Píldoras Nacionales 35: Entrevista a Rubén Pellejero

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RESEÑAS

En carne viva, Frank Giroud, Florent Germaine y Rubén Pellejero; Astiberri Ediciones; 144 págs., color, 19 €

Yo era un chaval cuando vi aparecer por vez primera a Rubén Pellejero por las páginas del Cimoc en una serie titulada Las memorias de Monsieur Griffanton. Ya entonces le acompañaba el guionista argentino Jorge Zentner y este dibujante badalonense apuntaba buenas maneras, pero, en una revista donde estaban dando lo mejor de sí mismos ilustradores como José Ortíz, Jordi Bernet o Alfonso Font, eso no era suficiente como para llamar la atención. De todas formas, poco después, Pellejero empezaría una progresión imparable que le llevaría a ser considerado -con toda justicia- uno de los más destacados dibujantes de nuestro país. Sucedió todo aquello en la serie Dieter Lumpen, toda una delicia de cómic de aventuras que Zentner y Pellejero manejaron con verdadera maestría… hasta que llegó a su fín. Tras la conclusión de Dieter Lumpen, alejándose de las orillas del género, Zentner y Pellejero se adentraron por terrenos más artísticos para alegría de muchos, aunque a mí aquello nunca terminó de llegarme. Por supuesto, Pellejero dibujaba cada vez mejor y era un absoluto deleite contemplar su trabajo. Más todavía si tenías la suerte de encontrarte ante alguno de sus originales en alguna u otra exposición (aquello era para caer sentado). Pero los guiones de Zentner ya no eran del todo de mi gusto… por limitaciones propias, lo reconozco. Demasiados símbolos, demasiadas metáforas, demasiados juegos conceptuales y poco relato puro. Era imposible no comprarse cada nuevo trabajo de Pellejero, pero apenás ninguno me acababa tocando el corazón; se quedaban a medio camino, entre reflexiones y análisis.

Entonces, progresivamente, Pellejero empezó a trabajar con otros guionistas y, junto a Denis Lapière, dio a luz una preciosidad de tebeo: Un poco de humo azul. El arte de Pellejero, poderosamente expresivo, eficazmente narrativo, se ponía al servicio de una historia de ideas y entrañas, donde contexto, argumento y caracterización se combinaban acertadamente para ofrecer un retazo de ficción redondo.

Ahora, tras un tiempo -excesivo- desaparecido de nuestras librerías, Pellejero vuelve con nosotros de la mano de otros dos guionistas, Frank Giroud y Florent Germaine, en un relato que comparte ligeramente el enfoque de los cómics que Pellejero ha realizado con Lapière.

De hecho, a Giroud lo conocemos en España por su desigual serie El Decálogo, donde tuvo momentos memorables y otros un tanto prescindibles, dependiendo muchas veces del dibujante con el que colaboraba y siendo la cuarta la mejor entrega, ilustrada por el artista esloveno Tomaz Lavric bajo el subtítulo de El juramento. Ahora, en este nuevo trabajo de Giroud, como sucediera cuando se hizo acompañar por Lavric, debe reconocerse que este escritor nos brinda un gran guión, con toda seguridad porque cuenta con uno de esos dibujantes excepcionales que saben multiplicar exponencialmente el valor de un determinado argumento. Y es que ese es el verdadero valor de Pellejero como autor de cómics: su dominio de todos los recursos gráficos de los que dispone el medio para contar más y mejor. Hablar a través del color, de la composición, del trazo… preñar de sentido los silencios, matizar o engrandecer la validez de los textos…

Así lo hace en este intrigante folletín sobre un niño repudiado por una deformidad facial que le impide hablar y que encuentra su voz y su grandeza en la pintura. Todo ello en un París de entre siglos que nuestro compatriota retrata con la corrección histórica habitual en él, siempre emotivamente enriquecida gracias a su gran calidad plástica. Es ésta una obra que no os decepcionará, al contrario, captará vuestro interés desde sus primeras páginas y os dejará satisfechos con su final, habiendo podido degustar durante el trayecto el exquisito manjar cromático y estilístico de uno de nuestros más grandes autores de historietas… con el que ahora pasamos a hablar un momentito.

ZN ENTREVISTA A… RUBÉN PELLEJERO

Toni Boix: Desde la publicación de Aromm, habíamos tardado bastante en saber de ti en nuestro país. ¿Hubo un parón en tu producción o simplemente tu trabajo quedó sin editor en España?

Rubén Pellejero: Te rectifíco un poco: Después de Arômm se publicó aquí El vals del Gulag (Glénat 2005) . Lo que ocurre es que L’Écorché (EN CARNE VIVA)( 2 tomos) estuvo “colgado” bastante tiempo a la espera de la respuesta de una posible publicación por parte de Glénat/España. Glénat no puso mucho interés en publicarlo y el tiempo fue pasando y pasando.

Toni Boix: ¿Por qué derroteros consideras que has evolucionado como artista desde tus anteriores obras hasta este En carne viva?

Rubén Pellejero: No sé, es difícil hacerse uno mismo el análisis de su propia evolución artística. Para empezar debo decir que no considero En carne viva un fruto de esta evolución sino un “paréntesis” en mi trayectoria gráfica. Lo digo porque esta es una obra un poco especial en su realización, digamos que es más clásica en cuanto a estructura y acabado y no está en la línea de obras como Un poco de humo azul o El vals del gulag con un trazo más grueso en el entintado más definitorio de un estilo propio. Y allí radica un poco mi dilema existencial artístico de siempre: seguir con una marcada definición de un estilo visual o dinamitar en cada albúm lo hecho anteriormente en pos de encontrar nuevos retos y alicientes para mi trabajo. Esa ha sido una constante en mi trayectoria artística y ahora que con la edad se supone que debería estar en una etapa ya más sosegada de mi trabajo me sorprendo al ver que aún mantengo ese dilema. Por suerte, pienso.

Toni Boix: ¿En qué apartados de tu propuesta gráfica te permites innovar y en cuáles prefieres mantenerte dentro de unos registros clásicos que favorezcan la narratividad del dibujo?

Rubén Pellejero: No me planteo innovar porque sí. Aquí está la diferencia con aquél que busca sobre todo que su estilo sea fácilmente reconocible. La innovación en mi trabajo la he ido destilando poco a poco sin que fuese a veces muy perceptible pero que con el tiempo ha sido evidente. Podría decir que me mantengo estable en cuanto a cierta composición clásica de la página, sín estridencias compositivas de viñetas y un cierto naturalismo en la actitud tanto de los personajes como de las escenas en sí. El hecho de colaborar con guionistas que también ellos han estructurado las secuencias de un modo bastante tradicional ha ayudado a que yo me mantenga fiel a este tipo de enfoque de la narración, digamos, más tradicional. Si bien he de decir que yo siempre he tomado mis propias iniciativas en el campo narrativo, no es tan fácil ni evidente la experimentación en ese terreno como en el caso del que realiza sus propios guiones. El apartado innovador yo lo centraría mucho más en el propio grafismo del dibujo y en el aspecto general de cada uno de mis álbumes: el color, el tipo de atmósfera a crear, la técnica a emplear, etc.

Toni Boix: Siendo como eres –sobre todo- dibujante de historietas… y además uno de los mejores del mundo entero, con un abordaje artístico de cuidado y gusto exquisitos, ¿qué opinas de las limitaciones de tamaño del nuevo formato de moda en Cómic: la Novela Gráfica?

Rubén Pellejero: ¡Caramba…te agradezco el cumplido! Más que las limitaciones del formato, yo hablaría del cuidado especial que se ha de poner en aquellas obras que no son producidas pensando en ese formato. Hay grafismos que no tienen ningún problema en ser reducidos e incluso estando mal impresos, cumplen con su misión de contar una historia y punto. Otros no, otros necesitan de un cuidado especial para degustar la labor gráfica que contienen. O sea que no lo veo como un problema de formato en sí sino una postura de apuesta por la calidad de la obra impresa.

La comparación entre el formato “novela gráfica” y el álbum tradicional es inevitable y siempre existirá. Habrá lectores que querrán tener la edición cuanto más grande mejor y otros que tanto les dará con tal de leer una historia y en un formato por otro lado mucho más manejable para leer.

Toni Boix: Durante el grueso de tu carrera has trabajado junto a Jorge Zentner, mientras que en estos últimos años has empezado a colaborar asiduamente con el guionista Denis Lapière. Respecto a la manera de abordar su labor, ¿qué puntos en común y qué diferencias existen entre ellos?

Rubén Pellejero: Como punto en común diría que a los dos les interesan mucho las historias donde los sentimientos humanos adquieren gran importancia, diríamos que les interesa mucho más el modo en que las circunstancias afectan el comportamiento de los personajes que construir una historia pensando de entrada en un género en concreto, la trama en general, etc. Este planteamiento es quizás un poco “suicida” a veces, a nivel comercial y eso mismo también los hace afines.

En cuanto a diferencias, que son muchas, evidentemente, resaltaría la siguiente: Jorge escribe las historias intentando jugar sobre todo con el modo de estar construidas y narradas. En ese aspecto es más rompedor que Denis pero al mismo tiempo más frío, irónico y distante. Por el contrario Denis, pese a narrar con un estilo más tradicional, más vinculado lógicamente a la tradición del cómic francés, consigue un acercamiento más cálido y humano a los personajes involucrando mucho más emocionalmente al lector con la historia.

Toni Boix: El protagonista de En carne viva se comunica durante buena parte de la obra a través de sus ojos y sus cejas. ¿Qué detalles tuviste en cuenta en su diseño para conseguir dotarle de expresividad?

Rubén Pellejero: Es evidente que en la mirada debía recaer el peso para poder expresarlo todo. Así pues el color negro de sus ojos tenía que ser lo más destacable en su rostro ya que así su mirada gana en intensidad .También tuve muy en cuenta su “look”como personaje en sí: el cabello descuidado, la nariz afilada y los huecos pronunciados de las mejillas que le dan un aire de personaje muy introvertido, el propio diseño de la “mascara” del cuello e incluso el rojo de su bufanda. Todo ello junto su aspecto desgarbado y su propia gestualidad me ayudaba para conseguir que Tristan hablase sin hablar.

Toni Boix: En lo que respecta a la evolución artística del protagonista del relato, este pintor deforme que empieza pintando con sangre, ¿escogiste algunos referentes pictóricos concretos para explicitar su evolución como creador?

Rubén Pellejero: De entrada no quería que se ubicase su modo de trabajar en ninguna escuela en concreto, ya que, teniendo en cuenta los años en que se supone que pintaba y que su obra era un pelín avanzada, los “impresionistas” quedaban atrás y los expresionistas aún lejanos. O sea que yo lo fijé más o menos como un postimpresionista / fauvista. Las referencias fueron muchas, si bien le tuve que poner a “pintar” cómo si él no conociese a ninguno. Hay algo de Pierre Bonnard/ Matisse/ James Ensor e incluso el propio Goya en toda esa “pintura”, pero sólo como un referente muy generalizado de lo que se podía hacer o no en aquellos años.

Toni Boix: Y ya para acabar, desde una cierta confianza, ¿por qué crees que los lectores deberían comprar este cómic?

Rubén Pellejero: Cada uno sabrá, pero yo diría que es un cómic que se aparta un poco de lo habitual en cuanto al tema a tratar y cómo está tratado y porque si lo leen podrán conocer un personaje ,Tristán, que les cautivará. ¡Y porque lo he dibujado, yo…qué caramba!

Toni Boix: Sin duda, esa es razón suficiente 😉

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dennel
dennel
6 mayo, 2010 20:42

Me gustó mucho este tebeo. Destaca más Pellejero pero el guionista clava lo que es un folletín.

Xelo
Xelo
Lector
6 mayo, 2010 20:49

Sólo por el trabajo de Pellejero ya merece la pena comprar eses tebeo.

Tirso
7 mayo, 2010 12:06

¡Qué crack Rubén!
Una lectura muy recomendable llena de imágenes evocadoras de gran fuerza.
No puedo decir nada malo de Rubén. Le adoro! :-)))

t.