Píldoras Nacionales 12

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RESEÑAS

El regreso del Hombre Pez, de Isaac Sánchez; Ediciones Glénat; 56 págs., color, 12 €.

A pesar de competir en el Premio Josep Coll en la categoría de menores de 30 años, Isaac Sánchez demuestra tener un más que aceptable dominio de los recursos narrativos de la historieta. Su dibujo es expresivo y dinámico, con personalidad y fuerza, y casa bien con el tono del relato que nos cuenta, donde humor, acción y un cierto patetismo de tintes tenebrosos van de la mano. El argumento es – sobre todo – entretenido, aunque a veces se permite jugar sarcásticamente con pérfiles psicológicos bien reconocibles en la gente que nos rodea hasta un punto que roza el posicionamiento vital.

Tal vez el mayor inconveniente que se le puede encontrar a un tebeo como éste sea el de su formato y precio. Por supuesto, no es caro. Pero por su misma falta de pretensiones, por su voluntad de ser un divertimento, y por tratarse de un autor que se presenta por primera vez ante el gran público, creo que a esta obra le hubiera convenido un formato más popular que facilitase que más gente pudiera acercarse a ella.

[Entrevista sobre la presente obra en la web de Glénat]

 Sordo, de David Muñoz y Rayco Pulido; Ediciones de Ponent; 72 págs., B/N, 15,00 €..

Sordo es una obra que creo ha pasado demasiado silente por nuestro mercado, algo comprensible si tenemos en cuenta algunas de sus características: contar con un dibujante relativamente novel que no tiene un grafismo deslumbrante, carecer casi por completa de texto y ser – por tanto- un relato que le pone difícil al lector el ajustar el tiempo de lectura y, también, vagabundear por los derredores de nuestra Guerra Civil, un periodo transitado hasta el hastío por todo tipo de narrativa patria.

No obstante, esas mismas características van asociadas a otras tantas virtudes que, entrelazadas, convierten este trabajo de David Muñoz y Rayco Pulido en una propuesta particular y recomendable. Detengámonos en cada una de ellas.

Pulido se maneja bien en el blanco y negro, utiliza acertadamente una gran variedad de texturas para dotar de relieve y armonía a sus composiciones y, además, tiene facilidad para expresar, a través de los rostros de los personajes, una variada gama de emociones. No menos importante es su gracia para urdir secuencias puramente visuales que resultan, al mismo tiempo, profundamente narrativas; cualidad ésta en la que no dudo que han tenido también mucho que ver las instrucciones de David Muñoz.

Todas estas aptitudes de Pulido se hacen imprescindibles en un cómic como el que comentamos, cuyo protagonista, tras participar en un atentado fallido, queda completamente sordo. Y es que los autores escogen a partir de entonces, proseguir con la narración desde la dificultad perceptiva en la que ha quedado sumido su personaje. Sólo “oímos” lo que él dice y el esquivo aprehendimiento que se nos permite tener de la trama se limita a lo que nuestros ojos podrían ver de estar sumergidos en ella. Siendo el cómic un medio absolutamente visual, también por supuesto en lo que a sus texto se refiere, este reto que asumen Muñoz y Pulido, el de intentar transmitirnos el mundo de sensaciones distorsionadas en el que ha quedado preso su protagonista, resulta encomiable y está plenamente conseguido, convirtiendo a Sordo, ya por este único motivo, en un objeto referencial.

Pero es que esta discapacidad, aparte de posibilitar algunos momentos de pura tensión «hitchcockniana», se convierte en auténtica metáfora de una circunstancia – la de los maquis – que, tal vez por sus semejanzas con el bandolerismo, se nos antoja romántica y mucho menos hollada que otros escenarios de “nuestra” guerra. La sordera del personaje– que deviene handicap también para nosotros – nos aleja de un entorno cada vez menos comprensible y, así, deviene expresión física y palpable de esos soldados que «se echaron al monte» para seguir luchando en una guerra que ya estaba perdida y, a la postre, acabar resultando poco más que un estorbo peligroso para los que siguieron viviendo su pragmática sumisión cotidiana.

LOS EDITORES PREPARAN…

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LOS AUTORES PREPARAN…

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LOS PROFESIONALES RECOMIENDAN…

Pepo Pérez (Autor El vecino) recomienda…


El arte de volar, de Antonio Altarriba y Kim; Edicions de Ponent; 208 págs, bitono, 34,00 €.

«Un ejercicio de memoria, individual e histórica, como pocas veces he visto en un cómic español. Altarriba hijo y Kim reconstruyen la vida de Altarriba padre, y a lo largo de una densa, rica y generosa novela gráfica (con todas las letras) consiguen mantener un diálogo entre el individuo y la colectividad, entre el ser humano y la Historia, entre la persona y su sociedad. Aquí se habla de la lucha entre las dos Españas (en realidad bastantes más de dos) durante buena parte del siglo XX -II República, guerra civil, larguísima posguerra-, pero también y sobre todo de la vida concreta de una persona concreta con nombre y apellidos, cuyas desgracias, esperanzas y fracasos fueron aparejados a los de su país.»

Vicente Galadí (Editor Ariadna Editorial) recomienda…


Las aventuras imaginarias del joven Verne: la puerta entre los mundos, de Jorge García y Pedro Rodríguez; Ediciones Glénat; 56 págs., color, 12,00 €.

«Pertenezco a una generación brugueriana que creció leyendo adaptaciones a historieta y versiones resumidas e ilustradas de los clásicos de la literatura de aventuras del siglo XIX: durante el franquismo y la transición lo prudente era dar a la juventud lecturas poco sospechosas políticamente (y lo rentable era partir de textos originales cuyos autores llevasen el suficiente tiempo en sus tumbas para no tener que pagarles derechos de autor). Así, Karl May, Charles Dickens, Emilio Salgari o Walter Scott se convirtieron en buenos conocidos míos pese a disponer de pocas de sus obras en ediciones no abreviadas.

De todos estos autores “condensados” mi favorito fue Julio Verne (hasta en el nombre, Jules, fue adaptado): sus Voyages Extraordinaires sintetizados en las 30 páginas de historieta de las Joyas Literarias Juveniles amenizaron mi pubertad. Y sólo mucho después reparé en la asombrosa capacidad de anticipación de su autor: Verne previó con más de un siglo de antelación el viaje a la Luna, las armas de destrucción masiva, la guerra fría y el penoso panorama laboral para los licenciados en Letras y Humanidades entre otras muchas visiones inimaginables para la época.

Casi siglo y medio después, Jorge García y Pedro Rodríguez hacen el camino inverso: usando la misma bola mágica que Verne, esto es la imaginación, juegan a “anticipar” el pasado. Aprovechando los datos de su juventud recopilados por sus biógrafos, estos dos jóvenes autores inventan un Verne fantasioso envuelto en los conflictos de la adolescencia y desbordado por lo sobrenatural, esto último en contradicción con el Verne escritor racional y lleno de fe en los avances científicos que vendría luego.

Pues bien, Julio, (perdona que te tutee: son demasiados años conociéndote): ni en tus más locas fantasías imaginaste que aquellos decisivos años fueran reescritos y dibujados por autores de tanto talento. García introduce caracteres y situaciones con ritmo y sin atropello y aporta una aceptable densidad narrativa a un trabajo que otras manos se conformarían con plantearlo como una mera presentación de sus protagonistas. Rodríguez, por su parte, colorea sabiamente y sin concesiones a la galería (la mayoría de las páginas se resuelven con una gama de colores ocres que subrayan la ambientación decimonónica de la historia) y cambia el trazo respecto a su anterior trabajo Omar el Navegante, volviéndolo menos espontáneo y más trabajado. Todo ello sin perder su firme pulso narrativo: sigue iluminando y escogiendo encuadres con una maestría impropia de su edad.

Termino apuntándome yo también al juego de la anticipación: no necesito echarle las cartas a esta serie para saber que será una de las historietas fundamentales de la década que se avecina. Poco arriesgado por mi parte, lo sé.»

Álvaro Pons (Divulgador – La cárcel de papel) recomienda…


Bacterias, de Calo; Planeta deAgostini Comics; 112 págs, color, 12,95 €.

«Pedir que recomiende sólo un tebeo de producción nacional es una barrabasada de las que no tienen nombre. Diabólica, pérfida si se quiere, pero sobre todo, injusta. Porque los tebeos que se están haciendo por estos lares son muchos y muy buenos, empujados por este ímpetu publicador de lo autóctono con que se han contagiado –esperemos que de forma perenne- los editores. Diga el que diga, seguro que inmediatamente me acuerdo de otro igual de interesante y con méritos más que sobrados para ser recomendado. Así que puestos a caer en los brazos de la injusticia, mejor refocilarse en ella recomendando la obra de un amigo. Avanzo que conozco a Calo desde hace casi, casi, veinte años, que se dice pronto. Y he visto su evolución desde aquellos primigenios Alice o La o con un canuto, por lo que la llegada de ese Bacterias en lujosa tapa dura y brillantes colores editado por Planeta no fue una sorpresa, era un paso adelante lógico. Algunos miedos tenía, para qué negarlo. Calo se desenvuelve con soltura en las distancias cortas, con historias íntimas y sencillas, que ni impactan ni provocan al lector reflexiones trascendentales: simplemente, le dejan una sonrisa agradable. Que puede parecer poca cosa, pero en estos tiempos que corren, a veces se agradece mucho que durante unos minutos uno se sienta tratado con delicadeza. Una virtud que podía ser difícil de trasladar al relato extenso, más complejo y con más trampas siempre.

Pero Calo demuestra en Bacterias que es el de siempre, contando esas historias de amor que sólo cuenta él, sencillas, a medio camino entre el cuento de Rohmer y una fábula juvenil. La joven Elodie, madre soltera, y el bohemio Vincent, condenados a encontrarse y a amarse en la ciudad del amor por antonomasia, la eterna París. Quizás, cierto, sabemos de antemano lo que ocurrirá, es lo que tiene el amor, qué más da. Lo que importa es esa sensación de calidez que vuelve a funcionar a la perfección, que nos recuerda que estamos leyendo a Calo. Y que terminemos, por supuesto, enamorados de Elodie. Ya saben, no es un Adam Hughes o un Frank Cho, pero Calo dibuja unas chicas de las que te enamorarías.

Quizás es poco. O no. Pero me gusta.»

Juan Ángel Martín Mota (Librero – La Comicteca) recomienda…


Ken games 2: Feuille, de José Manuel Robledo y Marcial Toledano; Diábolo Ediciones; 48 págs., color, 15,95 €.

«No puedo dejar de recomendar este cómic. El que más me ha gustado de mis últimas lecturas, lamentado que sea en Francia donde se descubran los grandes talentos nacionales.
Me gustó mucho el primer álbum de la trilogía así que esperaba bastante de esta segunda entrega y debo confesar que incluso ha superado las expectativas. Las mentiras siguen enredando la vida de los tres protagonistas. Aumenta la intriga y la tensión generadas en el álbum anterior. Curiosa mezcla de género negro y comedia romántica. El dibujo es una maravilla que sorprende en cada viñeta con recursos gráficos muy intuitivos, como los que representan imágenes del pasado o recuerdos. Me llama especialmente la atención el color: huyendo de las estridencias que vemos en otros tebeos las figuras parecen vivas y la iluminación nos sumerge en la ambientación típica de los bajos fondos, el olor a sudor de un ring de boxeo o la penumbra alrededor de una timba de póquer.»

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el niño Tor
8 octubre, 2009 15:30

Lo siento, quizas me pase por conocer personalmente a los autores del Joven Lovecraft, pero Las aventuras imaginarias del joven Verne: la puerta entre los mundos me parece una maniobra muy sucia. Al margen del interior del comic, q no conozco.

Jose A. Serrano
8 octubre, 2009 16:22

Hace apenas unos días leí El arte de volar (lo tenía en la «cola» de pendientes) y me sumo a la recomendación de Pepo (y tantos otros), es uno de los tebeos del año y con mucha «chicha» (son 208 páginas muy densas -es una lectura de varias horas-, cuenta mucho, toca varios temas interesantes y tiene mucho que rascar y comentar).  

Curiosamente, la parte final de El Arte de volar (que ya más de uno plantea como serio candidato al Premio Nacional de Cómic) es otra visión a la vida en las residencias de ancianos desde una óptica mucho menos optimista que Arrugas (que ganó el mismo premio el año pasado).  

Por cierto, Toni: 34 euros es el precio de la edición inicial (tapa dura, mayor tamaño, limitada y numerada), la edición «definitiva» (la que se está reeditando y permanecerá a la venta) con tamaño más reducido y tapa blanda, es sensiblemente más ecónomica, sale por 22 euros.

curioso
curioso
Lector
8 octubre, 2009 17:02

coincido respecto a KEN GAMES 2

es un gran descubrimiento.
ha mi me encanta esta trilogia,  y el segundo volumentambién ha superado mis espectativas