aunque una cosa que hay que decir es que Después del Inval es una tomadura de pelo: te quita esa ¿bonita? sensación de que todo vuelve a pasar para crear lo que sea.

Vamos, que me pareció malo (por lo menos el primer tomo).

El Asombroso Espaiderman
El Asombroso Espaiderman
Lector
6 septiembre, 2012 16:37

El Incal, quería decir.