RESEÑAS
Un buen hombre, de Javier Cosnava, Toni Carbos y otros; Ediciones Glénat; 80 págs., color, 18,50 €.
Esta obra de autoría múltiple es como una bella pieza de relojería todavía por pulir y ajustar. El planteamiento de su guionista, Javier Cosnava, es sin duda loable, tanto en lo que respecta a su estructura coral como a su temática de fondo: el peligro de una ética frágil que permita el florecimiento de opciones morales extremas como la del nacional socialismo alemán. Sin embargo, a la hora de dar forma a ese planteamiento, dos son las lacras que le restan algo de su tremenda fuerza.
Por un lado, una cierta premura a la hora de resolver cada capítulo que no deja espacio para densificar la trascendencia de determinados momentos. Premura que también, alguna que otra vez, afecta al retrato de personajes concretos o al desarrollo – insuficiente – de algunas de las grandes reflexiones – subyacentes en el guión – sobre los mecanismos a través de los cuales el común del pueblo germánico pudo participar de aquel horror.
Por otro lado, Cosnava escoge una forma abiertamente literaria de enfocar las distintas escenas y de hacer hablar a los pesonajes, elección que se demuestra muy acertada para mejor reflejar los posicionamientos paradigmáticos y antagónicos de los bandos en situación de contraposición (presos integros y carceleros depravados) entre los que intentan navegar los co-protagonistas «civiles» del relato. Desgraciadamente este abordaje literario, complejo de manejar si no se quiere transmitir cierta sensación de impostura, no siempre encuentra la adecuada representación gráfica a lo largo de una obra por la que transitan dibujantes de muy diversa índole, todos ellos dotados en mayor o menor medida, pero no todos ellos aptos para una historia de este tipo. En los extremos, al principio y al final del tebeo, encontramos a los dos ilustradores que mejor consiguen vehicular el tono de la narración, curiosamente, desde grafismos bien distintos. Toni Carbos, dibujante del primer capítulo y abocetador de todo el cómic, hace gala de un estilo cercano en algunos aspectos al de Max, combinando con habilidad cierto hieratismo majestuoso de sus figuras con la expresividad de sus composiciones constructivistas y de una relativa «caricaturización» de personajes. Por contra, Rubén del Rincón – excepcional y seguido de cerca por Juan Bernardo Muñoz – intensifica la gesticulación de los protagonistas de esta tragedia gracias a la soltura de su trazo y a la sabia utilización de los enfoques forzados, confiriendo a su parte una teatralidad verdaderamente ilustrativa.
Y sí, estas tres aproximaciones artísticas – incluimos también a Juan Bernardo Muñoz – consiguen intensificar el espíritu literario del texto de Cosnava sin transmitir una empobrecedora sensación de artificiosidad… pero no sucede así con el resto de capítulos. Posiblemente, el abocetado de Carbos, dibujante con un grafismo muy personal que sólo encuentra toda su potencia comunicativa en la conjunción del total de sus particularidades estilísticas, ha mermado la vitalidad de aquellos ilustradores que menos se han alejado de él, contagiando de aquel hieratismo que antes mencionábamos a grafismos realistas que carecen de los recursos compositivos necesarios para tornarlo expresivo. Queda entonces una obra a medio hacer, plenamente conseguida en alguna de sus partes, aunque meramente esbozada en otras: una historia de raiz meritoria, tallo insuficiente y brotes esporádicos de brillantez que constituye motivo de peso como para mantenerse atentos a los próximos trabajos de Javier Cosnava y de los ilustradores que le acompañan.
El hombre descuadernado, de Felipe Hernández Cava y Sanyú; Edicions de Ponent; 84 págs, BN, 20,00 €.
Aunque el flamante guionista del último tebeo merecedor del Premio Nacional del Cómic, Felipe Hernández Cava, probablemente sea el mejor escritor de historietas de nuestro país (y uno de los mejores del mundo), no es por ello el más conocido entre el gran público ni tampoco – tal vez consecuentemente – el más comercial. Entendámonos: hablo de comercialidad en su acepción más engañosa, la de aquel producto diseñado para apelar a la mayor cantidad de compradores, y lo menciono en referencia a Felipe Hernández Cava porque, claramente, es este autor quien escoge a su público cuando urde sus obras y, sin duda, lo hace a conciencia y sin someterse a la esclavitud de una cierta preconcepción del mercado. Repasando su dilatada trayectoria literaria se hace evidente que no todos sus trabajos son igual de asequibles. Junto a tebeos de estructura «relativamente» sencilla como el galardonado Las serpientes ciegas, V-Girl o Las memorias de Amorós, encontramos maravillas de compleja lectura como Berlín, Soy mi sueño o este El hombre descuadernado que ahora nos ocupa. En producciones como éstas la barroca ordenación de los tiempos del relato, la opción por unos dibujantes más expresivos que narrativos y la fundamentación del guión en unos referentes históricos y literarios cultos, posiblemente, ejercen como mecanismo disuasor para el lector más intelectualmente acomodado, dejando a Hernández Cava a solas con los «compañeros de viaje» que él se desea. Con más razón sucede esto en El hombre descuadernado, por cuanto el autor aborda a través de este cómic los duelos por la muerte de su madre y por el previo asedio de la sin razón que ésta sufrió a manos del Alzheimer.
Pero que nadie se lleve a engaño porque, si como ya hemos dicho hay veces en las que Hernández Cava declama para un reducido grupo de oyentes, tampoco ahora escoge narrar de forma literal y evidente el proceso de pérdida de la persona que fue salvaguarda de sus noches de infancia, antes bien difiere la expresión de ese dolor a través de un ejercicio de estilo, de por sí, también sumamente elaborado. Y es así que, a tal fin, selecciona un relato fantástico de Guy de Maupassant que para muchos anunciaba su posterior hundimiento en la locura, El Horla, y lo entrecruza con fragmentos imaginarios, verídicos y simbólicos de la vida de este escritor francés que falleció a causa de la sífilis. Como ya es de suponer por lo expuesto hasta el momento, lo hace de manera sumamente rica en contenidos literarios y reflexivos, otorgando gran responsabilidad en la comunicación de registros emocionales al embriagador y dúctil trazo del dibujante argentino Sanyú, en un discurrir narrativo dislocado que progresa en su único discurso desde la amalgama de distintos niveles de realidad: retazos de El Horla que mantienen cierta autonomía textual pero que se funden con la peripecia interior de Maupassant a través del apartado gráfico; sucesos conocidos de la vida del literato y – en especial – de su degradación mental; y escenas inventadas de fuerte carga significativa que dan razón del mundo propio, relacional y semántico, de este hombre del siglo XIX que tanto quiso a su madre, tanto amó la Literatura y tanto padeció el acoso de una paranoia alienante.
Así, pues, son los paralelismos entre Maupassant y Cava los que permiten a nuestro guionista de mayor talla levantar una propuesta historietística de gran envergadura, para nada fácil, a la vez que poder exorcisar el desgarro febril que produce la pérdida del útero materno y todas las sombras y los miedos existenciales que se agazapan tras ese sufrimiento. Para quien ha hecho, de la palabra razonada y del recuerdo orientador, las claves de una identidad lúcidamente libre, el desquiciado ataque de la desmemoria y el delirio no pueden dejar de resultar estremecedoramente amenazantes; más todavía si a quien primero muerden es a nuestra madre.
Por todo ello, porque Sanyú seduce e inquieta con un grafismo que intensifica artísticamente las tensiones psicológicas de los protagonistas del relato y porque Hernández Cava nunca defrauda – menos cuando apunta tan alto como aquí – El hombre descuadernado es …nuestra recomendación de la semana… si os puede más el placer de la reflexión profunda que la frugalidad del entretenimiento liviano.
[El Horla de Guy de Maupassant].
Nota: En caso de que seas un editor que publique material de autores nacionales y te interese colaborar con esta sección ponte en contacto con nosotros en la siguiente dirección de e-mail: info@zonanegativa.com
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El Joven Lovecraft, de Bartolo Torres y José Oliver; Diábolo Ediciones; 14,95 €.
«Síntomas de adicción a tiras de humor tipo EJL:
1. Entrada habitual en la web o blog donde se prepublican para ver si hay material nuevo.
2. Compra compulsiva de los recopilatorios correspondientes.
3. Recomendación efusiva a otros posibles lectores.
No me enganchaba a «comic strips» desde Mafalda, Calvin and Hobbes, PVP y Liberty Meadows. No me sentaba a disfrutar de un álbum de tiras, con desconexión del móvil incluida, desde Terry y los Piratas y el Spiderman de John Romita. No encontraba un estilo nuevo, una forma de narrar personal, especial, desde The Angriest Dog in the World de David Lynch. No conectaba con una plasmación gráfica del entorno de Providence desde el Lovecraft de Breccia…
El Joven Lovecraft de Torres y Oliver despierta grandes simpatías no sólo entre los que desde pequeños seguimos intermitentemente, sin poder abandonarla, la saga de los Mitos de Cthulhu y todo el conglomerado primordial que surgió de la pluma y las pesadillas de H. P. Lovecraft, sino también entre los que, desde fuera de círculo lovecraftiano, se adentran en este mundo de niños pelín «especiales».
En un momento en que la mayoría del horror gótico, romántico y preternatural padece una epidemia que lo convierte en mercadotécnico, cursi y artificial, El Joven Lovecraft mantiene una frescura inquietante, un sentido del humor tan auténtico… que asusta.
Bartolo y José han encontrado un filón. Y lo están explotando a un ritmo perfectamente acompasado. Desde tiempos inmemoriales, el mundo del cómic ha propiciado tropecientas parodias cthulhianas; sólo esta, estoy seguro, sería bendecida por los biógrafos de H.P. que custodian la biblioteca de cómics y libros apócrifos de Arkham.
Si lees a H. P. Lovecraft, no te pierdas esta recreación de lo que podría haber sido su infancia. Te atrapará. Si lees El Joven Lovecraft sin conocer la obra de su contrapartida adulta, prepárate a disfrutar igualmente de uno de los cómics de humor más espontáneos y deliciosos del momento. Te atrapará.
Yo estoy atrapado por esta serie, igual que Charles Dexter Ward (¿o era «El Joven Charles Dexter Ward»?) lo estaba por el legado de sus ancestros. ^___^»
Mis problemas con Amenabar, de Jordi Costa y Darío Adanti; Ediciones Glénat; 48 págs., color, 9,95 €.
«Jordi Costa y Dario Adanti forman pareja creativa desde hace una década, cuando el suplemento Tentaciones de El País inició la sección Vida Mostrenca, posteriormente compilada en libro (La Tempestad, 2002). Uno escribía su columna y el otro la ilustraba siempre de manera certera. Jordi Costa, además de su labor como crítico cinematográfico, es figura clave por lo que hace a la divulgación de subculturas (exposiciones como Cultura Basura, Plagiarismos o la dedicada a la figura de J.G. Ballard avalan la afirmación). La unión de sus textos con las ilustraciones de Dario Adanti, dibujante con un universo propio muy cercano (Charles Manson, la cultura del Apocalipsis, el pop de derribo mexicano), ha continuado en la gloriosa trilogía “Mostrenca” (que se completa con Todd Solondz: En los suburbios de la felicidad y Monstruos Modernos) a la que le ha salido un anexo en forma de cómic: Mis problemas con Amenabar, inicialmente publicado por entregas en el indispensable fanzine Mondo Brutto.
Se ha hablado mucho de este álbum, por aquello de ser un ataque directo al director estrella del cine español; y es así. No hay piedad, pese a que la batalla está perdida de antemano. Pero lo importante es que Mis problemas con Amenábar no es sólo la crónica del desencuentro entre un crítico cinematográfico y un director de cine (aunque sólo por eso ya se convierte en una genial rareza). No. Tampoco lo es el hecho de que a través de Amenábar se desgranen los males del cine patrio (y en cierta forma también del cine, en general); o que se explique la verdad sobre los Festivales de cine que jalonan nuestra geografía. No. Lo que convierte Mis problemas con Amenábar en lectura imprescindible es que quien verdaderamente se expone es Jordi Costa al practicar un hara kiri en viñetas (bellamente ilustradas) como pocas veces he visto. Y eso, lo de abrirse en canal y dejar las miserias al aire, lo acerca a Crumb, a Joe Matt, a Chester Brown. ¿Hace falta decir más?»
Un buen hombre, de Javier Cosnava, Toni Carbos y otros; Ediciones Glénat; 80 págs., color, 18,50 €.
«Coincidiendo con el setenta aniversario del inicio de la segunda guerra mundial, Ediciones Glénat publica probablemente uno de los títulos del año. Obra colectiva producida en un tiempo muy reducido, nos brinda una visión completamente diferente del nazismo, la aproximación a la cotidianidad de las personas “normales” que conviven con las prácticas nazis, o el súmmum del recorrido que puede hacer un personaje prácticamente analfabeto y trabajador hasta convertirse en el director de un campo de concentración y de exterminio. La obra transcurre en un lugar real, en la urbanización de lujo construida por los prisioneros del campo, donde vivían las familias de los militares alemanes. Se inspira en hechos reales, aunque el mismo guionista, Javier Cosnava no se cansa de repetir que algunas situaciones están suavizadas reconociendo que en este caso “la realidad supera la ficción”, aludiendo a las salvajadas cometidas por los oficiales de la SS. Se ha cuidado hasta el más mínimo detalle para mantener la continuidad visual de la historia, con personajes que aparecen en diferentes episodios dibujados por diversos autores, y manteniendo una tonalidad cromática conseguido al ser Toni Carbos el colorista de todo el volumen (con la excepción de la ayuda puntual de Carlos de Rincón). Los autores implicados son Dani Acuña (responsable de la contundente portada), Toni Carbos (responsable también del story board de toda la obra), Carlos, Sofía Espinosa (ilustración), Bernardo Muñoz, Javier Fernández, Zapico, Javier N. B., Fernando Baldó y Rubén del Rincón. Destacar el trabajo de la editora, Helena Muzás, por la iniciativa y el impulso del proyecto, y sobre todo del guionista y coordinador de autores Javier Cosnava, sin duda el máximo responsable del brillante resultado final. El prólogo está escrito por Rosa Toran, historiadora y presidenta del Amical de Mauthausen. En definitiva, una buena oportunidad de recordar unos sucesos históricos en este caso desde una perspectiva innovadora, bien explicada y dibujada.»
El vecino 3, de Santiago García y Pepo Pérez; Astiberri Ediciones; 144 págs, bitono, 3,50 €.
«Recuerdo que de chaval siempre me interesó más lo que le ocurría a Peter Parker o a Clark Kent que las repetitivas peleas con los malotes de turno. El vecino #3 es un cómic especialmente indicado para todo el mundo, pero, sobre todo, para aquellos a los que les ocurriera lo mismo. Es, a la vez, un tebeo de superhéroes sin peleas y un cómic costumbrista de tipos disfrazados. ¿Un cómic de supertipos (muy poco super) donde a menudo el villano es uno mismo? Puede ser muchas cosas, pero sobre todo es una historia inteligente y entretenida, dos características que no siempre coinciden en un mismo álbum.
El dibujo cada vez más suelto de Pepo Pérez (en este caso, prácticamente en B/N) cuadra a la perfección con los guiones de un Santiago García genial, que construye una tragicomedia en la que los personajes y las situaciones se suceden de manera que no puedes evitar sentirte identificado todo el tiempo.
Aunque según mi criterio esta es la mejor parte de las 3 publicadas hasta el momento, las dos primeras son, también, muy recomendables. ¿Para cuándo la cuarta?»
Archivo de Píldoras nacionales.
Pues yo voy a recomendar MeQuedoMuerto, de Javier Blanco, un autor novel almeriense. Es su primera obra y lo ha editado el Colectivo DeTebeos.
Es una historia autobiográfica basada en las fiestas de un pueblo de Almería, bastante divertido y gamberrete, para pasar un buen rato.
Saludos
Fantástico que te sumes con una recomendación, guolberin. Aprovecho para invitar a quien quiera a hacerlo y también para comentar que si algún profesional del sector desea participar en la subsección Los profesionales recomiendan… y no ha recibido mi invitación para hacerlo, que se sienta bien libre de ponerse en contacto con nosotros.
«es este autor quien escoge a su público cuando urde sus obras »
Vaya, pues no me ha tocado, a ver si la próxima vez…
Jajajajaaj, Dario, estoy convencido de que Hernández Cava tiene en su haber relatos que serán de tu agrado
A mí el primer «El vecino» me encantó, en el segundo me desinflé un poco, pero me quedé esperando más. Lo compraré para ver qué tal evoluciona. Eso sí, pasa tanto tiempo entre la publicación de uno y de otro, que tendré que releerme los dos para este tercero.
Pues he oído por ahí que el tercero está muy bien… En unos días os lo reseñará Raul López 🙂
«Pues he oído por ahí que el tercero está muy bien… En unos días os lo reseñará Raul López»
Está de puta madre, tanto que se perdona, entiende y acepta el cambio de formato (aunque me gustaría que el autor, el editor o quien sea me argumente el cambio).
Creo que es cosa de los editores y no de los autores.
Pepo Pérez, dibujante de El vecino, me aclara lo siguiente:
«No, Toni, ha sido cosa nuestra. Los editores están encantados con el nuevo formato porque se vende mejor hoy por hoy, pero la decisión fue nuestra por completo :)»
Y yo lo reproduzco con su permiso 🙂